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EL PROCESAMIENTO DEL DISCURSO COMO SISTEMA MODULAR: UNA INVITACIÓN A LA POLÉMICA. El análisis de las dimensiones y procesos mas característicos de la producción de los discursos y conversaciones ha ido mostrándonos, de forma recurrente, la íntima conexión que esta forma de actividad lingüística posee respecto a otras muchas habilidades y procesos de naturaleza cognitiva, emocional y social. Para poder realizar discursos coherentes y relevantes, los hablantes deben:
Para realizar todas estas operaciones, los hablantes deben hacer uso de una serie compleja de mecanismos cognitivos generales (de memoria, de razonamiento, y de control) que se aplican a representaciones igualmente variadas y complejas (sobre la realidad general, sobre la realidad social, sobre la situación comunicativa, etc.) y que, en ciertos aspectos, presentan indudables puntos en común con los que participan en otras formas de la actividad humana (vg. otras formas de la interacción social). En última instancia, todas estas habilidades deben integrarse funcionalmente con el sistema de procesamiento lingüístico en orden a que los planes comunicativos puedan realizarse de forma efectiva a través de unidades lingüísticas correctamente gramaticalizadas y linealizadas en el espacio y el tiempo. El procesamiento del discurso ejemplifica, pues, con claridad el punto de confluencia funcional de los procesos centrales y los procesos mas típicamente modulares del lenguaje, constituyendo en si mismo un interfaz cuya caracterización no está exenta de problemas. Desde una óptica fodoriana radical, apenas deberían existir dudas de que el procesamiento del discurso constituye un caso más dentro de los llamados «procesos centrales». Sin embargo, un análisis más detenido de esta afirmación introduce algunas dudas a esta interpretación. La producción de los discursos, como hemos visto, implica, entre otras, competencias representacionales muy particulares (vg. las que permiten inferir el estado de conocimientos del otro y suponer que el otro supone que suponemos algo correcto o incorrecto acerca de su estado de conocimientos actual) que parecen implicar la utilización de mecanismos de inferencia deductiva similares a los que participan en la solución de otros tipos de problemas (Riviére). Sin embargo, las inferencias deductivas que se aplican al discurso y a otras formas de la interacción social (como las del juego simbólico y la conducta de engaño) parecen ser particularmente precoces (vg. se desarrollan en el niño antes de lo que su desarrollo cognitivo general permitiría sospechar) y, también, parecen ser particularmente rápidas de aplicar eficazmente por los adultos (Cosmides). Asimismo, parecen estar específicamente alteradas en ciertos cuadros patológicos (vg. autismo infantil y quizá otras formas de psicosis), pareciendo confirmada la existencia de cursos de adquisición evolutiva y/o de alteración relativamente diferenciados respecto a los de las habilidades lingüísticas y los de las capacidades emocionales, cognitivas y sociales que teóricamente las sustentan. Tampoco las representaciones sobre el estado mental de otros parecen tener las mismas propiedades funcionales que otros tipos de representación. Riviére, apoyándose en consideraciones tanto genéticas como lógicas y computacionales, ha llamado la atención sobre el hecho de que las representaciones sobre los «objetos con mente» no son equiparables a las que se aplican a los «objetos a los que no se les atribuye mente»; también, como sugiriera Vygotsky, ha instado a interpretar que son precisamente estas metarrepresentaciones (tan ligadas en el niño y en el adulto a la posibilidad de utilización de ciertos enunciados lingüísticos como los que se organizan en torno a verbos mentales como «creer», «saber», «opinar», etc.) las que constituyen la base de la conducta intencional y también de la conciencia. Quizá no hay aquí, como inicialmente sugirieran Sperber y Wilon, o como más recientemente ha sugerido Igoa, sino datos que confirman que, durante la producción de los discursos (como durante su comprensión), los sujetos aplican estrategias de utilización de recursos cognitivos generales en favor de la realización de tareas específicas. Sin embargo, como el propio Igoa ha reconocido también, la ejecución de estas estrategias, que son potencialmente abiertas y por ello no encapsuladas, no por ello tiene lugar de forma abierta sino que responde a constricciones pragmáticas (vg. el principio de búsqueda de relevancia) tan fuertes, que en la práctica la hacen similar a la ejecución característica de cualquier sistema modular que participa de la propiedad de encapsulamiento informativo. Probablemente, la mejor fuente de evidencia empírica sobre el carácter modular, cuasi modular o no modular de los componentes pragmáticos del procesamiento lingüístico de que se dispone en este momento procede del estudio de los procesos de desarrollo y del estudio de las patologías que interesan, entre otras, a las habilidades lingüísticas y conversacionales. Sin duda, es aquí donde los psicólogos del lenguaje poseen una de sus fuentes de información más directas, exceptuando, lógicamente, los datos procedentes de la simulación, que, como ya hemos visto, son también extraordinariamente relevantes. Psicología del Lenguaje Primer Cuatrimestre |