Síntesis Capital




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Síntesis

Capital

natural

de México

Pie de fotografía de inicio

de capítulo

La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad

es una Comisión Intersecretarial presidida por el titular del Ejecutivo Federal.

Síntesis

Conocimiento actual, evaluación

y perspectivas de sustentabilidad

Capital

natural

de México

Comisión Nacional

para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad

méxico, 2009

José Sarukhán

Patricia Koleff

Julia Carabias

Jorge Soberón

Rodolfo Dirzo

Jorge Llorente-Bousquets

Gonzalo Halffter

Renée González

Ignacio March

Alejandro Mohar

Salvador Anta

Javier de la Maza

Diseño editorial y formación / José Luis Acosta • Socorro Gutiérrez

Ilustración / Sergio Bourguet • Eliud Monroy

Cuidado de la edición / Antonio Bolívar • Tania Urquiza Haas • Oswaldo Barrera

Fotografías / Fulvio Eccardi

Portada / Gabriel Martínez Meave

Impresión / Offset Rebosán, S.A. de C.V.

DR © 2009 Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad

Liga Periférico-Insurgentes Sur 4903, Parques del Pedregal, Tlalpan, 14010 México, D.F.

www.conabio.gob.mx

Obra completa: isbn 978-607-7607-02-1

Síntesis: isbn 978-607-7607-09-0

Impreso en México / Printed in Mexico

Forma de citar

Sarukhán, J., et al. 2009. Capital natural de México. Síntesis: conocimiento actual, evaluación

y perspectivas de sustentabilidad. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la

Biodiversidad, México

[ 7 ]

Esta síntesis representa un esfuerzo para destacar los

aspectos medulares de los tres primeros volúmenes de

la obra Capital natural de México, la cual nos brinda un panorama para identificar

las prioridades de atención para el futuro, nuevas áreas de investigación y opciones

de conservación y manejo sustentable de la diversidad biológica de nuestro país.

Como el resto de la obra, esta síntesis no es prescriptiva; ofrece un importante

sustento de información que, dentro de un marco conceptual, pueden adoptar diferentes

órdenes de gobierno, como ayuda para definir políticas públicas con un adecuado

balance entre los dos ejes clave para progresar hacia la sustentabilidad: el

bienestar social para los mexicanos y las mejores prácticas de manejo y conservación

del patrimonio natural de México.

Es ya claro, a escala mundial, que los países no pueden tomar decisiones respecto

a los grandes problemas ambientales que nos afectan, tanto los relacionados con el

clima como con el capital natural propio, sin el apoyo esencial del mejor conocimiento

científico a su alcance. Este ha sido el propósito de Capital natural de México y

de la presente síntesis. Tal información, que sirve de base para la toma de decisiones,

surge del conocimiento acumulado por más de dos siglos en el seno de numerosas

instituciones nacionales en torno a la diversidad biológica del país, y de la aportación

y experiencia de cientos de investigadores, compilada, analizada y actualizada

en este amplio estudio. Comprende desde la variabilidad genética de los organismos

hasta la diversidad de los ecosistemas, sus procesos ecológicos y servicios

ambientales, y también considera el efecto que actividades humanas, políticas públicas

y reglamentaciones han tenido sobre el patrimonio natural de México.

El marco conceptual utilizado se basó en parte en la “Evaluación del milenio de

los ecosistemas”, pero ha sido adaptado a nuestras circunstancias y características.

Este enfoque destaca la importancia que tienen los ecosistemas para brindar bienes

y servicios de los cuales depende la humanidad para subsistir, y nos permite tener

una línea de base respecto a su estado de conservación y una clara descripción de

las principales amenazas que enfrentan los ecosistemas mexicanos en el presente,

la forma en que los retos que se originan de lo anterior se resolvieron en el pasado

y las tareas que tenemos por delante para conservar el capital natural de México.

Ana Luisa Guzmán

Secretaria ejecutiva,

Comisión Nacional

para el Conocimiento

y Uso de la Biodiversidad

Presentación

Amanecer en la Selva

Lacandona.

[ 9 ]

México es un país multifacético, plural y diverso en

numerosos aspectos. El rasgo más distintivo del

país es su gran heterogeneidad. Albergamos en nuestro territorio infinidad de

variados paisajes, muchas y singulares culturas, contrastantes niveles sociales y

económicos. Todo eso nos hace únicos, ha moldeado nuestro carácter y nuestra

unidad como nación; también define las peculiaridades de nuestros problemas.

Nuestra característica más valiosa es la diversidad, la pluralidad; en ella destaca la

gran diversidad tanto ecológica como cultural. No obstante, a lo largo de la historia,

en el ámbito de las políticas públicas por lo general hemos procedido como si

tal diversidad no existiera, de acuerdo con la visión de quienes han tenido en sus

manos la conducción de la vida nacional, basada en intereses personales y de grupo.

Esto ha significado actuar con una concepción simplista y limitada de nuestra

nación, que ha tenido consecuencias muy negativas en los ámbitos ecológico y

social y, consecuentemente, en el desarrollo del país.

1 La megadiversidad biológica de México constituye un privilegio y un

potencial para el desarrollo del país, y también una responsabilidad

hacia nuestra sociedad y hacia el mundo. Sin embargo, su manejo y

conservación son muy complicados.

Cerca de dos terceras partes de la biodiversidad mundial se localizan en poco más

de una docena de países conocidos como países megadiversos. Como va siendo

cada vez más del conocimiento público, México destaca entre ellos ya que somos

la cuarta nación en cuanto a riqueza de especies, además de combinar esa elevada

diversidad biológica con una gran riqueza cultural.

Esto no es de extrañar: la diversidad cultural en el planeta está cercanamente

Introducción

general

Capital natural de México 10

relacionada con la diversidad biológica, ya que las culturas dependen de su entorno

natural y de los bienes y servicios que reciben del mismo.

Por otra parte, en el territorio mexicano concurren dos grandes zonas biogeográficas:

la llamada Neártica —de afinidad norteña—, que contribuye con una gran

representación de las especies de las zonas templadas del mundo, y la Neotropical

—de afinidad sureña—, que aporta muchos elementos de la zona tropical, provenientes

de la Cuenca Amazónica. En México se presentan casi todos los climas del

planeta, lo que aunado a su accidentada topografía y compleja geología permite

que se desarrollen prácticamente todos los ecosistemas terrestres presentes en el

mundo, concentrados en poco menos de dos millones de kilómetros cuadrados.

Con más de 11 000 km de costas y un mar territorial que se estima en

231 813 km2 (inegi 1983), México posee también una extraordinaria diversidad

marina; como ningún otro país del mundo, tiene un mar exclusivo, que es el Golfo

de California, de gran diversidad biológica y alta productividad marina.

2 El desarrollo de la humanidad depende totalmente de los ecosistemas y

los servicios ambientales que nos brindan; a pesar de ello, hasta ahora

no hemos sabido valorarlos.

Desde su origen, la especie humana ha dependido, para su desarrollo y evolución

cultural, de los servicios que la biosfera y sus ecosistemas le han brindado. Incluso

las sociedades modernas, industrializadas, dependemos de la actividad de los ecosistemas

que existieron en el Carbonífero (hace 300 a 360 millones de años) y que

produjeron la materia orgánica de donde provienen los combustibles fósiles, base

del desarrollo económico de la humanidad en los últimos dos siglos. En consecuencia,

la humanidad sigue siendo, por lo menos en primera instancia, totalmente

dependiente de la existencia de los servicios ecosistémicos y del acceso a los

mismos.

Interactuamos normalmente con dos grandes tipos de ecosistemas: los naturales

como las selvas, los bosques, los manglares, los arrecifes, etc., y los ecosistemas

antropizados, modificados por nuestra especie, como son los campos agrícolas, las

plantaciones forestales, los sistemas de acuicultura y en cierta forma también los

centros urbanos. Estos ecosistemas, junto con las especies que los constituyen y su

variación genética, es a lo que llamamos biodiversidad.

3 La biodiversidad representa el capital natural de la nación y es tanto o

más importante que otros capitales como el financiero o el

manufacturado. Debemos promover y adoptar una cultura de su valoración

en el contexto del desarrollo de México.

Los ecosistemas no solo son reservorios de la diversidad biológica, sino que, de

manera más relevante, nos proporcionan servicios y bienes de valor inestimable y

que son fundamentales para nuestra sobrevivencia y bienestar. Además de aportarSíntesis

11

nos alimentos y diversos recursos, captan el agua de lluvia que se infiltra en el

suelo y alimenta manantiales, ríos, lagos y humedales; producen y mantienen en su

lugar suelos fértiles; capturan el bióxido de carbono de la atmósfera atenuando así el

potencial de calentamiento planetario; alojan a los polinizadores indispensables

para la fertilización de las plantas —responsables de gran parte de la producción

agrícola y la perpetuación de numerosas plantas silvestres—, así como a los agentes

que funcionan como control biológico de plagas agrícolas; además, nos ofrecen

sitios de recreación e inspiración. Estos son solamente algu nos de los servicios que

los ecosistemas naturales nos proporcionan gratuitamente.

Una nación integra su patrimonio con varios tipos de capital. El más conocido

es el capital económico (lo que normalmente entendemos como “riqueza”), del

cual forma parte la infraestructura del país (financiera, industrial, agrícola, de comunicaciones,

de generación y distribución de energía, etc.); existen también el

capital humano en términos de su número, estado de salud, nivel de educación y

capacitación profesional e integración social; el capital cognoscitivo representado

por las instituciones educativas, y la capacidad de generar nueva información, de

sintetizarla y almacenarla. En las últimas décadas y como resultado de la influencia

tanto de ecólogos como de economistas de vanguardia como Partha Dasgupta

(2009) y varios otros (Jansson et al. 1994, Daily 1997, Prugh et al. 1999), se ha incorporado

el concepto de capital natural como el conjunto de ecosistemas, tanto

los naturales como los manejados por la humanidad, que generan bienes y servicios

y son perpetuables ya sea por sí mismos o por el manejo humano. Algunos

autores incluyen en este último tipo de capital otros bienes naturales como los hidrocarburos

y los minerales. En el contexto de esta obra circunscribimos el concepto

de capital natural a los ecosistemas, los organismos que contienen (plantas,

animales, hongos y microorganismos) y los servicios que de ellos recibimos.

Varios economistas consideran que el concepto de capital natural implica que

las tasas de ahorro de una economía no son una medida adecuada de lo que ese

país está realmente acumulando, debido a que ello solamente mide la inversión en

capital manufacturado. La idea ha tenido capacidad suficiente de convencimiento

al grado que ya el Banco Mundial calcula en la actualidad las tasas reales de ahorro

de un país tomando en cuenta la extracción y deterioro de los recursos naturales y

los daños ecológicos producidos por la actividad humana, aunque por el momento

se enfoca solamente a los daños causados por las emisiones de bióxido de carbono.

Tradicionalmente el producto interno bruto (pib) se calcula sobre la base de los

flujos económicos de un país, y solo refleja un punto fijo de una tendencia de largo

plazo; es por lo tanto incapaz de describir el futuro del bienestar de un país. De esta

manera el pib no toma en cuenta el enorme valor que representa la naturaleza, un

valor del que depende nuestra vida. Quienes viven y dependen más cercanamente

de estos bienes son quienes primero resienten los efectos de esas pérdidas, las cuales

acaban por afectar a todos los miembros de una nación e incluso del planeta.

En el paso de la historia y con las experiencias obtenidas a escala global, debe

quedarnos claro que las respuestas a nuestros problemas relacionados con la conservación

del ambiente y de los recursos naturales no ocurrirán con “composturas

tecnológicas”, es decir confiando que alguna nueva tecnología arreglará lo que heCapital

natural de México 12

mos hecho mal. La experiencia dice lo contrario. Esas “composturas tecnológicas”

no han existido cuando se han profetizado, o bien su impacto positivo ha sido mínimo

o sus consecuencias negativas resultaron iguales o peores que los problemas

que se intentaban arreglar. Quizá la única excepción ha sido la “Revolución verde”,

cuyos resultados permitieron incrementar notablemente la producción, aunque

no tuvo impacto en los más pobres de los pobres; sin embargo, sus consecuencias

ambientales fueron muy nocivas por la contaminación de suelo y agua producida

por el abuso de agroquímicos, y además son sistemas energéticos ineficientes.

Hay una desconexión casi total entre el pensamiento económico y los aspectos

ambientales de la actividad económica. Un minucioso estudio (Kim et al. 2006)

sobre los temas que los economistas han tratado centralmente desde 1970, no

encontró una sola palabra relacionada con temas cercanos a la problemática ambiental,

como ambiente, ecología, externalidades, acuíferos, ecosistemas, clima,

capacidad de carga del ambiente, bosques, huella ecológica, etc. (véase también

Ehrlich 2008).

Esta es un área en la que economistas y ecólogos deben trabajar juntos, en común

acuerdo, primero para entender los problemas relacionados con el ambiente

y el uso del capital natural desde sus respectivos puntos de vista, y después para

comunicar a la sociedad en la forma más amplia posible las consecuencias de sus

hallazgos. Esto puede ir en contra de la visión ortodoxa del quehacer científico,

especialmente de los ecólogos, pero es indispensable si queremos que la sociedad

comprenda el alcance de los problemas que enfrentamos y la dimensión de los

cambios requeridos para enfrentarlos.

Los ecosistemas y sus servicios constituyen un capital comparable con, o más

importante que los capitales financieros y de infraestructura que son parte de las

cuentas nacionales de un país. Sin embargo, las cuentas nacionales no consideran

—con la excepción de algunos países— el deterioro del capital natural (más allá del

consumo de sus reservas de hidrocarburos y su minería), ni su costo (como externalidades)

en el cálculo de la riqueza producida. De acuerdo con el inegi (2009),

los costos por agotamiento de recursos naturales y degradación ambiental representaron

en 2006 8.8% del pib.

En el contexto de considerar los ecosistemas como parte del capital natural,

estudios hechos por varios de los economistas antes mencionados, con una visión

que incluye el valor del capital natural, demuestran que la mayoría de los países

presentan un crecimiento económico negativo cuando se incluye la pérdida del

capital natural como costo de la actividad económica nacional. Sin duda este costo

tiene un efecto inmediato o de corto plazo sobre los sectores menos privilegiados

de la sociedad y, finalmente, en el largo plazo, para el país mismo.

4 Las transformaciones de los ecosistemas naturales para obtener bienes y

servicios para la humanidad han traído beneficios, pero también han

representado severos costos ambientales; no sabemos aún cómo valorar el

balance entre costos y beneficios.

Síntesis 13

Toda modificación de un ecosistema natural para atender necesidades humanas

conlleva una transacción. Por ejemplo, un país puede incrementar su producción

de alimentos para atender las necesidades alimentarias de su población convirtiendo

los ecosistemas naturales en sistemas agrícolas; pero esta conversión para obtener

un bien o servicio tendrá como resultado una reducción en la provisión de

otros servicios de igual importancia, como son la provisión de agua, la regulación

de inundaciones y azolves o el control de la desertificación. Las políticas que han

propiciado tales transformaciones de los ecosistemas naturales nunca han tomado

en cuenta el costo social de largo plazo. En buena medida, el estudio del Millennium

Ecosystem Assessment (ma 2005) ha motivado el interés de diversos países

en hacer el análisis de estos costos transaccionales en sus decisiones de políticas

públicas; estos análisis empiezan a realizarse cada vez más en forma cotidiana y

todas las estadísticas indican que esa tendencia aumentará muy notablemente en

las siguientes cuatro o cinco décadas.

Los resultados del ma indican que existen ya claras evidencias de una seria

degradación de la capacidad de los ecosistemas del planeta para proveer los servicios

ecosistémicos, incluidos los de producción de alimentos, tanto en sistemas

terrestres como marinos, lo mismo a escala global que regional y local. La mayoría

de las regiones ecológicas del planeta y de los servicios de los ecosistemas a escala

global están en franco proceso de degradación (ma 2005). Por ejemplo, la mitad

de los bosques tropicales y templados del mundo ha desaparecido, así como más

de un tercio de los manglares del mundo. La situación en los mares es igual o aun

más severa: solo 5% de las poblaciones de los organismos de la cúspide de la cadena

trófica, es decir los grandes peces depredadores (picudos, marlines, etc.), se ha

salvado de una sobrepesca voraz y de los cambios físicos y la contaminación en el

medio marino. De manera similar, 75% de las pesquerías del mundo se han agotado

o se explotan a su máximo nivel. La superficie del fondo marino que ha sido

arrasada por las redes de arrastre es ahora comparable a toda el área deforestada

en la superficie terrestre.

5 El argumento de que el desarrollo está confrontado con el uso

sustentable de los recursos y la conservación de nuestro capital natural

es falaz e irresponsable. Responde al desconocimiento de información o a la

prevalencia de intereses individuales o de grupo sobre el interés público.

Por largo tiempo ha dominado en nuestro país el argumento de que el desarrollo

está confrontado con el manejo racional y sustentable de nuestros recursos y con la

conservación del capital natural. Quienes hemos contribuido a la presente obra

pensamos que ha llegado la hora de asumir en nuestro país que este argumento es

equivocado, que es perverso y obedece a intereses individuales en perjuicio de la

mayoría de la población y que, consecuentemente, tenemos que trabajar en un

contexto de desarrollo económico sostenido, con beneficio social permanente,

acotado por las características ambientales y la capacidad de los ecosistemas para

soportar la actividad humana de que se trate.

Capital natural de México 14

El capital natural de México representa un gran potencial para el desarrollo y la

generación de beneficios para toda la población. A pesar de ello, históricamente

hablando, las políticas de utilización de los recursos naturales no han favorecido la

conservación de ese capital ni su uso sustentable, y tampoco han mejorado el bienestar

social de quienes viven en y de ese capital natural, es decir la población rural

del país.

Tenemos que entender que la diversidad biológica y cultural es parte inherente,

consustancial, de nuestro país. El capital natural es un patrimonio que debemos

conocer cabalmente para valorarlo, utilizarlo y conservarlo adecuadamente en beneficio

de todos los mexicanos del presente y del futuro. Es un capital que no podremos

recuperar una vez que lo hayamos destruido. El conocimiento de ese

capital debe ser creado en nuestro país, sobre todo por nuestra propia gente; tampoco

lo podremos importar de otros países o regiones. Los ecosistemas no son

transportables de un lado a otro, como tampoco lo son los servicios que nos proporcionan.

6 El propósito de Capital natural de México ha sido adelantar el nivel de

conocimiento acerca del patrimonio natural nacional; transitar de la

definición de problemas al planteamiento y diseño de soluciones, y pasar de

la reacción ante los problemas a la anticipación de los mismos.

Hemos pensado esta obra para contribuir a la conformación de una cultura que

promueva la importancia fundamental de la diversidad biológica de nuestro país;

que impulse un mayor aprecio por el enorme valor de los servicios ambientales

que nos proporciona la variada naturaleza de México, con un entendimiento de lo

que significan las transacciones en el manejo de los ecosistemas, para exigir que

las decisiones que afectan a los ecosistemas sean tomadas cada vez más con una

visión de políticas multisectoriales y no solo desde el punto de vista del sector

ambiental, de manera que los otros sectores gubernamentales (agricultura, comunicaciones,

comercio, etc.) no desatiendan el efecto ambiental de las decisiones

que toman, y que aporte elementos determinantes para arraigar la decisión de

conservar nuestro cada vez más amenazado capital natural.

Entre los propósitos generales de la obra está identificar opciones de uso de

nuestra biodiversidad de manera que se armonicen la posibilidad de conservación

y el manejo sustentable de la diversidad biológica de México, con beneficios tangibles

para la población, especialmente aquella poseedora de los ecosistemas. Intentamos

aportar criterios que permitan conformar la agenda ambiental de México

para los siguientes 10 años; una visión que sea útil y al mismo tiempo relevante para

el Congreso de la Unión; para los funcionarios en áreas ejecutivas de los diferentes

órdenes de gobierno; para la comunidad académica, las organizaciones civiles que

trabajan en aspectos ambientales y de conservación de nuestros recursos; para la

sociedad civil, los partidos políticos, los medios de comunicación, los empresarios

y la industria, y, finalmente, para las comunidades que poseen el capital natural del

país. Hemos procurado que Capital natural de México brinde información fundaSíntesis
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