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Anexo II Materias Comunes Ciencias para el Mundo Contemporáneo Introducción La tecnociencia es uno de los constituyentes fundamentales de la civilización occidental, soporte práctico, teórico e ideológico de nuestra sociedad. Es consecuencia de un proceso secular que se inicia con la matematización de las ciencias de la naturaleza a partir del siglo XVII, continúa con la sustitución del Antiguo Régimen por democracias burguesas parlamentarias, la transformación del sistema educativo en el siglo XIX y la revolución industrial. Ha generado un cambio social acelerado que ha modificado profundamente la estructura social, el sistema productivo, las leyes, la cultura y las costumbres. Forma parte, de modo implícito, de la vida cotidiana, lo que lleva, con frecuencia, a aceptarla como parte del horizonte vital de nuestro tiempo sin preocuparse de analizar y cuestionar sus fundamentos ni sus consecuencias sobre la naturaleza, el paisaje, el mundo del trabajo, las relaciones sociales o el funcionamiento psíquico. En la actualidad es notoria la presencia de la tecnociencia en los medios de comunicación, que, además de difundir información, contribuyen de manera notable a la formación de opinión pública y a la transmisión ideológica de actitudes, ideas, creencias y valores, cuya influencia educativa no conviene desestimar. En los grandes medios de prensa, radio y televisión encontramos secciones y programas dedicados a exponer las noticias científicas, opinar y debatir sobre los temas polémicos relacionados con los descubrimientos y desarrollos tecnológicos, el medioambiente, la salud y el ocio. Abundan en la Red páginas institucionales y bitácoras especializadas en divulgación científica con libre acceso para todos los usuarios. Es previsible que durante el siglo XXI se siga potenciando el papel del conocimiento y la comunicación en la sociedad. Los Estados consideran una necesidad primaria adaptar la formación de sus ciudadanos a estas circunstancias mediante la implementación de los contenidos científicos recientes y las nuevas tecnologías en el sistema educativo. La democracia de nuestro tiempo exige que los ciudadanos adquieran una cultura científica general que les permita tomar decisiones en la vida pública acerca de las cuestiones tecnocientíficas que tengan relevancia en la organización y funcionamiento de su comunidad. Sólo la competencia en la reflexión científica permitirá considerarlos ciudadanos libres, en cuanto capaces de alcanzar la autonomía ética que se ejerce mediante el análisis y la crítica y que se concreta en la asunción de la responsabilidad sobre las decisiones propias. Vivir en común exige tener un lenguaje compartido. En la medida en que todos los ciudadanos están en contacto permanente con los productos derivados de la acción tecnocientífica es deseable que sepan comprender y manejar las prácticas y los conceptos básicos de las ciencias y las técnicas de nuestra época. La tecnociencia, que ya es un elemento de cohesión social en cuanto favorece el bienestar social a través de la mejora del sistema productivo, debe contribuir asimismo a la integración social que se deriva de la asunción, siempre crítica y revisable, por la ciudadanía del conjunto de actitudes, creencias y valores específicos y característicos de la actividad tecnocientífica. Esta materia trata de responder al desafío de educar ciudadanos para un mundo contemporáneo donde las ciencias y las técnicas juegan un papel de primer orden en la construcción de la realidad social. De ahí que sus contenidos versen sobre aquellos temas científicos de mayor trascendencia para la comprensión de la vida actual. El enfoque ha de ser plural, abierto, práctico, funcional e interdisciplinar, atento a las rápidas transformaciones culturales del presente. No se trata de explicar teorías con la profundidad académica exigible y deseable en otras materias científicas tradicionales, ni de plantear en abstracto las cuestiones tecnocientíficas fuera de su contexto histórico y social, ni de suministrar un conjunto de respuestas preestablecidas a los problemas tecnosociales de mayor relevancia. Metodológicamente habría más bien que estimular el deseo de aprender sobre la materia para que el alumnado sienta la articulación entre los contenidos, su vida cotidiana y la información que recibe sobre el mundo a través de los medios de comunicación; habría que realizar simulacros teóricos o prácticos en que el alumnado sea capaz de planear estrategias de resolución de los problemas debatidos y que le permitan comprender las consecuencias de tomar unas decisiones u otras; deberían debatirse las concepciones implícitas del alumnado acerca de los temas científicos pertinentes y favorecer la búsqueda de información que pueda confirmarlas, refutarlas o ponerlas en entredicho. La confianza ciega en la ciencia y su capacidad de producir un progreso socioeconómico sostenido, herencia del pensamiento ilustrado, se fue eclipsando en el siglo XX. Una parte de la comunidad científica empezó a movilizarse para señalar los daños que el uso indiscriminado de los avances tecnocientíficos estaban generando en el planeta. Esa toma de conciencia ha ido calando en la sociedad, como prueba el desarrollo de las disciplinas ecológicas y el surgimiento de numerosos movimientos sociales ecologistas. El ecologismo se ha convertido en una de las tendencias culturales con mayor seducción ideológica sobre la ciudadanía. De ahí que esta materia, para estar a la altura de los tiempos, deba sintetizar una doble perspectiva: el optimismo histórico ilustrado y positivista y el pesimismo ecologista; o si se prefiere, debe combinar el pesimismo histórico contemporáneo y el optimismo del activismo social, cultural y político. No se trata de promover la fe en la ciencia, sino de poner de manifiesto la utilidad, sensatez, funcionalidad y racionalidad de las actividades tecnocientíficas, como una forma de trabajo que ocupa a un conjunto numeroso y creciente de ciudadanos. Esta materia debe contribuir a la competencia general de investigación y ciencia y a un adecuado entendimiento de la complejidad del mundo de hoy, desde una perspectiva epistémica centrada en la aportación que las ciencias hacen como modelos de interpretación. En tanto que teorías, y partiendo de construcciones conceptuales y de hipótesis, nos proporcionan la posibilidad de traducir los fenómenos de la naturaleza en términos comprensibles al entendimiento humano. El resultado final es un marco intelectual en el que la explicación dada en términos causales, y la predicción de hechos entendidos como efectos derivados de la aplicación de leyes a unas ciertas condiciones iniciales, permiten dar sentido al continuo de estados e instantes de que se compone nuestra vivencia de la realidad. Precisamente por ello la resolución de problemas que la ciencia lleva a cabo está sujeta a la provisionalidad propia de ser una construcción humana histórica, que cambia en función de épocas y contextos culturales más amplios en los que se encuentra inserta. Las limitaciones a que se ve sometida se derivan de la imposibilidad de que el intelecto humano alcance un conocimiento absoluto de una realidad completa, y, por tanto, debe entenderse como un instrumento útil que nos permite interactuar con el mundo circundante partiendo de la interpretación que hacemos de él. El sentido de la actividad científica no puede separarse del de otras manifestaciones de la cultura humana. Las acciones políticas, económicas, éticas o estéticas son modos en que la humanidad se relaciona con el mundo y consigo misma, y, en consecuencia, no se pueden concebir aisladas cada una de las demás. Tomadas en su conjunto e incluyendo al conocimiento científico se dan sentido mutuamente y se condicionan entre sí en una imbricación que da cuenta tanto de la vida social como de la construcción personal de los individuos. Para transmitir al alumnado este conocimiento de la ciencia y la correspondiente sensibilización con el valor de su práctica, es necesario rehuir las presentaciones académicas de los conocimientos. Éstos no deben verse separados en concepciones teóricas aisladas, sino conectados entre sí en un marco interdisciplinar que los vincule a los intereses ciudadanos de nuestros tiempos. El hecho de tratarse de una materia común, destinada a todos los futuros bachilleres, independientemente de la especialización o cualificación profesional que vayan a elegir en el futuro, obliga a impartirla pretendiendo facilitar la necesaria actualización que toda persona deberá realizar a lo largo de su vida. Este aprendizaje permanente que mantiene a cada uno implicado en su época y en su mundo está propiciado aquí con una enseñanza que integra los conocimientos de las demás disciplinas, les da sentido, y permite acrecer la personalidad y la responsabilidad de los individuos. La libertad de que dicha responsabilidad es condición forma parte de la vida de un estado democrático, en el que la resolución de los problemas colectivos corresponde al conjunto de los ciudadanos. Entre las respuestas a tales problemas están las que competen al quehacer científico, que las formula inspirado por las necesidades globales y locales de conocimiento, tanto fundamental como aplicado bajo las formas de la tecnología. Los principios anteriores son los que orientan la selección de objetivos de la materia, y, en consonancia con ellos, los contenidos y los criterios de evaluación. La adecuación de todos estos elementos a los objetivos generales establecidos para la etapa debe lograrse mediante la metodología adecuada, considerando para ello la utilización en el aula de ejemplos prácticos de uso del método científico para la resolución de problemas, estudio de casos históricos de descubrimientos o invenciones de gran repercusión social en el contexto en que se llevaron a cabo. También de situaciones concretas que requieran por parte del alumnado una reflexión racional y crítica que permita desenmascarar prejuicios, actitudes dogmáticas o intereses bastardos encubiertos. Las metas que se persiguen con estos elementos serán: estar al tanto de aquellos temas que se debaten actualmente en el campo de la ciencia contando con el alcance que tienen para la sociedad y las polémicas que llegan a originarse en torno suyo, conocer aquellas particularidades de la ciencia y su método que la definen como un peculiar modo de conocimiento creado en los últimos siglos por la civilización occidental, valorar la participación pasada y presente de Canarias en la construcción de la ciencia europea, apropiarse de actitudes de curiosidad contrarias al dogmatismo que persigan el fundamento riguroso de las aseveraciones relevantes; y capacitarse para alcanzar un grado suficiente de aprendizaje autónomo mediante la información constante derivada de la lectura especializada en cualquier clase de soporte. Los contenidos de la materia se centran en distintos aspectos del trabajo científico contemporáneo de mayor impacto en la sociedad actual. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, estudiando el impacto de los soportes de almacenamiento y difusión de la información. El análisis de la sostenibilidad de los ecosistemas, atendiendo a la relación entre el avance tecnológico y el uso de los recursos naturales. La salud humana y sus condicionantes ambientales, incidiendo en el binomio salud y ciencia. Los desarrollos de la genética y el conocimiento de la herencia, con sus consecuencias ético-sociales. El origen del universo y los últimos descubrimientos astronómicos, que han ampliado la perspectiva humana sobre el universo. El vulcanismo y los avances geológicos, considerando la realidad de la Tierra como un planeta con dinámica propia. El origen de la vida y su desarrollo evolutivo hasta la actualidad, atendiendo a la posición de los humanos en el conjunto de los vivientes. Las expediciones científicas a Canarias, y el papel que ha tenido el Archipiélago como objeto de estudio científico. Se trata en todos los casos de asuntos de interés para la ciudadanía de las Islas Canarias, que se manifiestan como relevantes en muchos aspectos de la vida individual y colectiva, y que en ocasiones suscitan controversias que deben resolverse desde el sólido conocimiento. Contar con los suficientes elementos de juicio para manifestar un grado de competencia suficiente en la expresión fundamentada de las propias posturas confiando en el valor de la racionalidad es lo que puede permitir participar a todos del patrimonio cultural común del que la ciencia y la tecnología son partes inseparables. Los contenidos del bloque I, «Contenidos comunes», podría servir para dar respuesta a problemas tales como ¿qué relación existe entre desarrollo económico y científico?, ¿qué diferencia a la ciencia de la pseudociencia?, ¿qué riesgos entraña el dogmatismo?, ¿cómo contribuye la ciencia a liberarnos de prejuicios? Los contenidos del bloque II, «Nuestro lugar en el Universo», pueden ser útiles para responder a problemas del tipo ¿cuál es la búsqueda de una respuesta científica al origen de la vida?, ¿cómo se interrelacionan la adquisición de técnicas y la hominización?, ¿cómo ha influido la deriva continental en la biodiversidad?, ¿qué alcance tiene una visión determinista de la genética? El bloque III de contenidos, «Vivir más, vivir mejor», puede orientar en las respuestas que se den a cuestiones tales como ¿qué posición adoptar ante el debate biotecnológico?, ¿cómo lograr un control personal de la mejora de nuestra salud?, ¿qué debates suscita la selección artificial en la reproducción humana? Los contenidos expresados en el bloque IV, «Hacia una gestión sostenible del planeta», serían útiles para clarificar problemas como ¿qué margen efectivo de actuación tenemos ante el cambio climático?, ¿es la superpoblación un problema de falta de recursos naturales?, ¿debe ser el agua potable de propiedad pública o privada?, ¿qué actuaciones son posible ante el riesgo de actividad volcánica en las Islas? Los contenidos del bloque V, «Nuevas necesidades, nuevos materiales», pueden servir para responder a problemas tales como ¿quién debe sufragar la investigación básica?, ¿qué papel juega la investigación científica como motor de la sociedad del bienestar?, ¿cómo gestionar a distintos niveles el tratamiento de los residuos? Este bloque VI, «La idea global. De la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento», orientaría en la búsqueda de soluciones a cuestiones del tipo ¿es posible una sociedad del conocimiento sin una efectiva difusión de la información?, ¿qué ventajas e inconvenientes tiene Internet?, ¿cómo responder a las intrusiones en el ámbito de lo privado en los medios de comunicación y en Internet? Es conveniente aplicar una cierta apertura metodológica, donde quepa efectuar la concreción de actividades, lecturas, y selección de información que hayan de utilizarse como elementos coordinadores de la adquisición de conocimiento. Dado que la materia efectúa un rastreo en multitud de fuentes, en su mayoría escritas, su lectura e interpretación resultan imprescindibles. Ha de ayudarse al alumnado a superar los posibles obstáculos que se hallen en los textos y en las exposiciones teóricas. La identificación de las cuestiones que plantean o de las tesis que sustentan, las respuestas que proponen y el modelo de argumentación en que fundamentan sus posturas, resultan procedimientos de trabajo de aula útiles para conformar los hábitos estudiantiles en ésta y otras materias. Con este tipo de metodología se estimulará la comprensión lectora y la capacidad analítica, allanando las dificultades de competencia lingüística y de expresión oral y escrita. La meta que ha de alcanzarse pasa por reforzar la apreciación de la racionalidad en tanto que estrategia para encarar los problemas de los seres humanos, y apreciar la multiplicidad de las respuestas que se les han ido dando. En último término se debe buscar la competencia de carácter transversal de autonomía e iniciativa personal y el ejercicio de su capacitación dentro de los objetivos establecidos. Como en cualquier otra materia, los criterios de evaluación son los que han de servir al profesorado para determinar las competencias que los alumnos y las alumnas deberán alcanzar tras el proceso formativo. Con ellos se da cumplimiento a los objetivos y se enlazan directamente con lo establecido en el conjunto de los contenidos, clarificando las capacidades que se pretenden lograr. Estos criterios, así como el hecho evaluatorio en su conjunto, deben basarse en la práctica de la evaluación formativa, que pueda servir para efectuar el seguimiento del proceso educativo del alumnado. En vistas a ello se contemplará el grado de consecución de los objetivos mediante las pruebas y ejercicios con los cuales pueda conocerse la asimilación de los contenidos y la incorporación de las competencias requeridas. Se debe valorar, pues, sobre la base de actividades semejantes a las realizadas durante el aprendizaje y que se atengan a lo pretendido en alguno de los objetivos de la materia con el nivel de dificultad que convenga al tipo de conocimiento que se evalúa. |