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EMPODERAMIENTO DE GÉNERO EN LAS MEDICINAS ALTERNATIVAS Y COMPLEMENTARIAS (MAC) DE INFLUENCIA NEW AGE ¿ES EL HOLISMO FEMINISTA? Maribel Blázquez Rodríguez y Mónica Cornejo Valle Dpto. Antropología Social (despacho 1214) Facultad de Ciencias Políticas y Sociología Universidad Complutense de Madrid. Campus de Somosaguas 28223 Pozuelo de Alarcón, Madrid (Spain) Tel. (+34) 913942687 Fax. (+34) 913942752 miblazquez@cps.ucm.es Resumen: Una preocupación continua del feminismo ha sido estudiar y mostrar el empoderamiento de las mujeres. Numerosos trabajos han venido exponiendo tanto los recursos como las condiciones necesarias para la autonomía de las mujeres así como la influencia del empoderamiento en la transformación de las posiciones de subordinación de las mujeres. A la vista de que las encuestas disponibles sobre terapias alternativas y holísticas coinciden en señalar que sus principales usuarias y profesionales son mujeres, nos preguntamos: ¿qué relaciones mantienen estas nuevas formas de espiritualidad y sanación con las mujeres, y concretamente con el empoderamiento? Y en caso afirmativo, ¿de qué formas se está entendiendo el empoderamiento? A pesar de que las Medicinas Alternativas y Complementarias (MAC) se están convirtiendo en un recurso importante en la gestión de la salud general, son una realidad muy poco explorada y existen pocos estudios que den cuenta de cuáles son los motivos por los que las mujeres tienen en este campo una presencia mayoritaria. A partir de investigación etnográfica y entrevistas con usuarias de estas medicinas hemos hallado que las terapias de ambiente holístico, y especialmente las de influencia New Age invitan a que las mujeres exploren sus vidas de una forma relacional, consigo mismo y con el mundo, integrando todas sus facetas, de manera que contribuyen a legitimar el saber personal de las mujeres, su expresión personal y así la afirmación de la individualidad de las mujeres. Por tanto, desde esta autoafimación y autoatención se está propiciando un tipo de empoderamiento. Así también, parece que estas medicinas colocan en un lugar central el cuerpo, la búsqueda del bienestar y el autocuidado, contribuyendo al aprendizaje de técnicas que mejoran el control de la salud y el bienestar por parte de las mujeres, lo que conectaría con algunas de las reivindicaciones feministas clásicas. Además, apreciamos cómo en este campo emergente, las mujeres encuentran espacios y recursos para tomar conciencia de su realidad, de su capacidad de actuar, responder y resistirse y se transforma su subjetividad a formas más activas. En esta comunicación esperamos poder ofrecer algunas respuestas basadas en una investigación etnográfica que estamos realizando sobre estas terapias. Estamos realizando observación participante en centros de estas medicinas alternativas y entrevistas a terapeutas y usuarias; así como el análisis documental de distintos documentos (artículos, libros, folletos, textos divulgativos, páginas web…) que describen este tipo de terapias, su gestación y desarrollo en nuestro contexto. Para dar cuenta de estos hallazgos proponemos explorar en profundidad cómo son las prácticas concretas, cómo se dan estos procesos y cuáles son sus conexiones con el feminismo, mostrando las diversas formas de feminismo que se están tejiendo en estas terapias, y subrayando los valores asociados a la feminidad que se dan en estos contextos. Palabras claves: feminismo, mujeres, salud, espiritualidad new age, autocuidado, medicinas alternativas y complementarias. 1. El empoderamiento de las mujeres: una consigna feminista para su autonomía. En los años 80 se empezó a utilizar el término de empoderamiento para referirse al proceso por el cual las mujeres debían acceder a diferentes recursos y debían crearse las condiciones necesarias para poder utilizarlos en su propio desarrollo. Ghita Sen (1997) va más allá y plantea que el empoderamiento implica que las transformaciones que debían darse no sólo eran externas a las propias mujeres –por ejemplo un acceso a determinados recursos como la información- sino que también incluyen las transformaciones internas -por ejemplo en la toma de conciencia sobre su vida- para tomar las decisiones que favorezcan realmente su independencia. El análisis y debate de las transformaciones en los valores, las ideologías y las normas que impedían la autonomía y la participación de las mujeres así como las propuestas respecto a estos cambios, fueron impulsados, entre otros agentes, por el movimiento feminista. El movimiento feminista ha sido bien diverso y especialmente respecto a sus posicionamientos y a su activismo. Esta heterogeneidad es mayor cuando se toma en cuenta los contextos locales, pues en cada país, según las condiciones históricas, políticas, económicas y socioculturales se ha ido gestando una determinada forma de entender el feminismo, particular y diferenciada de otros contextos -como el británico y anglosajón, más frecuentes en la bibliografía del tema-. Siguiendo a Pilar Folguera (2007), en el estado español a partir de los años 60 y primordialmente en los 70, se crean numerosas asociaciones y grupos feministas que tratan de denunciar problemáticas que no permitían la autonomía de las mujeres como situaciones penalizadas como el aborto, el divorcio, el adulterio y la prostitución, hasta el análisis de la desigualdad en la educación, en el acceso a puestos de poder, en el trabajo doméstico y en el acceso al mercado laboral. En los años 80 se produce la institucionalización del feminismo a través de la creación de Institutos y Centros específicos de la Mujer, tanto dirigidos a la atención e intervención como a la investigación; es el periodo en que se promulgan diferentes legislaciones y en el que pareciera que el Estado incorpora algunos puntos de esta agenda feminista. Posteriormente, a finales de los 90 y, sobre todo, en el nuevo siglo, habrá un resurgimiento del feminismo, por un lado institucional que se traduce, entre otras acciones, en la aparición de nuevas normativas como la ley de Igualdad y la ley de Violencia de Género, así como en la incorporación de contenidos de género en la enseñanza educativa; y por otro lado, de un feminismo plural que se aprecia en multiplicidad de grupos, discursos y acciones, dirigidas e interesadas en las mujeres, aunque con diversas formas de definir esta categoría del ser mujeres. Todo este movimiento, con sus discrepancias sin duda, ha sido decisivo para poner de manifiesto e indicar las condiciones que no permiten la igualdad de las mujeres, que no las ayudan a tener control sobre su vida y lograr así su autonomía. De manera que las mujeres de hoy, con mayor o menor simpatía hacia el feminismo, han sido herederas, han incorporado y no dudan del derecho a decidir sobre su propia vida, a ser las protagonistas de las mismas, de una manera novedosa, dentro de la historia de nuestra sociedad española. Cristina Sánchez Muñoz (2001:80-85) nos recuerda como los grupos de autoconciencia que surgieron derivados del feminismo radical (consciousness-raising groups) crearon un espacio “entre” y “para” las mujeres, un cuarto propio como había propuesto Virginia Wolf. Estos grupos se basaban en expresar libremente las experiencias vitales, que se revelaban como experiencias comunes, al margen de las instituciones y valores masculinos imperantes, con el fin de debatirlas y analizarlas, y de este modo elaborar la teoría desde las propias vidas de las mujeres. El objetivo de estos grupos era que las mujeres adquirieran autoconciencia de su opresión, como recoge esta autora de Juliet Mitchell: “la autoconciencia es un proceso de transformación de lo oculto, los miedos individuales en una conciencia compartida de su significado como un proceso social, la liberación de la angustia, la ansiedad, la lucha de proclamar lo doloroso y transformarlo en político” (Mitchell, 1971:61 en Sánchez, 2001:81). Los temas que debatían eran las experiencias personales en torno a la sexualidad, la familia, la maternidad o los sentimientos, es decir, asuntos que se consideraban personales y privados, y por tanto, sin trascendencia política, que ahora eran analizados como causa de la opresión de las mujeres, producidos por un sistema de género patriarcal, capitalista y colonial, señalando que “lo personal es político”. De estos grupos habría que insistir en algunos elementos claves como: son grupos de autoconciencia de la situación de desigualdad/opresión de las mujeres, su lectura y análisis político de las vidas de las mujeres, su organización en grupos y colectivos no jerárquicos y con un reparto simétrico del poder y, la legitimación de la experiencia de las mujeres, de cualquier mujer –de hecho algunos grupos estaban conformados por mujeres calificadas como “sin poder” (pobres, inmigrantes, negras…)- para hablar, analizar y transformar su vida. Uno de los ejes de este proceso de auto-conciencia será la revisión de los cuerpos y de todos los procesos que les pasaban a estos (Esteban, 2001; Ortiz, 2006). Este trabajo sobre el cuerpo se propone desde un nivel individual y personal, en que cada mujer tiene que incorporar en su agenda, la escucha, el cuidado del cuerpo, su autoconocimiento, con el fin de la subversión de las posiciones y relaciones de sometimiento. En una interpretación más actual, la médica feminista Sara Velasco, apunta que este trabajo consistirá en iniciar procesos en la subjetividad de las personas para que se hagan conscientes de sus propias actitudes, sentimientos, valores, representaciones… y tomen el control y la responsabilidad en su transformación (2002:12-15). Además de estos grupos feministas aparecen grupos de salud, interesados en la promoción de la salud de acuerdo a las propuestas de la Conferencias Internacionales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebradas, y así nombradas, en Alma Ata y Otawa, que extienden las ideas del derecho (y deber) de las personas de participar en la gestión de su propia salud. Estas declaraciones internacionales proporcionarán el marco normativo para legitimar tanto la participación de diversos grupos y comunidades en la planificación sanitaria con el desarrollo de experiencias de educación para la salud colectivas, en las que aparecerán como uno de los destinatarios preferentes, las mujeres. Además como estas declaraciones también se hicieron eco de la definición de la OMS: “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad”, fueron muy bien acogidas ya que defendían una visión más amplia e integral de la salud, que conectaba con esta idea de escuchar y atender los cuerpos de los grupos de salud más cercanos al feminismo como sucedía en los centros de Planificación Familiar (Bodoque, 1996). Antropólogas como Mari Luz Esteban (1992) y Yolanda Bodoque (1996) que los han estudiado, constatan el enfoque feminista de dichos centros en su quehacer a favor de los derechos sexuales y de los derechos reproductivos de las mujeres y de la salud de las mujeres por ellas mismas; así como, en la pretensión de que se pusieran en marcha algunas consignas para revertir la asimetría en la relación sanitaria y compartir la atención y el control sobre la salud con las mujeres mediante entre otras acciones, la creación de grupos de mujeres. En esta época, años 80, habría una convergencia entre estos grupos –movimiento de salud y feminista- que están creando y desarrollando grupos y acciones dirigidas centradas en atender y entender los procesos corporales como camino para el empoderamiento. Aunque sean diversos a lo largo del territorio español –tanto en su denominación como en sus objetivos, su adscripción y vinculación con el feminismo o la salud y, particularmente, en su desarrollo y evolución a lo largo de la democracia-. De unos a otros habrá trasvases de conocimientos, experiencias y de las propias participantes, cuyas conexiones nos llegarán hasta hoy. Así podemos nombrar al grupo Titania Dones por la Salud, en el que forma parte la médica María Fuentes y combina la actividad asistencial con la creación de grupos de mujeres por la salud e igualmente los antes citados Centros de Planificación Familiar que se desarrollan a lo largo de todo el Estado; así como el Grupo de mujeres de Mallorca, que publico un documento sobre el Colectivo Feminista Pelvis (González, 1979:165–166), el libro de Leonor Taboada sobre el self-help y el grupo Acuario, que publico en 1988, un cuaderno de autoconocimiento. 2. La presencia de las mujeres en las medicinas alternativas y complementarias: usuarias y terapeutas. Como hemos apuntado en otro lugar (Cornejo y Blázquez, 2013) aunque las medicinas alternativas y complementarias (MAC) y las terapias, creencias y prácticas new age no son lo mismo, las fronteras se desdibujan y hay una zona de intersección, a la que hemos denominado ambiente holístico, siguiendo a otras estudiosas de este fenómeno. La preocupación desde las Ciencias de la Salud ha sido identificar y definir qué formas de sanar deben ser consideradas como medicinas alternativas, aunque la definición y la delimitación ha sido consecuencia, en gran medida, de la valoración que ha realizado de las mismas la medicina oficial. Por ejemplo, el Centro Nacional para las Medicinas Complementarias y Alternativas (NCCAM) del Instituto Nacional de Salud de EEUU, uno de los primeros organismos de salud que incluye estas terapias señala que son aquellas no consideradas por la medicina convencional (NCCAM, 2011). A partir de ahí, esta organización hace diferentes clasificaciones, que no siempre son nítidas, pues muchas terapias tienen numerosas intersecciones y se aplican de forma conjunta. En el estado español, el Ministerio de Sanidad en su informe sobre estas terapias (MSPSI, 2011), siguiendo al NNCAM, propone la siguiente formulación, que nos parece que puede facilitar una primera idea: “1) Sistemas integrales o completos (homeopatía, medicina naturista, naturopatía, medicina tradicional china, acupuntura, ayurveda); 2) Prácticas biológicas (fitoterapia, terapia nutricional, tratamientos con suplementos nutricionales y vitaminas); 3) Prácticas de manipulación y basadas en el cuerpo (osteopatía, quiropraxia, quiromasaje, drenaje linfático, reflexología, shiatsu, sotai, aromaterapia); 4) Técnicas de la mente y el cuerpo (yoga, meditación, kinesiología, hipnoterapia, sofronización, musicoterapia, arteterapia y otras); 5) Técnicas sobre la base de la energía (Qi Gong o Chi kung, Reiki, terapia floral, terapia biomagnética o con campos magnéticos).” (MSPSI, 2011: 2) En esta conceptualización no se habla de terapias holísticas y espirituales de influencia new age, aunque en la literatura internacional y en el propio trabajo de campo, aparecen todas ellas formando parte de este campo de estudio, donde el holismo y la espiritualidad serían dos de sus características fundamentales. Los escasos estudios sobre espiritualidad en nuestro estado como el informe de 2005: La situación de la religión en España a principios del siglo XXI (Pérez-Agote y Santiago, 2005) muestra cómo la creencia en espíritus, videntes, curanderos, etc. es significativamente mayor entre jóvenes, entre mujeres y entre personas con un nivel superior de estudios. Más recientemente, el Informe Ferrer i Guardia (2011:19) sobre laicidad en España para 2011, también indica que la mayor adscripción a “otras religiones” se presenta entre jóvenes de 19 a 39 años, y entre mujeres más que hombres. En la literatura internacional encontramos que este perfil de población femenina se repite (Aikins et al., 1999; Cushman et al., 1999; Adams et al., 2003; Dawn & Chyu, 2005; Flesch, 2007). Así, en Inglaterra de acuerdo con Paul Heelas y Linda Woodhead (2000:94-96), el 80% de las personas activas en el “ambiente holístico” de la región eran mujeres. Un 78% de los grupos estaban liderados o facilitados por mujeres. El 80% de los practicantes de terapias individuales eran también mujeres. En este sentido Woodhead considera la conclusión obvia: la explicación del crecimiento de las espiritualidades holísticas se debe a que las mujeres han decidido participar activamente en ello. Y todo ello, coincide a grandes rasgos con la información de la que disponemos sobre presencia y uso de medicinas alternativas y complementarias, veámoslo. Siendo escasas, en España, las investigaciones sobre las medicinas alternativas y complementarias, como ha señalado Enrique Perdiguero (2004:142). En los datos de la Encuesta Nacional de Salud sobre el uso de la población de otros recursos sanitarios de medicinas no convencionales encontramos que ya en 2003, un 11,66 % de las mujeres de 45 a 64 años declaraba haber consumido productos alternativos en las dos semanas previas a la encuesta, siendo este consumo más elevado en municipios de más de 50.000 habitantes, así como en las mujeres con mayor nivel educativo. Algo semejante aparece en la Encuesta Nacional de Salud de 2006, que marca un ligero crecimiento de la tendencia, y la encuesta de la Comunidad de Madrid de 2007 que trata específicamente sobre homeopatía. Ya en 2008, el Observatorio de Terapias Naturales desarrolla un estudio más amplio y específico que los anteriores en el que aporta algunos datos especialmente relevantes para el retrato del ambiente holístico en España. Gracias a su informe sabemos que el 95,4% de la población española conoce alguna terapia natural (OTN, 2008:9-15) y que las más populares (mencionadas por más del 50% de la población) son: yoga, acupuntura/medicina tradicional china, tai chi, quiromasaje y homeopatía. También sabemos que el 23,6% de la población ha utilizado alguna vez las terapias naturales y que fundamentalmente son usadas por mujeres de clase media alta o alta, entre 36 y 45 años y de áreas metropolitanas. Estos datos son recogidos también por el Ministerio de Sanidad en su reciente informe (MSPSI, 2011), en el que no se aportan datos nuevos al respecto. En los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Salud correspondientes al periodo 2011-2012, se indica que el perfil principal de población que ha realizado visitas a profesionales de medicina alternativa –limitadas a naturista, homeópata, acupuntura y otros- en los últimos 12 meses es femenino, de 25 a 64 años, con nivel de estudios universitarios. Coincidiendo con diferentes autores, consideramos que estos datos no muestran completamente la realidad, existiendo en consecuencia una invisibilidad pública de este fenómeno, por varios motivos: primero, tienden a hacerse desde el punto de vista de la medicina convencional e incluso partiendo de centros o usuarios de medicina convencional (pues creemos que esta situación entorpece y disfraza las respuestas); segundo; los estudios sobre creencias no recogen en muchos casos las prácticas y terapias utilizadas, y tercero, la ausencia de información estadística sobre prácticas, consumos o creencias de la New Age se explica en parte por el hecho, confirmado por trabajos de campo (Griera y Urgel 2002), de que un buen número de estas prácticas están relacionadas con actividades económicas irregulares. Acordando con lo que sabemos de las MAC, las investigaciones se ven dificultadas por el hecho de que muchas de estas actividades en nuestro país son llevadas a cabo por especialistas no reconocidos (como profesionales parasanitarios), se basan en redes clientelares informales, y a menudo, se practican en domicilios u otros espacios no regulados para la práctica ni sanitaria ni religiosa. A pesar de estas limitaciones de la información –tanto metodológicas como de epistemológicas (en la definición del fenómeno)- todos los datos coinciden en mostrar el crecimiento paulativo de un colectivo conformado por mujeres, de mediana edad, de áreas urbanas y con un nivel de estudios medio y superiores, que están incorporando estas terapias como un recurso para la búsqueda de su salud. La cuestión es ¿por qué? Y ¿cuál sería la vinculación de esta búsqueda de salud con el movimiento feminista de los grupos de autoconciencia, que como hemos presentado, se inicio en los años 80 y ha continuado hasta nuestros días? |