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GENES, PUEBLOS Y LENGUAS – NOTAS RELATIVAS A LOS VASCOS Y LA LENGUA VASCA 1. Curiosidad inicial He tenido la curiosidad de leer el libro “Genes, pueblos y lenguas” del profesor Luigi Luca Cavalli-Sforza -italiano afincado en Estados Unidos- experto mundial en genética de poblaciones. El libro -en mi opinión muy breve y conciso, ya que apenas supera las 200 páginas- es fácil de seguir y entender. En su desarrollo el autor explica cómo el estudio de los genes de los individuos y poblaciones actuales puede ser un método útil para reconstruir la historia de la evolución humana. Naturalmente, las conclusiones de estos estudios deben estar contrastadas con las que proceden de las disciplinas que trabajan sobre material paleoantropológico, pero no son incompatibles, sino complementarios, y a veces resultan imprescindibles para desarrollar hipótesis sobre la evolución humana. La idea básica del método responde afirmativamente a la siguiente pregunta que ha motivado mi curiosidad por su sorprendente enfoque: ¿Es posible reconstruir la evolución humana -desarrollada a lo largo de miles y miles de años- a partir del estudio de las poblaciones que viven en la actualidad? La respuesta es sí, si se admite que las adaptaciones que ha tenido que realizar la especie humana están, de alguna manera, reflejadas en sus genes. Así, podría decirse que la evolución de la especie va pareja con su evolución genética, que también integra la evolución cultural. Analizar ese paralelismo es sumamente complejo. Al final, todo depende de las evaluaciones de infinidad de datos genéticos y del cálculo de sus probabilidades. Las matemáticas intervienen decididamente en este campo donde yo creía que no tenían aplicación. Cualquiera puede preguntarse: ¿Qué tienen que ver las matemáticas con los genes? Pero las matemáticas como herramienta de cálculo intervienen en todo. Sobre la magnitud del volumen de datos a tratar el autor desvela en la pág. 27 de su libro: “La acumulación de datos sobre muchos genes en miles de poblaciones ha producido un laberinto de millones de cifras que nos revelan la frecuencia de las distintas formas de más de 200 genes. ... lo que (una vez analizado) resulta útil para controlar las posibles hipótesis sobre la historia evolutiva del hombre”. Determinar desde el presente -mediante el estudio genético de las actuales poblaciones- la historia de la evolución del hombre en el planeta conlleva dificultades enormes; pero el hombre es hábil y constante en sus empeños y yo creo en la honradez de los científicos tanto cuando aseguran la veracidad de sus conclusiones como cuando exponen sus teorías aun no confirmadas. Es una cuestión de optimismo y confianza en la capacidad del ser humano. Pero lo que me ha llamado realmente la atención es que, debido a los estudios genéticos y culturales realizados en poblaciones actuales, se dan en el libro varias referencias relativas a los vascos y a la lengua de los vascos que considero de sumo interés. Resulta sorprendente que siendo tan pocos todavía se nos reconozca biológica y culturalmente dentro de la casi homogeneidad existente en la especie humana actual. Fuera de cualquier atisbo de racismo, ese reconocimiento dentro de la diversidad humana significa para mí que los vascos, al menos culturalmente, tenemos una gran responsabilidad con nuestra lengua. No es broma. Lo que ha perdurado hasta nuestros días no deberíamos perderlo. Ese podría ser uno de nuestros objetivos como pueblo y para conseguirlo creo necesario involucrar al resto de nuestros semejantes, pues considero que la lengua vasca -así como otras tanto o más valiosas por su singular pervivencia- deberían ser nombradas Patrimonio de la Humanidad. 2. Racismo. Las razas y sus diferencias En la pág. 14 y siguientes el profesor habla sobre los orígenes biológicos y culturales del racismo que habitualmente se argumentan para justificarlo. Ahora bien, como científico, en principio, no desestima nada pero deja muy claro que solo las diferencias biológicas, las que se heredan genéticamente -o por lo menos en parte- serían las que pudieran proporcionar una presunta base científica al mismo. Copio su postura científica de la página 17: “Se puede condenar el racismo porque es malo, y en efecto, casi todas las religiones modernas y numerosos sistemas éticos lo condenan. Pero ¿podemos excluir que exista una raza superior o, por lo menos, que existan gradaciones de superioridad entre las razas? ¿Podemos excluir que esto se pueda demostrar científicamente?” Es cierto que existen diferencias entre las razas, unas visibles y otras invisibles, y no cabe duda de que algunas son hereditarias y otras culturales. Ahora bien, el profesor propone estudiar dichas diferencias y ver si proporcionan una justificación científica al racismo. Sobre la naturaleza de las diferencias el profesor señala en la página 17: “Ante todo, hay que decir que no es fácil distinguir entre herencia biológica y herencia cultural. A veces, debemos admitirlo, cuesta saber cuál es el origen de las diferencias. Siempre es posible que sus causas sean biológicas (las llamaremos genéticas), o que se deban a un aprendizaje (las llamaremos culturales), o a las dos cosas”. Prosigamos con las diferencias. En la página 18 y siguientes, hablando de las mutaciones visibles de las razas, escribe: “Las diferencias entre las razas que impresionaban a nuestros antepasados, y siguen impresionando a mucha gente, son el color de la piel, los ojos y el cabello, la forma del cuerpo y de la cara, y todos los detalles que a menudo nos permiten adivinar el origen de una persona al primer vistazo”. “Muchos de estos caracteres (visibles) son bastante homogéneos en cada continente, y por eso nos da la impresión de que existen razas puras y de que las diferencias entre estas razas son muy fuertes” No obstante, en las páginas 19, 20 y 21 explica, con claridad: “... casi todas (las diferencias visibles) son debidas a las diferencias climáticas que encontraron los hombres en su expansión por todo el mundo a partir de su región de origen, África. Mientras el hombre tuvo escasa influencia tecnológica sobre el clima, limitada a la construcción de casas muy sencillas o a la confección de vestidos de pieles de animales para protegerse del frío, fue necesaria una adaptación biológica”. “Los antropólogos han demostrado que las diferencias morfológicas entre los grupos étnicos son producto de la selección natural debida al clima. El color negro de la piel protege a los que viven cerca del ecuador de las inflamaciones cutáneas causadas por los rayos ultravioletas de la radiación solar (que pueden causar también tumores malignos, como los epiteliomas). En los climas cálidos y húmedos, como el de la selva tropical, conviene ser pequeño para aumentar la superficie con respecto al volumen. La evaporación del sudor, que refresca el cuerpo, tiene lugar en la superficie. Por eso los habitantes de la selva tropical y no solo los pigmeos son pequeños. El pelo crespo retiene el sudor y prolonga el efecto refrescante de la transpiración. En cambio, la cara y el cuerpo mongólicos están conformados para proteger del frío, muy intenso en la parte de Asia donde viven estos pueblos. El cuerpo, y sobre todo la cabeza, tienden a ser redondos, y el volumen del cuerpo es mayor. Todo eso disminuye la superficie en relación con el volumen corporal y reduce la pérdida de calor hacia el exterior. La nariz es pequeña -menos peligro de congelación- así como sus orificios, de modo que el aire tarda más en llegar a los pulmones y les da tiempo a humedecerse y calentarse. Los ojos se protegen del frío con los párpados, que son verdaderas bolsas de grasa (proporcionan un aislamiento térmico excelente) y dejan una abertura muy fina, a través de la cual los orientales pueden ver mientras permanecen protegidos de los vientos helados del invierno siberiano”. En definitiva, prosigue el autor: “Los caracteres de adaptación climática son típicamente caracteres de la superficie corporal. Además. La superficie del cuerpo es muy visible, casi por definición. Por tanto influyen en nuestro punto de vista llevándonos a dos conclusiones ambas falsas: Las razas son puras, y las diferencias de las razas son muy marcadas. El error consiste en hacer extensivas estas diferencias a los demás caracteres (invisibles)”. Sobre la pureza de la raza escribe en la página 22: “(Cuando se hablaba, en el siglo XIX, de mantener pura la raza) no se sabía que para obtener una “pureza”, es decir, una homogeneidad genética (que de todos modos nunca sería completa en animales superiores), se tendrían que cruzar durante muchas generaciones (por lo menos veinte) parientes muy cercanos, como hermano y hermana o padres e hijos. Eso tendría unas consecuencias muy negativas sobre la fecundidad y la salud de los hijos, y estamos convencidos que de que no ha pasado nunca en la historia de la humanidad, excepto en periodos cortos y en circunstancias muy especiales, como en algunas dinastías egipcias o persas. (Entonces, en el siglo XIX) ni siquiera se sabía que si se estudian otros tipos de variaciones invisibles, no hay ninguna homogeneidad”. Finalmente determina: “Así pues, la pureza de raza es inexistente, imposible, y totalmente indeseable”. Además de las diferencias visibles indicadas, existen otras diferencias que son invisibles. Acerca de las mutaciones invisibles: los polimorfismos genéticos, habla a partir de la página 22 y para mi han sido de mucho interés. Me han aclarado algunos conceptos que no tenía o tenía equivocados, como, por ejemplo, cómo funciona el sistema sanguíneo AB0 o el factor Rh que copio a continuación: - Grupos sanguíneos AB0 “El sistema de los grupos sanguíneos AB0 es un ejemplo de mutación humana perfectamente hereditaria y totalmente invisible. Fue el primero que se descubrió, en 1900, y ha sido objeto de infinidad de investigaciones, ya que es fundamental para el buen resultado de las transfusiones sanguíneas. Existen tres formas principales del gen: A, B y 0, y estas formas son estrictamente hereditarias. Cada uno de nosotros tiene 46 cromosomas, que forman 23 pares fáciles de reconocer por su forma y longitud. El gen AB0 está localizado en el cromosoma número 9. Un cromosoma de cada par procede del padre y el otro de la madre. Con tres formas distintas de gen -A, B y 0-se pueden tener seis tipos genéticos de individuos (llamados genotipos) 00 que recibe 0 tanto del padre como de la madre; AA que recibe A tanto del padre como de la madre; A0 que recibe A de uno de los progenitores y 0 del otro; BB que recibe B tanto del padre como de la madre; B0 que recibe B de uno de los progenitores y 0 del otro; AB que recibe A de uno de los progenitores y B del otro. Los individuos AA se distinguen con dificultad de los A0 y no es necesario hacerlo para una transfusión sanguínea. Por eso se llaman de tipo A. Asimismo, los individuos BB y B0 son de tipo B. Existen, pues, cuatro tipos de individuos -0, A, B y AB- desde el punto de vista de la transfusión, que dan cuatro grupos de individuos. - El factor Rh Con dos formas del gen Rh+ y Rh-, localizados en el cromosoma número 1, se pueden obtener tres tipos genéticos de individuos. Rh+/Rh+ que recibe Rh+ tanto del padre como de la madre; Rh-/Rh- que recibe Rh- tanto del padre como de la madre; Rh+/Rh- que recibe Rh+ de uno de sus progenitores y Rh- del otro. A los tipos Rh+/Rh+, se les denominan homocigotos positivos, a los Rh-/Rh-, homocigotos negativos, y a los Rh+/Rh-, heterocigotos. Sin explicaciones detalladas, este último grupo Rh+/Rh- se le clasifica como si fuera Rh+/Rh+, pues se revelan cómo homocigotos positivos en los exámenes más sencillos. Pero si alguien se ha quedado tranquilo con estas definiciones está en un error, el asunto es mucho más complejo. Muchísimo más. Precisamente los diferentes tipos de sangre -Sistema AB0, Factor Rh y otros 32 casos raros y, posiblemente más- son diferentes porque la sangre transporta diferentes antígenos y diferentes anticuerpos en su seno. Además, resulta muy inquietante saber que es desconocido el motivo exacto por el que las personas nacen con anticuerpos contra antígenos a los que nunca han sido expuestas. ¿Memoria genética? Siendo así, es comprensible que el estudio de los genes de las poblaciones actuales pueda dar pistas acerca de las vicisitudes surgidas a lo largo de la evolución. Un caso sencillo de entender es el del gen del Factor Rh. Como advierte el profesor “sin entrar en explicaciones detalladas”, solo existen 2 tipos de individuos: Rh+ y Rh-. Ahora bien, si tomamos una población original equilibrada con un 50% de genes Rh+ y el 50% restante Rh-, y suponemos un cruzamiento al azar entre los diferentes individuos, con el tiempo resultará que la proporción de individuos con gen RH+ crecerá en perjuicio de los Rh-, debido a aquellos individuos heterocigotos (Rh+/Rh-) serían considerados como Rh+. Luego -y de aquí la importancia de este gen- si encontramos una población con grandes porcentajes de Rh- en comparación con los Rh+, hay que suponer que originariamente la población era mayoritariamente Rh- y que los individuos Rh+ llegaron después de los Rh-. Razonamientos de este tipo son los que utilizan los genetistas de poblaciones en sus teorías sobre las vicisitudes de la evolución humana. Ellos estudian las distribuciones (mapas) geográficas de determinados genes en numerosos individuos de distintas poblaciones de una determinada región geográfica (Según los objetivos del estudio varía el alcance geográfico de la superficie a estudiar). En la época de los primeros estudios de distribución genética, el profesor explica que se estudiaron 39 genes; quince años después se repitieron los análisis con 95 genes. Según confiesa, los resultados fueron prácticamente los mismos, pero la seguridad en las conclusiones creció. Naturalmente, la elección de los genes y las poblaciones a estudiar es muy importante. Genes que no varían entre los diferentes individuos de las distintas poblaciones no tienen interés porque no hablan de posibles historias paralelas; en cambio, genes que presentan variaciones apreciables entre los individuos pueden ser debidos a historias evolutivas diferentes. Y esos sí tienen interés. Por ejemplo, las condiciones climatológicas de los periodos glaciares tuvieron que influir en el modo de vida entre los habitantes de las zonas ecuatoriales y el resto y también durante el tiempo de expansión de la agricultura que modificó drásticamente la forma de obtención de los alimentos. En ambas situaciones se tuvieron que generar alteraciones genéticas entre las diferentes poblaciones. Alteraciones que los genetistas estudian en los genes de las actuales poblaciones. 3. Algo preocupante A pesar de la gran homogenización actual de los individuos debido a los intercambios genéticos de la migraciones habidas, a pesar de lo dicho acerca de la pureza de las razas, así como lo relativo a la naturaleza de las diferencias existentes -genéticas y culturales, visibles e invisibles- lo cierto es que todavía existe algo preocupante en el comportamiento de algunos miembros de la especie humana. Todavía algunos seres humanos pretenden ser superiores a los demás; no les vale ser solamente diferentes. Pienso que es consecuencia directa de la competición por la hegemonía que sigue vigente en la evolución humana. Se puede comprender que en el origen fuera un instinto, algo genético, inconsciente orientado a sobrevivir y perpetuarse, pero después, con el paso del tiempo, para algunos se ha convertido en un objetivo consciente, utilizado para conseguir la supremacía sobre los demás. Para mí está claro, que la evolución cultural de la humanidad -que está generando el concepto de noosfera en el planeta- no ha puesto todavía suficiente freno a los instintos. No es dominante en el comportamiento humano, pues seguimos queriendo imperar sobre el prójimo aunque no sea bueno, ni mucho menos lo mejor, para la humanidad. Sobre este asunto veamos lo que escribe el profesor Cavalli-Sforza en las páginas 205 y 206 de su libro: “... todavía se siguen explicando las relaciones sociales humanas como una consecuencia de la selección natural, entendida exclusivamente como una lucha a muerte por la supervivencia, con las garras y fauces llenas de sangre. Esta visión apocalíptica quizá se pueda aplicar a la lucha interespecífica entre depredadores y presas, pero es mucho menos válida para la competencia entre individuos de una misma especie, en los que la selección natural genera comportamientos de cooperación y altruistas. Y termina: “Si la densidad de población no es excesiva, no hay un motivo importante para competir”. Conclusión con la que estoy totalmente de acuerdo, incluso sin la condición demográfica que menciona el profesor. Pienso que competir no es lo mejor. Es más, creo que se manifiesta este indeseable objetivo porque nos falta, como especie, otro más importante, más definitivo, imprescindible para nuestra continuidad evolutiva: Buscar nuestro destino fuera de la Tierra, en el Universo. 4. Lenguas y genes El autor del libro propone que de forma similar a la evolución biológica de la humanidad también existe una evolución cultural de la misma, siendo la base de la cultura la comunicación que se establece fundamentalmente mediante las lenguas. En la página 155 asegura que existen importantes analogías (también diferencias) entre la evolución de los genes y la de las lenguas. En cuanto a las similitudes escribe: “Ahora nos interesa entender cómo es que existe un paralelismo entre dos evoluciones tan distintas. La explicación es muy sencilla. Dos poblaciones aisladas entre sí se distinguen desde el punto de vista tanto genético como lingüístico. El aislamiento, debido a las barreras geográficas, ecológicas y sociales, impide (o hace menos probables) los matrimonios entre las dos poblaciones, y por lo tanto también el intercambio genético. Entonces, las poblaciones evolucionarán independientemente y se volverán distintas. La diferenciación genética aumentará regularmente con el paso del tiempo. Podemos esperar exactamente lo mismo desde el punto de vista lingüístico. El aislamiento reduce o anula los intercambios culturales y las dos lenguas también se diferenciarán”. “...por lo tanto, tiene que haber una correspondencia básica entre el árbol lingüístico y el árbol genealógico, pues reflejan la misma historia de separaciones y aislamientos evolutivos”. En cuanto a la riqueza, bondad o calidad de las diferentes lenguas asegura en la página 69: “...todos los hombres modernos que viven actualmente usan lenguas complejas, con varios miles de vocablos, con una gramática y una sintaxis difíciles, tan avanzadas y capaces de expresar conceptos especiales como las lenguas más difundidas a las que estamos acostumbrados. No existen lenguas primitivas; las 5.000 que hoy existen en la Tierra son igual de ricas, por lo menos en potencia” Y en la página 155: “La estructura de todas las lenguas modernas tienen un complejidad comparable, y las lenguas de los grupos étnicos que viven en un nivel económico primitivo no son, ni mucho menos, más primitivas que las nuestras. Sobre la posible interacción entre genes y lenguas, en el sentido de que los primeros influyan sobre las segundas, asegura en la pág. 155: “... no existe ningún motivo para pensar que los genes influyan en la posibilidad de hablar una u otra lengua. El hombre moderno posee, desde su nacimiento, la capacidad de aprender cualquier lengua conocida, y la lengua materna es el resultado de una casualidad individual: el lugar y el grupo social del nacimiento”. Pero, en el sentido contrario, que las lenguas, la evolución cultural, puedan influir -indirectamente- sobre los genes, la evolución genética, opina lo siguiente, también en la página 155: “Si hay un efecto de interacción entre genes y lenguas son más bien estas las que pueden influir en los genes, en el sentido de que una diferencia de lenguas entre dos poblaciones pueden disminuir sus intercambios genéticos, aunque sin anularlos” La conclusión es que no existe un gen específico que esté relacionado con el aprendizaje de las lenguas, no existe el gen del “don de lenguas” pero si se sabe que aprenderá más lenguas quien pertenezca a un grupo social con mayor poder económico. 5. Importancia de la lengua en la evolución humana En la pág. 60 menciona: “Conocemos bien la diferencia entre nosotros y nuestros vecinos más cercanos en la evolución, los grandes simios. La innovación importante que distingue al hombre de estos primos lejanos fue la comunicación, posibilitada por el lenguaje...” Y en la pág. 96 prosigue: “Mi hipótesis preferida es que, además del transporte, el progreso del lenguaje facilitó mucho la gran expansión del Paleolítico. Es posible que los antepasados más lejanos del hombre ya tuvieran una forma primitiva de lenguaje, pero que su desarrollo fuera más tardío y probablemente solo alcanzara con el hombre moderno, antes del comienzo de su explosión de los últimos 100.000 años, un grado de perfección parecido al de todas las lenguas habladas actualmente. Con este formidable instrumento de comunicación, el hombre moderno pudo explorar fácilmente las cercanías y los lugares más alejados, adaptarse a muchas condiciones ambientales nuevas y asimilar rápidamente las nuevas tecnologías que habían hecho posibles las adaptaciones”. 6. Tenacidad en el mantenimiento de la lengua propia. Como hemos visto anteriormente, se ha hecho referencia a la extraordinaria importancia que tuvo el lenguaje en la evolución humana, que le diferenciaba de sus vecinos más cercanos en la evolución. Es decir, que el hombre primitivo comprendió y utilizó la comunicación que posibilitaba el lenguaje como un instrumento cultural de expansión en el planeta. Este instrumento tuvo que influir decididamente en los individuos para comprender la conveniencia de actuar conjuntamente, en forma de grupo o pueblo, imprescindible para acometer las empresas de expansión y colonización. De aquí puede venir el íntimo convencimiento que las poblaciones humanas poseen acerca de la importancia de su propia lengua. Es más, es tan importante la comunicación hablada -sus orígenes fueron de carácter biológico, ya que para su desarrollo hubo de modificarse la morfología de la cabeza- que podría ocurrir, que todavía, en el hombre actual, los impulsos internos que generan la tenacidad para el mantenimiento de la lengua propia, sigan siendo de tipo genético, ya que resulta evidente que hoy día muchos grupos humanos -los dominantes- no aceptan o no pueden aceptar las ventajas culturales que una lengua única podría acarrear a toda la humanidad. Nadie quiere perder su lengua sustituyéndola por otra aunque fuera la misma para todos. La propuesta fallida del Esperanto es un ejemplo de lo que digo. Podemos relacionar este asunto con lo que el profesor escribe en las páginas 173 y 174: “En nuestros antepasados prehumanos, las decisiones importantes en la vida, de las que dependen las funciones esenciales para la conservación de la especie, corrían a cargo de impulsos muy profundos y fuertes. Estos impulsos todavía existen en el hombre, pero (actualmente) se pueden interponer las decisiones de carácter cultural...” Y yo pregunto: ¿Y si todavía los impulsos internos son superiores a los culturales? Sobre este tema el profesor asegura en la página 204: “(Actualmente) la comunicación entre individuos (de diferentes lenguas) sigue estando limitada, como en el Paleolítico, por la existencia de barreras lingüísticas muy tenaces entre las sociedades humanas”. Está claro que todavía, 100.000 años después de la aparición del hombre moderno, su evolución cultural no ha podido atemperar los impulsos genéticos que parece gobiernan la tenacidad en el mantenimiento de la lengua propia. Y sobre el futuro agrega: “La tendencia general (actual) es una disminución de las lenguas habladas (muchas de ellas están en vías de extinción) y hacia un aumento del número de personas capaces de hablar con soltura por lo menos una de las lenguas más comunes. La lengua materna más hablada en el mundo es la china (más de 1.000 millones de personas), seguida del inglés (unos 300 millones como lengua materna, pero hay que sumarles otras tantas que lo hablan como segunda lengua extranjera. Luego están español el hindi y, a un nivel parecido, el árabe, el bengalí y el ruso. Lo malo es que el inglés tiene una pronunciación y una escritura difíciles y no ha llegado a cuajar ninguna lengua artificial creada para uso internacional. Puede que el ordenador nos ayude a crear una lengua única, pero de momento todavía estamos lejos de conseguirlo”. 7. Menciones a los vascos y su lengua A lo largo del libro Genes, pueblos y lenguas se hacen varias alusiones a los vascos y su lengua, que al estar escritas por un autor italiano -afincado en Estados Unidos desde hace más de 25 años- entiendo que nadie dude de su objetividad, aunque hable de nosotros y nuestra lengua. Las citas proceden de diferentes capítulos y dan idea de la aptitud y suerte1 que hemos tenido en la evolución, para que todavía se reconozca nuestra diversidad dentro de la evolución biológica y cultural de la humanidad. Para las citas sigo el orden de las páginas del libro. |
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