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Pero en el mismo trabajo adopta también Freud la otra posición ya expuesta en Una teoría sexual -si bien la alteró en 1915-, a saber, la de Una agresividad independiente del instinto sexual. Esta hipótesis alternativa supone que los instintos del ego son el origen de la agresividad. Dice Fred

La relación de
2. En esta declaración hallamos una expresión del axioma general freudiano de eeállcción de la tensión como ley fundamental del funcionamiento neural Cf. el üdio detallado de este axioma que hacemos al final de este apéndice.

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de disgusto provocada por los objetos queda siempre una relación íntima con los instintos conservadores del individuo; de modo que los instintos sexcales y del ego pueden fácilmente formar una antítesis en que se repite la de amor y odio. Cuando los instintos del ego dominan la función sexual como es el caso en la etapa de la organización sadicoanal, comunican también las cualidades de odio al objetivo instintual. (S. Freud, 19ls Subrayado mío.)

Aquí supone Freud que el odio es más antiguo que el amor y que radica en los instintos del ego o instintos de conservación del individuo que repudian ante todo la "corriente de estímulos" que dimana del mundo que nos rodea y son la antítesis de los impulsos sexuales. Debe mencionarse, entre paréntesis, cuan importante es esta posición para todo el modelo freudiano del hombre. Ve en el infante un ser que repudia primor di almen-te los estímulos y odia al mundo por su intrusión. Esta posición es contraria a la que sustentan muchas pruebas de evidencia clínica de aparición reciente, que demuestran cómo el hombre y aun el infante de pocos días tiene ansia de estímulos, los necesita, y no siempre odia al mundo porsul intrusión. Freud da incluso en su formulación acerca del odio un paso más en el mismo trabajo:

El ego odia, aborrece y persigue con intención de destruir todos los objetos que son fuente de sensaciones desagradables para él, sin tomar en cuenta el que signifiquen una frustración de la satisfacción sexual o de la satisfacción I de las necesidades de autoconservación. Ciertamente, puede afirmarse que los verdaderos prototipos de la relación de odio se derivan no de la vids sexual sino de la lucha del ego por conservarse y mantenerse. (S. Freud, I 1915. Subrayado mío.)

Con el trabajo sobre ¿os instintos y susdestinos (1915) termina la primera I fase del pensamiento freudiano acerca de la destructividad. Vemos quel siguió dos conceptos simultáneamente: la agresividad, parte del impulsol sexual (sadismo oral y anal) y la agresividad independiente del instinto I sexual, como cualidad de los instintos del ego que se opone (y odia) a'1! intrusión de los estímulos externos y los obstáculos a la satisfacción de laJ necesidades sexuales y las de la autoconservación.

En 1920, con Más allá del principio del placer, Freud inicia una revisión fundamental de toda su teoría de los instintos. En esta obra atribuí Freud a la "compulsión de repetir" las características de un instinto;^" I postulaba también por primera vez la nueva dicotomía de Eros y el insMJ to de muerte, cuya índole examina más detalladamente en El "yo">' \ "ello" (1923) y en escritos ulteriores. Esta nueva dicotomía de instinto <* la vida (Eros) e instinto de la muerte3 toma el lugar de la primera dic° H

3. En el desenvolvimiento ulterior de este concepto Freud tiende a de un instinto de la vida (Eros) y un instinto de la muerte.

, A TEORÍA FREUDIANA DE LA AGRESIVIDAD 435

^ía entre instinto del ego e instinto sexual. Aunque Freud quiere identificar a Eros con la libido, la nueva polaridad forma un concepto de pulsión enteramente diferente del antiguo.

El mismo Freud da una descripción sucinta de la evolución de su nueva teoría en El malestar en la cultura (1930):

En primer lugar, los instintos del ego y los instintos del objeto unos frente a otros. Fue para señalar la energía de los segundos y sólo de ellos para lo que introduje el vocablo "libido".5 La antítesis era así entre-los instintos del ego y los instintos "libidinales" del amor (en su sentido más lato) dirigidos hacia un objeto ,. .6 Pero estas discrepancias [en relación con el sadismo] fueron superadas; al fin y al cabo, el sadismo era visiblemente parte de la vida sexual, en cuyas actividades la crueldad podía remplazar al afecto ... El paso decisivo hacía delante fue la introducción del concepto de narcisismo -o sea el descubrimiento de que el ego mismo está catectizado con la libido, que el ego es ciertamente la morada primera de la libido y hasta cierto punto sigue siendo su cuartel general. . .7 Di el paso siguiente en Más allá del principio del placer (1920) en que atrajeron primero mi atención la compulsión de repetir y el carácter conservador de la vida instíntual. Partiendo de especulaciones acerca del principio de la vida y de paralelos biológicos saqué la conclusión de que aparte del instinto de conservar la sustancia viva y de unirla en unidades cada vez mayores debe haber otro instinto contrario que trate de disolver esas unidades y de hacerlas regresar a su estado primigenio, inorgánico. O sea que así como había un Eros, había un instinto de muerte. (S. Freud, 1930. Subrayado mío.)

Cuando Freud escribió Más allá del principio del placer no estaba nada convencido de que la nueva hipótesis fuera válida. "Podría preguntarse -escribía- si estoy convencido, y hasta qué punto, de que sean ciertas las hipótesis expuestas en estas páginas. Yo respondería que yo mismo no estoy convencido y que no trato de persuadir a nadie de su verdad. Más Netamente, no sé hasta dónde creo en ellas. (S. Freud, 1920.) Después de

4. Entrar en los detalles del intento freudiano de identificar Eros con sexualidad requeriría por sí solo todo un capítulo y probablemente sólo sería interesante para el est"dioso especializado en la doctrina freudiana.

5. Freud se refiere aquí a la segunda parte de su trabajo sobre ¡a neurosis de Piedad. (Freud, 1895.)

_ 6. En esta formulación, el conflicto fundamental del hombre parece ser entre

!8°ísmo y altruismo. En la teoría freudiana de id y ego (principio del placer y

J^cjpjo ¿e ja rcaydad), ambos lados de la polaridad son egoístas: !a satisfao

°n de nuestras propias necesidades libidinales y la satisfacción de nuestras necesidades

autoconservacióa

1' De hecho, Freud alternaba entre esta opinión y la de que el id era la sede o [eservorio" de la libido. J. Strachey, el director de la Standard edition ha dado una

htst
Oria detallada de estas vacilaciones a través de la obra de Freud. Véase apéndice B

"yo"y el "ello" (Freud, 1923).

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LA TEORÍA FREUDIANA DE LA AGRESIVIDAD

haber tratado de construir un nuevo edificio teórico que ponía en peligro la validez de muchos conceptos anteriores, y de haberlo hecho con un

enorme esfuerzo intelectual, esta sinceridad de Freud, tan visible en toda su obra, es particularmente impresionante. Pasó los dieciocho años siguien-tes trabajando en la nueva teoría, y cada vez iba adquiriendo más la convic. ción que al principio le faltaba. No es que añadiera aspectos enteramente nuevos a la hipótesis; lo que hizo fue más bien un "trabajo de ahondamien. to" intelectual que le dejó convencido, y por eso debe haber sido mayor decepción para él el que no fueran muchos de sus partidarios quienes entendieran realmente y compartieran su opinión.

La nueva teoría tuvo su primera elaboración a cabalidad en £7 "yo"y el "ello" (1923). Es de particular importancia la suposición acerca del

proceso fisiológico especial (de anabolismo o catabolismo) [que] estaría asociado con cada una de las dos clases de instintos; ambas serían activas en toda partícula de sustancia viva, aunque en proporciones desiguales, de modo que alguna sustancia podría ser la principal representante de Eros, Esta hipótesis no arroja ninguna luz sobre la manera en que las dos clases de instintos se funden, mezclan y ligan una con otra; pero es indispensable para nuestra concepción suponer que eso se realiza con regularidad y muy extensivamente. Se ve que a consecuencia de la combinación de organismos unicelulares en formas de vida multicelulares, el instinto de muerte de la célula sola puede ser neutralizado perfectamente y los impulsos destructivos canalizados hacia el mundo exterior por mediación de un órgano especial. Este órgano especial parece ser el sistema muscular; y el instinto de muerte parecería así manifestarse -aunque probablemente sólo en parte- en forma de instinto de destrucción dirigido contra el medio y los demás organismos. (S. Freud, 1923. Subrayado mío.)

En estas formulaciones revela Freud la nueva dirección de su pensad miento más explícitamente que en Más allá del principio del placer, fij lugar del enfoque fisiológico mecanicista de la teoría antigua, construid"! según el modelo de la tensión producida químicamente y la necesidad dl reducir esta tensión a su umbral normal (principio del placer), el de la nueva teoría es biológico y se supone en él que cada célula viva es dotada de las dos propiedades fundamentales de la materia viva: Eros y ansia de muerte; pero el principio de reducción de la tensión se conserva una forma más radical: la reducción de la excitación a cero (principio Nirvana).

Un año después (1924), en El problema económico del masoqu&' da Freud otro paso para aclarar la relación entre los dos instintos, y d1(

La libido tiene la misión de volver inocuo el instinto destructor y la í^ pie desviando en gran parte ese instinto hacia el exterior -pronto ayuda de un sistema orgánico especial, el muscular- hacia los objstos0

^ TEORÍA FREUDIANA DE LA AGRESIVIDAD 437

alindo que nos rodea. Entonces se le llama al instinto destructor, instinto je dominio o voluntad de poder.8 Una parte de ese instinto se pone Rectamente al servicio de la función sexual, donde tiene que desempeñar un papel importante. Este es el sadismo propiamente dicho. Otra porción n¿> participa en esta transposición hacia el exterior; queda dentro del organismo, y con ayuda de la excitación sexual acompañante arriba descrita, ijbidinalmente vinculada a él. Es en esta porción donde hemos de reconocí el masoquismo original, erotógeno. (S. Freud, 1924.)

EJI las Nuevas aportaciones al psicoanálisis (1933), se mantiene en la posición tomada anteriormente: habla de "las instintos eróticos, que tratan je combinar más y más sustancia viva en unidades cada vez mayores y los instintos de muerte, que se oponen a este esfuerzo y llevan lo vivo a un estado inorgánico". (S. Freud, 1933.) En las mismas lecturas escribe acerca del instinto destructivo original:

Sólo podemos percibirlo en dos condiciones: si está combinado con los instintos eróticos en el masoquismo o si -con adición erótica mayor o menor- se dirige contra el mundo exterior en forma de agresividad. Y ahora nos sorprende la significación de la posibilidad de que la agresividad no tenga satisfacción en el mundo exterior al hallar obstáculos reales. Si sucede esto, tal vez se retire y aumente la cantidad de auto destructividad que impera en el interior. Ya veremos que esto es en realidad lo que ocurre y que es un proceso bastante importante. La agresividad obstaculizada parece entrañar un grave menoscabo. Parece realmente como que nos es necesario destruir alguna otra persona o cosa para no destruirnos a nosotros mismos, para defendernos del impulso hacia la autodestrucción, ¡Triste revelación por cierto para el moralista! (S. Freud, 1933. Subrayado mío.)

En sus dos últimos trabajos, escritos respectivamente dos y un año antes de su muerte, Freud no hizo ninguna alteración de importancia a los conceptos que había creado en ios años anteriores. EnAnálisis terminadle e interminable (1937) pone aún más de relieve el poder del instinto de muerte. Como escribe Strachey en sus notas editoriales: "Pero el más podero-So factor obstaculizador de todo y totalmente libre de toda posibilidad de control... es el instinto de muerte " (S. Freud, 1937. Subrayado mío.) En wquema del psicoanálisis (escrito en 1938; publicado en 1940), Freud reafirma de modo sistemático sus suposiciones anteriores sin hacer cambios de lmPortancia.

fu Freud combina aquí tres tendencias muy diferentes. El instinto de destruir es ^ Mentalmente diferente de la voluntad de poder: en el primer caso se quiere

u'r el objeto; en el segundo, se quiere guardarlo y controlarlo, y ambos son pro.Ian}ente diferentes deí afán de dominar por la maestría, cuyo fin es crear y

Ucir, o sea precisamente lo contrario de ía voluntad de destruir.

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2. ANÁLISIS DE LAS VICISITUDES Y CRITICA DE LAS TEORÍAS FREUDIANAS DEL INSTINTO DE MUERTE Y EL EROS

La breve descripción que antecede de las nuevas teorías freudianas, la fo Eros y el instinto de muerte, no podría demostrar suficientemente cuájj radical era el cambio de la vieja a la nueva teoría ni cómo Freud no vio qUe el cambio era radical y por consiguiente se enredó en muchas inconsecuen. cias teóricas y contradicciones inmanentes, En las páginas que siguen inten. i taré describir la importancia de esos cambios y analizar el conflicto entre la antigua y la nueva teoría.

Después de la primera guerra mundial, tuvo dos nuevas visiones. La primera fue la de la pujanza e intensidad de los afanes agresivos y destruc-tivos en el hombre, independientes de la sexualidad. No es del todo exacto decir que era una visión nueva porque, como ya hemos visto, no dejaba de haberse dado cuenta de la existencia de impulsos agresivos independientes de la sexualidad. Pero esa penetración se manifestaba sólo esporádicamente y nunca modificó la hipótesis principal acerca de la polaridad básica ente instintos sexuales e instintos del ego, aunque modificó después esta teoría I introduciendo el concepto de narcisismo. En la teoría del instinto de muerte se manifiesta de pronto con toda su fuerza y la destructividad se conl vierte en un polo de la existencia que al luchar con el otro polo, Eros,] forma la esencia misma de la vida. La destructividad se convierte en ferió-1 meno primario de la vida.

La segunda visión que señala la nueva teoría freudiana no sólo no I tiene antecedentes en su teoría anterior sino que está en cabal contradic-l ción con ella. Es la visión de que Eros, presente en toda célula de sustan-l cia viva, tiene por objetivo la unificación e integración de las células y por I encima de esto, el servicio de la civilización, la integración de las unidades I menores en la unidad del género humano, (S. Freud, 1930.) Freud descu-1 bre el amor no sexual. Llama al instinto de vida "instinto de amor I identifica el amor con la vida y el desarrollo, y -en lucha con el instinto di I muerte- lo hace determinar la existencia humana. En la teoría antigua di I Freud se veía el hombre como un sistema aislado, movido por dos impul'l sos: el de sobrevivir (instinto del ego) y el de sentir placer superando l^l tensiones que a su vez se producían químicamente dentro del organismo í I se localizaban en "zonas erógenas", unas de las cuales era la región genital En este cuadro, el hombre estaba aislado primeramente, pero entraba enl relaciones con miembros del otro sexo para satisfacer su ansia de placer. 1*1 relación entre los dos sexos se concebía así semejante a las relación-I humanas en el mercado. Cada quien se cuida de satisfacer sus necesidad^! pero precisamente para ello es menester que entre en relaciones con otí I que ofrecen lo que él necesita y necesitan lo que él ofrece.

En la teoría del Eros es completamente diferente. Ya no se corlC' I el hombre primordialmente aislado y egoísta, como l'homme machi I

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