Titus burckhardt




descargar 382.86 Kb.
títuloTitus burckhardt
página10/10
fecha de publicación26.10.2015
tamaño382.86 Kb.
tipoDocumentos
b.se-todo.com > Ley > Documentos
1   2   3   4   5   6   7   8   9   10
subtilis; en árabe, latif; en sánscrito, sukshma sharira.


60 Nada es tan absurdo como las tentativas de explicar materialmente la percepción del mundo material.


61 La historia bíblica de la creación de Adán puede interpretarse en el sentido de que Adán fue «plasmado» en el plano sutil-psíquico cuando la materia física aún estaba contenida en la psíquica; sólo después de la expulsión del paraíso de los primeros padres -allí los arquetipos de los seres terrestres aún convivían en paz- empezó a entrar en vigor la ley de la generación y la corrupción (generatio et corruptio) que gobierna la vida física.


62 Alusión al lema Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo («Si no consigo doblegar eI Olimpo, removeré los infiernos»), con el que Freud encabezó su obra Traumdeutung (La interpretación de los sueños).


63 Hans Jacob, en Sagesse orientase et Psychothérapie occidentale, París, 1964; el autor de esta obra es un antiguo discípulo de Jung, que descubrió luego la doctrina y el método -infinitamente más vastos- del sâdhana hindú, lo que le permitió someter la psicoterapia occidental a una justa crítica.


64 Cfr. René Guénon, Le Symbolisme de la Croix, op. cit.


65 Según una tradición islámica, el trono del diablo se sitúa «entre la tierra y el cielo», una alusión entre otras a las tentaciones a las que se exponen los que siguen la «vía ascendente».


66 Definiendo el mundo sutil como mundo de la imaginatio (en árabe, jiyâI), ciertos cosmólogos medievales se referían a la «imaginación» activa como fuerza creativa, y no sólo a las imágenes que produce.


67 Hoy la psicología empírica ya no se atreve a negar este tipo de sueños.


68 Tales transfusiones de «fragmentos- psíquicos han dado lugar a la falsa hipótesis de una “reencarnación” del alma. La reencarnación de las almas, enseñada por el Hinduísmo y el Budismo, se entiende en sentido simbólico y significa que el alma se «reviste» de aquello que, en otro plano existencial corresponde a la materia física; es probable que la masa de creyentes tome esta teoría al pie de la letra. También existe la comunicación de ciertos influjos psíquico-espirituales que tenía su importancia en la sucesión tibetana de los llamados -Budas vivientes». Cfr. René Guénon, L'erreur spirite, París, 1923.


69 Generalmente la psicología moderna saca sus observaciones de los casos patológicos, de modo que sólo ve el alma desde una perspectiva clínica.


70 Introducción al libro Das Geheimnis der goldenen Blüte [El secreto de la flor de oro], traducido del chino por Richard Wilhelm, Munich, 1929, p. 16.


71 Ibid.

72 Ibid.

73 Ibid.

74 L'Homme a la Découverte de son Ame, p. 311.


75 Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewussten, Zurich, 1963, p. 130.


76 El tipo de introspección que Jung practica a título de investigación psicológica, y del que habla en sus memorias, así como ciertos fenómenos «parapsicológicos» que provocó con este método, nos introducen de lleno en el ambiente espiritista. El hecho de que Jung quisiera examinar estas cosas sobre la base de criterios «científicos» no impide que las influencias actúen a través de la puerta que él mismo ha abierto.


77 Véase la introducción a Das Geheimnis der goldenen Blüte.


78 En este sentido, es lo que traducimos como consciencia, término aceptado en el lenguaje filosófico. (N. del T.)


79 Recordemos aquí el ternario vedántico Sat-Chit-Ânanda: Ser, Consciencia y Beatitud.


80 Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewussten, op. cit., p. 137.


81 Ibid.


82 Comentario psicológico al Libro tibetano de los Muertos.


83 Hemos refutado la interpretación psicológica de la alquimia por Jung, en nuestro libro Alquimia, op. cit. Frithjof Schuon, habiendo leído este artículo, nos ha enviado por escrito las reflexiones siguientes: «Se ve generalmente en el junguismo, en relación con el freudismo, un paso de reconciliación hacia las espiritualidades tradicionales, pero no hay nada de eso: la única diferencia desde este punto de vista es que, si Freud se jactaba de ser un enemigo irreductible de la religión, Jung simpatiza con ella mientras la vacía de su contenido, reemplazándola por el psiquismo colectivo, luego por algo infra-espiritual y, por consiguiente, anti-espiritual. Hay aquí un inmenso peligro para las antiguas espiritualidades, cuyos representantes, sobre todo en Oriente, carecen demasiado a menudo de sentido crítico con respecto al espíritu moderno, y ello en virtud de un complejo de 'rehabilitación'; tampoco con excesiva sorpresa, pero sí con viva inquietud, hemos recogido un eco de este tipo desde Japón, donde el equilibrio psicoanalista ha sido comparado con el satori del Zen, y no dudamos que sería fácil encontrar confusiones parecidas en la India y en otros lugares. Como quiera que sea, las confusiones de las que se trata, se ven en gran medida favorecidas por el rechazo casi universal de ver al diablo o de llamarle por su nombre, o, en otros términos, por esa especie de convicción tácita hecha de optimismo de encargo, de tolerancia en realidad rencorosa con la verdad y de ajustamiento obligatorio al cientifismo y a los gustos oficiales, sin olvidar la “cultura” que todo lo avala y que a nada compromete, si no es precisamente a una cómplice "neutralidad"; a esto se añade un desprecio no menos universal y casi oficial de todo lo que es, no decimos “intelectualismo”, sino verdaderamente intelectual, teñido, pues, en la mentalidad de la gente, de un matiz de 'dogmatismo', de “escolástica”, de “fanatismo” y de 'prejuicio'. Todo ello concuerda perfectamente con el psicologismo de nuestro tiempo, e incluso es, en gran parte, su resultado.»

* Este capítulo apareció en la revista Études Traditionnelles, núm. 389, 1965. La nota no fue incluida por el autor en la edición alemana de este libro. (N. del T.)



84 Cfr. el prefacio del libro de Heinrich Zimmer sobre Shri Râmana Maharshi.


85 Cfr. nuestro libro Alquimia, op. cit. Del sistema geocéntrico del mundo típico del medioevo, puede decirse, en líneas generales, lo siguiente: aunque sea «ingenuo» creer que el Sol y los diversos planetas se muevan en otras tantas esferas celestes en tomo al centro de la Tierra, esta hipótesis del sistema del mundo tal como se presenta a nuestros sentidos implica un realismo espiritual. En realidad, o bien el mundo carece de sentido y, por lo tanto, no puede ser captado espiritualmente, en cuyo caso la cosmología no es más que una locura que nos lleva a vagar de detalle en detalle; o bien se basa en una unidad espiritual que nunca lograremos conocer completamente, pero que debe ser inherente a cada aspecto total de la naturaleza.
El sistema ptolemaico del mundo es de una notable claridad espiritual; para sin época era de una calidad científica perfectamente satisfactoria, pues daba una respuesta a todas las preguntas surgidas de la observación de la naturaleza. La «ciencia» no puede ir más allá; siempre tendrá un carácter provisional, y nunca definitivo; la validez relativa de un sistema del mundo se funda en su unidad lógica, mientras que su alcance espiritual se basa en su simbología, que será tanto más fuerte y convincente cuanto más directamente se dirija a los sentidos.


86 Según la concepción medieval, toda esfera es movida por una inteligencia angélica (intelligentia). A la ciencia moderna que nos dice que los movimientos de, los astros pueden explicarse físicamente, replicamos que, en la medida en que podamos reconocerlas como «leyes», las leyes físicas son a su vez de naturaleza «inteligible».


87 Con la imagen de los coros angélicos dando vueltas en tomo al centro divino hay una anticipación del sentido del sistema heliocéntrico: la fuente de cada luz es asimismo el «motor inmóvil» del orden cósmico. Si la unicidad del sol en el sistema copernicano queda ampliamente superada por el descubrimiento de otros soles, también este hecho es significativo: ningún símbolo puede ser único como Dios.


88 La Iglesia, exigiéndole a GaliIeo que presentara sus propias tesis sobre el movimiento terrestre y Solar, no como verdad absoluta, sino como hipótesis, tenía sus buenas razones. Desde un punto de vista absoluto, el sistema de Copérnico no puede ser más que una hip6telis (el descubrimiento mismo del movimiento propio del Sol lo invalidó en un Cierto sentido, y no hablemos de las teorías modernas sobre la relatividad y aun de otras relativizaciones que esperamos del futuro). Por otra parte, la Iglesia posee, además, un derecho a salvaguardar la visión del mundo espiritualmente verdadera, que en el sistema geocéntrico había encontrado el propio sostén sensorial ante el peligro que se deriva de la concepción puramente matemático-mecánica de las cosas, que a Galileo le interesaba más que el movimiento o la inmovilidad de la Tierra.
En realidad, la Iglesia no repudió la teoría Copernicana, que a su vez procedía de la de Icetas de Siracusa, hasta ochenta años más tarde, cuando Galileo, sin presentar ninguna prueba decisiva para la nueva teoría; transfirió la controversia sobre el orden geocéntrico o heliocéntrico del mundo al plano teológico, con sus violentos ataques desafiando a la Curia a tomar posiciones. El papa Urbano VII propuso definir el sistema heliocéntrico como una tesis matemáticamente posible, Pero no necesariamente como la verdad definitiva. En vez de aceptar esta Propuesta, en su Diálogo sobre los Máximos Sistemas, Galileo representó al Papa como un ignorante. Esto condujo al conocido proceso en el curso del cual Galileo no pronunció en realidad su famoso -eppur si muove-, deponiendo las armas para poder concluir en paz su propia vida. La exaltación literaria de Galileo llevó a que, en varios dignatarios eclesiásticos, brotara una especie de conciencia de culpabilidad que les volvió extrañamente impotentes frente a las teorías científicas modernas, aun cuando éstas entrasen en clara contradicción con las verdades de la fe y de la razón. Se suele decir que la Iglesia no hubiera debido inmiscuirse en los problemas científicos. Sin embargo, el propio caso de Galileo demuestra que, con su pretensión de poseer la verdad absoluta, la nueva ciencia racionalista del Renacimiento se presentaba como una segunda religión.


89 Cfr. el comentario del propio Dante a estos versos en su carta a Cangrande della Escala: Intellectus humanus in hac vita propter connaturalitatem et afinitatem quam habet ad substantiam separatam, quando elevatur, in tantum elevatur, ut memoriam post reditum deficiat propter transcendisse humanum modum.


90 Cfr. el ensayo de Pierre Ponsoye, «Intellect d´amour», en Études Traditionnelles, París- mayo-junio 1962.


91 El derecho a la defensa y difusión violenta de una religión, se basa en la idea de que sólo la verdad libera, mientras que el error esclaviza. Aun cuando el hombre fuese libre de escoger entre verdad y error, él mismo se priva de esta libertad desde el momento en que se decide por el error. «Según santo Tomás de Aquino, el escoger el mal no es propio de la naturaleza de la voluntad libre, aunque esta elección deriva del libre albedrío en conexión con una criatura falible. Libertad y voluntad, por tanto, están asociadas una con otra; es decir, el Doctor introduce en la voluntad un elemento intelectual y la hace partícipe, con razón, de la inteligencia. La voluntad no deja de ser voluntad con la elección del mal -lo hemos dicho en otra ocasión- pero deja, en el fondo, de ser libre, luego intelectiva ... » (Frithjof Schuon, Sentíers de Gnose, op. cit., p. 145).


92 Existe una traducción provenzal medieval del Mi'raj, la narración de la ascensión del Profeta (publicada por Muñoz Sendino y Enrico Cerulli); se trata, sin embargo, de una versión más bien popular del tema que ha servido de base para importantes tratarlos metafísicos y místicos.


93 Cfr. los trabajos de Luigi Valli, en especial: Il linguaggio segreto di Dante e del Fedeli d’Amore, Roma, Ed. Optima, 1928.


94 En este contexto es importante el manuscrito «Ms. Latin 3236 A» de la Biblioteca Nacional de París, publicado por primera vez por M. T. D’ALVERNY en Archives d'Histoire doctrinale et littéraire du Moyen Age, 1940. Lo citamos en nuestro libro sobre la alquimia. En muchos aspectos es afín a la Divina Comedia, hecho singular por cuanto cita expresamente a los fundadores de las tres religiones monoteístas, Moisés, Cristo y Mahoma, como los verdaderos maestros de la vía intelectiva hacia Dios.


95 Cfr. los ensayos del P. Asín Palacios.

1   2   3   4   5   6   7   8   9   10




Todos los derechos reservados. Copyright © 2019
contactos
b.se-todo.com