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Flujos, Redes e Identidades: Una teoría crítica de la sociedad informal Manuel Castells Catedrático de Planificación y de sociología Universidad de California en Berkeley Miembro de la academia europea (Sociología) FLUJOS, REDES E IDENTIDADES: UNA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD INFORMACIONAL Es bien sabido que nos encontramos en un proceso de transformación estructural en las sociedades avanzadas. Este hecho es consecuencia del impacto combinado de una revolución tecnológica basada en tecnologías de información/comunicación, la formación de la economía global y un proceso de cambio cultural cuyas principales manifestaciones son la transformación del rol de las mujeres en la sociedad y el aumento del desarrollo de una conciencia ecológica. El nuevo orden surgido de las transformaciones políticas y la desaparición del comunismo y de la ideología marxista-leninista son también retos fundamentales de nuestra época histórica. Sin embargo, argumentaré que el colapso del Imperio Soviético es también una consecuencia de las tensiones generadas por la transición a la sociedad de la información. Algunas teorías e interpretaciones sociales han intentado entender la esencia de la transformación estructural actual (Beniger, 1986; Miles, 1988; Monk, 1989; Martín, 1988; Williams, 1988; Lyon, 1988; Katz, 1988; Salvaggio (comp.), 1989; Cakwell (comp.), 1987; Forester, 1987; Hage y Powers, 1992, etc.). Todos ellos están de acuerdo en la centralidad de la generación de conocimiento y procesamiento de la información como las bases de la nueva revolución socio-técnica (Porat, 1977), igual que la revolución tecnológico-social basada en la producción y uso de energía constituyó la base de la aparición de la sociedad industrial (Kranz-berg y Pursell [comps.], 1967). Por esta razón, denominaré a la nueva sociedad «información-al» para indicar que los atributos sociales de generación y procesamiento de la información van más allá del impacto de las tecnologías de información y de la información en sí misma, del mismo modo que la sociedad industrial no podría ser simplemente asimilada a la difusión de la producción industrial. Sin embargo, la intensidad de la estrella naciente deslumbra al observador. Pocas teorías son específicas, globales y bastante rigurosas para dar actualmente un marco interpretativo" para la comprensión de la nueva historia. Hay una considerable cantidad de investigaciones sobre los impactos sociales y económicos de las nuevas tecnologías, pero éstos no son más que aspectos parciales cuyo significado fundamental debería estar integrado dentro de un sistema más amplio de interacción social. El carácter sistemático de la teoría es más necesario que nunca para comprender esta nueva sociedad porque una de sus características centrales es la estrecha interdependencia entre sus diferentes esferas sociales, políticas y económicas. Hay también un gran número de pseudoteorías- sociológicas, confirmando el hecho de que las profecías e ideologías ocupan rápidamente la falta de investigación académica en algunas situaciones de transición histórica. En resumen, hay poca sistematización. pocas teorías rigurosas que nos capaciten para comprender lOS perfiles actuales de la estructura social de las sociedades contemporáneas como sociedades informacionales. Los mejores análisis construidos sobre tal proceso de transformación de la estructura social están todavía basados en los clásicos análisis sociológicos sobre la sociedad postindustrial. Por eso debemos volver a los orígenes contrastando la hipótesis sobre el postindustrialismo con la evolución actual de las sociedades en los últimos veinte años. TEORÍAS DE LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL Es una sorprendente paradoja que la teoría de la sociedad post industrial fuera formulada, en su núcleo esencial, a finales de los 60 (Touraine, 1969), y a principios de los 70 (Bell, 1973), antes de la consolidación de la revolución de las tecnologías de la información. Sin embargo, las teorizaciones sociales de hoy sobre la transformación estructural de nuestras sociedades están aún dominadas por estas primeras construcciones teóricas, precursoras de una serie más amplia de interpretaciones sociales y económicas elaboradas aproximadamente en la misma época (Richta, 1969; Fuchs, 1968; Porat, 1977 etc.). Todas esas teorías estaban basadas en la idea común de que la sociedad industrial (no capitalista) había sido suplantada históricamente en su lógica y su estructura. El hecho de que la teoría se anticipara a las grandes transformaciones tecnológicas (el microprocesador (1971), el ordenador personal (1975), y la recombinación del ADN (1973)etc.), muestra que las tecnologías de la información son un componente esencial de la trasformación social en su conjunto, pero no el único factor determinante. Éstas son el resultado de las demandas sociales e institucionales para realizar determinadas tareas, además de ser origen de una serie de tranformaciones fundamentales de la manera en que producimos, consumimos, realizamos, vivimos y morimos. En su esencia, la teoría del postindustrialismo se basa en una observación empírica fundamental: la productividad y el crecimiento económico aún organizan las sociedades alrededor de su lógica, en el proceso de trabajo y la distribución de la este modo generada. En este sentido, la teoría está en línea con la tradición marxiana. Además, el motor para el cambio al postindustrialismo es una innovación en las fuerzas de producción: durante la primera mitad del siglo veinte la ciencia y la tecnología fueron los principales fuentes de productividad. En el periódo que transcurre después de la segunda guerra mundial, el conocimiento y la información se convierten en los elementos fundamentales de generación de riqueza y de poder en la sociedad. Esta es la base de la teoría. Sin embargo, es necesario profundizar esta afirmación. La tecnología no es solamente la ciencia y las máquinas: es también tecnología social y organizativa. El primer análisis econométrico en que se basó la teoría del postindustrialismo (Solow, 1957;Kendrick, 1961) clarificó que la combinación de los factores de producción (básicamente el trabajo y el capital) y el uso eficaz de la energía, a través de la tecnología organizativa, sentaron las bases para la hipótesis de los orígenes de la productividad. Según estos análisis econométricos, el crecimiento de la productividad de las economías industrializadas no procede únicamente del crecimiento cuantitativo del capital o del trabajo en el proceso de producción, sino que se daba otro factor, reflejado en un residuo estadístico no identificado que apareció en las ecuaciones caracterizando la función de producción global. Se planteó la hipótesis de que el residuo era la expresión empírica de la ciencia, la tecnología y la administración. Tanto la ciencia (y sus aplicaciones tecnológicas) como la tecnología social (incluyendo algunos niveles de la ciencia social, junto con conocimientos técnicos administrativos) fueron consideradas las fuerzas principales en el crecimiento continuo de la productividad durante los últimos 50 años. Todos los procesos sociales e instituciones se vieron implicados en las fuerzas productivas. Los diferentes ámbitos de la sociedad se hacen más interdependientes, los mundos de la economía y tecnología dependen más que nunca del gobierno y, por lo tanto, de los procesos políticos: las sociedades postindustriales son más políticas y se organizan en torno a las opciones sociales, igual que las sociedades agrícolas estaban organizadas en función de la supervivencia frente a una naturaleza hostil y las sociedades industriales lo estaban alrededor de los procesos de acumulación de la economía. Además, la estructura ocupacional de la sociedad se diversifica en lo que se refiere a actividad. La expansión de los « servicios» significa simplemente una extensión de crecimiento de trabajo humano más allá de la esfera de la producción material. Las sociedades postindustriales están caracterizadas e, incluso definidas, en el pensamiento de algunos autores, por el cambio de los bienes de producción a las actividades de servicios. Ésta es la tendencia empírica más sólida, repetidamente usada por los teóricos sociales como evidencia del postindustrialismo. El peso decreciente de la producción industrial y su contribución al PIB es citado como el principal indicador de la situación industrial de la sociedad industrial. La expansión de los servicios es al mismo tiempo necesitada y posibilitada por las nuevas fuerzas de producción. Es necesaria porque el procesamiento de información, la generación de conocimientos y su distribución, y sus trabajos de apoyo son fundamentales para la obtención de beneficios y, en el futuro, para la economía informacional. Pero es también la productividad generada en la economía informacional la que permite la expansión de las actividades de servicios, algunas de las cuales (como los servicios sociales) están más unidas a las demandas sociales de la sociedad que a las demandas directas de la economía (aunque también tienen, en un segundo orden, efectos de incremento sobre la productividad en aumento). Así, como consecuencia de los imperativos económicos y de las demandas socio-institucionales, una proporción creciente de la actividad humana y de los recursos es dedicada en nuestras sociedades al procesamiento de información y otras actividades no productivas. La transformación de la estructura ocupacional está caracterizada por el crecimiento de los grupos sociales con educación superior, en concreto directivos, profesionales y especialistas. Entre ellos, científicos y directivos tienen una especial importancia en la teoría. En la perspectiva de la teoría postindustrial se predice que estos grupos incrementarán en números absolutos, en proporción al total empleo y en importancia estratégica en las organizaciones y en la sociedad. El cambio social no esta limitado a la transformación de la estructura social. Una nueva estructura social está unida a nuevas dinámicas sociales, estructuralmente opuesta a ciertos intereses, y crea nuevos centros de conflicto de poder «situses», en términos de Bell). Desde este punto de vista, la teoría ofrece dos hipótesis diferentes que no son mutuamente excluyentes: 1. El control del conocimiento y la información decide quién tiene poder en la sociedad. Los tecnócratas son la nueva clase dominante, independientemente del hecho de que el poder político es ejercido por políticos que controlan el Estado. ¿Quiénes forman las clases «dominadas»? La respuesta teórica en este punto es menos sólida: en cualquier caso, no son los trabajadores, sino los «ciudadanos», los «consumidores», las comunidades, la población no participante. Pero esta clase también está formada por aquellos profesionales y expertos que, aún siendo parte del estamento generador de productividad no forman parte de su sistema de poder. Tal y como Touraine argumenta, es posible que sean los profesionales quienes lideren a los ciudadanos alienados, y se opongan a los profesionales-tecnócratas: el movimiento ecologista podría ser Un buen ejemplo de los nuevos movimientos sociales de la sociedad de la información (científicos y expertos movilizan consumidores y ciudadanos a través de los medios de comunicación en la base del procesamiento y la comunicación de Información sobre salud, seguridad y conservación de la Naturaleza). 2. El análisis de nuevas dinámicas sociales es mas fácil si definimos la lógica estructural que hay detrás de los intereses opuestos. Los Intereses dominantes son aquellos que responden a la racionalidad científico-tecnológica y al crecimiento económico. Los intereses alienados (más que los dominados) son los que, a su vez, responden a identidades sociales específicas. En palabras de Touraine, la oposición fundamental se da entre productividad y vida privada; o en palabras de Bell, entre las elites técnicas meritocráticas y la sociedad comunal. Los medios de comunicación son la instancia crucial para expresar la batalla socio-cultural, mientras la mayoría de instituciones sociales, que expresan las orientaciones de la sociedad como un todo (educación y salud), son las que están situadas privilegiadamente para los «juegos» de poder. Las teorías del postindustrialismo insisten en situar la definición del principio estructural de la nueva sociedad en un eje diferente a la oposición capitalismo-estatismo. Tratan con las relaciones técnicas de producción y no con las relaciones sociales de producción (basadas en la propiedad). Los dos ejes deberían ser considerados para la comprensión de una sociedad específica. Valorando la teoría de la sociedad post industrial más de 20 años después de su inicio, hay que tratar muchas nuevas cuestiones para entender nuestras sociedades, y en general, las sociedades del siglo XXI: 1. Aunque todas las teorías rechazan el etnocentrismo y proclaman la diversidad de las expresiones nacionales y culturales del postindustrialismo, su formulación, de hecho, se refiere a la experiencia americana y a la de Europa Occidental (en el caso de Daniel Bell, asume que América conduce hacia un futuro ampliamente común para todas las sociedades avanzadas, ignorando al resto de paises). Esto es particularmente embarazoso en los años noventa cuando una de las sociedades más avanzadas económica y tecnológicamente, Japón, tiene que ser tenido en cuenta si la teoría quiere ser algo más que una descripción ad hoc de la evolución de un contexto cultural dado. Esto implica no sólo observar la evolución del Japón, para ver si se ajusta a la teoría y cómo lo hace, sino que es más importante aún incluir la necesidad de valorar el pensamiento japonés en el postindustrialismo, con el fin de corregir el sesgo etnocéntrico implícito de muchas teorías americanas y europeas. 2. La relación entre producción industrial y servicios, la diferenciación interna de las actividades de servicio, la especificación del procesamiento de la información y las actividades de generación de conocimiento son cuestiones todavía no resueltas. La teoría del postindustrialismo situada en las amplias tendencias de la evolución no hizo grandes diferenciaciones dentro de los procesos, ni estableció los vínculos entre los sectores de actividad bajo el nuevo paradigma tecnológico. 3. Aunque la teoría no ha sido del todo invalidada por el florecimiento y difusión de la revolución en las tecnologías de la información, las dos décadas de experiencia de esta revolución que ahora tenemos nos permitan una evaluación más precisa de las originales hipótesis teóricas a la luz de la actual transformación del paradigma tecnológico que ha tenido lugar. Por ejemplo, el énfasis de Bell en «la nueva tecnología intelectual» (modelos de simulación) ha sido mucho menos relevante de lo que él predijo, mientras que la penetración de sistemas microelectrónicos y ordenadores en el lugar de trabajo ha revolucionado verdaderamente el trabajo, la organización, la productividad y la competitividad; la biología, y no la física, es la ciencia decisiva del siglo XXI; y las universidades no parecen haber emergido como las instituciones centrales de la sociedad postindustrial: corporaciones (tanto privadas como públicas), sistema sanitario, sistema escolar y medios de comunicación son las instituciones centrales, profundamente transformadas por el uso intensivo de nuevas tecnologías de información-comunicación. 4. Las teorías del postindustrialismo generalmente subestimaron la transformación de la condición de la mujer en sociedades avanzadas, con la excepción de la aportación de Bell (en su prólogo a la edición de 1976).sobre la expansión de oportunidades de empleo para la mujer en la sociedad postindustrial. La experiencia histórica de estas dos décadas y razones teóricas generales sugieren que el análisis de los roles específicos de la mujer y de sus prácticas no sólo son una piedra angular de cualquier teoría social, sino que son particularmente relevantes para la comprensión de nuestras sociedades. |