En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los




descargar 1.04 Mb.
títuloEn el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los
página24/38
fecha de publicación28.01.2016
tamaño1.04 Mb.
tipoDocumentos
b.se-todo.com > Documentos > Documentos
1   ...   20   21   22   23   24   25   26   27   ...   38

—Sí, estoy segura.

—Tiene que haber sido por desesperación —comenta Will—. Ha estado comportándose… No sé, como otra persona. Desde que empezó la segunda etapa.

Entonces Drew entra en el comedor arrastrando los pies. Dejo caer la tostada y se me queda la boca abierta.

Decir que está «magullado» sería decir poco. Tiene la cara hinchada y morada, un labio roto y un corte en la ceja. Mantiene la cabeza baja de camino hacia su mesa, ni siquiera la levanta para mirarme. Miro a Cuatro, que está al otro lado del comedor; esboza la sonrisa satisfecha que a mí me gustaría esbozar.

—¿Lo has hecho tú? —pregunta Will entre dientes.

—No, alguien, no vi quién era, me encontró antes de que… —Me interrumpo y trago saliva, decirlo en voz alta hace que sea peor, que sea real—. Antes de que me tiraran al abismo.

—¿Te iban a matar? —pregunta Christina en voz baja.

—Puede. Quizá solo planearan colgarme por encima de él para asustarme —respondo, y encojo un hombro—. Funcionó.

Christina me mira con cara de pena y Will clava una mirada furibunda en la mesa.

—Tenemos que hacer algo —dice Uriah en voz baja.

—¿El qué? ¿Darles una paliza? —pregunta Christina—. Parece que ya se ha encargado alguien.

—No, ese dolor pueden superarlo —contesta Uriah—. Tenemos que echarlos de la clasificación, eso arruinará su futuro. Para siempre.

Cuatro se levanta y se coloca entre las dos mesas, cortando de golpe la conversación.

—Trasladados, hoy vamos a hacer algo distinto —dice—. Seguidme.

Nos levantamos y Uriah arruga la frente.

—Ten cuidado —me pide.

—No te preocupes —contesta Will—. La protegeremos.

Cuatro nos saca del comedor y nos lleva por los senderos que rodean el Pozo. Tengo a Will a la izquierda y a Christina a la derecha.

—No llegué a decirte que lo siento —comenta Christina—. Por llevarme la bandera cuando fuiste tú quien se la ganó. No sé qué me pasó.

No estoy segura de si será inteligente perdonarla…, perdonarlos a los dos, después de lo que me dijeron ayer cuando salió la clasificación. Sin embargo, mi madre me diría que la gente tiene sus defectos y que hay que ser comprensivo con ellos. Y Cuatro me pidió que confiara en mis amigos.

No sé en quién debería confiar más, puesto que ya no sé quiénes son mis amigos de verdad. ¿Uriah y Marlene, que estuvieron de mi parte incluso después de parecer fuerte, o Christina y Will, que siempre me han protegido cuando parecía débil?

Cuando sus grandes ojos castaños se encuentran con los míos, asiento con la cabeza.

—Vamos a olvidarlo.

Sigo queriendo estar enfadada, pero tengo que desprenderme de mi rabia.

Subimos más que nunca antes, hasta que la cara de Will se pone blanca cada vez que mira abajo. Casi siempre disfruto de las alturas, así que me agarro al brazo de Will como si necesitara su apoyo…, aunque, en realidad, le estoy prestando el mío. Sonríe, agradecido.

Cuatro se vuelve y retrocede unos pasos… de espaldas, de espaldas en un sendero estrecho sin barandilla. ¿Tan bien conoce este lugar?

Mira a Drew, que arrastra los pies al final del grupo, y dice:

—¡Acelera, Drew!

Es un chiste cruel, pero me cuesta reprimir una sonrisa…, hasta que Cuatro se fija en que voy agarrada al brazo de Will y veo que se pone muy serio. Su expresión me provoca escalofríos, ¿está celoso?

Nos acercamos cada vez más al techo de cristal y, por primera vez en varios días, veo el sol. Cuatro sube unas escaleras metálicas que llevan a un agujero del techo. Crujen bajo los pies y miro abajo, al Pozo y al abismo.

Caminamos sobre el cristal, que es más bien un suelo que un techo, y atravesamos una habitación cilíndrica con paredes de cristal. Los edificios que nos rodean están medio derruidos y parecen abandonados, seguramente por eso nunca había visto el complejo de Osadía antes de llegar aquí. Además, el sector de Abnegación está muy lejos.

En la habitación de cristal hay varios miembros de Osadía hablando en grupos, dos de ellos luchan con palos y se ríen cuando uno de ellos no acierta y golpea el aire. Sobre mí hay dos cuerdas que cruzan la sala, una unos pocos metros más alta que la otra. Seguramente tiene algo que ver con las atrevidas proezas que dan fama a la facción.

Cuatro nos lleva hacia otra puerta. Al otro lado hay un espacio frío y húmedo con paredes llenas de grafitis y tuberías al aire. La habitación está iluminada mediante una serie de anticuados tubos fluorescentes con cubiertas de plástico; deben de ser muy viejos.

—Esto es un tipo de simulación distinta, conocida como el paisaje del miedo —dice Cuatro; le brillan los ojos—. La han desactivado para nosotros, así que no tendrá este aspecto la próxima vez que la veáis.

Detrás de él han pintado en rojo con letras artísticas la palabra «Osadía» en un muro de hormigón.

—A lo largo de las simulaciones hemos almacenado datos sobre vuestros peores miedos. El paisaje del miedo accede a esos datos y os presenta una serie de obstáculos virtuales. Algunos serán miedos a los que ya os hayáis enfrentado en las anteriores simulaciones. Otros miedos serán nuevos. La diferencia es que, en el paisaje del miedo, seréis conscientes de que se trata de una simulación, así que estaréis alerta durante todo el proceso.

Eso significa que todos serán divergentes en el paisaje del miedo. No sé si es un alivio, ya que no me podrán detectar, o un problema, ya que no contaré con esa ventaja.

—El número de miedos que tengáis en vuestros paisajes variará según el número de miedos que tenga cada uno —sigue explicando Cuatro.

¿Cuántos miedos tendré? Pienso en enfrentarme de nuevo a los cuervos y me estremezco, aunque el aire está caliente.

—Ya os dije antes que la tercera etapa de la iniciación se centra en la preparación mental —dice Cuatro; recuerdo cuándo lo dijo, el primer día, justo antes de ponerle a Peter una pistola en la cabeza. Qué pena que no disparara.

—Eso es porque debéis controlar tanto las emociones como el cuerpo, combinar las habilidades físicas que adquiristeis en la primera etapa con el dominio emocional que aprendisteis en la segunda para estar equilibrados —explica; uno de los tubos fluorescentes del techo parpadea; Cuatro deja de mirar a los iniciados y se centra en mí—. La semana que viene pasaréis lo más deprisa posible por vuestro paisaje del miedo delante de un tribunal de líderes de Osadía. Será la prueba final, la que determinará la clasificación de la tercera etapa. Igual que la segunda tenía más peso que la primera, la tercera es la que más se valora de todas. ¿Lo entendéis?

Todos asentimos con la cabeza, incluso Drew, que duele solo de mirarlo.

Si hago bien mi última prueba tengo muchas posibilidades de quedar entre los diez primeros y convertirme en miembro. Convertirme en miembro de Osadía. La idea casi hace que me maree de alivio.

—Tenéis dos formas de superar cada obstáculo: o conseguís calmaros lo suficiente para que la simulación registre un pulso normal y uniforme, o conseguís enfrentaros a vuestro miedo, lo que puede obligar a la simulación a seguir adelante. Un modo de enfrentarse al miedo a morir ahogado es sumergirse a más profundidad, por ejemplo —dice Cuatro, encogiéndose de hombros—. Así que os sugiero que aprovechéis la próxima semana para meditar sobre vuestros miedos y desarrollar estrategias para enfrentaros a ellos.

—No parece justo —protesta Peter—. ¿Y si una persona solo tiene siete miedos y otra tiene veinte? No es culpa suya.

Cuatro se queda mirándolo unos segundos antes de reírse.

—¿De verdad quieres hablar conmigo de justicia? —le pregunta; se acerca a Peter, y el grupo de iniciados le abre paso hasta que se coloca delante de él, cruza los brazos y añade, en tono asesino—: Entiendo que estés preocupado, Peter. Lo que pasó anoche prueba sin lugar a dudas que eres un despreciable cobarde. —Peter le devuelve la mirada, inmutable—. Bueno, ahora todos sabemos que te da miedo una chica bajita y escuálida de Abnegación —dice Cuatro, sonriendo.

Will me rodea con un brazo, mientras que la risa reprimida de Christina hace que se le agiten los hombros. Y yo también consigo encontrar una sonrisa dentro de mí.

Cuando volvemos al dormitorio por la tarde, Al está allí.

Will se pone detrás de mí y me sujeta los hombros un poco, como para recordarme que está conmigo. Christina se acerca más a mí.

Hay sombras bajo los ojos de Al, y tiene la cara hinchada de tanto llorar. Noto una punzada de dolor cuando lo veo, y no puedo moverme. El olor a hierba limón y salvia, que antes me gustaba, ahora me huele a rancio.

—Tris —dice Al, y se le rompe la voz—. ¿Puedo hablar contigo?

—¿Estás de coña? —pregunta Will, apretándome los hombros—. No te vuelvas a acercar a ella en la vida.

—No te haré daño, no quería hacerte daño… —insiste Al, tapándose la cara con ambas manos—. Solo quería decirte que lo siento, que lo siento mucho. No… No sé qué me pasa. Por favor, perdóname, por favor…

Levanta un brazo como si fuera a tocarme el hombro o una mano; tiene la cara cubierta de lágrimas.

En algún lugar de mi interior hay una persona compasiva y bondadosa. En algún lugar hay una chica que intenta comprender por lo que pasa la gente, que acepta que las personas hacen cosas malas y que la desesperación las conduce a lugares más oscuros de lo que jamás habrían imaginado. Juro que esa chica existe y que sufre por el chico arrepentido que tengo delante.

Pero, si la viera, no la reconocería.

—Aléjate de mí —digo en voz baja; me noto rígida y fría, y no estoy enfadada, no estoy dolida, no estoy nada—. No vuelvas a acercarte a mí —añado.

Nos miramos a los ojos, los suyos son oscuros y vidriosos. Yo no soy nada.

—Si lo haces, te juro por Dios que te mataré —le digo—, cobarde.

CAPÍTULO

VEINTICUATRO

—TRIS.

En mi sueño, mi madre dice mi nombre. Me llama, y yo cruzo la cocina para ponerme a su lado. Me señala la olla que está en el fuego, y levanto la tapa para ver qué hay dentro. El ojo redondo y oscuro de un cuervo me devuelve la mirada, tiene las plumas del ala apretadas contra la pared de la olla y su gordo cuerpo está cubierto de agua hirviendo.

—A cenar —dice mi madre.

—¡Tris! —oigo de nuevo, y abro los ojos: Christina está de pie al lado de mi cama, con las mejillas manchadas de lágrimas teñidas de rímel—. Es Al. Ven.

Otros iniciados están despiertos, aunque no todos. Christina me da la mano y me saca del dormitorio. Corro descalza por el suelo de piedra mientras parpadeo para apartar las nubes de mis ojos; todavía me pesan las piernas, estoy medio dormida. Ha pasado algo terrible, lo noto en cada latido de mi corazón. «Es Al.»

Corremos por el Pozo hasta que Christina se detiene. Una multitud se ha reunido alrededor del borde, pero hay espacio entre los presentes, así que no me cuesta dejar atrás a Christina, rodear a un hombre alto de mediana edad y llegar al frente.

Dos hombres están al borde del abismo, izando algo con cuerdas. Los dos gruñen por el esfuerzo, echan todo su peso atrás para que las cuerdas se deslicen sobre la barandilla y después se inclinan hacia delante para volver a tirar. Una forma oscura y enorme surge por el borde, y unos cuantos miembros corren a ayudar a los dos hombres a dejarla en el suelo.

La forma cae en el suelo del Pozo. Un brazo pálido, hinchado por el agua, da contra la piedra. Un cadáver. Christina se aprieta contra mí, agarrándose a mi brazo. Esconde la cabeza en mi hombro y solloza, pero yo no consigo apartar la mirada. Unos cuantos hombres dan la vuelta al cadáver y la cabeza se gira a un lado.

Los ojos están abiertos y vacíos. Oscuros. Ojos de muñeco. Y la nariz tiene un gran arco, un puente estrecho y la punta redonda. Los labios están azules. La cara en sí no es humana, es medio cadáver y medio animal. Me arden los pulmones, me cuesta respirar la siguiente bocanada de aire. Al.

—Uno de los iniciados —comenta alguien detrás de mí—. ¿Qué ha pasado?

—Lo mismo que pasa todos los años —responde otro—. Se ha tirado por el borde.

—No seas tan morboso, podría ser un accidente.

—Lo han encontrado en medio del abismo, ¿crees que tropezó con el cordón de los zapatos y…, vaya por Dios, salió volando cinco metros?

Christina cada vez me aprieta el brazo con más fuerza. Debería decirle que me soltara, que me empieza a doler. Alguien se arrodilla al lado de la cara de Al y le cierra los ojos. Intenta que parezca que duerme, supongo. Qué estupidez, ¿por qué la gente finge que la muerte es como dormir? No lo es. No lo es.

Algo dentro de mí se derrumba. Tengo el pecho tirante, me ahogo, no puedo respirar. Caigo al suelo y arrastro a Christina conmigo. La piedra me raspa las rodillas. Oigo algo, el recuerdo de algo: los sollozos de Al, sus gritos por las noches. Debería haberlo sabido. Sigo sin poder respirar. Me llevo ambas manos al pecho y me balanceo adelante y atrás para liberar la presión.

Cuando parpadeo, veo la parte de arriba de la cabeza de Al mientras me lleva a cuestas al comedor. Noto el rebote de sus pisadas. Es grande, cálido y torpe. No, era. Eso es la muerte, cambiar de «es» a «era».

Respiro con dificultad. Alguien ha traído una enorme bolsa negra para meter el cadáver. Va a ser pequeña. La risa me sube por la garganta y me sale por la boca, forzada y borboteante. Al no cabe en la bolsa para cadáveres; qué tragedia. A mitad de la carcajada, me tapo la boca y suena como un gruñido. Me suelto de Christina, me levanto y la dejo en el suelo. Corro.

—Toma —me dice Tori, dándome una taza humeante que huele a menta.

La sostengo con ambas manos y el calor hace que me piquen los dedos.

Se sienta frente a mí. En cuestión de funerales, en Osadía no se pierde el tiempo. Tori me contó que prefieren hacer frente a la muerte en cuanto se produce. En la habitación principal del estudio de tatuajes no hay nadie, pero el Pozo está abarrotado de miembros, casi todos borrachos. No sé de qué me sorprendo.

En casa, los funerales son acontecimientos sombríos, todos se reúnen para dar su apoyo a la familia del fallecido y nadie está desocupado, pero no hay risas, ni gritos, ni bromas. Y en Abnegación no se bebe alcohol, así que todos están sobrios. Tiene sentido que los funerales de esta facción sean justo lo contrario.

—Bébetelo —me dice—. Te sentirás mejor, te lo prometo.

—No creo que esto se solucione con infusión —respondo despacio, pero me la bebo de todos modos.

Me calienta la boca y la garganta, y me baja hasta el estómago. No me había dado cuenta del frío que tenía hasta que he dejado de tenerlo.

—He dicho «mejor», no «bien» —me corrige ella, sonriendo, aunque no se le arrugan los rabillos de los ojos, como le pasa siempre—. Creo que no vas a estar «bien» durante un tiempo.

—¿Cuánto…? —empiezo a preguntar después de morderme un labio, en busca de las palabras correctas—. ¿Cuánto tardaste en volver a estar bien después de que tu hermano…?

—No lo sé —responde, sacudiendo la cabeza—. Algunos días es como si siguiera sin estar bien. Otros, me siento satisfecha, incluso contenta. Tardé unos cuantos años en dejar de planear la venganza, eso sí.

—¿Por qué lo dejaste?

Observa con la mirada perdida la pared que tengo detrás. Se da unos golpecitos con los dedos en la pierna durante unos segundos y responde:

—No creo que lo haya dejado, exactamente. Es más que… espero mi oportunidad.

Sale de su aturdimiento y mira su reloj.

—Hora de irse —anuncia.

Echo el resto de la infusión en el fregadero. Cuando aparto la mano de la taza me doy cuenta de que tiemblo. Eso no es bueno. Me suelen temblar las manos antes de empezar a llorar, y no puedo llorar delante de todos.
1   ...   20   21   22   23   24   25   26   27   ...   38

similar:

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconNos define como una sociedad de enorme niveles de consumo. Si lo...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconSe plantearon preguntas que tienes que responder, cada una de ellas...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconResumen: En este trabajo se nos ha encargado el análisis de una secuencia...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconLas vitaminas son vitales. La salud es resiente cuando no tomamos...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconLos textos de Aristóteles
«eudemonista», es decir, una ética de la felicidad. Pero es también una ética de la virtud, el medio por excelencia para alcanzar...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconDepartamento de humanidades y ciencias sociales
«enriquecidos» con genes de acuerdo con los deseos de los padres. Según otros investigadores, esta gestión y control de los genes,...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconOrígenes de la psicogenealogía
«la verdad no está en una sola cabeza, lo que yo diga es válido hasta cierto punto y hay riesgo de equivocación»

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconCada kin (día) es una frecuencia arquetípica, modelo ideal de vibración...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los icon8. ¿Cuál es la diferenci a básica entre una espiga y una panícula?...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconResumen Si aceptamos que existe una estrecha interrelación entre...




Todos los derechos reservados. Copyright © 2019
contactos
b.se-todo.com