En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los




descargar 1.04 Mb.
títuloEn el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los
página33/38
fecha de publicación28.01.2016
tamaño1.04 Mb.
tipoDocumentos
b.se-todo.com > Documentos > Documentos
1   ...   30   31   32   33   34   35   36   37   38

—¿Qué trabajo piensas elegir? —le pregunto.

—Estoy pensando que puede que me guste un trabajo como el de Cuatro, entrenar a los iniciados. Matarlos del susto. Ya sabes, algo divertido. ¿Y tú?

Estaba tan concentrada en superar la iniciación que apenas lo había pensado. Podría trabajar para los líderes de Osadía, pero me matarían si descubren lo que soy. ¿Qué otras opciones hay?

—Supongo… que podría ser embajadora ante las otras facciones. Creo que ser trasladada me ayudaría.

—Esperaba que dijeras que te gustaría formarte como líder —responde Christina, suspirando—. Porque eso es lo que quiere Peter, no dejaba de hablar del tema en el dormitorio.

—Y es lo que yo quiero —añade Will—. Con suerte quedaré por encima de él…, oh, y de los iniciados de Osadía, me había olvidado de ellos —dice, gruñendo—. Ay, Dios, es misión imposible.

—Qué va —responde Christina, dándole la mano como si fuera la cosa más natural del mundo; Will se la aprieta.

—Pregunta —dice ella, echándose hacia delante—: los líderes que examinaban tu paisaje del miedo… estaban riéndose de algo.

—¿Ah, sí? —pregunto, y me muerdo el labio con ganas—. Me alegro de que mi terror los divierta tanto.

—¿Alguna idea de qué obstáculo les hacía tanta gracia?

—No.

—Estás mintiendo, siempre te muerdes el interior de la mejilla cuando mientes. Eso te delata.

Dejo de morderme el interior de la mejilla.

—Will aprieta los labios, si eso te hace sentir mejor —añade, y Will se tapa la boca de inmediato.

—Vale, de acuerdo: me daba miedo la… intimidad.

—Intimidad —repite Christina—. ¿El… sexo?

Me pongo tensa y me obligo a asentir con la cabeza. Aunque solo estuviera aquí Christina y nadie más, también me entrarían ganas de estrangularla. Repaso unas cuantas formas de provocar daños graves con el mínimo esfuerzo. Intento lanzarle llamas con los ojos.

Will se ríe.

—¿Y cómo fue? —pregunta Christina—. Quiero decir, ¿alguien intentó… hacerlo contigo? ¿Quién?

—Bueno, ya sabes, sin rostro… hombre no identificable —respondo—. ¿Qué tal tus polillas?

—¡Me prometiste que no lo dirías! —grita ella, dándome en el brazo.

—Polillas —repite Will—. ¿Te dan miedo las polillas?

—No una simple nube de polillas —responde ella—, sino como… un enjambre entero de polillas. Por todas partes. Todas esas alas, patas y… —Se estremece y sacude la cabeza.

—Aterrador —bromea Will, fingiendo estar serio—. Esa es mi chica, dura como una bola de algodón.

—Oh, cállate.

En algún lugar chirría un micrófono con tanta fuerza que me tapo los oídos. Miro al otro lado de la sala y veo que Eric está encima de una de las mesas, micrófono en mano, dándole golpecitos con la punta de los dedos. Cuando termina y la multitud de Osadía guarda silencio, se aclara la garganta y empieza a hablar.

—Aquí no se nos dan demasiado bien los discursos, la elocuencia es para los eruditos —dice, y la gente se ríe.

Me pregunto si sabrán que él viene de Erudición, que bajo toda su falsa temeridad e incluso brutalidad osada, es más un erudito que otra cosa. Si lo supieran, dudo que se rieran con él.

—Así que voy a ser breve —sigue diciendo—. Es un nuevo año y tenemos un nuevo grupo de iniciados y un grupo ligeramente más pequeño de nuevos miembros. Les damos nuestra enhorabuena.

Al oír la palabra «enhorabuena», los asistentes, en vez de romper en aplausos, se ponen a dar puñetazos en las mesas. El ruido me vibra dentro del pecho y sonrío.

—Creemos en la valentía. Creemos en la acción. Creemos en liberarnos del miedo y en adquirir las habilidades necesarias para eliminar el mal de nuestro mundo, de modo que el bien pueda prosperar y florecer. Si vosotros también creéis en estas cosas, os damos la bienvenida.

Aunque sé que es muy probable que Eric no crea en ninguna de esas cosas, no puedo evitar sonreír, ya que yo sí creo en ellas. Por mucho que los líderes de Osadía hayan retorcido los ideales de la facción, esos ideales siguen siendo los míos.

Más puñetazos, esta vez acompañados de gritos de júbilo.

—Mañana, en su primer acto como miembros, nuestros diez mejores iniciados elegirán su profesión en el orden en que hayan quedado clasificados —dice Eric—. Sé que lo que todos esperáis es la clasificación. Se determina a partir de una combinación de tres puntuaciones: la primera, de la etapa de entrenamiento en combate; la segunda, de la etapa de simulaciones; y la cuarta, del examen final, el paisaje del miedo. La clasificación aparecerá en la pantalla que tengo detrás.

En cuanto la palabra «detrás» sale de su boca, los nombres aparecen en la pantalla, que es casi tan grande como la pared. Al lado del número uno está mi foto y el nombre «Tris».

Es como si me quitaran un peso del pecho. No me había dado cuenta de que ese peso estaba ahí hasta que desaparece y dejo de sentirlo. Sonrío y noto un cosquilleo por todo el cuerpo: la primera. Divergente o no, esta facción es la mía.

Me olvido de la guerra; me olvido de la muerte. Will me da un abrazo de oso. Oigo vítores, risas y gritos. Christina señala la pantalla con los ojos muy abiertos y llenos de lágrimas.

1. Tris

2. Uriah

3. Lynn

4. Marlene

5. Peter

Peter se queda; reprimo un suspiro. Pero, entonces leo el resto de los nombres.

6. Will

7. Christina

Sonrío, y Christina se inclina sobre la mesa para abrazarme. Estoy demasiado distraída para protestar por la demostración de afecto, y ella se ríe en mi oído.

Alguien me agarra por detrás y me grita al oído; es Uriah. No puedo girarme, así que echo una mano atrás y le aprieto el hombro.

—¡Enhorabuena! —le grito.

—¡Les has vencido! —me grita; después me suelta, riéndose, y corre hacia un grupo de iniciados nacidos en Osadía.

Estiro el cuello para volver a mirar la pantalla y sigo bajando por la lista.

El octavo, el noveno y el décimo son chicos de Osadía cuyos nombres apenas reconozco.

El once y el doce son Molly y Drew.

Molly y Drew están fuera. Drew, el que intentó huir mientras Peter me tenía agarrada por el cuello sobre el abismo, y Molly, que contó mentiras a Erudición sobre mi padre, se quedarán sin facción.

No es la victoria que quería, pero no deja de ser una victoria.

Will y Christina se besan con demasiado baboseo para mi gusto. A mi alrededor solo se oyen los puñetazos de los osados en las mesas. Entonces noto que alguien me toca el hombro y, al volverme, veo a Tobias detrás de mí. Me levanto y esbozo una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Crees que abrazarte sería arriesgarse demasiado? —pregunta.

—La verdad es que me da lo mismo.

Me pongo de puntillas y le beso en los labios.

Es el mejor momento de mi vida.

Un instante después, el pulgar de Tobias roza el punto del cuello donde me pusieron la inyección y unas cuantas cosas encajan de repente. No sé cómo no me había dado cuenta antes.

Uno: El suero teñido contiene transmisores.

Dos: Los transmisores conectan la mente a un programa de simulación.

Tres: Erudición desarrolló el suero.

Cuatro: Eric y Max trabajan con Erudición.

Me aparto de Tobias y me quedo mirándolo con los ojos como platos.

—¿Tris? —pregunta, desconcertado.

—Ahora no —respondo, sacudiendo la cabeza, aunque quería decir: «Aquí no». No con Will y Christina a medio metro de mí (mirándonos con la boca abierta, seguramente porque acabo de besar a Tobias) y el estruendo de Osadía a nuestro alrededor. Pero tiene que saber lo importante que es.

—Después, ¿vale? —le digo.

Él asiente con la cabeza. Ni siquiera sé cómo se lo voy a explicar después; ni siquiera sé cómo pensar con claridad.

Lo que sí sé es cómo Erudición piensa hacernos luchar.

CAPÍTULO

TREINTA Y TRES

INTENTO PILLAR solo a Tobias después del anuncio de la clasificación, pero hay demasiados miembros e iniciados, y la energía de sus felicitaciones lo aparta de mí. Decido escabullirme del dormitorio cuando todos duerman y buscarlo, pero el paisaje del miedo me ha cansado más de lo que creía, así que no tardo en dormirme yo también.

Me despierto al oír un chirrido de muelles y pies arrastrándose por el suelo. Está demasiado oscuro para ver con claridad, pero, una vez se acostumbran mis ojos, veo que Christina se está atando los cordones de los zapatos. Abro la boca para preguntarle qué hace, hasta que me doy cuenta de que, frente a mí, Will se pone una camiseta. Todos están despiertos, pero nadie habla.

—Christina —murmuro; ella no me mira, así que la agarro del hombro y la sacudo—. ¡Christina!

Ella sigue atándose los cordones.

Me da un vuelco el corazón cuando le veo la cara: tiene los ojos abiertos, aunque en blanco, y los músculos de la cara están flácidos. Se mueve sin mirar lo que hace, con la boca medio abierta; no está despierta, pero lo parece, y todas las personas que me rodean están igual que ella.

—¿Will? —pregunto, cruzando la habitación.

Todos los iniciados se ponen en fila cuando terminan de vestirse y empiezan a salir en silencio del dormitorio. Me agarro al brazo de Will para que no se vaya, pero es imposible detenerlo. Aprieto los dientes y lo sujeto con todas mis fuerzas, clavando los talones en el suelo. Will me arrastra con él.

Son sonámbulos.

Me meto los zapatos a toda prisa, no puedo quedarme aquí sola. Me los ato rápidamente, me pongo una chaqueta y salgo corriendo del dormitorio para alcanzar el final de la fila de iniciados y adaptarme a su ritmo. Tardo unos segundos en darme cuenta de que se mueven al unísono, el mismo pie adelante y el mismo brazo atrás. Los imito lo mejor que sé, aunque el ritmo me resulta extraño.

Marchamos hacia el Pozo, pero, cuando llegamos a la entrada, los primeros de la fila tuercen a la izquierda. Max está en el pasillo, observándonos. El corazón me late con fuerza en el pecho y miro al frente con toda la inexpresividad posible, concentrándome en el ritmo de mis pies. Me pongo tensa cuando paso a su lado; se va a dar cuenta, se va a dar cuenta de que no tengo el cerebro frito, como los demás, y entonces me pasará algo malo. Lo sé.

Los ojos de Max pasan por encima de mí.

Subimos un tramo de escaleras y avanzamos al mismo ritmo por cuatro pasillos. Entonces, el pasillo se abre a una caverna enorme, y dentro veo una multitud de osados.

Hay filas de mesas con montañas negras encima. No veo lo que son las pilas hasta estar a pocos centímetros de ellas: armas de fuego.

Claro, Eric dijo que ayer pusieron las inyecciones a todos los miembros de la facción, así que, ahora, toda la facción está con el cerebro en punto muerto, obediente y entrenada para matar. Soldados perfectos.

Recojo una pistola, una pistolera y un cinturón, imitando a Will, que está justo delante de mí. Intento copiar sus movimientos, aunque no puedo predecir lo que va a hacer, así que acabo siendo menos precisa de lo que me gustaría. Aprieto los dientes, tengo que confiar en que nadie me observa.

Una vez armada, sigo a Will y a los otros iniciados a la salida.

No puedo luchar contra Abnegación, contra mi familia. Preferiría morir, eso ya lo probó mi paisaje del miedo. Mi lista de opciones se reduce y veo el camino que debo seguir. Fingiré lo suficiente como para llegar al sector de Abnegación, salvaré a mi familia y lo que pase después no tiene importancia. Me calmo por completo.

La fila de iniciados entra en un pasillo oscuro. No veo a Will ni nada de lo que tengo delante. Mi pie da con algo duro, tropiezo y extiendo los brazos. Mi rodilla da contra algo: un escalón. No me ha visto nadie, está demasiado oscuro. Por favor, que esté demasiado oscuro.

Cuando la escalera gira, entra luz en la caverna y, por fin, vuelvo a ver los hombros de Will delante de mí. Me concentro en ir a su mismo ritmo hasta llegar a lo alto de las escaleras, donde hay otro líder de Osadía. Ahora sé identificar a los líderes, ya que son los únicos que están despiertos.

Bueno, los únicos no. Yo debo de estar despierta porque soy divergente. Y, si estoy despierta, eso quiere decir que Tobias también, a no ser que me equivoque con él.

Tengo que encontrarlo.

Me pongo de pie al lado de las vías del tren, en medio de un grupo que se extiende hasta donde alcanza mi visión periférica. El tren se detiene delante de nosotros con todos los vagones abiertos. Uno a uno, mis compañeros suben al vagón que nos corresponde.

No puedo volver la cabeza para buscar a Tobias entre la multitud, aunque sí miro por el rabillo del ojo. No me suenan las caras de la izquierda, pero sí distingo a un chico alto de pelo corto a unos metros a mi derecha. Quizá no sea él, no puedo estar segura, pero es mi mejor oportunidad. No sé cómo llegar hasta él sin llamar la atención; tengo que llegar hasta él.

El vagón que tengo delante se llena, y Will se vuelve hacia el siguiente. Lo sigo imitando y, en vez de detenerme cuando él se detiene, avanzo unos pasos a la derecha. La gente que me rodea es más alta que yo, me taparán. Vuelvo a moverme hacia la derecha, apretando los dientes. Demasiado movimiento, me van a pillar. «Por favor, que no me pillen.»

Un osado inexpresivo del vagón de al lado le ofrece una mano al chico que tengo delante, y el chico la acepta con movimientos robóticos. Me agarro a la siguiente mano sin mirarla y subo al vagón con toda la elegancia que puedo.

Me quedo mirando a la persona que me ha ayudado. Levanto la mirada solo un segundo para verle la cara: Tobias, tan inexpresivo como todos los demás. ¿Me he equivocado? ¿No es divergente? Se me saltan las lágrimas y tengo que reprimirlas mientras le doy la espalda.

Hay mucha gente dentro del vagón, así que formamos cuatro filas, hombro con hombro. Entonces sucede algo peculiar, unos dedos se entrelazan con los míos y una palma se pega a mi palma: Tobias me da la mano.

Todo mi cuerpo se llena de energía. Le aprieto la mano y me devuelve el apretón. Está despierto, yo tenía razón.

Quiero mirarlo, pero me obligo a quedarme quieta y mantener la vista al frente cuando el tren empieza a moverse. Él mueve el pulgar formando un lento círculo por el dorso de mi mano. Se supone que es para consolarme, aunque solo sirve para frustrarme más, ya que necesito hablar con él, necesito mirarlo.

No veo adónde va el tren porque la chica que tengo delante es muy alta, así que me quedo mirándole la nuca y me concentro en la mano de Tobias hasta que las vías rechinan. No sé cuánto tiempo llevo aquí de pie, pero me duele la espalda, por lo que supongo que ha sido un buen rato. El tren frena entre chirridos y mi corazón late tan fuerte que me cuesta respirar.

Justo antes de saltar, veo que la cabeza de Tobias entra en mi campo de visión y puedo mirarlo. La expresión de sus ojos oscuros es de apremio cuando dice:

—Corre.

—Mi familia —respondo.

Vuelvo a mirar al frente y salto del vagón cuando me toca. Tobias camina por delante. Debería concentrarme en su nuca, pero las calles por las que ahora camino me son familiares y la fila de osados que sigo ya no capta mi atención. Paso por el lugar al que iba cada seis meses con mi madre a llevarme ropa nueva para la familia; la parada de autobús en la que esperaba por las mañanas para ir a clase; la zona de acera que estaba tan agrietada que Caleb y yo nos inventamos un juego de saltar para cruzarla.

Ahora es todo distinto: los edificios están vacíos y a oscuras; las calles, llenas de soldados de Osadía que avanzan al mismo ritmo, salvo los oficiales, que están a unos cientos de metros, observándonos o reuniéndose en grupitos para hablar de algo. Nadie parece hacer nada. ¿De verdad hemos venido a la guerra?
1   ...   30   31   32   33   34   35   36   37   38

similar:

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconNos define como una sociedad de enorme niveles de consumo. Si lo...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconSe plantearon preguntas que tienes que responder, cada una de ellas...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconResumen: En este trabajo se nos ha encargado el análisis de una secuencia...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconLas vitaminas son vitales. La salud es resiente cuando no tomamos...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconLos textos de Aristóteles
«eudemonista», es decir, una ética de la felicidad. Pero es también una ética de la virtud, el medio por excelencia para alcanzar...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconDepartamento de humanidades y ciencias sociales
«enriquecidos» con genes de acuerdo con los deseos de los padres. Según otros investigadores, esta gestión y control de los genes,...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconOrígenes de la psicogenealogía
«la verdad no está en una sola cabeza, lo que yo diga es válido hasta cierto punto y hay riesgo de equivocación»

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconCada kin (día) es una frecuencia arquetípica, modelo ideal de vibración...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los icon8. ¿Cuál es la diferenci a básica entre una espiga y una panícula?...

En el Chicago distópico de Beatrice Prior, la sociedad está dividida en cinco facciones, cada una de ellas dedicada a cultivar una virtud concreta: Verdad los iconResumen Si aceptamos que existe una estrecha interrelación entre...




Todos los derechos reservados. Copyright © 2019
contactos
b.se-todo.com