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Saca otra analogía del fenómeno del entusiasmo militante', que es una forma
especializada de agresión comunal, claramente distinta de las formas más

primitivas de vulgar agresión individual, pero sin embargo funcionahnente

relacionado con ella. (K. Lorenz, 966.) Es una costumbre "sagrada" que debe

su poder motivante a las pautas de comportami

ento desarrolladas filogenéticamente. Lorenz afirma que no puede caber la menor duda de que el entusiasmo militante humano nació de la reacción de defensa en común de nuestros antepasados prehumanos.

(K. Lorenz, 1966.) Es el entusiasmo que comparte e! grupo en su defensa contra el enemigo común.

Cualquier persona capaz de sentir emociones más o menos fuertes conoce por

experiencia la reacción de que estamos tratando. En primer lugar se produce esa

cuaidad emocional que llamamos entusiasmo: un estremecimiento "sagrado" recorre

la espalda y, como se ha comprobado mediante observaciones precisas, la parte

externa de los brazos. Uno se sien

te or encima de todas las obligaciones cotidianas y está dispuesto a dejarlo

iodo por acudir al llamado del sagrado deber. Todos los obstáculos que se

atraviesen en el camino de su cumplimiento carecen de importancia y sentido, y

las inhibiciones instintivas que impedían dañar y matar a sus semejantes

pierden desgraciadamente buena parte de su

fuerza. Las consideraciones de índole racional, el sentido

crítico y las

razones que hablan en contra del coportamiento dictado por el entusiasmo

colectivo han de callar, porque una notable inversión de valores las hace

aparecer no solamente indefendibles sino totalmente despreciables y

deshonrosas. Total:

como dice un proverbio ucraniano, "Cuando ondea la bandera, la razón está

en a trompeta." (K. Lorenz, 1966.)

OS INSTINTIVISTAS 41 Expresa Lorenz una esperanza razonable de que nuestra responsabilidad moral

pueda sobreponerse a la pulsión prmigenia, pero dice que nuestra única

esperanza de que así sea se sustenta en el humilde reconocimiento del hecho

de que el entusiasmo militante es una reacción instintiva con un mecanismo

desencadenador determinado filogenéticamente,

y que el único punto en que pueda dominar una vigilancia inteligente y responsable está en el condicionamiento de la reacción a un objeto que con el escrutinio de la cuestión categórica demuestra ser un valor genuino.

(K. Lorenz, 1966.)

La descripción que hace Lorenz del comportamiento humano normal es bastante

pasmosa. Sin duda muchos hombres saborean el sentimiento de estar absolutamente en o justo cuando cometen atrocidades -o, para decirlo de un

modo más propio de la psicología, muchos gozan al cometer atrocidades sin

ninguna inhibición moral y ningún sentimiento de culp

a. Pero es un procedimiento científico indefendible afirmar, sin siquiera

intentar la presentación de una prueba, que se trata de una reacción

humana universal, o de que es propio de la "naturaleza humana" cometer

atrocidades durante la guerra, y basar esa declaración en un instinto

supuestamente análogo al de los peces y las aves.

El caso es que los individuos y los grupos difieren enormemente en su tendencia a

cometer atrocidades cuando se suscita su odio contra otras gentes. En la primera

guerra mundial, la propaganda inglesa hubo de inventar relatos en que soldados

alemanes ensartaban bebés belgas en sus bayonetas, porque en realidad eran muy

pocas las atrocidades comet

idas que pudieran alimentar el odio contra el enemigo. De modo semejante, los

alemanes comunicaban pocas atrocidades cometidas por sus enemigos, por la

sencilla razón de que eran muy pocas. Incluso en la segunda guerra mundial, a
pesar de la creciente brutalización del género humano, las atrocidades en

general se limitaron a las formaciones esp

eciales de los nazis. En general, las tropas regulares de ambos bandos no

cometieron crímenes de guerra en la escala que sería de esperar a juzgar por lo

que dice Lorenz. Sus descripciones en cuanto a atrocidades son el comportamiento sadista o sanguinario; su entusiasmo militante" es sencillamente

una reacción nacionalista y emocional algo pri

mitiva. Afirmar que una vez desplegadas las anderas el instinto del género

humano es cometer atrocidades sería la efensa clásica contra la acusación de

violar los principios de la Convención de Ginebra. Aunque estoy seguro de

que Lorenz no intenta defender S atrocidades, su argumento equivale en

realidad a hacero así. Su enfoque bloquea el e

ntendimiento de los sistemas de carácter en que están arragados y las
condiciones individuales y sociales que causan su desarro-

.. Lorenz a incluso más allá y aduce que sin el entusiasmo militante (ese las do autónomo rdadero"), no habría arte ni ciencia, ni ninguna de aemas grandes empresas de la

humanidad". (K. Lorenz, 1966.) Cómo

42 INSTINTIVISMO. CONDUCTISMO Y

PSICOANÁLISIS

puede ser así cuando la primera condición para que
se manifieste ese instinto es que "la unidad social con la que se identifica el sujeto ha de aparecer amenazada por algún peligro externo'"? (K. Lorenz, 1966.) Hay alguna prueba de que el arte y la ciencia florezcan solamente cuando se presenta algún peligro externo?

Lorenz xplica el amor al prójimo, expresado en ia disposición a arriesgar su

vida por él, como cosa natura] si es nuestro mejor amigo y nos ha salvado la

vida cierto número de veces; uno lo hace sin pensar. (K. Lorenz, 1966.) Casos

de tal "comportamiento decente" se dan fácimente en ocasiones apuradas

siempre que sean de un tipo que en el pal

eolítico se produjera con frecuencia suficiente para producir normas sociales

filogenéticamente adaptadas en relación con esa situación. (K. Lorenz, 1966.)

Este modo de ver el amor al prójimo es una mezcla de instintivismo y

utilitarismo. Uno salva a su amigo porque él salvó nuestra vida cierto

número de veces: ,y si sólo lo hio una vez, o ninguna' Además, solólo

hace uno ¡porque en el paleolítico sucedió con basante frecuencia'

Conclusiones acerca de la guerra. Al concluir su análisis de la agresión

instiniva en el hombre, Lorenz se halla en una posición semejante a la de Fi-

eud en su carta a Einstein sobre K I porqué de lu guerra (1933). Ninguno de

ellos se siente feiz por haber llegado a conclusiones que parecerían indicar

que la guerra es inextirpable por ser con

secuencia de un instinto. Pero mientras Freud podría afirmar que era

"pacifista" en un sentido muy amplio. Loreny. difcilmente entraría en esa

categoría, aun comprendiendo bien que la guerra nuclear sería una catástrofe sin precedente. Trata de hallar medios que ayudarían a a

sociedad a evitar los trágicos efectos del instinto agresivo; y c iertamente en la era nuclear se ve casi obligado a buscar posiiidads de paz con

e fin de hacer aceptable su teoría de la destructividad innata de hombre,

Algunas de sus propuestas son semejantes a ¡as de Freud, pero hay una

diferencia considerable entre ellas. Las sugerencias de Freud están hechas con

escepticismo y modestia, mientras que Loren

z declara no tener inconvenientes en reconocer que está en condiciones de enseñar a la humanidad la manera de cambiar por su bien, y que esa convicción

no es tan presuntuosa como podría parecer. . . (K Lorenz, 1966.) Cirtamente, no sería
presuntuosa si Lorenz tuviera algo de importancia que enseñar. Por desgracia, sus sugerencias apenas pasan de ser clichés manidos "preceptos simples" contra el peligro de que la sociedad se desntegre del todo por el mal funcionamiento de las pautas de comportamiento social:

i. Mi primera recomendación. . . es e conócete a ti mismo, o sea "ahondar

en e! conociminto de as concatenaciones causales que deterinan nuestro

propi comportamknto". (K. Lorenz, 1966.) Se trata de las eve de la evolución. l'n elmeno de este conocimiento al qu conced

LOS INSTINTIVISTAS 43 un lugar descollante Lorenz es el estudio etológico objetivo "de las posibilidades de abreacción de la agresividad en su forma

original sobre objetos sustitutivos". (K.

Lorenz, 1966.) 2. El estudio psicoanalítico "'de o que se llama sublimación".

3. "Fomentar el conocimiento personal y, si es posible, la amistad entre individuos miembros de familias o grupos de ideología diferentes."

4. "La cuarta y más importante medida, que debe ser tomada inmediatamente, es canalizar el entusiasmo militante de un modo inteligente y responsable, o sea ayudar a las generaciones más recientes... a hallar en nuestro mundo moderno causas verdaderamente

dignas de ser servidas con entusiasmo."

Veamos este programa punto por punto.

Lorenz hace una aplicación torcida de la noción clásica del conócete a

tí mismo, y no sólo de ella sino también de la de Freud, cuya ciencia

entera y cuya terapia del psicoanálisis están edificadas sore el conociiento de sí mismo- Porque el conocimiento de s mismo freudiano

significa que el hombre tenga conciencia de lo inconsciente; es

éste un proceso sumamente difícil, porque tropieza con la fuerza de

resistencia con que el inconsciente se defiende ante todo intento de hacerlo

consciente. El conocimiento de sí mismo en el sentido freudiano no es

soamente un proceso intelectual sino simultáneamente uno afectivo también,

como lo era ya para Spinoza. No es tan sólo conocimie

nto por el cerebro, sino también por el corazón. Conocerse a sí mismo

significa penetrar más hondamente, intelectual como afectivamente, en

regiones hasta ahora ocultas de nuestra psique. Es un proceso que puede

durar años en una persona enferma que quiere curarse de sus síntomas y toda

una vida en una persona que de veras quere ser ella mis

ma. Su efecto es el de una energía incrementada, porque se libera energía de la tarea de apoyar las represiones; así cuanto más está en

contacto el hombre con su realidad interior, tanto más despierto y libre

está. Por otra parte, lo que Lorenz da a entender con ese conócete a ti

mismo es algo muy diferente: se trata del conocimiento teór
ico de la evolución y concretamente de la índole instintiva de la agresión. Una analogía con la idea lorenziana del conocerse a sí mismo

sería el conocimiento teórico de la teoría freudiana del instinto de

muerte. E;i realidad, según el razonamiento de Lorenz, el psicoanálisis

como terapia consistira sencillamente en la lectura de las ob

ras completas de Freud.

cordamos una

declaración de Marx en
el sentido de que si alguien se encuentra en alta mar y no sabe nadar no tendrá más remedio que ogarse, aunque conozca las leyes de la gravedad; como dice un sabio no: "La lectura de las prescripciones no nos remedia." te renz no isiste en el segundo de sus preceptos: ¡a sublimación: el

rcero ("fomentar el conociiento personal y. si es posibe, 3a aistad conre lduos mbros de familias o grupos de ideología diferntes") "cede

Lorenz que es algo "evidente" . . . efectivamene hasta ias líneas

44

INSTINTIVISMO,

CONDUCTISMO Y

PSICOANÁLISIS

aéreas anuncian los
viajes internacionales como útiles para la causa de la paz; lo malo de este concepto de que el conocimiento personal tiene una función reductora de la agresión es que no es cierto. Hay de ello pruebas abundantes. Los ingleses y los alemanes se conocían muy bien antes de

1914, pero su odio mutuo al estallar la guerra fue feroz. Hay pruebas aún más

reveladoras. Es notorio que ninguna contienda entre naciones provoca tanto

odio y crueldad como la guerra civil, en que no falta el conocimiento mutuo

entre los dos bandos beligerantes. Y el hecho del mutuo conocimiento íntimo

¿disminuye la intensidad del odio entre

los miembros de una familia?

No puede esperarse que el "conocimiento mutuo" y la "amistad" reduzcan la

agresión porque representan un conocimiento superficial acerca de otra persona,

conocimiento de un "objeto" que vemos desde fuera. Es totalmente diferente del

conocimiento penetrante, empaico, en que se comprenden las experiencias del otro

movilizando las propias, que son i

guales o semejantes. El conocimiento de este tipo requiere que la mayoría de las

represiones dentro de uno mismo se reduzcan de intensidad hasta un punto en que

haya poca resistencia al conocimiento de nuevos aspectos de
nuestro inconsciente.

El logro de un entendimiento no juzgador puede reducir la agresividad o incluso
hacerla desaparecer depen

de del grado en que una persona se sobreponga a su propia inseguridad, codicia y

narcisismo y no a la cantidad de información que tenga acerca de los demás.

El último de los cuatro preceptos de Lorenz es "canalizar el entusiasmo

militante"; una de sus recomendaciones especiales es el deporte. Pero la

verdad es que los deportes competitivos estimulan mucha agresión. Hasta qué

punto es así pudo verse últimamente en Latinoamérica, donde los hondos

sentimientos despertados por un match de fútbol in
ternacional ocasionaron una pequea guerra.

No hay pruebas de que el deporte reduzca la agresión, y al mismo tiempo

debemos decir que no hay pruebas de que el deporte tenga por

11. Es interesante la cuestión de por qué las guerras civiles son efectivamente mucho más terribles y por qué despiertan impulsos mucho más

destructores que las guerras entre naciones. Parece plausibe que la razón

esté en que por lo general, al menos en las guerras internacionales

modernas, el objetivo no es el aniquilamiento ni la extincià"n del enemigo. Su objetivo es limitado: obligar al contrario a aceptar condiciones de paz perjudiciales pero de ningún modo amenazadoras para l

existencia de la población en el país derrotado. (Nada podría ilustrar

esto mejor que el caso de Almania, que perdió dos guerras mundiales pero

después de cada derrota fue más próspera que antes.)

Son excepciones a esta regla las guerras que tienden a la extinción física

o el esclavizamiento de toda la población enemiga, como algunas de las

guerras -pero no todas, ni muho menos- que hicieron los romanos. En la guera

civil los dos bandos contraios apuntan, si no a acabar con el otro físicamente, si a destruirlo económica, social y polà!ticamente. De ser

acertada esta hipótesis, significa" ría que el grado de destructividad

depende de una manera general de la gravedad de la amenaza.

LOS INSTINTIVISTAS 45 motivo la agresión. Lo que suele producir la agresión en los deportes es

el

meter de competencia del suceso, cultivado en un clima social competitivo

incrementado por una comercialización general, en que los fines más atractivos

no son ya el orgullo por la proeza sino el dinero y la publicidad. Muchos

observadores atentos de los malhadados juegos oh'mpicos de Munich
en 1972,han

reconocido que en lugar de fomentar la bue
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