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Unos cuantos años después, en El "yo" y el "ello", hace Freud eí mismo intento de dar a Eros la categoría de un instinto verdadero atribuyéndole una índole conservadora: Basándonos en consideraciones teóricas sustentadas por la biología presen-tamos la hipótesis de un instinto de muerte cuya misión es hacer volver la vida orgánica al estado inanimado; por otra parte, suponemos que Erosf realizando una combinación cada vez de mayor alcance, de las partículas en que está dispersa la sustancia viva, tiene por objeto complicar la vida y al mismo tiempo, naturalmente, conservarla. Obrando así, ambos instintos serían conservadores en el sentido más estricto de la palabra, ya que ambos se esforzarían en restablecer un estado de cosas trastornado por la aparición de la vida. Esta aparición sería así la causa de la continuación de la vida y también al mismo tiempo de los esfuerzos en dirección de la muerte; ? la vida misma sería un conflicto y una transacción entre esas dos tenden-cias. El problema de los orígenes de la vida seguiría siendo cosmológico; y el problema de la meta y el objetivo de la vida tendría una solución dualista. (S. Freud, 1923.) tiende a complicar y conservar la vida, y de ahí que sea también conservador, porque con ¡a aparición de la vida nace el instinto que la c°nservará. Pero debemos preguntarnos, siendo la naturaleza del instinto Establecer el estado más antiguo de la existencia, la materia inorgánica, c°mo puede al mismo tiempo tender a restablecer una forma posterior de ex¡stencia, o sea la vida. Después de estos fútiles intentos de salvar el carácter conservador del 450 LA TEORÍA FREUDIANA DE LA AGRESIVIDAD instinto de vida, Freud llega finalmente en el Esquema a una solución negativa: "En el caso de Eros (y el instinto de amor) no podemos aplicar esta fórmula [del carácter conservador de los instintos]. Hacerlo presupondría que la sustancia viva fue en otro tiempo una unidad que después fue dividida y ahora se esfuerza en reunirse.'' (S. Freud, 1938. Subrayado mío.) Freud añade aquí una nota significativa: "Algunos escritores han imaginado algo parecido, pero no conocemos nada semejante en la historia real de la sustancia viviente." (S. Freud, 1938.) Es del todo evidente que aquí se refiere Freud al mito platónico de Eros, pero lo impugna como producto de la imaginación poética. Este rechazo es verdaderamente sorprendente, ya que la solución platónica satisfaría los requisitos teóricos de la índole conservadora del Eros. Si hembra y macho estaban unidos en el comienzo y después fueron separados, y movidos a continuación por el deseo de reunirse, ¿qué podía ser más propio que acomodarse a la fórmula de que el instinto tiende a restaurar una situación anterior? No vemos por qué no aceptó Freud esta salida, que le hubiera librado del embarazo teórico de que Eros no era un verdadero instinto. Tal vez se esclarezca esta cuestión si comparamos la nota de pie de página del Esquema con una declaración anterior, mucho más detallada, hecha en Más allá del principio del placen Citaba en ella lo que dice Platón en el Banquete acerca de la unidad original del hombre, que fue después dividido por Zeus en dos mitades y hecha esa división, deseando cada una su otra mitad, se juntaron y se enlazaron con los brazos, ansiosos de volverse uno. Y dice: ¿Seguiremos la indicación del poeta filósofo y propondremos la hipótesis de que la sustancia viva, en el momento de llegar a la vida, se separó en partículas mínimas, que desde entonces se han afanado en juntarse por mediación de los instintos sexuales? ¿Y que esos instintos;, en que persistía la afinidad química de la materia inanimada, fueron consiguiendo, a medida que se desarrollaban por el reino de las protistas, vencer las dificultades que les ponía en el camino de su empeño un medio cargado át estímulos peligrosos . . . estímulos que les obligaron a formar una capa cortical protectora? ¿Y que esos fragmentos despedazados de sustancia viva lograron así alcanzar una condición multicelular y finalmente transfirieron el instinto de reunificación, en la forma más altamente concentrada, a las células germinales? . . . Pero creo que ha llegado aquí el momento de dejarlo." (Freud,. 1920.)18 Vemos fácilmente la diferencia entre las dos declaraciones: en la formulación primera (Más allá del principio del placer), Freud deja la cuestión su1 resolver, mientras que en !a segunda (Esquema del psicoanálisis), da ufla respuesta, decididamente negativa. 18. En una nota de pie de página cita Freud una idea semejante del Bri myaka Vpanishad. TEORÍA FREUDIANA DE LA AGRESIVIDAD 451 Pero es mucho más importante la formulación común a las dos decla-En ambas habla de "sustancia viva" separada. Pero el mito platónico no habla de que fuera separada la "sustancia viva", sino de 0tcho y hembra separados y que se esfuerzan en reunirse. ¿Por qué insistía Freud, como en un punto crucial, en lo de "sustancia viva"? i Creo que hay en ello un factor subjetivo. Freud estaba imbuido del sentimiento patriarcal de que los hombres eran superiores a las mujeres, no sus iguales. De ahí que la teoría de una polaridad varón-hembra -que como toda polaridad entraña diferencia e igualdad- fuera inaceptable para el Este prejuicio emocional viril le había conducido en un período muy anterior a la teoría de que las mujeres son hombres mutilados, regidos por eI complejo de castración y la envidia del pene, inferiores a los hombres además por el hecho de tener un superego más débil, aunque su narcisismo fuera mucho más fuerte que el de los varones. Es de admirar la magnificencia de su construcción, pero resulta difícil negar que eí supuesto de que una mitad del género humano sea una versión mutilada de la otra mitad es absurdo y sólo explicable por la hondura deí prejuicio sexual (no muy diferente del prejuicio racial y/o el religioso). ¿Es sorprendente entonces que Freud quedara bloqueada también aquí cuando siguiendo el mito de Platón se hubiera visto obligado a suponer la igualdad entre macho y hembra? Ciertamente, Freud no podía hacer eso; entonces transformó la unión de macho y hembra en unión de "sustancia viva" y rechazó la salida lógica de la dificultad de que Eros no participaba de la índole conservadora de los instintos. He insistido en este punto por varias razones. Ante todo, porque ayuda a comprender las contradicciones inmanentes de la teoría freudiana conociendo las motivaciones que le obligaron a llegar a esas soluciones contradictorias. En segundo lugar, porque eí problema aquí examinado interesa por algo más que el problema especial de las vicisitudes que tuvo la teoría freudiana del instinto. Tratamos de entender aquí el pensamiento consciente de Freud como una transacción entre la nueva visión y hábitos 36 pensamiento más antiguos, radicados en su "complejo patriarcal", que 'e impedía expresar su nuevo modo de ver de una manera clara y sin aiílbigüedades. Dicho de otro modo, Freud era prisionero de los sentimien-Os y los hábitos mentales de su sociedad, que no podía trascender,19 Al ^ner una nueva visión, sólo una parte de ella -o sus consecuencias- se ^° consciente, mientras que otra parte seguía inconsciente porque no era ^patíble con su "complejo" pensamiento consciente anterior. Su pensa-^nto consciente tenía que tratar de negar las contradicciones e inconse-Jencias mediante trazas suficientemente plausibles para satisfacer a los 'rocesos mentales conscientes.20 k l9- Como, por ejemplo, John Stuart Mili, J. J. Bachofen, Karl Marx, Friedrich gels y otros. ¿". Esto sucede con muchos grandes y originales pensadores. Spinoza es un T 452 LA TEORÍA FREUDIANA DE LA AGRESIVIDAD Freud no escogió ni podía escoger -como he tratado de mostrar- la solución de hacer que Eros cuadrara con su propia definición de los instintos, o sea su índole conservadora. ¿Le quedaba otra solución teórica? Creo que sí. Podía haber hallado otra solución que se acomodara a su nueva visión, el papel dominante del amor y la destructividad, dentro de su antigua teoría tradicional de la libido. Podía haber establecido una polaridad entre la sexualidad pregenital (sadismo oral y anal) como causa de la destructividad y la sexualidad genital, fuente de amor.2 ' Pero, claro está, esta solución era difícil de aceptar para Freud por una razón mencionada, antes en otro contexto. Se hubiera acercado peligrosamente a una visión monista, porque tanto la destructividad como el amor hubieran sido libidi-nales. Pero Freud había ya sentado las bases para relacionar la destructivi-dad con la sexualidad pregenital llegando a la conclusión de que la parte destructiva de la libido sádica anal es el instinto de muerte. (S. Freud, 1923, 1920.) Siendo así, parece justo especular que la misma libido anal debe tener una afinidad profunda por el instinto de muerte; de hecho, parece justificada la conclusión ulterior de que es propio de la libido anal tender a la destrucción. Pero Freud no llega a esta conclusión y es interesante especular acerca del porqué. La primera razón está en una interpretación demasiado estrecha de la libido anal. Para Freud y sus discípulos, el aspecto esencial de la analidad está en la tendencia a mandar y poseer (aparte de un aspecto amistoso de conservar). Ahora bien, mandar y poseer son ciertamente tendencias con- ejemplo señalado. Por ejemplo, no puede entenderse debidamente el problema de si Spinoza era o no deísta a menos de tornar en cuenta la diferencia entre sus hábitos mentales conscientes (en términos deístas), la nueva visión (no deísta) y la transacción resultante de una definición de Dios que es de hecho negar a Dios. Este modo de estudiar los escritos de un autor es psicoanalítico en algunos aspectos importantes. Uno lee entre las líneas del texto escrito como el psicoanalista lo hace entre las líneas de las asociaciones libres o los sueños de un paciente. El punto de partida es el hecho de que hallamos contradicciones en el pensamiento de un pensador eminente. Como él hubiera debido advertir esas contradicciones y probablemente las hubiera resuelto de haber sido cuestión de talento teórico, debemos suponer que las contradicciones inmanentes se debían a un conflicto entre dos estructuras. La antigua, que todavía ocupa la mayor parte del territorio consciente, y una radicalmente nueva que no logra manifestarse a cabalidad en el pensamiento consciente; o sea que una pü"e sigue inconsciente. La contradicción inmanente puede tratarse como un síntoma o ufl sueño, como una transacción entre una estructura antigua de pensamiento conscientf radicado afectivamente y una estructura nueva de una visión teórica que no Pue~:. expresarse cabalmente debido a la fuerza de las ideas y los sentimientos antiguos, t autor, aunque sea un genio, puede ignorar por completo la existencia o la índole de && contradicciones, mientras que alguien ajeno a la cuestión -no atrapado en las ^^ premisas- puede verlas con mucha facilidad. Tal vez se refería Kant a esto cua11 dijo que "a veces entendemos al autor mejor de lo que él mismo se entiende". , 21. Ernst Simmel ha propuesto precisamente esa solución. (E. Simmel, 1" LA TEORÍA FREUDIANA DE LA AGRESIVIDAD 453 trarias a amar, favorecer, liberar, que forman un síndrome entre ellas. Pero ja "posesión" y el "mando" no contienen la vera esencia de la destructividad, el deseo de destruir y la hostilidad a la vida. Sin duda, el carácter anal tiene gran interés y afinidad por los hechos fecales como parte de su afinidad general por todo cuanto carece de vida. Las heces son el producto eliminado finalmente del cuerpo, que no las necesita para nada. El carácter anal siente atracción por las heces como por todo cuanto no es útil a la vida, como la suciedad, la muerte, la podredumbre.23 Así, podemos decir que la tendencia a mandar y poseer es sólo un aspecto del carácter anal, más suave y menos maligno que el odio a la vida. Creo que si Freud hubiera visto esta relación directa entre el excremento y la muerte podía haber llegado a la conclusión de que la polaridad principal es entre la orientación genital y la anal, dos entidades bien estudiadas clínicamente que son equivalentes de Eros y el instinto de muerte. Si lo hubiera hecho, Eros y el instinto de muerte no hubieran aparecido como dos tendencias biológicamente dadas e igualmente fuertes sino que Eros hubiera sido considerado el objetivo biológicamente normal del desarrollo mientras que el instinto de muerte se hubiera visto basado en una falla de! desarrollo normal, y parecido en ese sentido, un anhelo patológico, aunque hondamente arraigado. Sí queremos entregarnos a una especulación biológica podríamos relacionar !a analidad con el hecho de que la orientación por el olfato es característica de todos los mamíferos cuadrúpedos y que la posición erguida implica el cambio de orientación, ya no por el olfato sino por la vista. El cambio de función del antiguo cerebro olfativo correspondería a la misma transformación de la orientación. En vista de ello, podríamos considerar que el carácter anal constituye una fase regresiva de la evolución biológica, para la cual podría incluso haber una base constitucional-genética. La analidad del infante podría considerarse que representaba una repetición evolutiva de una fase biológicamente anterior en el proceso de transición al funcionamiento humano plenamente desarrollado. (De acuerdo con Freud, la analidad-destructividad tendría la naturaleza conservadora de un instinto, o sea la vuelta de la orientación genitalidad-amor-vista a la orientación analidad-destrucción-olfato. La relación entre instinto de muerte e instinto de vida habría sido esencia!mente la misma que en el esquema de desarrollo de Freud la relajón entre libido pregenital y genital. La fijación de la libido en el nivel ^al hubiera sido un fenómeno patológico, pero con raíces profundas en la institución psicosexual, mientras que el nivel genital hubiera sido caracte-nstico del individuo sano. En esta especulación, pues, e! nivel anal tendría 22. La afinidad entre analidad y necrofilia se estudia en el capítulo 12. Mencio-n° allí el sueño necrófilo típico que está lleno de símbolos como el excremento, los cadáveres -enteros o desmembrados- las tumbas, las ruinas, etc. y doy ejemplos de es°s sueños necrófilos. 454 LA TEORÍA FREUDIANA DE LA AGRESIVIDAT dos aspectos harto diferentes: uno, el afán de mandar; otro, el de destruir. Como he tratado de hacer ver, esto sería la diferencia entre sadismo y necrofilia. Pero Freud no estableció esta relación y tal vez no podría haberlo hecho por las razones antes dichas en relación con las dificultades que presenta la teoría de Eros. 3. EL PODER Y LAS LIMITACIONES DEL INSTINTO DE MUERTE En las páginas anteriores he señalado las contradicciones inmanentes en que se vio obligado a incurrir Freud al pasar de la teoría de la libido a la de Eros-instinto de muerte. Hay en esta segunda teoría otro conflicto de género diferente que debe atraer nuestra atención: el conñicto entre el Freud teórico y el Freud hurnanista. El teórico llega a la conclusión de que el hombre sólo tiene la alternativa de destruirse a sí mismo (lentamente, por enfermedad) o de destruir a los demás; o para decirlo de otro modo, entre causar sufrimiento a los demás o a sí mismo. El humanistase rebela contra la idea de esta trágica alternativa que haría de la guerra una solución racional a este aspecto de la existencia humana. No es que Freud fuera enemigo de las alternativas trágicas. Por el contrario, en su teoría primera había ideado una alternativa de ese tipo: se entendía que la represión de las exigencias instintuales (en especial las pregenitales) era la base del desarrollo de la civilización; el impulso instin-tual reprimido se "sublimaba" en canales culturales valiosos, pero a costa de la plena felicidad humana. Por otra parte, la represión conducía no sólo al incremento de la civilización sino también al desarrollo de las neurosis entre los muchos en quienes los procesos represivos no operaban con éxito. La falta de civilización combinada con la felicidad plena, o la civilización combinada con la neurosis y la felicidad disminuida, tal parecía ser la alternativa23'24 |
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![]() | «descubrieron» los teósofos. Por entonces había declarado que «la Verdad no puede ser organizada», renunciando a las propiedades... | ![]() | |
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