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LOS APORTES DE LAS MUJERES RURALES AL CONOCIMIENTO DE PLANTAS MEDICINALES EN MÉXICO. ANÁLISIS DE GÉNERO Pilar Alberti-Manzanares Desarrollo Rural. Campus Montecillo.Colegio de Postgraduados. 56230. Montecillo. Texcoco, Estado de México. (palbertib@yahoo.com.mx) RESUMEN En este artículo se muestra el amplio conocimiento que tienen las mujeres sobre plantas medicinales y el uso que les han dado para curar los padecimientos más usuales en el municipio de Santa María Nativitas, Tlaxcala. Los estudios de botánica con perspectiva de género ponen de relieve las diferentes formas que tienen hombres y mujeres de relacionarse con los recursos naturales. Es importante mostrar la sabiduría femenina sobre plantas medicinales, pero también es importante resaltar que hay mujeres que conocen las plantas maderables y comerciales, así como hay hombres que son curanderos y parteros. Se concluye que no se debe etiquetar en roles tradicionales a hombres y a mujeres en relación con el conocimiento de las plantas, sino que es importante detectar y valorar los aportes que hacen ambos géneros al conocimiento botánico. Palabras clave: Botánica, desarrollo rural, medicina tradicional. INTRODUCCIÓN Las mujeres rurales del municipio de Santa María Nativitas conocen una amplia gama de plantas medicinales que curan los malestares más usuales de la familia. El uso de estas plantas es más barato y tiene consecuencias secundarias poco agresivas para la salud humana. Este conocimiento proviene de una larga tradición en México que se remonta a las culturas prehispánicas. Concretamente en la zona de estudio se observa la presencia arqueológica de estatuillas de cerámica que representan el ciclo de vida femenino (Serra Puche y Durand, 1988) así como semillas de amaranto (Amaranthus spp.) y maíz (Zea mays). Sin embargo, debido al avance de las medicinas de patente recomendadas por el personal de salud, poco a poco se utilizan menos las plantas, provocando el olvido de las formas de uso y el abandono de la flora autóctona medicinal. Este artículo tiene como objetivos: 1) revisar el conocimiento de las mujeres sobre plantas medicinales en diferentes momentos históricos, 2) mostrar algunos remedios utilizados para curar dolencias en las comunidades rurales de la zona de estudio y 3) reflexionar sobre el significado que tiene este conocimiento desde la perspectiva de género. La hipótesis es que las mujeres han desarrollado conocimientos para la selección, cultivo y uso de plantas medicinales que han servido para el avance de la herbolaria y medicina en México; sin embargo, al considerarse esta actividad como parte de las labores domésticas no ha recibido reconocimiento ni remuneración económica, lo que ha traído como consecuencia que los aportes femeninos sean invisibles. La contribución de las mujeres conocedoras de plantas ha mejorado la calidad de vida de los grupos domésticos rurales, y generado avances en el conocimiento científico médico y la conservación de los recursos naturales. El enfoque teórico empleado en esta investigación se basa en la perspectiva de género, y la metodología incluye una revisión bibliográfica sobre plantas medicinales y el conocimiento de campo sobre prácticas curativas que realizan las mujeres de la zona de estudio. La autora de este artículo fue coordinadora del proyecto: Género, ritual y desarrollo sostenido en comunidades rurales de Tlaxcala, financiado por el CONACYT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) de 2000 a 2004, en el cual se abordó, entre otros temas, el de plantas medicinales. Como resultado se presentó la tesis de licenciatura en Fitotecnia de la estudiante Febe Rachel Zagoya Lima (2002) algunos de cuyos resultados se incluyen en este artículo, junto con otros estudios sobre el tema. En el artículo se presenta información sobre las mujeres y la botánica en la historia, los conocimientos sobre herbolaria mexicana, plantas medicinales en Santa María Nativitas, un breve recetario organizado por padecimientos y plantas para terminar con el análisis de género, las conclusiones y la bibliografía. LAS MUJERES Y LA BOTÁNICA EN LA HISTORIA La perspectiva de género es el eje central de análisis en el tema que nos ocupa. Una definición breve del concepto de género es: "Es una categoría teórico-metodológica que analiza la construcción social de la diferencia sexual, considera las relaciones de poder entre hombres, entre mujeres y entre hombres y mujeres, proponiendo el cambio hacia la equidad e igualdad de género en la sociedad" (Alberti, 2004:22). Esta categoría permite analizar los papeles tradicionales de las mujeres y los hombres poniendo en duda la visión naturalista que afirma que las mujeres están relacionadas con la naturaleza y los hombres con la cultura. Este planteamiento ha sido ampliamente discutido y refutado por Ortner (1979) mostrando que la relación de las mujeres con la naturaleza se construye desde la cultura, pues éstas utilizan las herramientas de la experimentación y la observación para conocer los hechos naturales. Ambas herramientas son la base de la ciencia, pudiendo decirse que las mujeres iniciaron su andadura científica desde los albores de la humanidad. Cuando los grupos humanos habitaban en cavernas la base de la alimentación fue la selección de semillas y frutos que recolectaban las mujeres. "Entre los cazadores-recolectores modernos (…) las hembras pueden recoger normalmente bastante para mantenerse a sí misas y a sus familias. En estos grupos la recolección significa la mayor porción de la dieta" (Linton, 1979:41). Ésto nos indica el importante valor del aporte de las mujeres a la evolución de la humanidad y cuestiona la creencia de que la caza, realizada por los hombres, era el principal medio de susbsistencia. En realidad el aporte de carne a la dieta era esporádico y escaso. Incluso se puede afirmar que los primeros instrumentos de piedra, las hachas de mano, no eran armas, "…sino más bien ayudas en la recolección (...) Los huesos, palos y las hachas de mano pudieron utilizarse para desenterrar tubérculos y raíces, o para pulverizar vegetales duros y facilitar así su ingestión" (Linton, 1979:42-43). A menudo se presenta a las mujeres cuidando a sus hijos en los refugios y dependientes de los hombres, esperando a que éstos regresaran con víveres. Es necesario cuestionar esta imagen y mostrar otra realidad en la que las mujeres utilizaban técnicas precisas para la recolección eficiente como la "…localización e identificación de las diversas plantas, un conocimiento estacional y geográfico, recipientes para llevar el alimento y los instrumentos para su preparación. Entre los actuales grupos cazadores-recolectores, este conocimiento es extremadamente complejo, perfectamente desarrollado y constituye una parte importante de su equipo cultural" (Linton, 1979:43). Por lo anterior las mujeres idearon métodos de selección, recolección y uso de las plantas, incluidas las medicinales. En el siglo XVIII la relación de las mujeres con las plantas, y específicamente con la botánica, quedó plasmada en una larga tradición científica con exponentes tan notables como Priscilla Wakefield que escribió Introduction to Botany, o Maria Elizabeth Jackson que publicó varias obras, entre otras Botanical Lectures by a Lady (Alic, 1991). Es necesario matizar que la botánica, como casi todas las ciencias, estaba marcada por una visión androcéntrica que limitaba el desarrollo científico de las mujeres. En esta época, el que las mujeres se dedicaran al estudio de las plantas estaba bien visto porque "...haría que se conservaran virtuosas y pasivas" (Alic, 1991:134). Para mediados del siglo XIX la Botánica fue una ciencia feminizada y "…había círculos en los que se consideraba poco masculino que los hombres se interesaran en las plantas" (Alic, 1991:134). La opinión generalizada era que los estudios científicos no eran apropiados para las mujeres y un filósofo convencido de ello era Jean Jacques Rousseau que opinaba: Una indagación en las verdades abstractas y especulativas, en los principios y axiomas de las ciencias y todas las cosas que hacen que nuestras ideas sean más generales, no es de la provincia de las mujeres. Todos sus estudios deberían ser prácticos, a ellas les toca aplicar los principios descubiertos por el hombre, y hacer las observaciones por medio de las cuales nuestro sexo se ve inducido a establecer dichos principios (...) En cuanto a las obras de genio, rebasan su comprensión, y tampoco cuentan con atención ni precisión suficientes para tener éxito en las matemáticas, y por lo que respecta a la filosofía natural, pertenece sólo a aquel sexo que es más activo, ve la mayor cantidad de objetos, posee la mayor fuerza, y la ejerce más" (Rousseau, citado en Alic, 1991:134). Recordemos que Rousseau escribió una obra dedicada a la educación de los jóvenes, cuyo modelo fue su protagonista Emilio, quedando en segundo plano Sofía, como ejemplo de la joven que debe recibir una educación orientada exclusivamente al cuidado de los hijos y a las cuestiones domésticas. A pesar de estas ideas del Siglo de la Ilustración, las mujeres avanzaron en el conocimiento de la botánica y es significativo que cuando se fundó la Botanical Society de Londres en 1836, 10% de los socios eran mujeres. Margaret Stovin (1756-1846) y Margaretta Hopper Riley (1804-1899), miembras de esta sociedad, se especializaron en el estudio de los helechos y publicaron trabajos científicos (Alic, 1991). Las mujeres también destacaron como naturalistas ilustradoras, pues en el Siglo XIX no existía la fotografía y era necesario dibujar las formas de las plantas para su conocimiento. En esta especialidad destacó Marianne North (1830-1890), que viajó a Canadá, Estados Unidos, Jamaica, Brasil y el Lejano Oriente, donde recolectó y pintó numerosas especies de plantas. También estuvo en Chile y Australia. North "…expuso quinientas de sus pinturas en el Museo de Kensington, con un catálogo botánico. (...) Su interés principal era la distribución geográfica de las plantas; entre las especies que descubrió figuran Northea seychelliana, Crinum northianum, Areca horthiana y Kniphofia northiana" (Alic, 1991:138). LOS CONOCIMIENTOS SOBRE HERBOLARIA MEXICANA En América Latina, y específicamente en México, encontramos que el interés por las plantas medicinales se remonta a la época prehispánica y al conocimiento que los nahuas, mayas y otros grupos tenían. En general las investigaciones que se han realizado sobre el conocimiento en el pasado no incluyen la perspectiva de género, y por ello encontramos datos que ocultan el aporte de las mujeres. En la tendencia positivista de la ciencia, los sujetos desaparecen y sólo se muestra el hecho en sí. Por ello en los datos que encontramos no se precisa quienes eran los sujetos protagonistas. Los datos arqueológicos revelan información sobre plantas a través de cerámicas, esculturas y pinturas. El mural de Tepantitla, en Teotihuacan, es una muestra de la variedad de plantas y remedios que se conocían en la época prehispánica (Lozoya, 1999). Otro ejemplo es la escultura mexica de Xochipilli, Príncipe de las flores encontrada en Tlalmanalco, Estado de México, a mediados del siglo XIX. El Dios está sentado sobre un pedestal que simula un templo adornado con bajorrelieves de plantas, entre las que se han identificado el hongo enteógeno (Psylocybe aztecorum Heim), el ololiuhque (Turbina corymbosa), la flor del tabaco (Nicotina tabacum) y el sinicuichi (Heiaia salicifolia) (Díaz, 1997:53). En el mundo prehispánico el conocimiento médico estaba ligado a la religión y lo sagrado. En la época colonial también se asoció la cura de las enfermedades a la influencia de los santos, como se menciona en el Florilegio medicinal de todas las enfermedades, de Juan de Estenyeffer (Bye y Linares, 1999). Los antiguos creían que el huacalxochitl (Philodendron spp.) "...aliviaba la fatiga de los administradores y gente con cargos públicos; esta característica flor, similar al alcatraz, aparece como petroglifo en Santa Cruz Acalpiscan, en el Distrito Federal y en figuras de cerámica de Jaina y Campeche" (Bye y Linares, 1999:10). El yolloxochitl (variedad de magnolia) era un medicamento utilizado para tratar las enfermedades del corazón; también se utilizaban las pencas de maguey, que cocidas y aplicadas sobre las heridas tenían un efecto sanador. La efectividad de este último remedio se ha comprobado pues las pencas tienen un microorganismo "…la Pseudomona Lindneri que actúa contra los gérmenes que comúnmente causan infecciones en las heridas" (Viesca, 1999:34). El conocimiento de las antiguas culturas de México quedó registrado en la obra de Fray Bernardino de Sahagún, Historia de las cosas de Nueva España, en la que se recogieron testimonios de sus informantes. En el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, donde estudiaron los hijos de los nobles mexicas, destaca el conocimiento amplio de Martín de la Cruz, médico indígena conocedor de las plantas. Éste indicó las formas de las plantas a los dibujantes y anotó las enfermedades para las que servían. Juan Badiano alumno del Colegio que conocía el nahuatl, el latín y el castellano tradujo a los escribanos las enseñanzas de De la Cruz. El documento se llamó Libellus de Medicinalibus Indorum herbis (Libro de las yerbas medicinales de los indios) o Códice Badiano (Lozoya y Díaz, 1999). Seguramente había un gran número de mujeres que conocían los remedios y los aplicaban, pero pensamos que nuevamente el conocimiento androcéntrico ocultó el aporte de éstas, pues no aparecen en los registros. En 1567 se publicó en Valladolid el libro Secretos de la Chirugia, escrito por Pedro Arias de Benavides, médico formado en Castilla que se embarcó a América y estuvo en Santo Domingo, Honduras, Guatemala y México. Trabajó en el Hospital del Amor de Dios en México atendiendo casos de sífilis. En 1564 regresó a España y escribió sus experiencias en América. Estudió algunas plantas medicinales como la "…cebadilla (Bromus setifolius), la hierba hedionda (Lestrum auriculatum), la zarzaparrilla (Smilax aspera L.), el guayaco (Guayagum olficinale), el liquidámbar (Liquidambar styraciflua), el incienso de Indias (Coronopus didymus) y el maguey morado (Rhoeo discolor)" (Fresquet Febrer y López Terrada, 1999:41). Siguiendo a José Luis Fresquet y Ma. Luz López (1999) se menciona que la obra que influyó de manera notable en el conocimiento de la medicina americana fue la Historia Medicinal de las Cosas que se traen de nuestras Indias occidentales (1565-1574) de Nicolás de Monardes, médico sevillano que escribió su obra recogiendo las plantas que venían de Nueva España, las Antillas y el Perú, y registrando los padecimientos que curaban. Según los autores mencionados, ésta fue la primera investigación médica sistemática realizada. Un estudio que destaca por la riqueza de sus datos y rigor científico es el del médico Francisco Hernández. "Entre 1571 y 1577 se llevó a cabo la que puede considerarse la primera expedición científica moderna. Fue ordenada por el rey Felipe II para estudiar la historia natural americana. Su director Francisco Hernández (1517-1587), humanista de corte erasmista, tenía una sólida formación intelectual y científica, y una mentalidad abierta a las novedades" (Fresquet y López, 1999:43). La obra se llamó La Historia Natural de Nueva España, e incluyó datos botánicos sobre las plantas, las zonas y las condiciones de crecimiento e intentó agruparlas de acuerdo con criterios fitológicos. "Utilizando el punto de vista nahua sobre la enfermedad se realizó una evaluación empírica de 118 plantas medicinales aztecas identificadas en documentos coloniales tempranos, la cual reveló que 85% de los remedios vegetales contenían sustancias bioquímicas que producirían el efecto curativo deseado" (Bye y Linares, 1999:5). La tradición mexica de cultivar bellos y nutridos jardines con plantas ornamentales y medicinales se describe en el testimonio del cronista Fernando de Alva Ixtlilxochitl quién relató que Nezahualcoyotl y su padre rodearon de jardines sus palacios de Atempan y Tezcotzinco; también Moctezuma Ilhuicamina tuvo hermosos jardines en sus palacios de Tenochtitlan y Oaxtepec (Viesca, 1999). Podemos suponer que al igual que el tlatoani, la población común cultivó pequeños jardines cerca de sus casas, y entre las plantas cultivadas se encontraban las medicinales. Hoy las mujeres rurales cultivan en sus huertos de traspatio plantas comestibles, de ornato y medicinales. Otro estudioso de los usos y costumbres del mundo prehispánico fue don Francisco del Paso y Troncoso, quien señaló que la botánica nahua enriqueció la botánica de Linneo con variedades de zapotes (Casimiroa sp.), tomates (Solanum lycopersicum) y nopales (Opuntia sp.). Durante el porfiriato se inició la investigación médica formal de las plantas. En 1888 Porfirio Díaz creó el Instituto Médico Nacional y la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Algunas obras publicadas en esa época son: Sinonimia Vulgar y Científica de las Plantas de México, del doctor Fernando Altamirano, quien intentó establecer la industria farmacéutica nacional. El Instituto Médico Nacional tuvo como objetivo estudiar la botánica de la flora medicinal mexicana así como identificar y purificar de sus componentes químicos. Tenía un herbolario medicinal con 14 000 especies clasificadas y 1 000 componentes químicos obtenidos de plantas. También se realizaron investigaciones sobre el medio ambiente del país para obtener soluciones a problemas de salud (Rivera, 1999). El 6 de septiembre de 1915 el Instituto fue clausurado. En 1975 el presidente Luís Echeverría creó el Instituto Mexicano para el Estudio de las Plantas Medicinales (IMEPLAN), que funcionó hasta 1980 bajo la dirección del doctor Xavier Lozoya. En este instituto "…se integraron grupos interdisciplinarios formados por botánicos, médicos, antropólogos, químicos y farmacéuticos" (Rivera, 1999:56). Entre otras publicaciones del IMEPLAN están: Revista Medicina Tradicional (12 números), Índice y Sinonimia de las Plantas Medicinales de México; y Usos de las Plantas Medicinales de México, editadas por un grupo de investigadores dirigidos por José Luís Díaz; Bibliografía Comentada de la Medicina Tradicional 1900-1975, Estudios de Etnobotánica y Antropología Mexicana, dirigidos por Carlos Viesca. En 1980 el IMEPLAN pasó a formar parte del sistema de investigación médica del Instituto Mexicano de Seguridad Social (IMSS) y dió origen a la Unidad de Investigación de Medicina Tradicional y Herbolaria hasta 1985. Posteriormente, de 1985 a 1999 se convirtió en el Centro de Investigación de Plantas medicinales del IMSS con sede en Xochitepec, Morelos (Rivera, 1999). En varios estados de la República Mexicana existe una arraigada tradición de curanderos, hierberos, hueseros, sobadores y parteras con un amplio conocimiento sobre plantas medicinales de sus regiones que han contribuido a preservar este saber. El Centro de Investigaciones Biológicas de la Universidad Autónoma de Hidalgo desarrolla un proyecto de etnobotánica que incluye a los curanderos. Según Villavicencio et al. (1999:69) "…el curandero es una denominación genérica de aquellos hombres y mujeres que contribuyen con sus prácticas a mantener y recuperar la salud de la población (...) que les considera dotados de un don o conocimiento especial que (…) se revela en sueños y es adquirido en un periodo de aprendizaje con otro practicante, les es otorgado por Dios o el Espíritu Santo". Don Concepción Castellanos Hernández (don Chon) es un curandero de la huasteca hidalguense que colabora con el Programa de Plantas Medicinales de la Universidad Autónoma Chapingo al que gracias a su conocimiento y ética muchas personas enfermas han encontrado cura (Castañeda Abanto y Alberti, 2005). En Tlaxcala está el Jardín Botánico Tizatlan donde se estudian 49 especies medicinales de 200 recolectadas en el estado (Plantas, 1993). Esta institución ha publicado varios libros y folletos sobre plantas de la región, en las que se destaca que en Nativitas se encuentra el epazote morado (Chenopodium ambrosioides L.) familia Chenopodiaceae, planta muy olorosa que sirve como tonificante para combatir los parásitos intestinales; la hierba mora (Solanum nigrescens Mart & Gal) familia Solanaceae, cuyas hojas crudas y mojadas en vinagre se aplican sobre el estómago para curar la inflamación (Plantas, 1993). En el mismo municipio de Nativitas existen trabajos sobre la comunidad de San Miguel del Milagro y sus plantas medicinales (Piscil, 2001). La herbolaria está cobrando mayor interés en América Latina, realizándose encuentros y foros donde se discuten aspectos como la conservación ecológica, el manejo sustentable, el control de calidad, la certificación, la bioprospección, el derecho de propiedad intelectual de las comunidades rurales indígenas, la normatividad y el comercio justo (Boletín Herbolaria Mexicana, 2001). La Declaración de Huautla, comunidad de Oaxaca donde nació María Sabina (mujer de gran sabiduría sobre hongos), reivindica el reconocimiento legal y protección del saber médico tradicional. En uno de los párrafos de la Declaración se menciona "…que todos los proyectos que involucran el acceso a los recursos naturales y el conocimiento de los pueblos indígenas sean consultados y discutidos previa y ampliamente en el seno de las Asambleas de los Pueblos Indígenas y con las bases de las organizaciones indígenas" (Boletín Herbolaria Mexicana, 2001). En lo académico se imparten cursos sobre plantas medicinales en la mayoría de las instituciones relacionadas con el medio agronómico como en el Colegio de Postgraduados (CP) en Ciencias Agrícolas. Esta institución tiene un herbario con alrededor de 25 000 plantas recolectadas y tratadas como colección científica de estudio. La etnobotánica, disciplina que se estudia en el CP trata de la interrelación entre el ser humano y las plantas (comestibles, medicinales, de ornato, y de usos químicos). La educación e investigación en plantas produce conocimiento científico que se enriquece con el conocimiento tradicional rural. La Universidad Autónoma Chapingo, la Universidad Autónoma de Tlaxcala, de Puebla, los Institutos Tecnológicos Agropecuarios (ITA), como el de Xocoyucan en Tlaxcala, y otros centros académicos también imparten cursos sobre plantas. En el conocimiento tradicional indígena sobre plantas hay una relación entre el componente empírico y el mágico-religioso (Madrigal, 1994), resaltando el compromiso ético y místico de los curanderos y curanderas (Castañeda Abanto y Alberti, 2005). El conocimiento empírico de la planta se manifiesta en tres niveles: 1) sensación producida si es saboreada u olida, 2) formas de aplicación, 3) sus consecuencias en la salud. En algunas investigaciones se ha propuesto convertir el cultivo de plantas medicinales en un sistema de producción rentable conformando microempresas rurales (Membreño, 2002), y en otras propuestas se ha formulado un sistema computacional basado en el conocimiento para el estudio y uso de estas plantas (Rivera, 1999). |