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Bases teóricas para una hipótesis no canónica sobre el origen de la herramienta lingüística humana1 (Publicado en “PRAGMALINGÜÍSTICA, nº 19” año 2011. Pgs. 23-42) 1. Introducción: Los estatutos de la Sociedad Lingüística de París aprobada por Orden Ministerial del 8 de marzo de 1866, después de indicar los objetivos que se le atribuye en su artículo 1, establecen seguida y taxativamente, en su artículo 2, aquello que se consideraba absurdo intentar tratar por los investigadores que iban a formar parte y trabajar en ella. Artículo 1º: La Sociedad Lingüística tiene por objeto el estudio de las lenguas, las leyendas, tradiciones, costumbres documentos, que puedan ayudar la ciencia etnográfica. Cualquier otro objeto de estudio está rigurosamente prohibido. Artículo 2º: La Sociedad no admite ninguna comunicación que se ocupe, sea del origen del lenguaje, sea de la creación de un idioma universal2 (NOTA BENE: Todas las traducciones que aparecen en el cuerpo de este artículo son mías. Los textos originales van a pie de página) Tal y como se entendía en aquel momento, pues, se podía hablar de muchos temas relacionados con la lingüística (las leyendas, las tradiciones, los documentos etnográficos, etc.) evitando genéricamente otros. Pero, además, prohibía expresamente y explícitamente en el segundo artículo que sus miembros se ocuparan de los orígenes o de la creación de un idioma universal. Se pensaba que cualquier elucubración sobre estos temas carecía de la suficiente entidad científica para que los investigadores con mucha imaginación perdieran su tiempo y se lo hicieran perder a los demás. Debido a ello, la prohibición expresa de los franceses fue secundada, universal pero silenciosamente, por los demás investigadores, en especial por los anglosajones, germanos e hispanos. Siglo y medio después, cuando la teoría de la gramática generativa propuesta por Noam Chomsky ha dado un vuelco a esta visión de la lingüística y la cuestión de los universales lingüísticos (no confundir con la creación de un idioma universal) que supuestamente se transmiten en la estructura mental de nuestra especie es un tema central de debate acalorado, han surgido varias hipótesis interesantes sobre el posible origen del lenguaje humano que intentan adaptarse a los supuestos básicos de algunos modelos lingüísticos, antropológicos y biológicos enmarcados o no dentro del esquema de la evolución específica por selección natural. En este trabajo pretendo presentar una hipótesis no canónica sobre el origen de esta facultad humana que, de manera natural, haga desaparecer algunos de los problemas hasta hoy en día no resueltos por las hipótesis más extendidas actualmente que consideran la comunicación humana ancestral como el primer paso evolutivo a tener en cuenta en la aparición de nuestra herramienta lingüística. Si esta idea del origen comunicativo del lenguaje fuera tan evidente como cree la mayoría de los investigadores, haría falta explicar muy claramente por qué esta evolución ocurrió sólo en nuestra especie. También necesitaríamos poder responder a la asombrosa cuestión de por qué no se tiene noticia, ni se ha encontrado jamás, ni siquiera en las sociedades que etnocéntricamente consideramos primitivas, un idioma menos complejo y más primario que los que ahora conocemos y usamos. Finalmente, la hipótesis que presento podría explicar eventualmente el por qué la utilización de un código lingüístico como herramienta para completar nuestros actos comunicativos de manera tan adecuada, hace posible, además, que al realizarlos, no sólo apuntemos a cosas (como parece que han logrado algunos individuos de otras especies laboriosamente amaestrados por investigadores de nuestra especie) sino a estados cognitivos complejos que, por el momento, no se han podido demostrar en las comunicaciones no humanas, a pesar de algunos resultados cuya interpretación no resulta siempre absolutamente convincente. Por todo ello, creo que mi hipótesis evolutiva haría desaparecer estos y otros problemas con la misma facilidad que hacemos desaparecer el puño abriendo nuestra mano. Es decir, considerando el proceso evolutivo desde un punto de vista más “abierto” que el que generalmente se utiliza. Precisamente, para mostrar lo que quiero decir, empezaré por hacer un resumen apresurado de la teoría de la evolución tal y como pienso que debería entenderse. 2. La evolución de las especies vivas 2.1. Las expansiones metafóricas de este concepto El concepto de la evolución se ha ampliado de tal manera, a causa de su poder explicativo en biología, que se hace necesario matizar la terminología para adecuarla observacionalmente a cada realidad que se intenta inscribir en el marco de la teoría. En efecto, si tenemos en cuenta su marco original, la teoría de la evolución se aplicó desde el comienzo a datos biológicos. Es decir, este tipo de análisis era aplicable descriptiva y explicativamente a organismos y órganos de los seres vivientes que, a medida que mejoraban sus funciones de reproducción y supervivencia, se iban haciendo más y más complejos hereditariamente y así constituían nuevos objetos en el inventario de la vida de nuestro planeta. Por ello, Darwin la cualificó, muy consecuentemente, como la evolución de las especies que, como sabemos, es el título de su libro en el que expuso su teoría. La potencia explicativa de la teoría fue tan grande que, a pesar de sus muchos detractores viscerales, varios investigadores trataron de adaptarla a otros campos de estudio usando metáforas más o menos apropiadas. Así surgió, por ejemplo, el llamado darwinismo social que se ha considerado durante mucho tiempo una pseudociencia bastante perniciosa, ya que, al centrarse en el principio de supervivencia del más fuerte, ha servido para fundamentar con pretensiones de seriedad científica actitudes racistas y machistas responsables de holocaustos históricos o de situaciones de injusticia flagrante que, en realidad, carecen de toda justificación. Más éxito, sin embargo, ha tenido la llamada sociobiología, propuesta por Edward O. Wilson, que pensaba que, aunque es cierto que la diversidad comportamental de los seres humanos es debida a factores culturales, alguno de estos comportamientos, sin embargo, parece ser innato (por ejemplo, la rápida adquisición lingüística típica de la especie humana, el altruismo, los sentimientos religiosos, etc.), aunque también ha sido duramente criticada por las mismas razones que el darwinismo social. Hay que tener en cuenta, no obstante, que el marco evolutivo ya estaba esbozado cuando Darwin irrumpió en él. La aportación de este investigador fue describir el mecanismo por el que dicha evolución se realizaba, al que llamó la selección natural. La descripción de este mecanismo, no obstante, ha cambiado desde que Darwin la realizó hasta hoy en día en que los mecanismos genéticos (descubiertos por Georg Mendel) se conocen y se entienden mejor que entonces. Los investigadores que han aunado estos conocimientos con la descripción del proceso de selección natural son los que hoy en día se conocen como neo-darwinistas3. Alguno de estos investigadores, de los cuales, el más prolífico y conocido es Richard Dawkins, han intentado metaforizar el concepto de la unidad genética (i.e., los genes) responsable de la evolución biológica con otra unidad memorística (i.e., los memes) que, de esta manera, podría aportar la base para una descripción causal, y por tanto, científica, de los cambios culturales. No obstante, tradicionalmente, los cambios que han existido en los conocimientos aprendidos socialmente, como pueden ser las matemáticas, la medicina, etc., y los que tienen que ver con cambios en comportamientos, tales como el manejo de vehículos (desde la carretilla hasta el cohete espacial), etc., se han enmarcado en lo que comúnmente se conoce como historia. Es decir, a nadie se le ocurre hablar de la evolución de nuestros conocimientos en informática, pongamos por caso, ya que no parece que se pueda presuponer una base biológica que haga posible dicho conocimiento. Cuando deseamos describir los cambios evidentes que se están produciendo en algún campo social, hablamos de su historia, no de su evolución. Sin embargo, hay algunas zonas de indecisión a la hora de hablar de historia o de evolución. Un caso que nos toca de cerca es el de los idiomas. El español que yo escribo hoy en día es claramente diferente del escribía Gonzalo de Berceo, pongamos por caso. ¿Podemos decir que ha habido una evolución del español? ¿O simplemente hablaremos de la historia del idioma español? Creo que, en realidad, no se puede hablar de una evolución propiamente dicha en cada uno de los idiomas del mundo. Existe, es cierto, una evolución en la aparición del órgano lingüístico. Y, probablemente, exista también una evolución en el dispositivo mental que consigue formalizar estímulos para poder almacenarlos mentalmente. Pero, al menos en este trabajo, voy a proponer que los idiomas naturales queden fuera del análisis evolutivo, como veremos más abajo. El esfuerzo de Dawkins al metaforizar esas unidades meméticas como si fueran unidades biológicas genéticas se comprende como intento de dar a la historia un carácter causal y, por tanto, científico. Pero, puestos a metaforizar, parece más útil y menos extremo, enmarcar los cambios que acaecen en las representaciones mentales en un estudio de epidemiología4. En la investigación epidemiológica médica, los análisis se centran en dos aspectos claves de los contagios: las características de las bacterias o virus que los hacen tan contagiosos y, también, en los condicionantes del entorno que ayudan a ese contagio. Algo similar podría intentarse al estudiar la expansión de una idea, un sentimiento o un hábito en un núcleo social determinado; si ese tipo de investigación de doble vertiente (es decir, qué tipo de idea estamos analizando y en qué entorno social se ha diseminado) resultara posible, estaríamos ante una investigación de tipo estrictamente causal y, por tanto, científica. 2.2. Consecuencias del carácter científico y no religioso del darwinismo y neo-darwinismo La diferencia fundamental entre los asertos religiosos y los científicos es, dejando aparte su manera de llegar a ellos, el tipo de fuerza que desean obtener. Los asertos religiosos pretenden establecer una verdad inmutable que, por tanto, resulta ser la misma en sus orígenes y en el momento presente. Los asertos científicos, por otra parte, intentan describir y explicar fenómenos con arreglo a la panoplia de conocimientos relevantes que en cada momento tenemos a nuestro alcance. Por tanto, a medida que nuestros conocimientos se amplían, los análisis pueden y deben cambiar. La teoría de Darwin, como vimos antes, es una creación científica y, por lo tanto, no es un dogma inamovible. De hecho, como también indicamos, los conocimientos de los procesos genéticos que se han ido desarrollando a partir de los trabajos de Mendel hasta los de Watson y Cricks, tienen por fuerza que cambiar algunos de los aspectos de la teoría de la selección natural. Hemos visto que el neo-darwinismo es, precisamente, una adaptación de la teoría original de Darwin a estos conocimientos genéticos, pero hemos de seguir considerando la aparición de nuevos conocimientos y ver si pueden, o cambiar algunos supuestos de dicha teoría, o, al menos adaptarla a ellos. No soy biólogo evolutivo, ni tengo una base sólida para proponer estos cambios, pero puedo apuntar a ciertas posibilidades documentadas que servirían de base para la hipótesis evolutiva que quiero presentar en este trabajo. Al fin y al cabo, no hago sino seguir la indicación llena de sentido común de otro conocido investigador interesado en el origen del lenguaje, Derek Bickerton (2003) que afirma que, …cualquier persona con una inteligencia corriente debería, con buena voluntad y poco esfuerzo, ser capaz de conocer suficientes datos en todas las disciplinas relevantes para evitar caer en errores garrafales5. Espero, por tanto, estar a la altura de las circunstancias y no cometer errores de bulto que invaliden la hipótesis evolutiva antes de calibrarla a la luz de los datos que me propongo aportar seguidamente. En el número 14 del Journal of Theoretical Biology aparecido en 1967, una investigadora prácticamente desconocida, Lynn Alexander, escribió un importante artículo (firmado con el apellido de su entonces famoso marido, el astrofísico Carl Sagan) que fue un paso de gigante en biología. El resumen inicial del artículo comenzaba con la siguiente afirmación: Se presenta una teoría del origen de las células eucariotas (células complejas que se dividen por los procesos de la mitosis clásica). Se parte de la hipótesis de que tres orgánulos, las mitocondrias, los plásticos fotosintéticos y los cuerpos basales (9+2) de los flagelos fueron inicialmente células de vida independiente (procairotas)6. Puede parecer oscuro para los no iniciados, pero en realidad lo que la autora propone es que la complejidad biológica (la de las células eucariotas) no tuvo por qué aparecer solamente siguiendo el proceso gradual y totalmente caprichoso que establece la teoría de la selección natural, sino que también podría haber resultado de la unión provechosa de dos o más entidades ya existentes (las procairotas). La selección natural conseguiría que algunas de estas nuevas entidades complejas que hubieran conseguido mejorar las características de supervivencia se convirtieran en nuevos organismos del inventario vital. Además, quizá fuera posible determinar los pasos de su evolución posterior como unidad simbiótica. Esta teoría, que se conoce como SET (Serial Endosymbiosis Theory), se ha estimado casi universalmente, quizás con razón, como contraria a la noción de absoluta aleatoriedad que fundamenta la teoría de la selección natural, basada en mutaciones infundadas, de las cuales, sólo algunas logran aumentar la posibilidad de supervivencia y de reproducción, siendo ellas, únicamente, las que se fijan y hacen evolucionar los organismos. Sin embargo, en una interpretación más amplia, el encuentro de dos o más entidades cuyas características pudieran ser mutuamente provechosas es, también, en cierto sentido, un acontecimiento aleatorio, aunque, luego, el proceso de ensamblaje de ambas en una unidad más compleja sí que estaría fundamentado por las ventajas que dicha unión aporta7. Debido a los ataques más o menos viscerales que la teoría de la selección natural ha recibido desde su aparición, cualquier idea que pueda contradecirla es puesta inmediatamente en solfa, si no atacada despiadadamente por los darwinianos. De hecho, Lynn Alexander (posteriormente, Lynn Sagan, como hemos visto) tuvo que sufrir varias negativas a publicar su interesante y documentado texto. Y, una vez que fue publicado, recibió duras críticas de parte de la mayoría de la comunidad científica del momento. Sin embargo, la investigadora no se arredró y siguió publicando sus trabajos cada vez con mayor aporte de datos, aunque volvió a cambiar de nombre, ya que se casó de nuevo y, hoy en día, la SET se atribuye definitivamente a Lynn Margulis y muchos de sus postulados se explican ya en las universidades más prestigiosas –aunque hay que reconocer que no es una teoría universalmente aceptada8. Sin embargo, si lo fuera, sólo abundaría en la idea de que nadie, ni siquiera el mismísimo Darwin, son infalibles y sus teorías pueden ser falsadas o, al menos, modificadas sin que se merme en nada su asombroso genio investigador. 3. Bases teóricas en las que se ha formado la presente hipótesis Aunque, naturalmente, no puedo resumir todas las ideas que me han llevado a imaginar esta hipótesis sobre el origen de nuestra herramienta lingüística, creo que sin las tres que expongo a continuación nunca la hubiera formulado tal cual lo haré al final de este trabajo. Por ello, pienso que es conveniente explicarlas antes de desarrollar mi idea9. |