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Ilustración: En el siglo XVIII, tuvo lugar un cambio fundamental: los planteamientos intelectuales de la Ilustración de una parte, y de otra el descubrimiento de la alteridad en otras culturas ajenas a la europea (el exotismo, el mito del buen salvaje), suscita un nuevo espíritu crítico (aunque de hecho, son parecidas circunstancias a las que se podían ver en Herodoto). Se ponen en cuestión los prejuicios culturales y el universalismo clásico.El descubrimiento de Pompeya renueva el interés por la Antigüedad clásica (Neoclasicismo) y proporciona materiales que inauguran una naciente ciencia de la arqueología. Las naciones europeas alejadas del Mediterráneo buscan sus orígenes históricos en mitos y leyendas que a veces se inventan (el Ossian de James Macpherson, que simuló haber encontrado al Homero celta). También se interesan en las costumbres nacionales los franceses Fenelon, Voltaire (Historia del imperio de Rusia bajo Pedro el Grande y El siglo de Luis XIV, 1751) y Montesquieu, que teoriza sobre ello en El espíritu de las leyes. En Inglaterra, Edward Gibbon escribe su monumental Historia del Declive y Caída del Imperio Romano (1776-1788), donde hace de la precisión un aspecto esencial del trabajo del historiador. Los límites de la historiografía del siglo XVIII son la sumisión a la moral y la inclusión de juicios de parte, con lo que su objeto permanece limitado. En España destaca la España Sagrada del padre agustino Enrique Flórez, recopilación de documentos de historia eclesiástica, expuesta con criterio ultraconservador (1747 y continuada tras su muerte hasta el siglo XX) y la Historia crítica de España del jesuita desterrado Juan Francisco Masdeu; desde una perspectiva más ilustrada tendríamos al regalista Melchor Rafael de Macanaz, al crítico Gregorio Mayans y Siscar (uno de sus discípulos, Francisco Cerdá y Rico, intentó emular a Lorenzo Valla discutiendo la veracidad del medieval voto de Santiago), y más avanzado el siglo al propio Gaspar Melchor de Jovellanos, Juan Sempere y Guarinos, Eugenio Larruga y Boneta (Memorias políticas y económicas), y el espléndido documento recopilatorio que es el Viaje de España de Antonio Ponz. Intermedio entre ambas tendencias se encuentra el caso de Juan Pablo Forner, casticista en su famosa Oración apologética por España y su mérito literiario (1786) y reformista en otras obras, publicadas después de su muerte. |