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Inteligencia emocional en sexualidad y relación de parejaEl éxito en las relaciones de pareja tiene mucho que ver con la Inteligencia Emocional. Conocer como eres tú y como es tu pareja. Saber que los dos sois merecedores de estar bien. Contemplar las equivocaciones como un paso a la mejoría. Escuchar y ser escuchado por la pareja. Pedir y expresar tus necesidades y deseos con naturalidad. Comprender y tolerar vuestras diferencias. Perseverar en conseguir los objetivos que os propongáis. Conseguir dar y recibir el apoyo emocional necesario para desarrollarnos como personas. Saber motivarnos a nosotros mismos y a la pareja para salir de la rutina. Cuando una persona o una pareja presenta un problema sexual o un problema en la comunicación el terapeuta tendrá que saber cuáles son las habilidades de la inteligencia emocional con las que cuenta su paciente. Si en alguna de estas habilidades sus destrezas no son suficientes tendrá que tenerlo en cuenta para el éxito de la terapia. El taller que se realizará en el curso de estas jornadas, tiene como objetivos:
SEXUALIDAD PREPUBERALLópez, Félix *; Campo, Amaia del y Guijo, Valeriana Introducción:Aunque algunos aspectos de la sexualidad infantil, como la adquisición de la identidad sexual y el rol de género, han sido muy estudiados (Maccoby, 1966; McConaghy, 1979; Martin y Halverson, 1983; López, 1988 y Fernández, 1996), las conductas sexuales infantiles apenas han sido objeto de atención. Esto es especialmente sorprendente, si se tiene en cuenta que en las dos últimas décadas se han hecho cientos de investigaciones sobre los abusos sexuales a menores (cometidos por adultos o por otros menores); es decir, se ha estudiado al “mal uso” de la sexualidad infantil, pero no ésta. Se trata, por cierto, de una contradicción, nada inocente, que ha contribuido a negar y perseguir aun más las manifestaciones sexuales infantiles. Por nuestra parte, hemos sigo muy críticos con dos actitudes que consideramos igualmente inadecuadas, la de los que niegan o olvidan la sexualidad infantil (en general, buena parte de los estudios sobre abusos sexuales a menores) y la de aquellos que niegan o quitan importancia al problema de los abusos sexuales (buena parte de los autodenominados sexólogos). Nos parece que una actitud profesional debe llevarnos a reconocer los hechos y su significado: la existencia de la sexualidad infantil, que debe ser conocida y aceptada, y la frecuencia de los abusos sexuales a menores. En la actualidad, incluso entre los sexólogos, por unos motivos u otros, entre los que no faltan las numerosas subvenciones públicas, mucho más dispuestas a apoyar el tratamiento del problema de los abusos que la educación sexual, la realidad es que se ha conseguido poner de manifiesto un problema lacerante –la alta prevalencia y la gravedad de los abusos a menores–, rompiendo el silencio de siglos (nosotros mismos hemos contribuido en nuestro país llevando a cabo la primera y aún única investigación con una muestra nacional, López y Otros, 1994, y varias tesis doctorales), pero sigue sin ser reconocida y aceptada la sexualidad infantil. Incluso, como ya se ha consumado en los países anglosajones, especialmente en Estados Unidos, los estudios sobre los abusos sexuales a menores –necesarios y magníficos en numerosos casos– han tenido tres efectos perversos: la persecución de manifestaciones sexuales infantiles que son saludables –de niños, entre niños, que se exploran o juegan de forma consentida–, el aumento del “miedo al contacto afectivo y social” entre adultos y menores, incluso dentro de la familia, y el incremento de una idea muy arraigada en nuestra cultura: la peligrosidad de la sexualidad. No es este el lugar para profundizar en estos tres efectos perniciosos, pero sí de dejar claro que prevenir los abusos, detectar los abusos y ayudar a víctimas y agresores, debe ser compatible con el reconocimiento y aceptación de la sexualidad infantil saludable, el valor socializador del los vínculos afectivos y las caricias entre padres e hijos y, por último, el carácter positivo de la dimensión sexual humana. En otros términos, cantar la sexualidad infantil y adulta –libre, placentera y ética– y reconocer que los seres humanos necesitamos entrar en contacto y vincularnos afectivamente a algunas personas (con el vínculo del apego y la amistad) es fundamental y, además, el marco más adecuado para plantear también la prevención de los abusos sexuales. Por ello estamos en contra de los programas aislados de prevención de los abusos y defendemos que estos se lleven a cabo en el contexto de la educación sexual y la educación de la salud. El objetivo de esta investigación es, desde este enfoque, ayudar a reconocer la sexualidad infantil saludable. |