Un filósofo católico del siglo XX




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Regreso al cristianismo

En el Humanismo de Santo Tomás de Aquino, según Etienne Gilson, Moya Obradors (1986) dice que nuestro filósofo “reivindica para la Edad Media y por ende para el cristianismo el mérito de haber constatado el valor incomparable del hombre; un hombre tal, que el mismo Dios se encarna y se inmola para salvarlo.” Es el hombre, unidad indivisible de cuerpo y alma, que no puede salvarse sin el Cristianismo, pero sin el cual el Cristianismo no habría tenido nada que salvar; y que se salva asegurando por una vida humana perfecta, la realización integral de su destino divino.

Hay que volver pues, sigue Moya Obradors, al humanismo de Santo Tomás, al humanismo cristiano en su plena integridad, al hombre destinado por Dios a ser su amigo y su contertulio. Sólo en esta perspectiva se podría hablar de un Humanismo del tercer milenio en el que quedaran para siempre enterradas las aspiraciones meramente humanas de un humanismo sin Dios o al margen de Dios. O dicho de otro modo, un humanismo que huyera de esos humanismos de consenso, tan de moda en nuestros días, cuyas bases más firmes consistirían en una serie de verdades aceptadas por todos, con el objetivo de no herir sensibilidades, con un equivocado respeto por las opiniones diversas que termina convirtiéndose en una aceptación del error y de la mentira. Tampoco podría consistir en una especie de humanismo solidario que buscara lo que hay de común en el hombre y que por eso mismo se convirtiera en un humanismo de mínimos”.

Quizá sea la hora de hablar de un humanismo de máximos. Elevar el horizonte chato y feo en que el mundo que se ha olvidado de Dios ha querido sumergirse, para llegar al hombre que se sabe plenamente realizado porque se sabe amado por Dios y se sabe hermano de los demás hombres, creados a imagen y semejanza de un Creador que es al mismo tiempo Padre. Que se enorgullece de todo ello y que por eso mismo no tiene vergüenza alguna en proponerlo como meta. Para ello, la vuelta a Santo Tomás de Aquino y los valores evangélicos: “la afirmación filosófica de la grandeza original del hombre y la grandeza del hombre creado por Dios a su imagen y semejanza, con una posibilidad siempre abierta para su desarrollo según la cual, las promesas de futuro hechas al hombre por el filósofo no corren ningún riesgo al no ser desaconsejadas nunca por el teólogo.

Ética de los estudios superiores

En “Ética de los estudios superiores” Gilson plantea su particular visión sobre la relevancia de los valores morales respecto al conocimiento. Su objetivo principal es desmentir las erradas definiciones de erudito con el fin de hacer entender a sus lectores que cualquier persona puede alcanzar la erudición tras aplicar sus valores morales en su vida intelectual. Para lograr su objetivo, presenta varios argumentos valorizando todas aquellas acciones moralmente correctas a nivel educativo y desvalorizando acciones como el plagio.

El autor considera que todas las carreras universitarias tienen como objetivo en común que sus alumnos alcancen la erudición. También expone que para lograr la erudición es necesaria la humildad y que todo docente y alumnos tengan la capacidad de aprender a transmitir y crear conocimiento.


Sin duda alguna, es un texto argumentativo debido a que Gilson pretende modificar o corregir el errado concepto que se ha generalizado de la palabra erudito. Se observa con muchas claridad las intenciones del autor al decir: “ahora bien, éste es precisamente el error que quiero remover de vuestras cabezas”.


Con el fin de lograr su cometido, Gilson emplea una variedad de estrategias de las cuales se resalta el uso de las definiciones, reformulaciones y ejemplificaciones. Todas estas estrategias pueden llegar a haceser efectivas si se tiene como objetivo cambiar el punto de vista de determinado número de lectores sobre un tema específico. Esto se debe a que las definiciones ayudan a aclarar conceptos que pueden ser desconocidos para el lector, por ejemplo: “un verdadero erudito es un hombre cuya vida intelectual es parte de su vida moral”; “honradez moral es, en el fondo un respeto escrupuloso de las reglas de la justicia”.

La honradez intelectual

Suárez Verdaguer (2003) nos cuenta que “debió ser hacia el final de la década de los veinte que Etienne Gilson pronunció, en la Universidad de Harvard, una conferencia dirigida a los postgraduados en Artes y Ciencias. Versó sobre la Ética de los Estudios Superiores, y en el curso de la exposición habló de la honradez intelectual” diciendo que no era otra cosa sino «un respeto escrupuloso por la verdad». La mentira y el error están en desacuerdo con la realidad”.

Es muy probable que los postgraduados en Ciencias asimilaran más fácilmente que los de Letras esta afirmación. Para los cultivadores de las ciencias de la Naturaleza (físicos, químicos, biólogos, astrónomos, botánicos, etc.) esta definición de la honradez intelectual se les debe aparecer casi como evidente.”

“Supongo que no es tan fácil para los hombres de letras filósofos, historiadores, periodistas, escritores, economistas, sociólogos, etc. este «escrupuloso respeto a la verdad», probablemente porque en este campo la verdad no es comprobable de modo tan evidente como sucede en las ciencias de la Naturaleza.”

Salvo en algún caso muy especial, difícilmente podrán influir en el trabajo de un hombre de ciencia los intereses del partido a que pertenece, sus ideas políticas, el afán de éxito o de originalidad: ninguno de estos factores puede empañar la pureza de la verdad que resulta de un experimento cien veces repetido y comprobado”.

Hay una notable diferencia entre los que hacen afirmaciones porque tienen argumentos ciertos y aquellos que no tienen otros argumentos que sus propias afirmaciones. Llama la atención ver el cuidado que ponía Tomás de Aquino en examinar las opiniones ajenas para incorporar lo que de verdadero encontrara en ellas, al tiempo que rechazaba con argumentos lo que era falso. … Pues no es lo mismo exponer lo que después de un paciente trabajo y un examen detenido hemos hallado como cierto, que afirmar sin argumentos, como si fuera una verdad comprobada, lo que tan sólo es una opinión todavía no fundada.”

“Lo que no es verdadero no es real. La mentira y el error (más aún la primera que el segundo), por estar en desacuerdo con la realidad, con lo que es, acaban provocando daños a la corta o a la larga. Y cuando un mundo se construye contra la realidad, sin tener en cuenta el ser de las cosas, ese mundo está abocado a la ruina, y mientras ésta llega va arruinando a los hombres.”

Quizá lo que nos falta para ser intelectualmente honrados, para respetar la verdad dondequiera que la encontremos, es tan sólo valor moral. No tener miedo a las consecuencias, no querer convertir la historia, el periódico, las ideas, las estadísticas, la filosofía, en herramientas para edificar tal o cual modelo de sociedad que se piensa va a resolverlo todo. Basta sólo el valor moral (¡si lo tuviéramos...!) que Solzhenitsyn 25 pedía a la juventud de su patria cuando, preguntado por la revista Time en 1974 cómo creía él que podrían ayudarle en su empeño los jóvenes, replicó: «Con acciones físicas no. Tan sólo negándose a mentir, no participando personalmente en la mentira. Que cada uno deje de colaborar con la mentira en todos los sitios donde la vea, le obliguen a decirla, escribirla, citarla o firmarla, o sólo a votarla o leerla». Claro que esto no es una idea nueva: es lo que manda el octavo Mandamiento de la Ley de Dios.”

Pienso que, teniendo en cuenta que la Universidad tiene como objeto el cultivo y la enseñanza de las ciencias, y que todas las ciencias decía Cicerón «tienen por objeto el hallazgo de la verdad», quizá el mayor servicio que hoy podrían prestar nuestras universidades, ya que la masificación está haciendo prácticamente imposible tanto cultivar las ciencias como enseñarlas, acaso fuera el hacer de sus alumnos hombres intelectualmente honrados. O lo que es lo mismo: hombres que profesaran un tan escrupuloso respeto a la verdad que no se dejaran torcer por ideologías ni por intereses. Y como la verdad hace libre al hombre, acertó E. Gilson cuando a sus oyentes de Harvard les dio este consejo: «estad siempre prestos a ceder ante la verdad, resueltos a adheriros a ella; y ella os ahorrará la pesadumbre de ceder ante cualquier otra persona o cosa».

Historia y metafísica hoy

La influencia del pensamiento de Santo Tomás, apunta Zadra, “ha tenido momentos especialmente fuertes. Uno de ellos, que suele llamarse la segunda escolástica, se produjo en el tiempo del Concilio de Trento, en el cual las obras del Santo fueron intensamente estudiadas y comentadas, dando origen a múltiples desarrollos filosóficos y teológicos”.

Al final del siglo XIX y durante el siglo XX se dio un movimiento análogo, siendo Gilson uno de sus representantes. Llamado comúnmente neo-tomismo, este movimiento recibirá un impulso en la carta encíclica Aeterni Patris (1879) del Papa León XIII. Este documento, así como los pensadores católicos que se vieron inspirados por él, no buscaban propiciar un regreso al pensamiento del siglo XIII, ignorando la filosofía contemporánea; se trató más bien de revalorizar el pensamiento de los maestros de la escolástica, en particular la doctrina del Doctor Angélico, impulsar su estudio desde las fuentes, y aportar en el esclarecimiento de la relación entre filosofía y teología, a fin de ofrecer a los católicos los recursos necesarios para integrar los mejores aportes de la cultura y el pensamiento filosófico de su tiempo a la luz de la fe cristiana.”

En el amplio espectro del neo-tomismo, se cuentan desde autores que buscan recoger y seguir el sistema de Santo Tomás, hasta aquéllos que lo toman como un punto de partida para hacer una confrontación con la problemática moderna del pensamiento.

Milla Toro (2007) considera que Gilson “consiguió un logro importantísimo en su investigación de la historia de la filosofía: dio a conocer cómo fue el verdadero pensamiento de la Edad Media, rompiendo así con el lastre que aún nuestro tiempo arrastra desde el siglo XV, de que aquélla fue una época oscura y de ignorancia. Su estudio historiográfico aportó al redescubrimiento de la grandeza de la escolástica y le devolvió la importancia a la filosofía medieval, es decir, a la filosofía cristiana”.


Zafra y Milla Toro coinciden sosteniendo que nuestro filósofo “abrió indudablemente muchas puertas para la historia de la filosofía y para la metafísica. Aunque no en todos los casos sus conclusiones hayan de ser seguidas, muchos han encontrado un camino abierto gracias a su notable esfuerzo de investigación y reflexión, que da muestras de un admirable rigor y fineza de análisis. De hecho Gilson ha realizado un decisivo aporte a la recuperación de la memoria histórica del pensamiento cristiano, tan olvidada y silenciada en la modernidad, especialmente a partir de la Ilustración”. El Papa Pablo VI resalta esto en la carta que escribe al filósofo, cuando afirma que ha "introducido a nuestros contemporáneos a las frecuentemente olvidadas o rechazadas riquezas de la filosofía medieval".

Es interesante también la forma en que Gilson enfoca los estudios históricos, en estrecha relación con la filosofía sistemática, y en especial con la metafísica. Busca beber de las fuentes históricas para recoger todo aquello que permita al pensamiento ser siempre más acorde con lo real. Dialoga con todo aquel que tenga verdad. Esto es especialmente importante considerando que vivimos en un tiempo en el que la crisis de la verdad desfigura los estudios históricos, en particular cuando se trata de la historia del pensamiento. Cuando la posibilidad del conocimiento de la verdad está puesta seriamente en cuestión, la filosofía pierde el contacto con lo real y se reduce a discurso. 

Por otra parte, Gilson aporta un desarrollo metafísico que ha sido recogido de las enseñanzas del Doctor Angélico, analizado y propuesto para nuestro tiempo, como valora también S.S. Pablo VI: "Usted ha vuelto a poner a la luz una fuente de sabiduría de la cual nuestra sociedad orientada técnicamente debiera sacar gran provecho, puesto que suele estar fascinada con el "tener", pero es con frecuencia ciega al sentido del "ser" y sus raíces metafísicas" . No podemos dejar de agradecer esto como un significativo aporte en el esclarecimiento de los primeros principios rectores del entendimiento humano, abonando a una perspectiva realista. La contribución de Gilson a la recuperación del sentido del ser tiene en la actualidad una gran importancia por la crisis de fundamentos que atraviesa nuestra cultura, y tiene una serie de implicancias antropológicas que probablemente ni siquiera él tuvo a la vista”.

Nuestra humanidad es el primer misterio que somos llamados a profundizar. Con todo, en el camino de la humana búsqueda, permanece siempre presente la posibilidad de cerrarse ante el ser, la opción por el no ser. Hoy en día esta opción parece ejercer una extraña fascinación en una gran cantidad de personas con la popularización del nihilismo, y expresarse en múltiples expresiones de la cultura de muerte.

La cerrazón al ser en general es, pues, en el fondo, cerrazón a la propia vocación humana, que es el corazón de toda la naturaleza creada. El don de la existencia, que todos reciben gratuitamente, remite también a la fuente y origen de todo lo que es, a Dios, quien es fuente del don singular de la vida humana y de su sentido. Dios sostiene nuestra existencia en el ser y nos invita a la participación de su Ser y de su Amor.

Cabe finalmente señalar que el pensamiento de Étienne Gilson sigue estudiándose y profundizándose gracias a instituciones tales como:

Sociedad Internacional Étienne Gilson publica Studia Gilsoniana, una revista internacional de filosofía focalizada en el pensamiento filosófico de Étienne Gilson y la filosofía clásica. Se publica virtualmente y en papel. Será trimestral a partir del 2015.

Esta sociedad está afiliada a Holy Apostles College & Seminary, USA, y a International Cooperation con una cátedra de Filosofía de la Cultura y el Arte en la Universidad Juan Pablo II de Lublin, Polonia.

Se ofrecen actividades permanentes sobre Gilson en la North American Étienne Gilson Society y en The Christian Philosophy of St. Thomas Aquinas, University of Notre Dame, Indiana,

Conviene recordar, la fundación y dirección, que ejerció junto con el P. G. Théry de los riquísimos Archives d’histoire doctrinale et littéraire du Moyen áge, como también del Institut of Mediaeval Studies de la Universidad de Toronto, uno de los centros más importantes para el estudio del pensamiento medieval”.

Y concluyo el artículo citando nuevamente a Echauri (1978) “Mucho le debemos a nuestro querido maestro y sólo deseamos con estas líneas expresar nuestro reconocimiento a quien nos orientó, desde la primera hora, por el mundo del pensamiento. Pero quisiéramos también, fervientemente, que sus escritos sean más leídos, más estudiados, más meditados, con la convicción de que quienes así lo hagan serán tan gratificados como nosotros mismos lo hemos sido. Nuestro tiempo, tan menesteroso de sabiduría, tiene felizmente, al alcance de su mano, una obra tan rica y tan excepcional como la de Etienne Gilson para dejarse guiar por ella y nutrirse con su sustancia”.


Bibliografía

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