11.- La teoría del intercambio (2): Homans y el dilema individualista Terminamos la última charla con un problema. Una vez admj la teoría del intercambio genera fuertes percepciones de aspectos r res de la conducta social y la construcción del orden social, ¿cons. hecho una teoría general de la acción y el orden en cuanto tales? ¿C dríamos responder a esta pregunta? Bien, una cosa que podríamos volver a las afirmaciones empíricas de la teoría. Si encontramos al clones o proposiciones que no parezcan empíricamente válidas, la lidad de la teoría es dudosa. Esta crítica tendría la misma categoi observaciones acerca de la afirmación de Rex según la cual la socio pitalista de posguerra seguía siendo un sistema biclasista.
Aceptemos pues, por razones de argumentación, las presuposi modelos de Homans y observemos algunas de sus predicciones esr Evaluando el costo de una acción típica. Homans sugiere que p - es “costoso” porque es humillante.
[ puede desempeñarse solo u obtener ayuda de (y dar ción a) Otro. Si se desempeña solo prescinde del valor de obteE da. Pero si escoge recibir ayuda, ¿de qué valor prescinde? ‘ que en estas circunstancias él. como muchos hombres, pres valor que comúnmente llamamos respeto por si mismo, la sci de que puede desempeñarse sin ayuda.’
¿Pero pedir ayuda es inherentemente un costo? ¿El respeto a se basa siempre en mantener la independencia absoluta que - proposic Ante todo, ¿cómo puede entrar un concepto subjett “respeto a si mismo” en una teoría del intercambio? Otra propos Homans plantea preguntas empíricas similares. Esta vez se trata d cambio de castigos. Declara: “Cuanto más golpes uno, más goipai
rest or$l a quien nos lasthna” (pág 57) pero no ciertamente en las órdenes religiosas ni en las sociedades uU Como su proposición acerca de la ayuda, este enunciado tiene cierd
1 Homans, Social Behcwtor: Its Elementary For,ns (Nueva York: Harcoull and World, 1961), pág. 61. A partir de aqui, el número de página de las rel Social Beh.auior figurarán entre paréntesis en el texto.
limites culturales. En términos estrictamente empíricos, tenemos que 5 si Homans no ha basado sus generalizaciones en datos dema ad° estrechoss. Esta sospecha parece justificada por el sincero aparte, al 5 de su libro, donde confiesa que se ha basado casi exclusivamente
fuentes norteamericanas: “Aunque creo que los rasgos generales de la ducta social elemental son compartidos por toda la humanidad, lo creo 1o como artículo de fe, y las pruebas que presentaré son casi totalmente 1 (pág. 7).
Sin embargo. aunque tales cuestiones empíricas planteen interro gantes acerca de la generalidad de la obra de Homans, no bastan en sí p para minar su teoría. Se pueden encontrar otros datos y, dado el poder teórico de Homans, sin duda él podría interpretarlos de tal manera que le dieran respaldo. Este tipo de operación de “limpieza” es precisa- siente la que ocupa a los seguidores de un maestro teórico. Lo que debe 5 hacer, pues, es examinar el marco general de Homans. Este marco general es el que presupone la percepción de Homans de los datos empíri cos y restringe todo intento de reconstrucción empírica. Si critico sólo los enunciados empíricos de Homans, es ml palabra contra la suya. Pero si encuentro contradicciones y tensiones en su teorización, puedo ganar el respaldo de Homans, como quien dice, contra sí- mismo. Si Homans debe introducir categorías residuales significativas en su pensamiento, ello & a un reconocimiento implícito de que existen flaquezas significa- Uvas y señala el camino hacia otras posibilidades teóricas. Si los enun ciados cid hoc del propio Homans contradicen el impulso sistemático de su teoría, tendremos fundamentos más sólidos para cuestionaría. Examinemos, pues, las presuposiciones de Homans acerca de la acción y el orden, y veamos si puede mantener los principios de la teoría del Inter cambio de manera coherente.
Homan ins en la total racionalidad de la accion Su actor sólo se resa en la eficienda y el provecho. Los sentimientos y los valores subje- tivos nunca interfieren con estos cálculos objetivos, o, por expresarlo en tér sinos del intercambio, los sentimientos y es inclinaciones subjetivas si en a los cálculos sobre el provecho y están formados por- ellos. La aptitud 1 actor para calcular, su capacidad para la racionalidad, nunca es proble t; no es algo que haya que aprender. Como es una capacidad innata,
la atención del teórico (y la del actor) siempre está dirigida fuera de la persÓ flalidad, hacia cosas visibles y concretas. La ganancia, como ustedes recor darán, es la recompensa menos el costo, y linpeñáa se basa en el esti- ) fliulo externo que se recibe. La primera pregunta que debemos hacernos/ de la recompensa es cuantitativa: ¿cuánto se recibe? La segunda es cualitativa: ¿qué clase de estímúío es, cuánto se lo valora? El valor también re-calculable objetivamente, pues es una cuestión de provisión externa:
¿CUánto de este estimulo se ha recibido en el pasado? El costo, por su parte,
2 Comenté esta estrategia interpretativa de buscar categorías residuales en la primera conferencia.
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se refiere a los recursos perdidos, sea mediante gastos directos o oportunidades objetivas desperdiciadas.
Si conocemos la situación externa del actor, tenemos que sabe actuará. Como la racionalidad de su acción se da por sentada, el ámt su acción determinará el curso de ésta. Como la ganancia está deter por un cálculo racional de factores materiales visibles — básicanie cantidad y provisión—, el científico-observador tiene tanta facilidad actor para determinar el curso de la acción. Dicha conducta es pre para el científico social, y, según Homans, en teoría sociológica buí previsibilidad y una explicación precisa. Esta previsibilidad seria hnr si incluyéramos en el juego teórico estados mentales internos y subi pues en este caso los cálculos del actor (y los del científico) acerca condiciones externas estarían mediatizados por datos no racionales, visibles.
Por todas estas razones, tanto presuposicionales como metodol Homans tiene que hacer la radical afirmación de que los estados Ii en realidad no existen, al menos no independientemente de datos e mente observables.
Los sentimientos no son estados internos de un individuo, así o lo son las palabras. Se infieren a partir de la conduttai ellos son conducta manifiesta y por ello son directamente ob En consecuencia, son actividades y no necesitamos proposi peciales para describir sus efectos (pág. 34).
En teoría, pues. los actores de Homans no tienen concIefl diferenciada de su actividad externa. Llevado a su conclusión 1 significa que no llenen memoria, pues la memoria permitiría que mientos asociados con actos pasados se acumularan independiente interfirieran con los actuales. Como Homans asocia los senWn1ei actMdades presentes, se siente obligado a eliminar los recuerdos so clones desechadas” de sus formulaciones acerca del costo. Las opo des sólo se pueden referir a opciones presentes, opciones objetivl servables: “Para que una actividad tenga costo, es preciso desechar i tividad compensatoria alternativa.”
Consideraremos como costos sólo las recompensas desechac permanecen disponibles durante el período en que se realiza t vidad particular, como la recompensa de escapar de la fat abierta a la paloma durante el tiempo en que picotea. Si me dos empleos, de los cuales sólo puedo aceptar uno, sin duda n rá tomar una decisión; pero en cuanto haya aceptado uno y re el otro que entonces ya no estará disponible para mi porque más lo ha tomado, las recompensas del empleo que acepté ya un costo al hacer el trabajo que acepté (pág. 59).
Si la capacidad de la memoria para afectar los costos ha desap,
0 puede tener razón cuando compara a los hombres con palomas. embargo, si existe la memoria esta analogía carece de validez, pues aun qtlC las palomas respondan sólo a las oportunidades presentes, los hombres c0 sensibilidad por cierto no lo hacen.
Homana ha presezitado una perspectiva sistemática y coherentemente cionalista. aunque al costo de empobrecer su perspectiva de los seres hu flos. Sin embargo, el signo de los teóricos realmente distinguidos es que Çtuyen aun las limitaciones de su trabajo más sistemático. Saben dónde es vulnerable. y consciente o inconscientemente procuran compensar sus de fectos. Pero esta compensación sólo se puede hacer de manera aci hoc ha cer otra cosa equivaldría a minar la integridad sistemática de la teoría. Y es muy obvio que Homans capta muy bien el carácter limitativo del intercam bio. Abundan las contradicciones y las categorías residuales.
En su primera proposición general acerca del Intercambio, por ejem plo Homans sugiere que la capacidad subjetiva para la discriminación es
1 vital para calcular las ganancias. “Cuánto más similar sea la presente sltuk clón de estímulo a la pasada”, escribe acerca de su actor prototípico, “má probabilidades hay de que emita la actividad, o una actividad similar, ah ca” (pág. 53). Homans está diciendo que los actores deben comparar los est mulos externos que reciben actualmente con sus experiencias de estímulos en el pasado. Pero si esto es verdad, se pierde la analogia entre hombres y palomas. En efecto, Homans sugiere que “lo que establece las similitudes y diferencias en cuestión — lo que hace a los hombres discriminar entre estí mulos— puede ser complicado en exceso. Es mucho más complicado para los hombres que para las palomas” (pág. 53). Es tan complicado precisa mente porque la capacidad para discriminar depende de la capacidad subjetiva para evocar el pasado, de la “memoria” que Homans insiste en ex cluir. “En un hombre la discriminación puede ser no sólo el resultado de su experiencia cotidiana sino también de su educación formal, sus lecturas y los argumentos verbales que haya escuchado. Puede ser inconsciente o pro ducto de un razonamiento consciente” (pág. 53). Como los sentimientos son portadores del pasado, el estrecho lazo entre los sentimientos de una perso na y sus actividades contemporáneas se ha perdido. Más aun, es mucho\ más dificil predecir — objetivamente— la conducta de una persona si debe- Sos comparar el estimulo que está recibiendo ahora con el que lo precedió hace tiempo. Tendríamos que saber si el actor mismo siente que existe esa lmilitud. Los recuerdos y sentimientos difieren de una persona a la otra. Pasamos de una teoría de las realidades observables a una teoría interpre tativa acerca de los estados mentales.
La discriminación también implica pautas. Comparamos las cosas en tre si comparandó ambas con una pauta más general de cómo deberían ser tales cosas. Una vez más, esto nos conduce al pasado, un hecho que }lonians parece admitir cuando escribe que los patrones de estímulos con emnporáneos surten los efectos que surten a través de “procesos de aprendi ZaJe del pasado” (pág. 74). ¿Pero tales pautas de discriminación se diferen cian en algo de las normas de Parsons? ¿La referencia a la discriminación IZO ha llevado a Parsons a reconocer implícitamente — a señalar de manera
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la negociación individual? La complejidad infinita es simplemente ot de nombrar lo aleatorio. Desde luego, Homans parece aceptar lo
¿De qué otro modo se explica que para él la acción Individual sólo e da por cálculos acerca de las posibles ganancias del Intercambio? P bién quiere relacionar estas acciones con el orden supraindivldu existencia él jamás niega. En consecuencia, Homans enfrenta lo que el “dilema individualista”. Para mantener un enfoque del orden que vidualista de modo claro, coherente y honesto, un teórico debe lntrc su construcción un nivel de apertura ante la contingencia que ha explicación del orden se aproxime al azar y la Imprevisibilidad. cual fuere el compromiso formal del teórico, y lleve o no tal contiri orden colectivo, pocos teóricos Individualistas quedan plenameni chos con tal azar. Su insatisfacción puede derivar de “la presión d dad” o de la presión de las teorias sociales más colectivistas. A fin tas, aun el teórico más Individualista es un sociólogo, no un psicóló filósofo existencialista. Pero, sea como fuere, esta Insatisfacción ini los teóricos individualistas hacia ideas más colectivas, pues a pesi compromisos formales intentan abrazar algún aspecto del orden e vidual.
El dilema Individualista es una opción entre el azar y la cate dual. Nace porque este “teórico vacilante”, no quiere — en verdad, no abandonar su compromiso formal con un Individualismo pleno. Por zón, el “momento colectivista” que introduce tiene que estar ocul de categorías residuales. Como no puede formar parte del argume mático de la teoría misma, esta referencia colectivista será vaga e In Para resolver este problema habría que trascender el dilema misil sólo ocurriría si se abandonara la adhesión formal al individualisni sólo entonces la autonomía sul generis del orden social se podría i claramente en vez de camuflarla con la ambigüedad. El elemento c te e individualista del orden social se podría luego insertar en una lectivista como un nivel significativo del análisis empírico, y no presuposición teórica.
En principio Homans tenía dos caminos para introducir cate siduales que afirmaran el orden colectivo. Podía describir esta f praindividual de forma racionalista, señalando esos controles matel bre la cor Individual que preocupan a teóricos del conflicto C( Como k comparte la perspe de Rex acerca de la ac trategia tendría sentido. Es significativo, pues, que Homans no. tal oportunidad. Aunque está atrapado en el dilema Individualista, rre a categorías residuales de manera racionalista. ¿Por qué no? A F der, porque Homans está comprometido con el fndlvldtiallsmo no
sentido presuposicional sinoideológico. Ustedes recordarán que es niano conservador insistía en el “gusto por los frutos de la concie entrañablemente formado como el gusto por las olivas”. En alguni
d h advertido que todo movimiento hacia el e niá Implica coerción, y está demasiado comprometido coi
incltviçíual para pernhltir q esto ocurra. Pero esta resistencia ideol
otro aspecto. El liberalismo de Homans es conservador, laissez-faire.
hacia el colectivismo dentro de una modalidad instrumental re-
- a apremios materiales para el actor protoeconómico. Con ello, tal
no existiera una “Identidad natural de intereses” y, ante un colapso del social, la solución podría estar en la reforma de Instituciones político ómicas. El laissez-faire conservador cedería el paso al reformismo pro
- incluso al socialismo y el marxismo que Inspiran a Rex.
Sin embargo, la negativa Ideológica y presuposicional que induce a 101 a no reconocer restricciones materiales, tiene consecuencias empí debilitadoras. aunque le permita evitar los problemas que presenta el iabajo de Rex. Homans sostiene, por ejemplo, que uno debe suponer, por alquIer proceso de ensayo y error que nos plazca, Iquel los dos [ de Ufl intercambio] han llegado a un trato acerca de la clase de servicio que cada cual proveerá, y que por el momento ninguno de ambos proveerá otra iase” (pág. 54). ¿Pero la clase de servicio que prestan diversos actores se decide mediante ensayo y error individual? ¿Es el resultado de negociado res decididas por las contingencias de la situación Inmediata? Por cierto que no. La clase de servicio se refiere a la asignación de disponibilidades,
Rex como arsons han mostrado que tal asignación está estructurada demandas colectivas. Para Parsons es una cuestión de definiciones de y las exigencias creadas por disponibilidades escasas. Para Rex está de i1nada poa de pcdei de los grupos dominantes, que a la vez relacionada co ctores supraindividuales como las condiciones tecno as y la organización parUdaria Homans, en cambio, insiste en que el er de regateo de las partes es básicamente equivalente. Reconoce la po [ de que el monopolio pueda afectar la oferta y la demanda, pero in te en que “cualquiera de ambas partes puede interrumpir el intercambio” en cualquier momento (pág. 67). Cree que el castigo, el Intercambio desven tajoso, continuará “sólo si por alguna razón ninguno de los dos hombres puede evitar las hostilidades, o silos demás aspectos del intercambio cons uyen una recompensa en sí mismos y las posibifidades de que una parte
u otra tenga sucesivas victorias son más o menos similares” (pág. 57). Esto
e parece una excéntrica distorsión de la realidad empírica. Si el poder de
regateo es desigual, si una parte tiene el monopolio de bienes que la otra Parte necesita, la parte más débil no puede interrumpir el intercambio
Cuando éste se transforma en castigo o no ofrece recompensas. Sugerir que igualdad garantiza el castigo continuo es extravagante. También debemos
fler en cuenta la desigualdad y la incapacidad para tratar ventajosamente coii los demás.
No nos sorprende, pues, que al final Homans insista en que el ínter Cflbio acontece en lo que los economistas llaman un mercado perfecto. “La daee de mercado de que hablamos en este libro no tiene monopolios abso pues nuestro pueblo siempre es libre de no entrar en el intercambio.” \
te mercado, añade, tampoco “ofrece muchas otras fuentes de recompen- \
. Por esta razón, “los intercambios entre dos personas tienden a conti
(pág. 78). Estamos de vuelta en la Ideología premarxista de Locke y
fl Smith, en la insistencia de que existe una identidad natural e inhe/
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rente de intereses entre los individu lectiio4
refuer
- conjunto, le permiten ignorar todo un complej blemas engendrados por la posición individual-racionalista.
Pero aunque Homans elude, por buenas y malas razones, 1 mas de la teoría racionalista del conflicto, evita enfrentar el problexj den colectivo sólo en una de sus formas, no el orden colectivo en c El problema del orden aún cuelga sobre su cabeza como la provez da de Damocles. Para Locke, el inventor de la teoría económica c identidad natural de intereses se podía mantener mediante ciertos tos empíricos acerca del estado de la naturaleza, a saber, que los 1 son naturalmente amigables y potencialmente cooperativos y que
cuenta los derechos de los demás. Pero aunque Homans acepta ideológico de Locke sobre la identidad natural y la libertad de co como sociólogo del siglo veinte no puede aceptar las ideas de Loc de la sociabilidad inherente y el respeto individual. Contra su i pues, Homans tiene que salir del marco puramente indMdualist establecido sistemáticamente. Como desecha la posibilidad de ha tro de un marco instrumentalista, le queda una sola posibilidad. 1 plazarse hacia el colectivismo manteniendo el voluntarismo debe comprensión de la acción. De este modo puede introducir cate
duales acerca del orden colectivo de manera no racional. Antes ob que Homans a veces duda de la instrumentalidad total de la accii en sus referencias a la discriminación y sus vinculos con el pasad yo. Al final de ese comentario, sin embargo, Homans se Ii -
esta indeseada complejidad, así como Rex se impacientaba ante la Uva de explicar la conducta ritual. “Obviamente el problema entn los, actividades pasadas y actividades presentes es de suma impc escribe Homans, “pero no formularemos más proposiciones genere ca de ello, y en consecuencia este libro no logra ser una r - -- ta” (pág. 53). Pero a fin de cuentas Homans tiene pocas Ineluctablemente, en virtud de la inestabilidad de su limitada posi suposicional, 1tgado a b scar4as ralees de los va n en lUeMeScotecUvas, no contingentes y normativas de
Comencemos con su tratamiento del espinoso problema de 1 Antes hablé acerca del equívoco central en la definición de valor
/ Homans. Por una parte, ve el valor como un mediador independieni ,/ tímalo, el elemento que decide la clase cualitativa de estimulo q -
\ con la cantidad de estímulo, determina la “recompensa”. Por oL ‘ se abstiene de dar demasiada relevancia al valor, sugirie
podemos definir el valor de un estímulo sólo después de saber qi
Para la expresión de impotencia teórica de Rex ante el problema del u se el capitulo 9.
rod un refuerzo. Sugerí que este equívoco central se relaciona con la dmis de Homans, potencialmente embarazosa, de que la percepción de comP involucra discriminación, y que la discriminación, lejos de es tar relacionada sólo con actos externos, objetivamente observables, está aigada en recuerdos de asociaciones y sentimientos pasados. Este pro blema se magnífica cuando Homans pasa de la acción al orden, de la discri 11 a los valores en cuanto tales. “Valores como el orgullo, el altruis la agresión. son los que nos causan más problemas para predecir y ex plicar la conducta de los hombres.” Causan problemas porque el valor que b al actor no se puede asociar directamente con actos observables:
5 “valores que constituyen, como a veces decimos, su propia recompensa” p 45).
¿Qué quiere decir Homans con esto? Quiere decir que los valores gene rales como el orgullo, el altruismo y la agresión siguen constituyendo fuen tes de compromiso aunque no estén reforzados por las reacciones de otros. gentes orgullosas o agresivas se sienten recompensadas simplemente porque han actuado de acuerdo con estos valores, no importa cómo reaccio nen los demás. ¿De dónde viene entonces la recompensa? Obviamente sólo puede venir desde el interior de elías mismas. Si hemos internalizado a “re- compensadores” anteriores, las acciones que ellos valoraban se convierten en nuestros valores. Actuar de acuerdo con estos valores se convierte pues en una recompensa en sí misma. Tal acción es independiente de sanciones presentes. observables y externas, las sanciones que definen la acción como Intercambio.
Sugerir la posibilidad de dicha internalización se convierte para Homans en un serio problema. Si el valor Involucra internalización pasada, el observador científico no se puede centrar sólo en el intercambio. Como Homans admite que en este sentido “debemos mirar el pasado de un hom bre en busca de esclarecimiento”, sugiere que “en principio el pasado ofrece la información que necesitamos para evaluar valores independientemente de la cantidad de actividad que un hombre desarrolle para obtener valores en el presente” (pág. 45). Para explicar la respuesta, que involucra el cálculo de ganancia del actor, el análisis de la interacción presente se debe comple-’ nentar con el estudio del pasado, pues no son las meras recompensas sino ‘los mismos gustos especiales” para las recompensas los que deciden si los actores reaccionarán análogamente ante la misma cantidad de estímulo tpág. 45). Pero el pasado induce a Homans a buscar ayuda en las mismas tradiciones teóricas que deplora. Primero acude a Freud, la roca sobre la CUal Parsons edificó su última teoría del orden cultural. “Si algo hemos aprendido de Freud, es que la historia pasada de un hombre, a veces tan Pasada que le cuesta hablar de ella, es un poderoso determinante de su Conducta actual” (pág. 45). Freud escribía acerca de la acción no racional; Parsons relaciona esta conceptualización de la acción con las fuentes no ra Cionajes del orden. Homans parece seguir en esto a Parsons. “Los miembros de una sociedad pueden haber adquirido para las recompensas los mismos gust especiales que recibieron de sus madres, padres y otros miembros de la Comunidad” (pág. 45). Comenta los diversos efectos de las comunidades
innecesario el e
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nacionales y las subculturas regionales. Por último, debe reconoce corazón del valor es la conformidad con las normas.
Cuando examinamos grupos particulares de personas, una cias clal de recompensa, la recompensa obtenida por la conforn - -
norma, cobra importancia. Una norma es una formulación he varios miembros de un grupo [ la cual] los miembros debe portarse de tal manera en tales circunstancias. Los miembros una recompensa en que su conducta y la de otros se conforme i ta medida con la conducta ideal descrita por la norma (pág. 4
Pero era Homans quien se oponía a este razonamiento normath /sociologla funclonalista. Su teoría sistemática se basa en la proposli
/ que la conformidad con las normas es una ilusión, de que los actoi ponden sólo a las contingencias inmediatas de las recompensas y
\ gos.
A nadie le gusta admitir que se contradice, y menos a un teórj sociología. Ustedes recordarán con qué rapidez Rex desandaba el después de introducir categorías residuales en su análisis de la t Homans hace lo mismo. Después de Introducir una categoría res:
otra, retrocede introduciendo una segunda linea de razonamientos El valor, sugiere ahora, está dividido en dos partes, constante y “ Escribe: “ persona valora mucho la ayuda (1) si es la clase de .1 que necesita ayuda y (2) sI ha recibido poca ayuda en el pasado re (pág. 48). La “clase de hombre” que es una persona nos remite al e constante del valor, y esto, sugiere Homans, cambia muy despacIo. 1 palabras, el Intercambio lo afecta poco. El hecho de que una pe
recibido o no mucha ayuda “en el pasado reciente” nos remite al
elemento del valor, la parte variable. El valor variable es cuantitatlvc relacionado con el aqul y ahora visibles. Sólo él puede estar directa relacionado con el intercambio.
¿Cómo interpretar este nuevo razonamiento? Por una parte, i parece haber admitido que un determinante significativo de la ganan
fuera del Intercambio, que está ligado mediante el proceso de discrirni a las normas, las comunidades y la socialización. Sin embargo, al tiempo Introduce un distingo conceptual que permite que su teoría frente esta admisión. Este libro aborda la conducta presente, cara a sus cambios dentro de períodos breves” (pág. 48). En otro pasaje J declara que su tópico es la “conducta elemental”, que en sus térzT siempre “cara a cara”. Sin embargo, aquí ha Introducido una caraci crucial, “períodos breves”. Pero si acaba de admitir que los factores c tes, de largo plazo, constituyen un componente relevante de la va ¿no deberían también formar parte de la conducta elemental? Lógici la respuesta es sí, estratégicamente la respuesta es no. Homans ha ir
ido el distingo constante/variable para evitar el análisis cultural, no para bord Con ello puede declarar que sólo le Interesa la conducta que 3 en períodos breves. “Como nos proponemos explicar la variación, no constaflC tratamos el primer componente [ como dado ... y
os sentimos en la obligación de explicarlo siempre. Dentro de los límites nos fijamos, explicamos lo que varia y consideramos como dado aquello ue permanece constante” (pág. 48). ¡Tal vez Homans debió modificar el
de su libro y ponerle “Conducta elemental en períodos breves”!
He intentado convencerlos de que los comentarlos de Homans acerca del valor revisten una extraordinaria importancia, pues creo que revelan las Invitaciones de una teoría que conceptuallza la sociedad como intercambio. sin embargo, aunque yo haya tenido éxito, ustedes podrían responder que comentarlo sólo abarca algunos pasajes del libro de Homans. Tendrían razófl. Sin embargo, creo que puedo encontrar en el trabajo de Homans una 8 mucho más sustancial que es igualmente reveladora y ad hoc. Me flero al capítulo doce, titulado “Justicia”.
Para comprender qué se propone Homans en este capítulo crucial, de mos recordar que a él le gustaría presentar el intercambio como si estu viera regido por la pauta puramente contingente y pragmática de “equiva lencia aproximada”. SI debo devolver algo que tenga valor aproximadamente equivalente a lo que me han dado, mi respuesta se puede predecir examinando el estímulo del otro (y, desde luego, ml provisión relativa de él). Pero esta equivalencia objetiva resulta difícil de establecer. Como los bienes flos estímulos) que yo doy tienen que diferir de los bienes (la respuesta) que recibo, no se los puede comparar con exactitud. Más aun, mientras que
nuestras provisiones relativas parecen bastante fáciles de establecer, nues os costos relativos — lo que cada uno de nosotros cede en el intercambio— Involucran, análogamente, comparaciones entre diversas especies de bienes. ¿Cómo decidir, pues, si el estímulo y la respuesta son iguales? Debemos realizar una comparación entre los bienes del otro y los míos, las expectati as del otro y las mías, las posibilidades del otro y las mias. Pero sin duda también hemos de comparar nuestra situación con la de otros en la socie dad para ver cómo manejan situaciones similares.
Homans sabe todo esto. En realidad, él trae a colación el tema dela aparacIón y ve de inmediato sus implicaciones. Al establecer comparac1o- S. escribe, nos involuerarnós en la cuestión de la justicia. y la justicia del
cambio plantea el problema de la justicia distributiva. Pero si el ínter . implica justicia distributiva, y la justicia distributiva depende de la aparaclón, ¿no volvemos ineluctablemente ai.probiema de -la lnterpreta y a la existencia de pautas de Interacción que e 4e tpçk acto Lcular? Homans queda nuevamente apresado en el dUerna del indIvidua Al enfrentar el problema de lo aleatorio (pura contingencia individual),
--- hacia la categoría residual.
La primera frase del capítulo doce Indica que Homans advierte que es- entrando en el brumoso mundo del ad hoc “Debemos ahora resolver al os cabos sueltos que quedaron colgando en capítulos anteriores” (pág. 32). El cabo suelto que intenta resolver es la justicia distributiva. Para
1
Véase el capitulo 9.
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abordarlo — recordemos su estrategia ante el valor— Introduce un entre dos principios diferentes. El primero es que el valor que una recibe de un grupo en un campo de actividades debe ser coherente c recompensas en otros campos. Este principio de coherencia suena s pues parece ser cuantitativo e instrumental. Pero el problema es qm explicarlo Homans debe volver a una comprensión normativa del oj lectivo, lo cual evoca las propuestas de Durkhelm y Parsons.
Para ejemplificar este principio él escoge el caso de Alex. A miembro de un grupo juvenil de adolescentes que andaban juntos y muchas cosas. Una de ellas era jugar a los bolos. Alex jugaba bien y tisfacía las expectativas del grupo. Este buen desempeño constituía mulo y, según la teoría del Intercambio, Alex tendría que haber reclb ello una recompensa equivalente. Pero el grupo no le daba tal recoz La razón, según Homans, era que en otros campos de la actividac “violaba Importantes normas grupales” (pág. 234). Al ofrecer esta e ción, Homans insinúa que la solidaridad grupal es decisiva para la ción de recompensas. Pero Parsons insiste en lo mismo cuando dice Integración social tiene la misma importancia que la asignación Como los miembros del grupo de Alex adherían a valores grupales, ban cierto valor a la conformidad. Como Homans lo expresa anterior los valores grupales constituían fines en sí mismos. Pero si las recorn se distribuyen no sólo en respuesta a una actividad específica sino t en relación con el desempeño general de una persona en cuanto r del grupo, parece que los Intereses de la justicia distributiva suborci IntercambIo a la solidaridad moral.
, En su segundo principio de justicia distributiva, Homans Intro catégoría residual de moralidad de otra manera. La recompensa q persona obtiene por su actividad, sugiere, tiene que ser equivaleni “Inversiones” (pág. 237). Una vez más, esta referencia parece ser de cuantitativo y económico, lo cual seria coherente con una perspectl trumentalista del Intercambio. Pero Homans no define la inversión es nos económicos. La usa para aludir a elementos sociológicamente re en el carácter de una persona. Las Inversiones remiten a cosas
tud, la edad, la raza, el sexo y la familia de origen. En otras palabras versiones no se relacionan directamente con el estimulo al que estas puestos rti con el costo Inmediato. Soro residuos de actividades ani que nos han dado nuestro “status”. Este status define culturalmente medida se nos considera una persona “buena” o “merecedora”. La pensa que recibimos por el estímulo que brindamos está mediatlz nuestro status fuera de esta transacción particular.
Todo cálculo que un observador externo haga sobre la ganancia tiene que estar decisivamente mediatizado por consideraciones acerCa inversiones que una sociedad dada considera Importantes. Pues
ción de haber obtenido una ganancia no depende de la equlvalencis de recompensas y costos sino del cálculo de estas cualidades ot
relación con lo que un actor cree merecer. La satisfacción mutua C pues, de un consenso cultural acerca de las Inversiones. ¿La alta cul
00 como una Inversión válida? En tal caso, recortar cupones se conside rá un estímulo suficiente para ser recompensado con la riqueza. ¿La raza
e seXO cuentan como Inversiones? En tal caso, el trabajo similar realizado . personas de sexo o raza diferentes puede resultar legítimamente en una
ga desigual. Este es el sistema de recompensas de una sociedad conser dora o aristocrática. Si, en cambio, se considera que la principal Inversión es el mero carácter de “persona” o “ciudadano”, las recompensas se pueden igualar aun en el caso de trabajos desiguales. Esta es la definición de la in vers!Ófl la norma de la justicia distributiva, en el socialismo utópico.
Se trata, por cierto, de los problemas normativos que la teoría del con llicto procuraba reducir a una cuestión de mera lucha de poder, pues la teo ría del conflicto depende del intercambio utilitarista. En la teoría del inter cambio de Homans, en cambio, estas expectativas normativas determinan percepciones acerca de la distribución de recompensas. Cuando Homans observa que la cooperación entre actores sociales siempre parece estar dete ríorándose, señala desacuerdos objetivos, no desigualdades objetivas. “El problema es que [ gentes] difieren en sus Ideas acerca de lo que legítima 1 mente constituye Inversión, recompensa y costo, y cómo se deben jerarqul jaj estas cosas. Difieren de una sociedad a otra, de un grupo al otro, y de una época a otra en cualquier sociedad o grupo” (pág. 246).
A mi entender, en estos comentarlos sobre el segundo principio Homans ha iluminado procesos en el nivel de la InteraccIón Individual que se corresponden con problemas decisivos que Parsons abordó en el nivel del sistema social. Para ambos teóricos el problema es cómo se pueden mediati zar las recompensas entre valores institucionalizados y la asignación de dis ponibilidades y personal. Homans explica que el deseo Individual de justicia distributiva relaclona las ganancias objetivas del intercambio con expectati vas grupales acerca de la valía de las cualidades Individuales. La respuesta de Parsons, en cambio, aludía a las presiones del equilibrio sobre los siste mas de asignación e Integración. Las explicaciones son complementarias. Al Contribuir a este “progreso” teórico, Homans se ha alejado de su teoría siste mática del intercambio.
En el comienzo de Conducta social Homans admite que puede haber significativos elementos de conducta social que son determinados por re querlrnientos de rol y no por exigencias interaccionales del intercambio. ‘Pero ml estudioso de la conducta social elemental dejaría a otros científicos SoCiales la tarea de explicar por qué el rol llegó a ser lo que es, y sólo tlflPrendería la tarea de explicar las variaciones en la conducta real una vez que el rol está dado” (pág. 5). La idea de dejar la explicación de ciertas di flsiones clave de la acción y el orden a otros es una Indudable señal de i Es una alarma que suena cuando alguien desea deshacerse de su Puestos teóricos objetivamente restrictivos. Vimos que Parsons anunciaba 1 división del trabajo analítico dentro de las ciencias sociales — donde la Clología asumía el papel de explicar las normas— justo después de intro ucir un estrechamiento drástlcamente idealista de su enfoque multidimen ioflal. De la misma manera, ciertos teóricos del conflicto, como Dahrendorf,
Proponjan que los elementos normativos y armoniosos (en cuanto opuestos
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a los conflictivos) de la sociedad fueran manejados por otros teóric cializados en la “integración”. Pero tal diplomacia entre teóricos gen un truco de presdigitación. Las propuestas de una división analitica bajo son señales oblicuas de que una teoría no puede manejar aspee damentales de la vida social. Desués de esas señales aparecen conf tegorías residuales, no un reconocimiento diplomático.
Entiendo que la ambición parsoniana de crear una teoría mult sional y sintética era encomlable. Primero intenté demostrar que Para alcanzó esa mcta, pues introdujo una reducción idealista, mezcló cue presuposiclonales y empiricas. y no separó las aplicaciones ideolóL intereses más generales. También intenté demostrar que la teoría j ficto abordó estas fallas de modo significativo, y nos permitió trasce estrecha aplicación de Parsons para abordar una exploración más p la multidimensionalidad de la vida social. Al mismo tiempo, su
teoría del conflicto tenía sus propias fallas conceptuales: sus red instrumentales conducían a razonamientos ad hoc que a menudo reli los de Parsons. Espero que ustedes hayan comprendido que he tra teoría del intercambio de la misma manera. Homans Inicialmente tualiza un ámbito teórico que Parsons apenas toca, el nivel de la
concreta que cobra una forma racionalista. Sin embargo, al tomar e fasis analíticos para la teoría general, Homans restringe su teoría de i do que le imposibilita abrazar sistemáticamente toda la gama de la y cial. En vez de demostrar que su teoría es superior a la de Parsons.
gorías residuales que introduce revelan una convergencia entre su i ción y la vena multidimensional dei trabajo funcionalista.
He comentado la teoría de Homans no sólo como la obra de us duo talentoso — aunque su sabor individual es manifiesto— sino cor totipo de la “teoría del intercambio”. A mi juicio, la lógica teórica qu plifica, y las restricciones que esta lógica implica, afectan a todo 1
desarrollar una perspectiva estrictamente Individualista y racionalisi vida social. Todo teórico que aborde el intercambio como forma prh de la socialidad se topará con los problemas que afectan la obra de F La perspectiva del intercambio plantea a los teóricos un dilema: deb ger entre lo aleatorio y la categoría residual. Si no están satisfechos guna de ambas cosas, deben salir de las fronteras de su trabajo. Es ma tiene, una categoría “estructural”: existe al margen de las intel personales, las ambiciones ideológicas y los compromisos empíricos £ teórico.
En un importante trabajo temprano en teoría del intercam ejemplo, James Coleman manifestaba una gran sensibilidad hacia 1 blemas conservadores e individualistas de las formulaciones origifl Homans. Declaraba que todos los intercambios acontecen dentro , cos colectivos que establecen distribuciones de poder, y que estos ma
6 Coleman, “Foundatjons for a Theory of Collective Declsions”, Amerfcafl of Sociology (1966), 71:615-627.
91 mediante sistemas constitucionales que limitan normativamente abuS0 de poder desigual. Pero Coleman nunca ofreció un modo de teori ar acerca de las reglas constitucionales, normativas. Aunque su teoría pre tendía representar una “enmienda” del intercambio individualista, tal en jcnda lo indujo a introducir las mismas categorías residuales que se pro , superar. Peter Blau Intentó enmendar a Homans de la misma mane 7 Insistía sobre la distribución despareja de poder supraindividual, y re 0 la mediación Independiente de las normas para un reparto justo. embargo, al abordar los orígenes de dichas normas, Blau tuvo que des dbirla5 como “emergentes del intercambio”, una descripción que no ofrecía niuchas más explicaciones que la teoría individualista que Blau se proponía superar. Tal vez fue a causa de esta incongruencia que más adelante Blau abandonó el análisis de intercambio, aduciendo que era irremisiblemente i Abordó una teoría “estructural” que enfocaba las restriccio nes extraindividuales de manera totalmente materialista. Alvin Gouldner, en un celebre artículo que se publicó en la misma época que los trabajos tempranos de Blau y Coleman, realizó una crítica de la teoría funcionalista desde la óptica del intercambio, recurriendo al concepto de “norma de reci procidad” . Pero esta nueva revisión de la teoría del intercambio también adolecía de defectos residuales en tal concepto de “norma”. ¿De dónde pro cedía dicha norma? ¿Era generada por el intercambio, en cuyo caso era re dundante, o provenía del intercambio externo, en cuyo caso esta revisión converge con el funcionalismo que intentaba reemplazar?
En mi opinión, los trabajos más recientes de la tradición del intercam bio sólo vuelven más manifiestas tales contradicciones Implícitas. En 1974 Peter Ekeh emprendió un ataque frontal y sistemático contra el trabajo de Homans. Según Ekeh, era preciso complementar la idea de un intercam bio directo, cara a cara, con ideas de intercambio indirecto, según las cuales todo intercambio es afectado por las necesidades o costos de un tercero “si lencioso”. Este tercero Indirecto, sin embargo, no parece diferente del grupo solidario que Homans señalaba en su primer principio de justicia distributi va. Transformar el intercambio en normativo volviéndolo “indirecto” es igualmente cid lioc. Se viola el principio de frugalidad — por no mencionar un fundamental criterio de coherencia— al tratar de Insertar cuestiones co- 1110 la solidaridad y la integración de sistemas en el lenguaje restrictivo y teóricamente discordante del intercambio social. Los trabajos de Charles l sobre el intercambio indirecto adolecen de esta misma compleji dad excesiva, y lo mismo sucede con el intento de William Goode de trans formar la teoría del intercambio en fundamento de su explicación sistemáti
Blau, Exchonge and Power in Social fe (Nueva York: Free Press, 1964). Blau, Inequality and Heterogeneity (Nueva York: Free Press, 1977). Alvin W. Gouldner, “The Norm of Reciprocíty: A Preliminary Statement”,
fleriean Sociolog(cal Review (1960). 25:161-178.
Ekeh, Social Exchange Theory: The Two Tradltions (Cambridge, Massachusetts:
1 University Press, 1974).
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ca de la distribución de prestigio en la vida al Goode “corri ría del intercambio recordando a sus lectores que el intercambio bilidades simbólicas — un subconjunto de las “recompensas” r en la obra de Homans y Parsons— debe ser regulado por lo que llamaba los elementos no contractuales del contrato, y que por esi todo análisis del prestigio debe abordar bases culturales que están f intercambio mismo. ¿Pero por qué partir de una teoría de la primor del intercambio? ¿Por qué no declarar desde el principio que el inte es una dimensión analítica de la acción pero que no puede exj ción misma? Quizá porque hacerlo equivaldría a abandonar la tracj la teoría del intercambio.
Los supuestos racionalistas e individualistas abundan en e empírico de la vida social; no se limitan a análisis que se anunclai mente como parte de la “teoría del intercambio”. Los estudios de 1 ta colectiva como movilización de recursos a menudo enfatizan la o clonal, tal como las discusiones acerca de la revolución. La sociolo ca utiliza tales supuestos rutinariamente. Muchas teorías de las re raciales y étnicas dependen de ellos. Las explicaciones de las relací ternacionales utilizan teorías de protointercambio para describir la c ta de las naciones, los sociólogos familiares las usan para explicar rrollo de las patologías emocionales. Las teorías del conflicto se valezi tercambio para explicar los actos de partes individuales de sistem plejos. Los marxistas usan el intercambio para explicar la lógica de 1É viduos y grupos alienados de la sociedad capitalista.’
Aunque pocos de estos esfuerzos abusan sistemáticamente c puestos teóricos, los limites de sus explicaciones empíricas adolece defectos que hemos descubierto en la lógica más explicita y generaL. la obra de Hornaras. A fin de cuentas, tal es la Justificación de la teori ral. Es un microcosmos de la sociología. Al abordar problemas teórl nerales, emprendemos un examen abstracto y concentrado de la 5 misma.
Charles Kadushin, Cast Thy Bread Upon the Waters for Thou -
After Many Days: Notes on Motivation in Network Behavior” (trabajo in
William Goode, The Celebratiori of Heroes: Prestige as a Social Control 5
(Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1979).
12 John Elster formaliza esta tendencia en el marxlsmo de opción raciofl ha presentado recientemente en nombre de Marx: “Marxism, Functionalisl Game Theory”, Theory and Society (1982), 11:453-482.
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