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El tiempo como “modo”. La actualidad de lo real tiene como modalidad el tiempo. Al considerar el tiempo como “modo” hay que referirse al ser y su sustantivación. Ser es la actualidad mundana de lo real. Esta actualidad que llamamos ser es en la cosa misma su intrínseca reactualidad real; sustantivo no es formalmente idéntico a realidad, sino que se distingue de ésta, por lo menos, con una distinción de razón, pero fundada in re. Este fundamento es su transcendental, su respectividad trascendental. Ser sustantivo no expresa que la sustantividad sea un tipo de ser, el tipo excelente de ser, sino que significa por el contrario, el ser de lo sustantivo; es decir, que la sustantividad es anterior al ser, es la sustantividad en ser61. Ser es acto ulterior de la realidad: su ulterior actualidad respectiva. El ser es siempre y sólo ser de la realidad. Y la realidad es por esto ente. Ente es sólo la cosa real actual en respectividad, en mundo. Mundo es el primer trascendental complejo y la propiedad de la cosa real según este trascendental complejo es el ser. El Dasein es la historicidad del ser; es el ser–aquí, como tiempo y como existencia. Es siempre ser del ente. Su sentido más claro es temporeidad. El ser del hombre es Dasein, es estar- ahí. El hombre es la presencia del ser; es el ente, el que sostiene la presencia del ser. El tiempo es anterior al Da-sein Esta distinción entre realidad y ser es la raíz de una importante diferencia de consideración de lo real. La cosa real tiene modalidades propias distintas. La cosa real en su primaria actualidad puede tener una conexión causal con otras cosas reales, la cosa real en su respecto fundante a otras realidades tiene lo que llamamos condición: es potencial, actual, necesaria, probable, contingente, libre, etc62. Pero estas condiciones no conciernen formalmente al ser, sino a la realidad en y por sí misma. En cambio, considerada la cosa real como actual en el mundo, esto es, considerada como actual en su respectividad trascendental, la cosa real tiene ser. Pues bien: este ser, esta actualidad de lo real como momento del mundo, tiene, entre otras, una modalidad propia: es el tiempo. El tiempo es pura y simplemente “modo” del ser. Así como mundo es la propiedad trascendental determinada por el cosmos en función trascendental, así también tiempo es la actualidad mundana, el ser, como momento respectivo, determinado por el cambio de la cosa real en función trascendental. El ser es constitutivamente reflexivo63. El tiempo no es un dejar de ser, esto sería aniquilación, sino es ser siempre otro. Decir que el tiempo es modo de ser, puede parecer una fórmula igual a la de otras filosofías; puede serlo materialmente, pero es abismáticamente distinta la idea del ser. Ser es la actualidad respectiva de lo real. Y los modos de esta actualidad son: fue, es, será (pasado presente y futuro). Expresan los modos según los cuales la cosa real “es” respectivamente a las demás cosas reales. Una realidad extra mundana es un extra-ser, y es por esto esencialmente extra temporal: es eterna. En su diferencia con la realidad, el ser tiene, un carácter unitario propio. Pero es una unidad meramente respectiva. El ser no es una especie de supremo carácter envolvente de todo lo real y de todo ente de razón, con el cual el orden trascendental sería el orden del ser. Esta es una gigantesca y ficticia sustantivación del ser64. El ser y el no-ser tienen carácter meramente respectivo; las cosas reales son, pero el ser no tiene sustantividad. Es lo mismo que acontece con el espacio. Las cosas están en el espacio. El espacio es meramente respectivo; las cosas reales dejan espacio entre si y esto es el espacio, no es un receptáculo de las cosas. Lo mismo debe decirse del tiempo. Y en otro orden de problemas, la filosofía moderna desde Descartes, ha sustantivado la consciencia. Por la consciencia no tiene sustantividad ninguna; y ello no porque sea sólo un acto, sino porque ni tan siquiera es acto, sino tan sólo carácter de algunos actos, de los conscientes. Y no es ningún azar el hecho de que se hayan llevado a cabo casi simultáneamente esas tres sustantivaciones: la de la consciencia (Descarte), la del espacio-tiempo (Newton y Kant), la del ser (Hegel). Realidad, mundo y ser, esta es la estructura de lo trascendental. Hegel dirá que la esencia es el principio del ser como principio suyo. Dirá que la índole interna de ese supuesto consista en ser automoción. Subraya el carácter dinámico de la esencia, esto es, el carácter intrínsecamente determinado del proceso del devenir en cuanto tal. La esencia no está adscripta para Hegel a uno solo de los tres momentos, sino al de devenir en cuanto tal. Posición problemática ya que es difícil concebir que sea el devenir si no es realidad en devenir, es decir realidad deviniente; y en tal caso será discutible. Siempre será que la esencia está en el momento de realidad y no en el devenir65. Una metafísica del devenir precisa en que forma el principio del movimiento está allende el movimiento principiado, pero siempre será que es principio en su propia automoción. En la obra de Heidegger Ser y Tiempo se transforma la fenomenología en una filosofía hermenéutica, en la que se profundiza en los conceptos de comprensión, relación e interpretación, fundamentales en la fenomenología y en la hermenéutica. Su pensamiento se desarrolla a partir de la discusión con dos corrientes filosóficas en boga durante las primeras décadas del XX: el neokantismo, centrado en la reflexión acerca de la lógica, la teoría del conocimiento y de los valores, y el vitalismo de Nietzsche, Bergson y Dilthey. El filósofo manifiesta una clara preferencia por la filosofía de la vida. Husserl se propuso por entonces superar la crisis de la ciencia positivista que dominaba la escena cultural europea durante gran parte de finales del XIX. La fenomenología se proponía fundamentar la objetividad del saber, mediante un método, cuya principal regla es dejar que las cosas mismas se hagan patentes en su contenido esencial, a través de una mirada intuitiva que haga presente las cosas tal como se dan inmediatamente para el que las vive y poniendo entre paréntesis el juicio sobre la validez de los presupuestos, opiniones o interpretaciones acerca de ellas. La consciencia no es algo cerrado en sí misma, sino que está definida por la intencionalidad, por la particularidad de estar abierta y referida a algo como su correlato objetivo. Los objetos no se dan a la consciencia aisladamente, sino insertos en un contexto mayor, en el que se destacan como lo que son. Este contexto es el mundo. Todo lo que es está en el mundo y puede llegar a ser contenido de la experiencia. El fenomenólogo tematiza en forma crítica y reflexiva la existencia, no la da por supuesta. La fenomenología interpretativa o hermenéutica fue propuesta por Heidegger como una metodología filosófica para descubrir el significado del ser (entes) o existencia de los seres humanos de manera diferente a la tradición positivista. El Da-sein, que es la existencia, el ser-aquí, como tiempo, en el filósofo tiene el carácter de que es siempre y sólo: ser del ente. El ente es algo que hay o puede haber sin comprensión, mientras que no hay ser sino en la comprensión del ser. Al ser del hombre pertenece la comprensión del ser, resulta que su ser es la presencia misma del ser. Su ser consiste en que el ser (Sein) “está ahí” (Da); es decir, el ser del hombre es Da-sein. Expresión que no significa que el hombre sea existencia, sino que el hombre es el Da mismo, la presencia del Sein, del ser66. El Da es la comprensión misma como presencia del ser. En su virtud sólo hay ser en cuanto Da-sein, y según el modo como hay Da-sein. No se trata de una presencia como término u objeto de la comprensión, sino que como la comprensión del ser pertenece al ser mismo del Da-sein, resulta que aquella presencia, es decir, el Da-sein,es, si se quiere, el transcurso mismo del puro ser; es el ser del ser. El Da-sein, es la presencia, óntico-ontológica del ser mismo en su pureza, a diferencia de todo ente. El modo de ser, el sentido del ser del Da-sein, de la existencia, es temporeidad. La comprensión del ser es una comprensión tempórea, esto es: el Da mismo es tempóreo no porque está en el tiempo, sino porque es el tiempo originario mismo, es decir, no el tiempo como algo que transcurre en un antes (fue), en un ahora(es), y en un después (será), sino como algo que consiste en no ser otra cosa sino apertura según tres dimensiones articuladas en la unidad precisa y propia del instante67. La temporeidad del “ser-aquí”. Sumergiendo la verdad en la Historia. Por temporeidad, somos como somos, y estamos por tanto en el ente, pero allende todo ente. En este éxtasis comprendemos una u otra forma el ser. La temporeidad es a una el sentido del ser del Da-sein y el ser mismo como sentido. La temporeidad es la historicidad originaria misma, resulta que el Da-sein es la historicidad del ser, y, recíprocamente, el ser es la historicidad del Da-sein. Sólo puedo preguntarme por su sentido; el sentido del ser es el ser como sentido. Esto no significa que el ser sea algo subjetivo, todo lo contrario. Esta presencia del ser en la comprensión, en el Da-sein, es la verdad del ser. El Da es la patencia misma. Esta verdad es, pues, el ser del Da-sein. Por tanto, decir que sólo hay ser en y por el Da-sein significa que el ser no es sino en la patencia misma, en la verdad, y que, por tanto, el ser de la verdad no es sino la verdad del ser. Heidegger dirá que la presencia del ser en el Da-sein es como la luz. En la verdad que es el ser del Da-sein, el ser no está presente como una cosa, sería hacer del ser un ente, sino que el ser es la luminosidad misma. El ser es la luminidad de todo ente y lo que constituye la esencia misma del hombre. Ya que el tiempo todo lo da y todo lo quita.En su virtud, no sólo no es subjetivo, sino que el ser es lo trascendente mismo. Y por esto, la comprensión del ser es una comprensión trascendental. En definitiva, por ser el ente a cuyo ser pertenece la comprensión del ser, resulta que el hombre es el ente que consiste en ser la morada y el pastor del ser68. Es importante destacar en este análisis la relación entre el ser y política, ya que es la constitución de la historicidad. Borges, en cambio para conjurar el tiempo ensaya primero la reivindicación de la eternidad para luego ensayar la del instante. Su obra devela la condición paradójica del tiempo en medio de reflexiones divergentes, tramas y versos cruzados69. Pero no es exactamente así, tal como lo veremos, en Heidegger. Heidegger tiene el incuestionable mérito, no precisamente de haber distinguido el ser y el ente, en forma más o menos turbia, ya lo hemos visto, esta distinción transcurre en el fondo de la Escolástica y hasta de Kant. Sino el mérito de haberse hecho cuestión del ser mismo aparte del ente en relación al tiempo. Heidegger sitúa el problema del ser en la línea de la comprensión y no del esclarecimiento. En efecto sólo mostrándose a sí mismo y desde sí mismo, en la comprensión es como puede hablarse del ser, al igual que sólo podemos hablar de colores viéndolos en sí mismos. Se contentará con decir que hay una comprensión del ser y tratará de explicitarla en su irreductible originalidad. Heidegger Sitúa la autonomía del campo de producción filosófica y metafísica70. La Filosofía y la Metafísica no son en modo alguno, una ciencia, ni podrían convertirse tampoco en ciencia, por el hecho de que su preguntar por el ser y el tiempo en el fondo es histórico. Porque el reloj gobierna la rutina de los hombres, nada habría más objetivo que el tiempo, pero a la vez, nada hay más subjetivo que él. A diferencia de cómo la viera su maestro Husserl. Para quien la filosofía y la literatura como investigación fenomenológica se presenta dotada de los siguientes caracteres: es ciencia teorética, contemplativa y rigurosa, “fundada” en el sentido de provista de fundamentos absolutos. Es ciencia intuitiva porque trata de captar esencias que se dan a la razón de un modo análogo a como se dan las cosas a la percepción sensible. Como al tiempo la espera lo paraliza y la emoción lo acelera. Es ciencia de los orígenes y de los primeros principios porque la consciencia contiene el sentido de todos los modos posibles como las cosas pueden ser dadas o constituidas. Es ciencia no-objetiva y por ello completamente distinto de las otras ciencias particulares que son ciencias de hechos o de realidades físicas o psíquicas, mientras ella prescinde de todo hecho o realidad y se dirige a las esencias71. Es ciencia de la subjetividad, porque el análisis de la consciencia desemboca en el “yo” como sujeto o polo unificador de todas las intencionalidades constitutivas. Es ciencia impersonal porque sus colaboradores no tienen necesidad de sabiduría sino de dotes teoréticas. Nada más personal, nada más compartido. Nada más abundante, nada más escaso; el tiempo está en todas partes, en todos los discursos sobre la realidad, y en ninguna. Es la forma de ser y de no-ser a la vez. Sin embargo es difícil ver la filosofía de Heidegger como una sublimación filosófica, impuesta por la censura específica del campo de producción filosófica, de los principios políticos y éticos que determinaron su adscripción política. El filósofo logra hacer encajar las categorías existenciales y ontológicas en el “instante histórico”, de modo que ellas hacen nacer la ilusión de que sus filosóficas intenciones van a priori de la situación política, y la libertad de la investigación a la par de la coerción estatal. El tiempo es puente, pero también desechable, inmortal. El “servicio del trabajo”, el servicio “de las armas van juntos con el “servicio del saber”72. Ya que la vida está hecha de tiempo, pero a sí mismo es una carrera contra el tiempo. Es una carrera hacia la muerte. Alrededor del tiempo surgen los conflictos que tejen la existencia, el conflicto entre el presente y el futuro, origen y fundamento del conflicto entre un futuro que promete y un pasado que obliga. Y que es fundamento del conflicto entre el orden y la transgresión, la seguridad y el sentido73. Ubicar el tiempo y su metafísica entre el conflicto entre la plenitud del instante y la ubicuidad de lo sido hace difícil situar a Heidegger únicamente en el espacio político, apoyándose en la afinidad de su pensamiento con los ensayistas políticos como Spengler o Jünger, a la vez hace difícil ubicarle en el espacio propiamente filosófico, es decir en la historia de la filosofía. Siguiendo sólo para ello actuar en nombre de su oposición a los neokantianos, a Husserl, etc. En esta dualidad de referencias se constituye la ontología política de Heidegger, que toma posición política y se enuncia filosóficamente: “La ciencia de la historia, nunca puede “fundar” la relación histórica con la historia. Solo puede hacer transparente una relación ya fundada, cimentarla con sus conocimientos, lo cual es una necesidad esencial para la existencia histórica de un pueblo instruido. Solo en la filosofía –a diferencia de cualquier ciencia- se configuran referencias esenciales al ente, para nosotros, hoy en día, esta referencia puede y debe ser una referencia originariamente histórica”74. Si a medida que somos no somos, si somos responsables de lo que ya no somos y es menester contar con lo que todavía no somos. Heidegger afirma pensar el “Punto Crítico” o una “situación revolucionaria conservadora”75. El tiempo es el enigma de la existencia, pero también la clave, la sustancia, el reto. Las que encuentran expresión en innumerables ensayos, conferencias, sobre la era de las masas, y de la técnica, como en la pintura, la poesía, y el cine expresionistas, una cultura atormentada por la “enfermedad de la civilización”, la “fascinación de la guerra y de la muerte”, la “revuelta contra la civilización tecnicista y contra los poderes”. En este contexto es donde se desarrolla, un “aire ideológico”, una atmósfera ideológica que poco a poco impregna a toda la burguesía cultivada. Expresiones, discursos ,vulgarizaciones, que hablan de desarraigo, de alienación, de la grandeza del espíritu y la necesidad del arraigo a la tierra natal ,al pueblo ,a la naturaleza, que denuncian la tiranía del intelecto y del racionalismo ,sordo a las voces amistosas de la naturaleza. Predican el retorno a la cultura y a la interioridad ,es decir, la ruptura con la persecución burguesa ,materialista y vulgar, del confort y del provecho76 .Un confuso discurso sincrético que glorifica la vida provinciana, la naturaleza y el retorno a la naturaleza y la búsqueda de experiencias espirituales nacional, del “völk”, la exaltación del terruño, etc. .Todo esto muestra una configuración ideológica de fondo .Atmósfera ideológica que evoca el retorno hacia modos de vida más simples y más cercanos .Las grandes ciudades se vuelven odiosas ,y los hombres aspiran a evadirse de la gran opresión de los hechos sin alma, de la organización técnica. Borges da cuenta en cambio, de su situación paradójica, no lo hace mediante una teoría, sino a través de los poemas, de los relatos en los que el tiempo juega un papel protagónico. El tiempo todo lo da y a la vez todo lo quita. Tiempo que se devora a sí mismo en una carrera sin sentido ni fin, del tiempo que se va llevando las cosas unas tras otras sin excepciones ni contemplaciones. Para nuestro poeta el tiempo todo lo da y también todo lo quita, siendo este último sentimiento o resentimiento el que aflora cuando confiesa como cualquier mortal que hemos nacido con preaviso, pero a diferencia de los otros musita sin incurrir en el lugar común o la frase manida: “Todo lo arrastra y pierde este incansable/ hilo sutil de arena numerosa/ No he de salvarme yo, fortuita cosa/ de tiempo, que es materia deleznable”77. ¿Cómo conjurar la fugacidad del tiempo?, lo contrario del momento huidizo y fugaz es la prolongación del instante, la duración interminable. Es imposible disociar las estructuras sociales de las mentales, la reflexión filosófica de la política en Heidegger. Ella, la filosófica, se inscribe en este fondo de expresiones, teorías, exclamaciones, indignación, temas medio cultos reinterpretados, invenciones78. “El preguntar metafísico de la pregunta por el ser, es esencialmente histórico. Historia no significa aquí lo mismo que lo pasado; este es aquello que ya no acontece. Historia no es tampoco lo puramente actual, que nunca acontece, sino que solo pasa” se da y desaparece. “La historia como acontecer es el actuar y sufrir que, determinado desde el futuro, asimila lo pasado y atraviesa el presente .Esto es lo que desaparece en el acontecer”79. Así lo quiere el deseo y así lo dirá Borges en la Historia de la eternidad: “El estilo del deseo es la eternidad”. ..[..] “Por medio de esta pregunta por el ser, nuestra existencia es invocada en función de su historia en el pleno sentido de la palabra y es llamada para acercarse a ella y para decidir en ella… […] la posición fundamental y la actitud del preguntar son en si mismas históricas, se apoyan y sostienen en el acontecer, se pregunta desde éste y en función de éste”80. La esencia del fundamento es el tiempo, lo que ocurre y de ahí a la crítica de la metafísica clásica, es que ese ser del tiempo es el determinado por el pensamiento representante-calculador. No funda la temporalidad en las dimensiones de la consciencia (como Agustín o Nietzsche). La temporalidad del “ser- aquí” se revela como el sentido de la sorge auténtica, como “cura”, como cuidado. El tiempo es anterior, no debemos buscarlo en la estructura del Dasein. Entre las concepciones de la eternidad formuladas por distintos filósofos, la de la duración interminable fue la primera. La hallamos en Heráclito: “Este mundo, el mismo para todos, ninguno de los hombres ni de los dioses lo ha hecho, sino que existió siempre, existe y existirá en tanto fuego siempre vivo, encendiéndose con medida y con medida apagándose”81 El fundamento originario que se revela en la fundamentación es el tiempo. Mientras el pensador profesional cree pensar el mundo social, piensa siempre en lo ya pensado, ya se trate de las obras filosóficas ,de los ensayistas políticos o de las obras de sus colegas, todos hablan de este mundo :los trabajos de Sombart, de Schmitt, de Jünger, de Spengler ,las distintas variantes de la ideología conservadora o “revolucionaria conservadora”, que los profesores producen en sus clases y ensayos son para Heidegger, como él es para ellos y como son los unos para los otros, unos “objetos de pensamiento”, y representan una objetivación aproximada de sus propios humores ético-políticos .Encuentros temáticos y lexicológicos ,refuerzos mutuos, portavoces del espíritu del tiempo compartido, que expresan casi todo el grupo. Y que contribuyen a formar las estructuras mentales comunes y que realizan una objetivación particularmente lograda de las disposiciones comunes82. Para Borges esta dimensión política del ser se engarza a la perpetua duración de la infamia. Frente a todos los negativos productos de la civilización mecanicista y tecnicista, el rebelde, el poeta, el único, el jefe. Frente a ellos el recurso de los bosques, ese lugar de libertad, marcha azarosa que no conduce solo mas allá de los caminos trillados, también mas allá de las fronteras de la meditación. La cual promete el retorno al suelo natal, a las fuentes, a las raíces, al mito, a los misterios a lo sagrado, al secreto a la sabiduría de los simples, en resumen a la fuerza originaria, que pertenece al que tiene el gusto del peligro y prefiere la muerte al descenso en la servidumbre83. El recurso es un retorno y esta visión del mundo social necesitaba una filosofía de la temporalidad que opone el tiempo lineal, progresivo ,progresista, orientado hacia la “catástrofe” final del mundo técnico, al tiempo cíclico, que “retorna”, símbolo perfecto de la revolución conservadora, de la Restauración como denegación de la revolución84. El acuerdo ideológico sobre estos puntos con Heidegger es entero. Se trata de “pasar más allá” del punto donde la nada parece más deseable que la duda y reunirse a una “comunidad de almas más primitivas”, una “raza originaria” que aún no ha surgido en calidad de sujeto de una tarea histórica y es disponible para nuevas misiones .El nacionalismo, la exaltación de la raza alemana y de sus ambiciones imperialistas, pueden hablar el lenguaje político o semi-político de la “resolución” y del dominio, del mandamiento y de la obediencia, de la voluntad, de la sangre ,de la muerte, del aniquilamiento como modalidades de la movilización total; pueden también hablar como en Heidegger el lenguaje metafísico de la voluntad de potencia, voluntad de querer o aún el lenguaje del enfrentamiento decidido con la muerte como experiencia auténtica de la libertad y el tiempo. Aunque la eternidad constituya un antídoto contra la irreversibilidad del tiempo, no se acaban con ella las quejas de Borges contra él. Más grave que la irreversibilidad del tiempo sería para Borges su condición unidireccional. Muchas cosas, infinitas cosas dejan de ser, se sacrifican, para que unas pocas sean. Unas veces las selecciona el azar, otras el cálculo, pero en cualquier caso muchas de las que nosotros quisiéramos ser, no son. En su Elegía del recuerdo imposible, Borges escribe varias estrofas del siguiente corte: “Que no daría yo por la memoria/ de haber combatido en Cepeda/ Y de haber visto a Estanislao del Campo/ saludando la primer bala/ con la alegría del coraje”. Borges no tuvo tiempo para la guerra. Las circunstancias de su vida le reservaron otros azares. En el último par de versos del poema Soy, su queja adquiere proporciones superlativas: “Soy el que no es nadie, el que no fue una espada/ en la guerra. Soy eco, olvido, nada”. Quejas semejantes a las de Heidegger contemporáneo de Spengler y Jünger en política y de Cassirer y Husserl en el campo filosófico, está situado en un determinado momento de la historia interna de Alemania y en un momento de la historia interna de la filosofía, en la serie de unos retornos sucesivos a Kant como Cohen y la Escuela de Marburgo quienes recusan la lectura fichteana de Kant ,Heidegger se opone a la lectura de los neokantianos ,que según él reducen La Crítica de la Razón Pura a una investigación de las condiciones de posibilidad de la ciencia, sometiendo la reflexión a unas verdades que le preceden en hecho y en derecho. También se le puede situar en el cruce de los linajes de Kierkegaard, Husserl y Dilthey85. La relativa autonomía de la reflexión filosófica, se señala en la capacidad que él detenta de interponer, entre las disposiciones ético-políticas que orientan el discurso y la forma final de ese discurso ,un sistema de problemas y de objetos de reflexión legítimos que formaliza filosóficamente y que pone formas políticamente y la transformación que supone la transferencia de un espacio social, inseparable de un espacio mental, a otro ,tiende a volver irreconocible ,desconocido, la relación entre el producto final y los determinantes sociales que están en su base. En definitiva una toma de posición filosófica que es el homólogo de una toma de posición ético-política86. Toma de posición frente a una trama de ecos y olvidos del ser. Ecos y homologías que se establecen entre el campo político, el campo universitario y el campo filosófico y entre las oposiciones que estructuran estos campos :oposición política entre el liberalismo y el marxismo ;oposición académica entre las humanidades tradicionales, entre ellas la misma filosofía y las ciencias de la naturaleza ,con sus prolongaciones positivistas, o las ciencias del hombre, con psicologismo ,historicismo y sociologismo y finalmente la oposición filosófica entre las diferentes formas del kantismo. Estas oposiciones tienen gran resonancia en el orden de la política, o de la política académica87. Las elecciones que en sentido filosófico, o en el plano filosófico se hagan están inevitablemente sobre determinadas política y académicamente. No hay toma de partido filosófico que no lleve en si, además, una elección académica y una elección política y que no deba a esta elección política una parte de sus determinaciones más profundas. La de Borges es una extraña especie de solidaridad cósmica, en la que las más de las cosas no tienen siquiera derecho al olvido, mientras unas pocas devienen internas en el tiempo y las más afortunadas son recuerdo de manera no menos perentoria. Nadie queda satisfecho. El poeta no es la excepción. No es necesario ir a las grandes gestas de la historia para hallar destinos que hubiéramos querido para nosotros. No es necesario ir tan lejos. La queja de Borges adquiere un acento más íntimo en estrofas como ésta, la estrofa final de la Elegía del recuerdo imposible: “Que no daría yo por la memoria/ de que me hubieras dicho que me querías/ Y de no haber dormido hasta la aurora/ desgarrado y feliz”. Lo grave no es que las cosas terminen, lo grave es que nunca hayan sucedido. Si lo que cuenta es lo que hemos sido, lo que hemos hecho, la estrategia filosófica es inseparablemente una estrategia política en el seno del campo filosófico: descubrir la metafísica en el seno de la crítica kantiana de toda metafísica, es desviar al beneficio del” pensamiento esencial”, que percibe en la razón, el capital de autoridad filosófica ligado a la tradición kantiana88. La reinterpretación del kantismo mas la reintegración de la fenomenología y la superación del pensamiento de Husserl. La verdad de la fenomenología y la verdad de” la Crítica de la razón pura” residen en el hecho de que “conocer es primitivamente intuir”. La subjetividad trascendental, en tanto que se trasciende para hacer posible el encuentro objetivante, la apertura, al ente, no es completamente distinta del tiempo que encuentra su principio en la imaginación y que constituye así la fuente del ser como ser. Lo que en última instancia marcaría la diferencia entre personas serían los recuerdos acumulados. De cara a lo que efectivamente hicimos, de espaldas a lo que pudo haber sido y no fue, no sólo valoramos nuestros recuerdos, cuando además añoramos los ajenos, como en efecto ocurre en Le regret d´Hèraclite, poema que apenas tiene un par de versos, los suficientes para decirlo todo: “Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca/ aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach”. La inversión es radical: Husserl refería también el ser al tiempo, la verdad a la historia y por ejemplo a través de la cuestión del origen de la geometría, planteaba más o menos directamente el problema de la historia de la constitución de la verdad, pero según una línea que era la de la filosofía como ciencia rigurosa y de defensa de la razón89. Heidegger hace del ser del tiempo el principio del ser mismo y sumergiendo la verdad en la historia y su relatividad funda una ontología de la historicidad inmanente, una ontología historicista: aquí se puede decir que radicaliza el pensamiento de Husserl que otorga cada vez más lugar a la temporalidad y a la historicidad. Con Husserl se trata de salvar a todo precio la razón; con Heidegger ella está radicalmente cuestionada, puesto que la historicidad, principio de relatividad, por consiguiente de escepticismo, está situada en la misma base del conocimiento90. Inscribir la historia en el ser, constituir la subjetividad auténtica como finitud asumida y por tanto absoluta, instituir en el corazón del “yo pienso” un tiempo ontológico y constituyente, es invertir la inversión kantiana de la metafísica, es hacer la crítica metafísica de toda crítica de la metafísica, en resumen es hacer la revolución conservadora en la filosofía. Porque el verdadero olvido no tiene nombre, la insistencia de Borges en lo que pudo haber sido y no fue constituye el indicio de una desesperanza que a pesar de todo espera. Se refiere a esto en el poema Lo perdido, cuando después de enunciar todo lo que podría haber sido y no fue, lista en la que no faltan las armas que no empuñó, refiere la visión que desertó en su vejez: “Pienso también en esa compañera/ que me esperaba, y que tal vez me espera”. Ha salido de la prueba del olvido siendo fiel a sus obsesiones para terminar por ser un iniciado. El poeta muere en lo que es y nace otro dispuesto a trasgredir sus certidumbres de antaño. Despierta como el iniciado en los antiguos cultos mistéricos. Ha comprendido: ¡Qué importa la irreversibilidad del tiempo, su unidireccionalidad, inclusive, si el tiempo no existe. Únicamente existe el instante!. Leemos en su poema El pasado. “No hay otro tiempo que el ahora. Este ápice / del ya será y del fue. De aquel instante/ en que la gota cae en la clepsidra”91 Proposiciones paradójicas y que verbalmente concilian los contrarios: es el caso de la afirmación que la metafísica no puede ser más que una metafísica de la finitud y que sólo la finitud conduce a lo incondicionado; o aún que el existente no es temporal porque es histórico pero que al contrario es histórico porque es temporal92. Estrategia que reconduce al punto de partida a la tradición histórica como restauración de lo originario al contrario que en la visión de Nietzsche de la historia que busca en la intensificación del historicismo una superación del historicismo. Encontrando en la discontinuidad y la relatividad temporales el instrumento de una ruptura deliberada y de un olvido activo, el que permite liberarse del Ser estático de los griegos. En Heidegger la inversión verbal que permite escapar al historicismo afirmando la historicidad esencial del existente, e inscribiendo la historia y la temporalidad en el Ser, es decir en lo ahistórico y lo eterno, es el paradigma de la estrategia filosófica de la revolución conservadora en materia de filosofía. Permite conservar todo bajo la apariencia de cambiar todo: reuniendo los contrarios. A Borges le espera una gigantomaquia. La destrucción del tiempo, la de su irreversibilidad, en consecuencia. No es otra la gesta que se propone en la Nueva refutación del tiempo. Así buscar en la historia, principio del relativismo y del nihilismo, la superación del nihilismo, es de hecho poner la ontología historicista al abrigo de la historia, escapando por la eternización de la temporalidad y de la historia, a la historización de lo eterno93. Dar un fundamento ontológico a la existencia temporal es rozar una visión historicista del “ego trascendental “que daría un papel real a la historia tomando nota del proceso de constitución empírica del sujeto cognoscente(tal como lo analizan las ciencias positivas del hombre) y del papel constituyente del tiempo y del trabajo histórico en la génesis de las esencias(las de la geometría por ejemplo) pero también es mantener una diferencia radical con una antropología que estudia el hombre como un objeto “ya ahí” y con unas formas más críticas de antropología filosófica(especialmente Cassirer o Scheler). Funda, en el mismo movimiento la reducción de las verdades al tiempo, a la historia y a la finitud, privando las verdades científicas de la eternidad que a ellas se conceden y que les reconoce la filosofía clásica .La ontologización de la historia y del tiempo extrae a la historia la verdad eterna de la constitución ontológica del Dasein como temporalización e historicidad, vale decir como principio a priori y eterno de toda historia. Funda la verdad transhistórica de la filosofía que enuncia, fuera de toda determinación histórica, la verdad transhistórica del Dasein como historicidad94. Se puede ver como la afirmación de la primacía de la filosofía en relación a la ciencia y de la intuición en relación al juicio y al concepto, que constituye una de las apuestas de la confrontación de Heidegger con el neokantismo y de la lucha por aproximar a Kant hacia la lógica, hacia la razón, o al contrario hacia la Estética, hacia la imaginación, entra en inmediata consonancia con las manifestaciones del irracionalismo que se observa en el campo político. Al tender a subordinar la razón a la sensibilidad, a “sensibilizar la razón”, hace a parecer el kantismo como una crítica fundamental del Aufklärung95. El tiempo no existe, únicamente existe el instante. En la refutación del tiempo, en cambio Borges parte de Berkeley, y cita sus reflexiones contenidas en los Principios del conocimiento humano: “Todos admitirán que ni nuestros pensamientos ni nuestras pasiones ni las ideas formadas por la imaginación existen sin la mente (…) Hablar de la existencia absoluta de cosas inanimadas, sin relación al hecho de si las perciben o no, es para mí insensato. Su esse es percipit; no es posible que existan fuera de mi mente, fuera de las mentes que las perciben”. Puesto que ser es ser percibido nada probaría la existencia de una materia detrás de las percepciones y pensar en ella resultaría superfluo96. Heidegger al incluir las nociones de falta ,angustia, decaer, caída, tentación, intramundanidad, etc , constituyéndolas como “modos de ser” del Dasein ;inscribe en el ser todos los rasgos de la condición “ ordinaria” del hombre “ordinario”, el abandono al mundo, la perdida de si, la mundanidad: la verdad de esta metafísica de la caída ,masificación del hombre moderno, olvido del Ser o conversión a la banalidad , el sentido völk de desarraigo, ontologiza la sociología, incluyéndola dentro de la función política y de la ontologización de la historia. Hacer de la alienación ontológica (caída del Ser) el fundamento de toda alienación, es banalizar y desrealizar a la vez la alienación económica y el discurso sobre esta alienación97. La crítica al espacio político del mundo circundante se deriva del párrafo 27 de Ser y Tiempo.. El cotidiano “ser sí mismo” y el “uno”, como una crítica a los principios de la sociedad política moderna: los medios de comunicación y la prensa. Va contra el espacio de la opinión pública que es caracterizado como ontológicamente impropio, inauténtico, ya que respecto al Dasein solo puede dar de sí un anónimo “ser-uno-con otro”, donde se disuelve la propiedad existencial del ser-ahí, y una minusvaloración del cotidiano “ser-con”. El papel que juega nuestra cotidianidad en la ontología fundamental: un “procurar” de nuestra vida cotidiana que en su cotidianidad ya engaña o encubre la auténtica estructura ontológica del Ser que es la “cura”... “La temporalidad es el sentido del ser de la cura” [ Pfo 70 de Ser y Tiempo.]. … “El oscurecimiento universal implica el debilitamiento del espíritu, su disolución, consunción, represión y falsa interpretación (…) este debilitamiento en uno de sus aspectos, en el de la interpretación errónea del espíritu…” La muerte del espacio, el espacio como un tiempo degradado. Reducir la espacialidad del Dasein a la temporalidad. Va a sostener que sólo por ser espiritual puede el Dasein ser espacial y no sólo extenso; la dirección espacial la entiende sobre la base de lo temporal en el sentido de la tarea dirigida por el cuidado (Sorge) del Dasein que afronta el futuro, el espacio por sí sólo, desarraigado del pasado y del futuro se reduce a un tiempo degradado, correlativo a las formas inauténticas del cuidado. En un sentido no hegeliano, la historicidad está inmediata y esencialmente determinada como espiritualidad lo que es válido para la historia es válido para el mundo (para el Dasein). Con “el tiempo presente” lleva a cabo otro corte muy fuerte pues como en el caso de la inautenticidad e impropiedad del espacio cotidiano del ser en el mundo, aquí tenemos otro “abismo ontológico entre el tiempo” vulgar “ y el tiempo “ originario”, Pfo 65 de “Ser y Tiempo”. La pregunta por el Ser es pregunta del espíritu o no es: este concepto originario de ciencia obliga no solo a la” objetividad”, sino ante todo a que sea esencial el cuestionar en medio del mundo histórico-espiritual del pueblo .Solo desde ahí es posible fundar auténticamente la objetividad, esto es, delimitar cual es su tipo y cuales sus límites. La filosofía es una de las formas esenciales del espíritu: independiente creadora, rara entre las posibilidades y las necesidades del Dasein humano en su historialidad98. Todas las referencias pertenecen al espíritu, a la historialidad espiritual: espirituales son la caída. O la decadencia espiritual es también la fuerza. Propone una especie de diagnóstico geopolítico del que todos los recursos todas las referencias y todos los conceptos pertenecen al espíritu. Geopolítica, por tanto el pensamiento del mundo se determina como pensamiento terrestre o planetario. Denuncia la “decadencia espiritual”, el pueblo metafísico por excelencia es a la vez el más espiritual y el más expuesto al peligro pues esta atenazado entre sus vecinos europeos, Rusia y América99. Él tiene la responsabilidad de la gran “decisión”, que comprometerá el destino de Europa, el despliegue de “nuevas fuerzas espirituales” a partir de ese centro. Se requiere un nuevo comienzo, Este nuevo comienzo, es en principio un recomienzo, que, consiste en repetir la historialidad espiritual de nuestra existencia. Volviendo a Borges, de la afirmación de Berkeley, de acuerdo con la cual el mundo para nosotros es el mundo percibido y nada más, es posible todavía ir más lejos. Hume citado por Borges, argumenta en su Tratado de la naturaleza humana, I, 4, 6: “Somos una colección o conjunto de percepciones, que se suceden unas a otras con inconcebible rapidez (…) La metáfora no debe engañarnos. Las percepciones constituyen la mente y no podemos vislumbrar en que sitio ocurren las escenas ni de que materiales está hecho el teatro”. No hay un yo al margen de las percepciones. Si tenemos la idea de un yo, únicamente se la debemos a la memoria. Para Berkeley el mundo exterior es una hipótesis gratuita; para Hume, lo es el yo, Borges dirá que no hay razón para no pensar lo mismo del tiempo: “Fuera de cada percepción actual o conjetural no existe la materia; fuera de cada estado mental no existe el espíritu; tampoco el tiempo existirá fuera de cada instante presente”100. Borges sabe que el tiempo no sólo existe para solaz divertimento de los filósofos, quienes en vano intentan saltar sobre la propia sombra, además rige la vida cotidiana. Su demolición no es tarea fácil. A lo largo de la Nueva refutación del tiempo, Borges reelabora su argumentación de diversas maneras (en la primera habla de Chaung Tzu; en la segunda de Shakespeare). Borges creyó en un progreso en la percepción del tiempo, en el enriquecimiento de la conciencia gracias al ejercicio de la memoria y del olvido. Dicha percepción obra de forma positiva y negativa a la vez ya que de su percepción también nacen sus temores más reiterativos: la infinita duración del Yo, la infinita perpetuidad de la infamia. La eternidad no es concebible, pero el humilde tiempo sucesivo tampoco lo es. Negar la eternidad, suponer la vasta aniquilación de los años cargados de ciudades, de ríos y de júbilos, no es menos increíble que imaginar su total salvamento. La eternidad, anhelada con amor por tantos poetas, es un artificio espléndido que nos libra, siquiera de manera fugaz, de la intolerable opresión de lo sucesivo101. |