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Erótica del sujeto liberadoTrabajo final del curso “Sujeto, Ética y Vida: Una Visión Moderna”, con el profesor Mario Germán Gil Claros en la Especialización en humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente(,Cali, 2004). Presentado por: Juan Diego Castrillón. RESUMEN En este escrito se hace una reflexión sobre la figura del sujeto en la modernidad, determinado por una estructura de significación y de dominación, atravesado por las dimensiones ética y estética. Se reflexiona desde la vía fenomenológica, visualizando a “las amantes de Descartes” y el antiguo mito del abrazo entre Eros y Psique. Debido a que en la figura del sujeto que en la modernidad no ha asumido libremente su modo de vida pueden encontrarse imposiciones sobre el ideal ético, razonable, de bien, y el ideal estético, sensible, de belleza, se propone la dimensión erótica como salida liberadora, “des-sujetadora” que sintetiza lo ético y lo estético la búsqueda de dos ideales en uno solo, el bien y la belleza. INTRODUCCIÓN Existe una gran diferencia entre la figura del hombre propuesta para la modernidad, frente a la descrita en la Antigüedad, desde Aristóteles. El hombre más que animal racional y político como lo veían en el pasado, se convirtió en un “sujeto” concreto, “ligado”, o para ser más preciso, “sujetado” , “atado” desde su cultura (Freud, Marcuse, Lacan) y desde una red de relaciones sociales (Habermas, Derrida, Deleuze) que lo definen para conocer y poseer la realidad. En contraposición a lo antiguo, el énfasis moderno es que la verdad, en cuanto idea clara y distinta, como la define Descartes, se vuelve objeto de posesión. Es desde el sujeto donde se determina lo que es bueno, lo que es bello, desde sus sentidos (Hume, Locke) o desde sus formas a priori de la sensibilidad o del entendimiento (Kant). El reconocimiento del hombre como sujeto inaugura la era moderna en la filosofía, en la política y en la economía. El hombre moderno determina cuál es el objeto de conocimiento, ejerce su poder, establece relaciones de producción, (Adams, Ricardo, Stuart Mill) lo transforma en mercancía (Bakunin, Marx) a través de su razón signada por la pertenencia a una clase (Sartre, Althusser). Luego de 3 siglos de nacimiento esta figura del hombre moderno se ha vuelto incómoda como parte de un proyecto social, porque nos ubica en una trama de ejercicios de poder que hay que desenredar, “desatar”, “des-sujetar”, que limitan el ejercicio de la libertad. El hombre moderno es el que asume un modo de vivir, pertenece a su tiempo. Uno de los primeros filósofos que se volcó sobre él fue Kant. En el sujeto encontró el espacio y el tiempo como formas de los sentidos, anteriores a toda experiencia corpórea, que requieren llenarse de contenidos. En el sujeto también halló un criterio universal y necesario, para constituir el mundo, de la “experiencia posible”. En este representante cimero de la modernidad el sujeto es figura central: Preguntándose a sí mismo y preguntando a la realidad y actuando en consecuencia, el abordaje no tiene que ser científico, puede ser metafísico, en lo relativo a las costumbres. Es desde una “Metafísica de las Costumbres” donde muestra el espacio a la libertad del sujeto para recrear los escenarios posibles de existir, para preferir actuar como si lo actuado fuera una Ley Universal. En resumidas cuentas este el problema de ubicar al hombre como sujeto que conoce y posee la verdad para transformarla en nuevos objetos: ¿Es esencial el pensamiento como base de la existencia humana? ¿Cuál clase de pensamiento si existen diversas formas de inteligencia (lingüística, lógica-matemática, espacial, corporal-kinestesica, musical, interpersonal, intrapersonal, naturalista)? ¿Antes que el pensamiento, será más esencial la existencia (ex-stare), el estar ahí (stare) afuera(ex) comprometido en una relación de saber y de dominio (Kierkegaard, Sartre, Heidegger), así no se ajuste a la racionalidad del momento? (Freud, Marcuse, Focault) La descripción del mapa genético de la especie humana, llamado genoma humano, y las técnicas de manipulación genética nos llevarían además a enfocarnos ya no al pensar a secas de los antiguos, ni al conocer y dominar un objeto de conocimiento como los modernos sino a buscar el modo de existencia y el modo de inteligencia que imprime el rasgo más conveniente para un proyecto de humanidad. A la pregunta de dónde venimos y para dónde vamos con el sujeto en tiempos de la crisis de la modernidad podemos acercarnos poniendo entre paréntesis las opiniones y argumentaciones e intuir la respuesta desde dos situaciones: Desde las relaciones amorosas del filosofo René Descartes, considerado en algunos tratados de filosofía como el padre de la modernidad, y desde el relato mítico del encuentro entre Eros y Psique. EL FALSO DILEMA, ÉTICA O ESTÉTICA Pensando en el objeto del deseo, racionalidad o sensibilidad, es posible que las admiradoras del filósofo René Descartes se hayan acercado hace 3 siglos al mismo dilema. Del hombre priman la razón o los sentidos? ¿La ética o la estética? ¿O esto o aquello? Dicho en otras palabras, el dilema sería por la ética que convoca a una actuación racional buena respecto a las normas y las costumbres, o por la estética que invita a un disfrute sensorial de la belleza sobre objetos de goce o consumo. Acerquémonos “fenoménicamente” a una de las admiradoras de Descartes. La condesa Genny fue la última entre una larga lista de anfitrionas que le ofrecieron sus afectos en tibias sábanas a Rene Descartes antes de morir. Es fácil imaginar la provocación que movió a ella y a todas sus admiradoras de la aristocracia por confirmar la fama de Don Juan que le endilgaban al racionalista y el padre de la modernidad. Si para Descartes se distinguen en él mismo, y por añadidura en todo hombre, dos rasgos esenciales, extensión y pensamiento ¿A dónde ir en la cotidianidad de ese hombre, cuál faceta explorar? ¿Qué podría seducir más, la extensión de su cuerpo o el roce de sus ideas? ¿Su dimensión ética o estética? La respuesta sencilla sería que seduce la experiencia sensible, sensual, estética, que los sentidos son definitivos. Sin embargo la vida es compleja y con el tiempo, que también lo tenía sobre sus hombros Descartes, se aprende y se disfruta la tibieza de una palabra, se experimenta cómo la imaginación conmueve, regula y prolonga el goce sensual y que en los momentos cruciales más vale, nó dos cosas en una, res cogitans (pensamiento) y res extensa (extensión corporal), sino dos personas en una. Desde el reto erótico, ante un icono de la modernidad encarnado desaparece el dilema. No es tal, ética o estética, sino ética y estética, es decir, la “summa” erótica. ¿Qué hacemos con esta modernidad que nos molesta con su discurso del sujeto? Una de las opciones es proclamar su muerte, anunciar el nacimiento de la postmodernidad pero este acto no es suficiente para acabar con ella. La modernidad se ha transformado en una corriente compleja por la simple constatación de que subsisten notorias diferencias entre sus exponentes. Por ejemplo, así como en el siglo XVIII había modernistas empiristas como Hume y Locke, lo había idealistas como Kant y Hegel, desde el siglo XIX los hay imbuidos de espíritu religioso como Kierkegaard, Scheller y Simone Weil, los hay iconoclastas como Nietzsche, socialistas o comunistas como Proudhom y Marx, anarquistas como Bakunin, agnósticos como Bertrand Russell y los hay también liberales que creen en las bondades de cierta intervención estatal y otros que promueven un Estado de tipo laissez-faire.. Como le ocurriera a las admiradoras de Descartes esta modernidad nos deja el reto de asumir una posición ética o estética o una síntesis entre ambas posturas: ¿Para qué conocer? Para el goce estético, sensible, o para orientar el rumbo ético de las cosas como debieran racionalmente ser en la política o la economía. Luego del devenir de las ideas modernas, la respuesta que podría mostrarse hoy es que no hay tal dilema: La modernidad se trata de un modo de vida que compromete la ética y la estética de la existencia concreta. Lo sabía la condesa Jenny cuando abordó al padre de la modernidad. En el fondo, no se trataba de un objeto del deseo ni de un sujeto cognoscente sino de un hombre concreto más allá del pensamiento antiguo y moderno, más acá de la dimensión erótica. Si fuera Descartes sólo un “sujeto”, en palabras tomadas de Michel Focault1 estaría amarrado y proyectado como dispositivo desde una estructura expresiva y de dominación. Como sujeto de dominación tendría por un lado un sino trágico, sometido bajo la técnica del sometimiento, expuesta en diversos trabajos de Focault como el manicomio, el asilo, la cárcel, el hospital y la escuela. Por otro lado podría explorarse su figura desde otra técnica, el dominio de sí mismo, ampliamente trabajada en otros escritos, como son la literatura y la sexualidad. Ambas técnicas se encuentran cruzadas por estatutos de saberes o verdades que las hacen moverse en sus propósitos, donde la libertad (como praxis) y el pensamiento están en juego. De nuestra aproximación fenomenológica desde el caso de Descartes, al sujeto moderno cuenta como salida con el dominio de sí mismo: “Des-sujetarse” de su dimensión de saber y de poder, liberarse de unas relaciones de sometimiento dadas en la red social y cultural en que la nace, habla y se proyecta. Ejercer la libertad, cohabitándola con el poder, desde la constitución de la verdad en la comprensión de sí mismos, implica en Michel Focault (1994)2 técnicas específicas realizadas en una razón práctica. En Foucault serían cuatro grandes grupos: 1. Las técnicas de producción, de transformación y manipulación de los objetos. Es el oficio de la economía y la ciencia. 2. Las técnicas de los sistemas de signos, los símbolos, los significados. Es el oficio de la lingüística. 3. Las técnicas de poder, que someten y determinan las conductas de los sujetos a ciertas prácticas de objetivación y dominación. Es el oficio de la política y de la moral. 4. Las técnicas de sí, que determinan a partir de sí mismo y con ayuda de otros las operaciones sobre el alma y el cuerpo; es decir sobre el pensamiento, sobre la conducta, sobre el modo de ser y de transformarse. Es el oficio del dominio de sí mismo. En Focault al plantear la pregunta por el sujeto, está implícita la pregunta por la libertad, el entronque entre la ética y la estética. El ethos y la estética como procesos enraizados en el comportamiento del sujeto, son vitales y va más allá del dominio de la mera técnica hacia las cosas, cuando la obra a modelar es el sujeto mismo... Es el sujeto que vive diferente a como se vive, el cual crea hechos de vida inéditos, establece abiertamente hacia los otros nuevas formas de pensamiento estampado en un sello único: el estilo de vida.3 Para Foucault la estética de la existencia, requiere una actitud ética o ethos entendida como una disposición, pero también un conocimiento inscrito dentro de unos saberes o epistemes, el cultivo de una responsabilidad ética para consigo mismo, la practica de técnicas de parte del sujeto, que exigen pensar y tomar decisiones respecto a la libertad de si mismo. Esta estética de la existencia, como proceso de subjetivación, se transforma en un ejercicio para la adopción de un estilo de vida, se constituye en una genealogía de la ética y del sujeto desde la misma praxis, como también en una genealogía del deseo como problema medular de la ética.4 El PROBLEMA DE LA LIBERTAD Por erótica vamos a entender la dimensión humana del deseo que resulta de una síntesis entre la ética y la estética, donde la belleza y el bien como fines no se contradicen sino que conjuran el comienzo y transformación de la vida misma. Esta erótica significa apertura del espacio del dominio de si mismo frente al dominio o sujeción de otros. La pregunta sobre el sujeto liberado desde una erótica se transforma sobre sus condiciones de libertad. ¿Qué papel juega la libertad en él? La libertad es la condición propia del sujeto liberado. De la pregunta kantiana sobre qué es la ilustración podemos encontrar bases para este argumento. El sujeto en los tiempos modernos está llamado a ser moderno, a ser ilustrado, a moverse en una nueva visión del mundo, a vivir en una revolución que cuestiona cuál es el centro del universo. A cuestionarse como sujeto y como objeto. Este sujeto aunque viva en la era moderna puede ser o nó moderno en la medida en que cambie de perspectiva, o como dijera Kant, en cuanto abandone su condición de minoría de edad, en la medida que en uso de su razón (pura, teórica, práctica) se asuma en su plena capacidad de transformar su propia realidad. El salto a la libertad es fundamental para la transformación del sujeto moderno, ilustrado, el sujeto autónomo, liberado. Como escenario para la libertad y la conjugación de una ética y una estética planteada inicialmente, estética de la existencia, genealogía del deseo, la dimensión erótica es conflictiva. Conflictiva como la relación mítica entre Eros y Psique enamorados e imposibilitados de mirarse. Apuleyo en su obra Metamorfosis nos trasmite la leyenda de Psique, una bella muchacha cuyo nombre significa normalmente alma o fuerza vital, espíritu, voluntad, e inclusive sombra de un cuerpo. Por atención al oráculo y a su amante, Psique podía encontrarse con Eros solo a oscuras, pero nunca mirarlo. Movida por la curiosidad e incitada por sus hermanas, Psique esperó a que Eros se quedara dormido para acercar una lámpara y distinguir su rostro pero al verlo tan hermoso se estremeció al punto que le temblaron las manos, cayendo sobre él una gota de aceite que lo despertó. Entonces él le juró que nunca más regresaría dado que había incumplido con su palabra. Surge la pregunta: ¿Por qué no mirar a Eros? ¿Qué peligro implica a Eros ser visualizado, pensado? ¿Qué sucede con Eros visto desde la condición de un sujeto? No estaría permitido mirar a Eros para una estructura de significación y de dominación, el saber del oráculo, el poder de la sociedad donde se desenvuelve el sujeto. Habría peligro en la percepción de los reales alcances de la dimensión erótica. Está prohibido ver más claramente a Eros porque la mirada fuera del falso dilema entre el bien o la belleza, entre la ética y la estética, es signo de la desobediencia de un sujeto que comienza a sacudirse de las estructuras de dominación. Mirar a Eros es encender la luz, validar la bondad de la belleza, reconocer el bien del placer, develar la tiniebla que prohibe ver, es desobedecer. Es la amenaza de expulsión del falso paraíso del sujeto. Está prohibido porque significa la constitución de un dispositivo moral en el sujeto, de un estilo de vida transgresor al límite existente, que frente a lo otro controla, impone, hace obedecer y establece reglas. Se trata de la vida como acto estético, el estilo de vida como obra deliberada que escapa de la dominación política, de la economía, de la moral, de la tolerancia, del contrato.5 CONCLUSIÓNLa dimensión erótica se ha delineado como salida frente a un falso dilema entre la racionalidad y la sensualidad, la ética y la estética. Sin embargo no se ha definido de manera sistemática, se advierte que el concepto de “dimensión erótica” es hermético, conflictivo. Mirar desde esta dimensión, sensible, racional, imaginativa, donde lo bueno y lo bello pueden conjugarse, es un tabú, no sólo desde rincones de la ciencia donde el voyeurismo es una patología, sino en la tradición judeocristiana – el encuentro paradisíaco del saber significó sentir la desnudez y la vergüenza y la expulsión del paraíso- y desde mitos de la tradición griega, como el encuentro de Eros y Psique. En la leyenda Eros es un adolescente, noble y perverso. Recordando a Kant, en la condición de menor de edad podemos ver la del sujeto que no es moderno, no ejerce su autonomía, no es ilustrado, se mueve en la oscuridad. Eros castiga a Psique por haberlo mirado, porque en su estructura subjetiva no cuenta con suficientes dispositivos para desempeñarse en un ambiente iluminado, por la condición de menor de edad. Sin embargo, para el sujeto hay esperanzas de alcanzar una síntesis entre ética y estética, un proyecto de vida autónomo. Eros en su rebeldía adolescente, espera ver dormida a Psique para despertarla con sus flechas de oro. 1 FOCAULT, M. Subjetivité et vérité. Dits Et Ecrits. T. IV (1994. p. 213).Citado por GIL CLAROS, Mario Germán, Ética y Estética de la Existencia: Fotografía de un Artista. 2 Michel Foucault. Vérité, pouvoir et soi. Dits et Ecrits. T. IV. (1994. pp. 777-778), citado por GIL CLAROS, Mario Germán, Ética y Estética de la Existencia: Fotografía de un Artista 3 GIL CLAROS, Mario Germán, Ética y Estética de la Existencia: Fotografía de un Artista. Pág. 5 4 GIL CLAROS, Mario Germán, Ética y Estética de la Existencia: Fotografía de un Artista. Cita de (1994. p. 395).“ 5 M. Foucault. À propos de la généalogie de l’éthique un aperçu du travail en cours. Dits et Ecrits. T. IV. (1994. p. 618), citado por GIL CLAROS, Mario Germán, Ética y Estética de la Existencia: Fotografía de un Artista. |
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