Un filósofo católico del siglo XX




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Pensamiento


Echauri (1990 ) sostiene, con mucho criterio, que Étienne Gilson “es conocido como uno de los más grandes medievalistas de nuestros días. Gracias a su esfuerzo, la Edad Media ha recobrado la vida, luego de varios siglos de olvido o menosprecio”. Es por ello que he considerado pertinente comenzar el pensamiento de nuestro filósofo con una breve referencia textual a su comprensión de la filosofía de ese período de la historia.

Le seguirá luego el análisis de algunos aspectos del tomismo según nuestro filósofo, con los que el Aquinate trata con éxito de afrontar los graves problemas que planteó la filosofía medieval.
Además abordo El humanismo de Santo Tomás de Aquino, Filosofía Cristiana, La inmortalidad del alma humana en Cayetano, La inteligencia en los cristianos y La Filosofía de San Buenaventura.
La Filosofia Medieval
Étienne Gilson sostiene que “hay dos concepciones diferentes en la Filosofía medieval. En primer lugar en sentido amplio. Corresponde desde el siglo I hasta el siglo XV. En segundo lugar, en sentido estricto, el más técnico, que hace una división: desde el siglo I al siglo IV, la Historia de la Filosofía Patrística, y desde el siglo VI al siglo XV la medieval. La razón es que la problemática, mejor dicho la forma de enfrentarse a ella, es muy diferente en ambas: en el imperio romano y en las invasiones. Desde el punto de vista geográfico, en sentido amplio es el ámbito del imperio romano, y luego Europa en sentido muy amplio. Desde el punto de vista lingüístico las lenguas empleadas son el griego, el latín, el árabe y el hebreo. Más en concreto, en la Filosofía Patrística el latín y el griego son las lenguas y el ámbito geográfico es el imperio romano. Y en la Historia de la Filosofía estrictamente medieval es Europa y las lenguas son el latín, el árabe y el hebreo, no el griego. El tema central, el problema general a los quince siglos, es el de la relación entre Filosofía y Religión, ya sea Filosofía y Religión cristiana, islámica o judía. La relación entre la Filosofía y la Religión no es algo propio y original de ambientes cristianos, se encuentra ya en Grecia, al enfrentarse el pensamiento filosófico con las creencias religiosas tradicionales del pueblo griego. Uno es el caso de  Anaxágoras condenado por impietas y también tenemos a Sócrates, a Epicuro”.
“ … No obstante, ha sido en ambientes hebraicos, cristianos e islámicos en donde esta relación adquiere su máxima precisión o concreción. Y esto porque estas tres religiones tienen como base y fundamento la revelación. De tal forma que la manera de plantear el problema, de plantear la relación es diferente en Grecia y los pueblos antiguos. La religión natural (griega, latina…) son manifestaciones más o menos conscientes de la búsqueda de Dios, brota del corazón del hombre. El hombre se capta como un enigma, y no cesa de interrogarse sobre la causa de esa inquietud, de ese desajustamiento, y para responder unas veces surge la Religión y otras la Filosofía. En Grecia la Filosofía y la mitología es igual pero en categorías diferentes. Esto se encuentra en Grecia. En otro tipo de religión, que es revelada, su punto de partida es Dios, no el hombre. Dios busca al hombre, no el hombre a Dios. Hombre es el punto de llegada de la religión. Dios se ofrece al hombre, se manifiesta, se revela para resolver los problemas del hombre. Por eso a Dios se le acoge, no se le posee. Y el acoger es un acto libre, puedo darle la mano o no a Dios.” 
De ahí la importancia de la Palabra. En la Biblia tenemos “Escucha Israel”. Tenemos así que como segundo tema está la gracia. El problema planteado es entre el dar y el recibir (o acoger), o el hablar y el escuchar. Es el tema clave en la Biblia y el Corán. Tanto esta revelación por parte de Dios como este acogimiento plantea problemas de suma gravedad e importancia. Estas tres religiones, y más en el cristianismo, son de comunicación entre Dios y el hombre …”
Al leer las obras de  Aristóteles se descubre un sentido nuevo en la investigación de la naturaleza. Hasta entonces la naturaleza o las cosas en sí eran consideradas, estudiadas a la luz de la Creación como criaturas y por ello como signos o palabras de Dios. Por esto la naturaleza se estudia de forma simbólica. Todo en función de una Metafísica de la relación. Pero la Metafísica de Aristóteles es una Metafísica de substancia, que las cosas tienen sentido en sí mismas, y hay que estudiarlas en sí y desde sí, sin referencia a Dios. Ese es el primer choque. En segundo lugar, las obras de  Aristóteles,  sobre todo la logica nova,  descubre el poder de la razón como medio de conocimiento (es la Lógica de la demostración, la Lógica científica). Por ello hay que estudiar las cosas no desde la Fe sino racionalmente. En tercer lugar, al estudiar sobre todo la Física y Parva naturalia  se comienza a estudiar a partir de la experiencia concreta de los seres de la naturaleza. Por ello ya no se estudia a la luz de los libros sino la naturaleza en sí, y por ello el método tiene que ser diferente (antes era hermenéutica, se estudia lo que otros han dicho), ahora se experimenta. En cuarto lugar, se identifica la Razón con la racionabilidad, o en otros términos, se identifica la Razón con la Ciencia de  Aristóteles.”
En el siglo XIIIXV la cuestión es todavía más grave y profunda, parte el problema de la teoría del conocimiento. La base de ese conocimiento son los primeros principios, son universales, permanentes, y recibimos todo conocimiento por los sentidos luego la naturaleza tiene que ser universal, eterna, inmutable… para dar esos primeros principios. ¿Cómo compaginar todo eso con la Creación? ¿Nacemos con los primeros principios o son adquiridos? Si son adquiridos la naturaleza es eterna, si nacemos Dios los ha puesto. Hasta el siglo XIX sigue esta cuestión.”
El segundo problema es el de la providencia divina. Aristóteles  parte del acto puro, y ese acto puro es Dios, pero no puede actuar como causa eficiente porque estaría sometida a ella y Dios no está sometido. ¿Se admite la providencia? Si Dios es acto puro y no hay providencia, y si hay providencia Dios no es perfección. Hay un choque entre Fe y Razón, pero entendiendo razón en el sentido de Aristóteles.”
El tercer problema es el de la libertad. En toda la Biblia el hombre es libre, responsable porque es dueño de sus actos. Pero el hombre es un ser más de la naturaleza según  Aristóteles, y por ello está sometido a las leyes de la naturaleza. La libertad no es posible si pertenece al mundo, o la libertad es extramundana. ¿Desde Aristóteles es admisible la libertad?”
El cuarto problema es el de la inmortalidad del alma. Para Aristóteles el alma es la forma de la materia (hilemorfismo); es cierto que no es tan claro en su libro tercero de De anima. El alma no tiene existencia propia según los libros primero y segundo. ¿Pensamos con nuestro cuerpo? Si no lo hacemos entonces el alma es inmaterial y por ello inmortal.”
El quinto problema es el de la ética o lógica de la voluntad, o de las leyes de la voluntad. Pero son las de la naturaleza. Llaman ley natural. La ética cristiana tiene una ley divina, ¿cómo introducir qué relación existe entre la ley divina y la ley natural.”
Son problemas graves y entonces se puede caer en el fideísmo (creer sin razón alguna) o en el racionalismo estricto (la separación de la vida cristiana y la vida humana) o en el dualismo o esquizofrenia en la vida.”
La Metafísica
A Étienne Gilson se debe sin duda el “descubrimiento” de la auténtica metafísica tomista y es gracias a esta metafísica que Santo Tomás aparece como un pensador totalmente original en la filosofía medieval, cristiana y árabe. Milla Toro (2007) dice que “el desarrollo de la metafísica fue un tema central para Gilson”. Parece que sus investigaciones, al respecto, pueden considerarse como definitivas.
Es por ello que he decidido iniciar este el análisis del pensamiento del Aquinate con la metafísica, tal como nos la plantea Gilson.
El ser, este principio fundamental accesible a toda mente humana, nos dice Zadra , “está sin embargo puesto entre paréntesis en la reflexión filosófica actual. Si bien todo filósofo debiera siempre poner como lo primero en su mente lo que es primero en la realidad, y lo que es primero en la realidad es el ser, no siempre esta verdad de sentido común es asumida por la reflexión filosófica. Gilson identifica como raíz de esto el olvido, diciendo que “las condiciones caóticas de la filosofía contemporánea, con su correspondiente desbarajuste moral, social, político y pedagógico, no se deben a falta de perspicacia filosófica por parte de los pensadores modernos, sino que se origina, sencillamente, en el hecho de que hemos errado el camino, por habernos olvidado de ciertos principios fundamentales que, por ser verdaderos, son los únicos en que puede basarse, lo mismo ahora que en tiempos de Platón, todo saber filosófico digno de tal nombre” .
Es interesante encontrar en los diagnósticos que hizo nuestro filósofo en su momento, incluso no teniendo a la vista sus últimos alcances, algunos problemas que aquejan hoy a la filosofía, que no son tan nuevos como podría pensarse. Por ejemplo, cuando habla del antiguo problema del escepticismo, considerado como una “célebre forma de desesperación metafísica”, lo caricaturiza con agudeza: “La única posición dogmática todavía mantenida en tales círculos filosóficos es que, si un filósofo se siente razonablemente seguro de estar en lo cierto, entonces es seguro que se equivoca”.
En efecto, la experiencia de encuentro con el ser, la experiencia de que la totalidad de lo real es, si bien causó el asombro de los primeros filósofos, no fue puesta en duda por ellos. Como primer principio, es una realidad tan fundamental que no cabe definirla ni justificarla, y aun así no parece ser comúnmente aceptada como tal en nuestro tiempo. Como afirma el Papa Juan Pablo II, “la filosofía moderna ha dejado de orientar su investigación sobre el ser, lo cual ha llevado a minusvalorar los recursos cognoscitivos del ser humano, su posibilidad de alcanzar un conocimiento seguro acerca del ser, en síntesis, a una crisis de la verdad. Una cultura de la “tolerancia”, de lo “políticamente correcto” , donde todo es aceptado mientras no se afirme con certeza, es una de las manifestaciones actuales de este escepticismo, hoy popular en muchos ámbitos filosóficos a pesar de que constituye la antítesis de la filosofía misma”.
Para responder al escepticismo, la ruta de nuestro autor es clara: “El escepticismo es una enfermedad filosófica... para la cual no hay más remedio que volver a la ciencia del ente en cuanto ente: la metafísica... Según Milla Toro, Gilson afirmaba que “todos los fracasos de la metafísica debieran ser atribuidos, no a la metafísica, sino más bien a los errores cometidos repetidamente por los metafísicos en lo que se refiere al primer principio del conocimiento humano, esto es, al ente”. Nuestro protagonista tiene, pues, la idea de que la crisis de la metafísica es más bien una crisis de los metafísicos.
Hay una responsabilidad filosófica que no está siendo asumida. ¿Por qué? Podríamos extraer alguna luz sobre esto de un texto en que nuestro filósofo afirma “que el fallo no reside necesariamente en la naturaleza de la mente humana, y que el ente mismo podría ser parcialmente responsable de la dificultad. Puede muy bien haber algo en su misma naturaleza que invita a los filósofos a comportarse como si el miedo al ente fuese el inicio de la sabiduría”. Salvando la ironía, y sin culpar al ente de la ceguera de los filósofos, en el fondo contiene una verdad: el ser es misterioso, lo cual significa que su profundidad, aun manifestándose al entendimiento y siendo cognoscible, desafía los más finos esfuerzos de la razón humana, que no lo agota aunque permanece abierta sin embargo a la búsqueda de su mayor comprensión.
Es evidente que Gilson es profundo, pues el tema de la metafísica es extenso y se puede hablar mucho sobre él. A pesar de que aún no alcanza a cubrir las exigencias que el mundo moderno plantea, es indudable que en nuestros días asistimos a un resurgimiento de la metafísica. Aun así, todavía subsiste un grupo de pensadores que plantea su decadencia y su innecesariedad en la filosofía. “Aun hoy existen propuestas gnoseológicas deshumanizantes que nos llevan al escepticismo radical, al agnosticismo funcional, al secularismo y al relativismo en sus diversas formas, desarraigando al hombre de su identidad propia y abandonándolo al nihilismo. Estas corrientes se olvidan del ser y de su relación con el Ser, arrancándole a aquél su finalidad intrínseca, expropiándole su llamado a participar de manera plena con Aquel que lo sostiene en su perfecto acto de ser”.



Veamos ahora dos aspectos esenciales de esta metafísica tomista desde la perspectiva gilsoniana: el redescubrimiento del “Actus Essendi” y el realismo metódico
Actus essendi:
Gilson nos ofrece su metafísica del esse ut actus essendi, o metafísica existencial, que, basada en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, se fija en el acto de ser, destacando su relevancia como principio primero del conocimiento».

El ser no es un concepto general, predicable de toda realidad, ni mero accidente que distingue lo real de lo pensado, sino algo más radical, intrínseco a los entes reales, que les hace “ser”. La esencia determina, limita el acto de ser, y hace ser al ente esto o lo otro, pero “son” en virtud del acto de ser. Esto implica la distinción real de los entes creados de esencia y acto de ser, no como dos cosas separadas, sino como co-principios del ente: todos los entes son, pero no infinitamente, sino que son algo determinado.
Esto lleva a la consideración de Dios como “Ipsum esse subsistens”: no hay distinción entre esencia y acto de ser. Dios es el Ser, en plena conformidad con la afirmación del libro del Éxodo: “Yo soy el que soy” (Ex.3,14)
Gilson pone de manifiesto, señala Zadra, que “en la metafísica de Santo Tomás la existencia está incluida en el concepto de ser. Según él, Santo Tomás incluso destaca la primacía de la existencia sobre la esencia, como lo que hace actual a la forma y la esencia, haciendo que el ente exista efectivamente. Tomar en serio la existencia, e incluso conferirle una primacía, no lo hace sin embargo caer en el error de suprimir la esencia. El tomismo sería en realidad una síntesis metafísica que incluye esencia y existencia”.
Poner la mirada en la existencia lleva también a Gilson a resaltar, como lo hizo el Doctor Angélico, el papel activo que juega cada ente, participando a su modo de la causalidad divina: “La existencia puede llevar a cabo esas operaciones. Puesto que ser es ser acto, es también capaz de actuar... Si, pues, Dios los ha hecho parecerse a sí mismo dándoles la existencia, consecuentemente, los ha hecho parecerse a sí mismo dándoles el poder de ejercer, de suyo, acciones causales. Ésta es la razón por la que aunque ningún ente finito puede crear la existencia, todos ellos pueden al menos comunicarla” .
Realismo metódico.
Respecto a la existencia llegó un momento en que se creyó que los neo-tomistas habían decidido hacer las paces con el odiado idealismo y crear una filosofía nueva que superase la antigua oposición. Pero he aquí que Etienne Gilson se enfrenta impetuosamente a esta posibilidad con sus obras “Le Realisme Metodique” y “Realisme Tomiste el Critique de la Connaissance”.

Por supuesto que hay muchos escolásticos que no siguen a Gilson; sin embargo, su obra frenó una actitud que había conquistado a autores tan rigurosamente tomistas, como Jolivet 24.
Por razones de espacio no puedo analizar en detalle este problema. Me tendré que contentar con sintetizar los puntos más saltantes del realismo crítico y metódico.
La posición del autor francés, según Ossandón Valdés (1982), -a quien voy a seguir básicamente en esta parte- se puede condensar en los siguientes puntos:


  • El idealismo y el realismo.

  • La evidencia

  • La historia de la filosofía

  • El cristianismo.


Pero antes de seguir adelante, permítaseme reiterar ahora con Viau Mollinedo (2012), que Gilson afirma que el “único tomista auténtico es el que se encuentra en los textos de Santo Tomás de Aquino. La forma de ser un genuino tomista es filosofar en el modo en que él mismo lo hizo. El toque de fidelidad al pensamiento de Santo Tomás es compartir su noción del Esse que acentúa la existencia. Gilson no reconoce más que un solo y único criterio de tomismo: la comprensión existencial del ser”.
Realismo - idealismo
Para Ossandón Valdés, “una doctrina es idealista en la medida en que, ora con relación nosotros, ora en sí, convierte al conocer en condición del ser”. El realismo será, naturalmente, todo lo contrario, es decir, “una doctrina según la cual el ser es independiente del conocimiento actual que de él puedan adquirir los sujetos cognoscentes”.
Este planteamiento motivará una serie de tesis contradictorias que ilustran sobremanera la incompatibilidad que deseamos destacar. Así, para el idealista, todo comienza con la duda; mientras que para el realista todo comienza con las cosas reales. El mismo sujeto cognoscente es alcanzado, en el idealismo, como un objeto de conocimiento; mientras que el realismo lo considera como un sujeto distinto del conocimiento mismo. El realista otorgará la supremacía absoluta a la metafísica y la pondrá en el corazón de su filosofía; en cambio el idealista la hace desaparecer y da la supremacía a la crítica”.
La evidencia.
Ciertamente no es el sentido o el intelecto quien propiamente conoce, sino el hombre; de modo que la evidencia que buscamos no está en aquéllos sino en éste.
Con Gilson podemos preguntarnos: ¿mo saber que una cosa existe? Percibiéndola. La expresión veo un hombre” expresa maravillosamente la unidad del ser humano: ven los ojos y la inteligencia sabe que se trata de un hombre. El uso popular une los dos actos y los da en una sola expresión como si fuesen uno solo, y tiene razón pues es el hombre quien percibe justamente tanto por sus sentidos como por su inteligencia. Los primeros nos presentan el ente real y concreto, la segunda capta las esencias o aspectos inteligibles que lo explican.
La historia.
En “La Unidad de la Experiencia Filosófica” nuestro autor hace el balance de los últimos ocho siglos de pensamiento europeo que podemos condensar así: “La función propia de las escuelas filosóficas es precisamente revelar las consecuencias de los principios que los mismos que han puesto los principios no han percibido, o que habiéndolos percibido, creyeron poder dispensarse de aceptarlos”.

En otras palabras, la historia es para el estudioso de la filosofía lo que el laboratorio para el científico, es decir, el lugar donde podrá apreciar todas las consecuencias que se siguen de determinados principios y verdades filosóficas.
El cristianismo.
Todo pensador medieval, todo pensador cristiano es realista al menos por vocación”.
La razón de esta sorprendente tesis de nuestro autor podemos encontrarla en la verdad básica del cristianismo: “siendo el mundo cristiano creación de Dios, no del hombre, la filosofía cristiana enfoca espontáneamente los problemas desde el punto de vista del objeto.
Sin embargo, un cristiano deberá mantener siempre la existencia al menos de dos seres completamente diferentes: Dios y el hombre.
Para finalizar esta tema diré que Gilson nos da una regla de oro para sanar del virus idealista y de muy fácil aplicación: El primer paso en el camino del realismo es darse cuenta de que siempre se ha sido realista; el segundo, comprender que por más que se haga para pensar de otro modo, jamás se conseguirá; el tercero, comprobar que los que pretenden pensar de otra manera piensan como realistas tan pronto como olvidan que están representando un papel. Si entonces se preguntan por qué, la conversión está casi terminada”.
El humanismo de Santo Tomás de Aquino
Moya Obradors (2003) nos informa que “Étienne Gilson, en el V Congreso Internacional de Filosofía que tuvo lugar en Nápoles en el año 1929, recordó con claridad las bases del humanismo del Aquinate, justamente en un momento histórico vital para Europa, en el que estaban en pleno auge las pretensiones de las diversas doctrinas filosóficas. Es la época de entreguerras, con una intelectualidad empeñada en superar el fracaso que para la humanidad supuso la Gran Guerra, dispuesta a que nunca se volviera a repetir tamaño desastre, pero buscando muchas veces dicha superación en filosofías igualmente cuestionables”.
“El humanismo de Santo Tomás depende en mucho del humanismo trazado ya desde Aristóteles como conquista del pensamiento griego. El hombre está revestido de una naturaleza que por ser racional está capacitada para llevar a cabo la mayor y más alta de las misiones de las que se asignan a los seres que pueblan y componen la naturaleza toda: la de ser racional, la de poder acceder a las cosas intelectuales siendo él mismo parte de esa naturaleza material, la de la posesión del pensamiento puro que de alguna manera inmortaliza al hombre. Aristóteles, -lo recuerda bien Santo Tomás-, busca el Fin último de la naturaleza humana y lo encuentra en cierto modo fuera de esa misma naturaleza. En efecto, el hombre puede llegar a captar en las cosas materiales, puramente sensibles y a las que llega por la pura sensibilidad, algo que específicamente le sobrepasa: aquello de intelectual que hay en ellas mismas. Es algo misterioso que no se podría explicar sin hablar al mismo tiempo de la naturaleza espiritual del hombre. Y por eso mismo, cuando Aristóteles quiere concretar ese Fin último, no tiene más remedio que admitir que sería la contemplación de las cosas divinas (eso mismo hace al hombre de algún modo divino), pero dicho esto tampoco puede evitar constatar que esto supera al hombre en cuanto hombre. Por eso Gilson señala que Aristóteles tendrá que matizar diciendo “…hasta dónde puede llegar en cuanto hombre”.
Es como una esperanza en la bienaventuranza perfecta, pero sin llegar a poseerla nunca, dado que el objeto queda muy por encima de la propia naturaleza humana. Aristóteles supo captar este problema sin poder darle solución, y el mismo Santo Tomás supo también integrarlo en la verdadera Sabiduría cristiana. Precisamente la síntesis de razón y revelación, fundará las bases para ese nuevo Humanismo del que el Aquinate será digno representante.
Hay una diferencia notable entre lo que podemos saber y lo que necesitaríamos saber para ser perfectamente felices. Esta diferencia, que Aristóteles y el pensamiento griego en general no sabe o no puede explicar, la explica Santo Tomás acudiendo a la promesa evangélica. El filósofo francés lo expone con claridad: “Es aquí donde el hombre tiene que hacer su elección: resignarse con Aristóteles a que el Bien Supremo del hombre permanezca irremediablemente fuera de las esperanzas del hombre: es el humanismo griego de la pura razón; o bien escuchar la promesa del Evangelio, hacer este acto de fe en que la distancia que soportamos no es infranqueable, que nuestro deseo de conocer las causas y la causa de las causas no es vano y este es el humanismo cristiano de la razón, que una esperanza -de la que la razón no es su origen- lleva a afirmarse íntegramente a misma, en una reivindicación incondicional de sus exigencias s altas. Este es también el humanismo de Santo Tomás de Aquino.
El pensamiento griego encuentra su plena satisfacción y cumplimiento en el pensamiento cristiano, superando la decepción inicial de una naturaleza que se encontraba incapacitada para llegar a sus s altas cimas, y que desde la Edad Media es considerada como capaz de recibir mucho más de lo que se podría dar a sí misma. Lo que enaltece al hombre cristiano es precisamente su sobrenaturaleza, que lejos de impedir que su naturaleza obre según sus propias reglas, la eleva por encima de misma y le concede un nuevo impulso. La naturaleza humana, elevada por la gracia, supera todas las barreras que la naturaleza tomada en misma pueda presentar. De esta forma, el humanismo helénico se convierte en humanismo cristiano.”
Filosofia Cristiana
Zadra (2004) considera que la noción de filosofía cristiana es el marco de los estudios de Gilson sobre el pensamiento medieval. “El filósofo, en sus “Gifford Lectures”, ha hecho un análisis de aquello que tenían en común los filósofos escolásticos, aquello que constituye “el espíritu de la filosofía medieval”: la manera de hacer filosofía, integrando las luces provenientes de la razón humana y de la revelación divina. La filosofía cristiana se define en función de su relación con los datos provenientes de la revelación. ¿En qué consiste esa forma de pensamiento filosófico?” “Para que una filosofía cristiana merezca verdaderamente ese título, es menester que lo sobrenatural descienda, a título de elemento constitutivo, no en su textura, lo que sería contradictorio, sino en la obra de su constitución. Llamo, pues, filosofía cristiana a toda filosofía que, aun cuando haga la distinción formal de los dos órdenes, considere la revelación cristiana como un auxiliar indispensable de la razón”. A partir de la constatación histórica de esta forma de hacer filosofía, busca describirla y defender su validez y actualidad .
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