Historiografía como meta-historia




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Historiografía como meta-historia: Si la Historia es una ciencia (cuyo objeto es el pasado de la humanidad), se tiene que someter, como toda ciencia, al método científico, que aunque no pueda aplicársele en todos los extremos de las ciencias experimentales, sí puede hacerlo a un nivel equiparable a las llamadas Ciencias Sociales (ver metodología y metodología en las ciencias sociales).

Un tercer concepto confluyente a la hora de definir la Historia como fuente de conocimiento es la «Teoría de la Historia», que puede llamarse también «historiología» (término acuñado por José Ortega y Gasset).[] Su papel es estudiar la estructura, leyes y condiciones de la realidad histórica (DRAE); mientras que la «historiografía» es el relato mismo de la historia, el arte de escribirla (DRAE).

Es imposible acabar con la polisemia y la superposición de estos tres términos, pero simplificando al máximo: La historia son los hechos del pasado, la historiografía es la ciencia de la historia y la historiología su epistemología.

La Filosofía de la Historia es la rama de la filosofía que concierne al significado de la historia humana, si es que lo tiene. Especula un posible fin teleológico de su desarrollo, o sea, se pregunta si hay un diseño, propósito, principio director o finalidad en el proceso de la historia humana. No debe confundirse con los tres conceptos anteriores, de los que se separa claramente. Si su objeto es la verdad o el deber ser, si la historia es cíclica o lineal, o existe la idea de progreso en ella, son materias ajenas a la historia y la historiografía propiamente dichas, que trata esta disciplina. Un enfoque intelectual que tampoco contribuye mucho a entender la ciencia histórica como tal es la subordinación del punto de vista filosófico a la historicidad, considerando toda la realidad como el producto de un devenir histórico: ese sería el lugar del historicismo, corriente filosófica que puede extenderse a otras ciencias, como la Geografía.

Una vez despejada la cuestión meramente nominal, queda para la historiografía por tanto el análisis de la historia escrita, las descripciones del pasado; específicamente de los enfoques en la narración, interpretaciones, visiones de mundo, uso de las evidencias o documentación y métodos de presentación por los historiadores; y también el estudio de estos mismos, a la vez sujetos y objetos de la ciencia.

La historiografía, más llanamente, es la manera en que la historia se ha escrito. En un amplio sentido, la historiografía se refiere a la metodología y a las prácticas de la escritura de la historia. En un sentido más específico, se refiere a escribir sobre la historia en sí.
Historiografía y perspectiva: el objeto de la Historia: La historia no tiene más remedio que seguir la tendencia a la especialización que tiene cualquier disciplina científica. El conocimiento de toda la realidad es epistemológicamente imposible, aunque el esfuerzo de un conocimiento transversal, humanístico, de todas las partes de la historia, es exigible a quien verdaderamente quiera tener una visión correcta del pasado.

Así pues la historia debe segmentarse no sólo porque el punto de vista del historiador esté contaminado de subjetividad e ideología, como habíamos visto, sino porque necesariamente debe optar por un punto de vista, al igual que un científico, si quiere observar su objeto, debe optar por utilizar un telescopio o un microscopio (o, de forma menos grosera, qué tipo de lente va a aplicar). Con el punto de vista se determina la selección de la parte de la realidad histórica que se toma como objeto, y que sin duda dará tanta información sobre el objeto estudiado como sobre las motivaciones del historiador que estudia. Esa visión sesgada puede ser inconsciente o consciente, asumida con más o menos cinismo por el historiador, y es distinta para cada época, para cada nacionalidad, religión, clase o ámbito en el que el historiador quiera situarse.

La inevitable pérdida que supone la segmentación, se compensa con la confianza en que otros historiadores harán otras selecciones, siempre sesgadas, que deben complementarse. La pretensión de conseguir una perspectiva holística, como pretende la Historia total o la Historia de las Civilizaciones, no sustituye la necesidad de todas y cada una de las perspectivas parciales como las que se tratan a continuación:

Los sesgos temporales van desde las periodizaciones clásicas Prehistoria, Historia, Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna o Edad Contemporánea, hasta las historias por siglos, reinados, etc. La periodización clásica (ver su justificación en División del tiempo histórico) es discutible tanto por la necesidad de periodos de transición y solapamientos, como por no representar periodos coincidentes para todos los países del mundo (por lo que ha sido acusada de eurocéntrica).

Los Anales fueron uno de los orígenes de la fijación de la memoria de los hechos históricos en muchas culturas. Las crónicas (que ya en su nombre indican la intención del sesgo temporal) son usadas como reflejo de los acontecimientos notables de un periodo, habitualmente un reinado (véase en su artículo y más abajo en Historiografía de la Edad Media e Historiografía española medieval y moderna). La arcontología sería la limitación del registro histórico a la lista de nombres que ocupaban determinados cargos de importancia ordenados cronológicamente. De hecho, la misma cronología, disciplina auxiliar de la historia, nace en muchas civilizaciones asociada al cómputo del tiempo pasado que se fija en la memoria escrita por los nombres de los magistrados, como ocurría en Roma, donde era más corriente citar un año por ser el de los cónsules tal y cual. En el Antiguo Egipto, la datación del tiempo se hizo por años (Piedra de Palermo), años, meses y días de reinado del faraón (Canon Real de Turín), o dinastías (Manetón). Es muy significativo que en las culturas no históricas, que no fijan mediante la escritura la memoria de su pasado, es muy frecuente no plantearse la duración concreta del tiempo pasado más allá de unos pocos años, que pueden ser incluso menos que los que dura una vida humana.[] Todo lo que ocurre fuera de ello sería hace mucho tiempo, o en tiempo de los antepasados, que pasa a ser un tiempo mítico, ahistórico.

El tratamiento cronológico es el más usado por la mayor parte de los historiadores, pues es el que corresponde a la narración convencional, y el que permite enlazar las causas pasadas con los efectos en el presente o futuro. No obstante, se emplea de distinta manera: por ejemplo, el historiador siempre tiene que optar por un tratamiento sincrónico o diacrónico de su estudio de los hechos, aunque muchas veces hacen sucesivamente uno y otro.

  • El tratamiento diacrónico estudia la evolución temporal de un hecho, por ejemplo: estudiaría la formación de la clase obrera en Inglaterra a lo largo de los siglos XVIII y XIX)

  • El tratamiento sincrónico se fija en las diferencias que el hecho histórico estudiado tiene al mismo tiempo pero en diferentes planos, por ejemplo: compararía la situación de la clase obrera en Francia e Inglaterra en la coyuntura de la revolución de 1848 (ambos ejemplos están tomados de E. P. Thompson)[]

Periodos o momentos especialmente atractivos para los historiadores terminan convirtiéndose, por la intensidad del debate y el volumen de la producción, en verdaderas especialidades, como la Historia de la Guerra Civil Española, la Historia de la Revolución Francesa o la Revolución Soviética, la Historia de la Independencia Americana.

También son de consideración las diferentes concepciones del tiempo histórico, que según Fernand Braudel van desde la larga duración al acontecimiento puntual, pasando por la coyuntura.
Sesgos metodológicos: las fuentes no escritas: Para el caso del periodo prehistórico, la radical diferencia de fuentes y método (así como la división burocrática de las cátedras universitarias) la hacen ser una ciencia muy distante de la que hacen los historiadores, sobre todo cuando tales fuentes y método se prolongan, dando primacía al uso de las fuentes arqueológicas y el estudio de la cultura material en periodos para los que ya hay fuentes escritas, hablándose entonces no de la Prehistoria, sino propiamente de la Arqueología con sus propias periodizaciones Arqueología clásica, Arqueología medieval, incluso Arqueología industrial. Menor diferencia pude hallarse con el uso de las fuentes orales en lo que se conoce con el nombre de Historia oral. No obstante, hay que recordar lo ya dicho (véase más arriba sesgos temporales) sobre la primacía de las fuentes escritas y lo que éstas determinan la ciencia historiográfica y la propia conciencia de la historia en su protagonista -que es toda la humanidad-.
Sesgos espaciales: Como la Historia continental, Historia nacional, Historia regional. El papel de la Historia nacional en la definición de las propias naciones es innegable (para España, por ejemplo, desde las Crónicas medievales hasta la Historia del Padre Mariana (véase nacionalismo, nación española). Puede también verse, en este mismo artículo (Historia de la Historia), cómo se agrupan separadamente los historiadores por nacionalidad, además de por época o tendencia.

La Geografía dispone de conceptos no más potentes pero sí menos arbitrarios, que han permitido edificar la prestigiosa rama de la Geografía regional. La Historia local es sin duda la de más fácil justificación y validez universal, siempre que supere el nivel de la simple erudición (que al menos siempre servirá como fuente primaria para obras de mayor ambición explicativa).

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