Titus burckhardt




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Paraíso, I, 103-105.


2 Sobre la esencia de la intuición en el sentido espiritual de la palabra, cfr.: René Guénon, Introduction générale à I'étude des doctrinas hindoues, París, 1932, cap.: «Caractéres essentiels de la métaphysique».


3 Tal intuición, irrefutable sobre todo en los campos matemático y musical, sería, respecto a una intuición verdaderamente espiritual, como una imagen en un espejo cóncavo: la «deformación» tiene su origen en la intromisión del -yo-.


4 La investigación más reciente, que trabaja sólo con estadísticas, prefiere evitar todo axioma hasta casi eliminar conceptualmente el propio pensamiento.


5 Esto es especialmente válido para la teología latina, mientras que algunos Padres de la Iglesia griega, como Dionisio el Areopagita, perciben la Esencia divina más allá del Ser como “tinieblas sobre la luz”.


6 Al término «metafísico» se le- confiere así un alcance mucho mayor del que tenía en Aristóteles.


7 Con ello entendemos, de conformidad con el uso general, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, no olvidando, sin embargo, que incluso otras religiones, hasta aquellas que llamamos politeístas, son conscientes de la unidad del Origen supremo.


8 Clemente de Alejandría y otros Padres de la Iglesia usan el término gnosis para referirse al conocimiento supra-racional de Dios. Cfr. en este contexto: Frithjof Schuon, Sentiers de Gnose, París, 1957.


9 El hecho de que el propio espíritu universal tenga un aspecto activo o «masculino» y un aspecto pasivo o «femenino se ve expresado en las designaciones, que se complementan mutuamente, intellectus y spiritus; en árabe, 'aql (masculino) y rûh (femenino).


10 Existen otras afinidades entre la cosmología griega y la hindú del sânkhya, especialmente en relación con la teoría de los elementos, que no deben confundirse con sustancias físicas del tipo de los elementos químicos. Cfr. nuestro libro Alchemie, Sinn und Weltbild, Olten, 1960, pp. 73-76 [trad.: Alquimia. Significado e imagen del mundo. Esplugues de Llobregat, Plaza-Janés, 1976, Paidós, Barcelona].



11 Propia de San Juan Evangelista. (N. del T.)


12 Paraíso, XIII, 51 ss. Las «otras sustancias» en que se refleja la luz divina son variaciones de la materia prima, que constituye a su vez el polo receptivo y pasivo de la «forma primera-, es decir, del Logos.


13 La Escolástica de la baja Edad Media resolvió la síntesis de la filosofía platónico y de la aristotélica en favor de una concepción más rigurosa de esta última, preparando así su propio fin y la victoria del racionalismo.


14 No queremos decir con esto que el monoteísmo sea en sí patrimonio de una raza; se trata solamente de cierto estilo de pensamiento y palabra.


15 La doctrina cristiana de la Trinidad tiene algunas aplicaciones cosmológicas; también en este sentido coincide fundamentalmente con la teoría de los aspectos o de las cualidades divinas, perdiendo así su carácter particular y exclusivo.


16 Sobre la relación entre revelación y conocimiento espiritual inmediato, cfr.: Frithjof Schuon, Les Stations de la Sagesse, París, 1958; cap.: «Orthodoxie et Intellectualité».


17 James JEANS, Die neuen Grundlagen der Naturerkenntnis, Stuttgart, 1935.


18 B. BAVINK, Hauptfragen der heutigen Naturphilotsophie, Berlín, 1928.


19 Josef Geiser, Ailgemeine Philosophie des Seins und der Natur, Münster (Westfalia), 1915.


20 Es interesante notar, en este contexto, que sea ahora, precisamente, la primera vez que se ve seriamente perjudicada la pureza del agua, del aire y de la tierra. La pureza de estos elementos, que siempre se restablece por sí sola, es la expresión del equilibrio de la naturaleza, razón por la cual tierra, agua, aire y fuego fueron sagrados en todas las edades precedentes.


21 Esto puede suceder también independientemente de los peligros de la fisión atómica.


22 El hecho de que los gobiernos intervinieran en el control de nacimientos significaría una intromisión en la vida del individuo inimaginable hasta ahora, incluso bajo los regímenes dictatoriales más feroces.


23 Véase la excelente crítica de la teoría einsteiniana de Maurice Ollivier en Physique moderna et Réalité, Editions du Cédre, París.


24 Estas líneas ya habían sido escritas cuando nos enteramos a través de un informe del científico español Julio Palacios («El hundimiento de una teoría», en ABC, Madrid, noviembre de 1962) de que, según la revista de la sociedad norteamericana de óptica, Wallace Kantor, de la Western University of California, demostró inequívocamente con sus experimentos que la velocidad de la luz no es constante en el sentido einsteiniano, sino que disminuye o aumenta según el movimiento de la fuente luminosa. La teoría de Einstein ha sido, pues, privada de todo fundamento; de todos modos, tendrá que pasar mucho tiempo antes de que sus elucubraciones desaparezcan de los libros de texto y se saquen las debidas conclusiones de esta delusión; hay que darse cuenta de que la relatividad de esta existencia espacio-temporal, que indudablemente subsiste desde un punto de vista más elevado, no puede ser demostrada a partir de un elemento cualquiera, como es la velocidad de la luz, correspondiente a esta misma existencia. Considerada con la debida perspectiva histórica, la teoría einsteiniana de la relatividad aparecerá quizá como un equivalente de la filosofía existencialista que, con la ayuda de análisis lógicamente desesperados, quiere demostrar que la lógica no es válida.
De igual modo se oponen a la teoría de Einstein los cálculos del doctor Harlan Smith, de la Universidad de Texas, relativos a ciertos cuerpos celestes «quasi-estelares- que a una distancia de un billón de años-luz y con diámetros de, por lo menos, mil años-luz, presentan pulsaciones de luz de cerca de trece años.


25 Cfr. nuestro libro sobre Alquimia, op. cit, 42


26 Véase René Guénon, Le Symbolisme de la Croix, París, 1931.


27 A este aspecto de la forma se refiere la distinción hindú entre nâma, nombre, y rupa, forma; el nombre corresponde aquí a la esencia, y la forma a la existencia psicofísica limitada.


28 Toda imagen de la variedad indiferenciada de las posibilidades contenidas en el puro Ser es necesariamente incompleta y paradójica; lo cual no significa que no sea posible conocer la realidad en cuestión.


29 Cfr. Douglas Dewar, The transformist Illusion, Murfreesboro (Tennessee), 1957, y también Louis Bounoure, Déterminisme et Finalité, «Coll. Philosophique», París, Flammarion.


30 Cfr. Douglas Dewar, op. cit.


31 Ibid.


32 Teilhard de Chardin escribe a este respecto: «Nada es por naturaleza tan susceptible y fugaz como un inicio. Mientras un grupo zoológico es aún joven, sus características permanecen indeterminadas. Su estructura es delicada; sus dimensiones son débiles. Está formado por un número relativamente exiguo de individuo, Y éstos se transforman rápidamente. Tanto en el espacio como en el tiempo, el brote de una rama viva presenta un mínimo de diferenciación, extensión, fuerza de resistencia. Así, pues, ¿cómo actuará el tiempo sobre esta zona débil? Inevitablemente, destruyéndola en sus vestigios» (Le Phénoméne Humain, París, Editions du Seuil, 1955, p. 129). Este razonamiento, que explota abusivamente la analogía completamente exterior Y convencional entre un «árbol» genealógico y una auténtica planta, es un ejemplo del tipo de razonamiento del autor, que confunde las abstracciones con las cosas concretas.


33 Le Figaro Littéraire, 20 de abril de 1957.


34 Ibid.


35 El microscopio electrónico ha revelado cómo los procesos que se desarrollan dentro del ser monocelular son de una multiplicidad inimaginable.


36 El ejemplo más utilizado en favor de la tesis transformista es la supuesta genealogía de los équidos. Charles DÉPEM la critica en estos términos: «La observación geológica establece definitivamente que no existen pasos graduales entre estos géneros. Hacía tiempo que se había extinguido sin transformarse el último paleonterio, cuando apareció el primer anquiterio, que tampoco se transformó antes de ser sustituido por la invasión del hiparión» (Les Transformations du Monde animal, p. 107). Hay que añadir que las pretendidas formas primitivas del caballo no aparecen en su evolución embrionaria, si bien suele considerarse el desarrollo del embrión como una recapitulación de la evolución de la especie.


37 A propósito de la hipotética transmutación de un animal terrestre en ballena, escribe Douglas Dewar: «A menudo he desafiado a los transformistas a que me describan plausibles antepasados que puedan representar la fase intermedia de esta supuesta evolución» (What the Animal Fossils tell us, Trans. Vict. Inst., vol. LXXIV).


38 Es significativo que la tortuga, cuyo esqueleto parece representar una adaptación particularmente extravagante al estado «acorazado» del animal, aparezca súbitamente y sin evolución gradual entre los fósiles.


39 Tomamos esta metáfora del texto al-Insân al-Kâmil, del suff 'Abd al-Karîm al Yîlî. Cfr. nuestra traducción de este libro: De I'Homme Universel, Lyon, ed. Derain, 1953.


40 Cfr. Louis Bounoure, op. cit.


41 Museum Hermeticum, Frankfurt, 1678.


42 Cfr. René Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Madrid, Ed. Ayuso, 1976, Paidós, Barcelona.


43 Sobre la creación de las especies en una «protomateria» sutil -donde guardan todavía una forma andrógina, comparable a una esfera- y su exteriorización consecutiva por «cristalización» en materia sensible, pesada, opaca y mortal, ver: Frithjof Shuon, Chute et Déchéance (capítulo «Caída y decadencia», del libro Sobre los mundos antiguos, en esta colección. N. del T.) y, del mismo autor, «Les cinq Présences divinas» (en Forme et Substance dans les Religions, París, Dervy-Livres, 1975, de próxima aparición en esta colección, N. del T.), así como Images de I'Esprit, coll. «Symboles», París, ed. Flammarion, 1961, pp. 142 ss.).


44 Acerca de la creación de las especies en la «protomateria» Y su «cristalización» en la materia física, cf. Frithjof Schuon, «Chute et déchéance», Etudes traditionnelles, París, julio-agosto-septiembre-octubre de 1961, pp. 178 ss., y -Les cinq présences divines», ibid., noviembre-diciembre de 1962, pp. 274 ss.; asimismo, del mismo autor, Images de I'Esprit, col. «Symboles», París, ed. Flammarion, 1961, pp. 142 ss.


45 Cfr. C. Krasynsky, Tibetische Medizin-Philosophie.


46 Este campo científico ha sido inundado por teorías tendenciosas, falsificaciones y descubrimientos prematuramente publicados. Cfr. Douglas Dewar, op. cit.


47 Un caso claro de interpretación abusivo es el del llamado Homo Pekinensis. Simplemente porque los residuos óseos de este mono, hasta entonces desconocido, hayan sido encontrados junto a residuos de utensilios prehistóricos, se ha supuesto que se trataba de su autor, es decir, de un hombre prehistórico, pese a que el esqueleto en cuestión se hallaba mezclado con el de otros animales de presa y presentaba las mismas perforaciones de cráneo que habían servido para extraerle el cerebro. Para no tener que llegar a la conclusión de que el susodicho Homo Pekinensis no era otra cosa que una presa de los hombres prehistóricos, se anunció que los homines pekinensis se habían devorado entre sí...


48 Como el Meganthropus de Java y el Gigantopitecus de la China.


49 En algunos casos muy excepcionales como los de Enoch, Elías y la Virgen María tal reabsorción ha tenido lugar incluso en la presente edad terrestre.


50 El materialismo de Teilhard de Chardin aparece con toda su crudeza, e incluso perversidad, cuando el filósofo aconseja la intervención quirúrgica para acelerar la «cerebración colectiva» de la humanidad (La Place de I'Homme dans la Nature, París, Ed. du Seuil, 1956, p. 155). Son suficientemente reveladoras las siguientes declaraciones del mismo autor: «...La Humanidad, aún dividida hoy por hoy, podrá regenerarse gracias a la idea luminosa del Progreso y a la fe en el Progreso...» «¡Ya hemos recitado el primer acto! ¡Ahora tenemos acceso al corazón del átomo! -Ha llegado el turno de los actos siguientes, como la vitalización de la materia mediante la estructuración de supramoléculas, el modelado del organismo humano por las hormonas, el control de la herencia y de los sexos mediante el juego de los genes y los cromosomas, la liberación de los instintos puestos al desnudo por el psicoanálisis por medio de un influjo directo, el despertar y adueñarse de los poderes intelectuales y emocionales aún adormecidos en la masa humana¡» (Planéte, III, 1944, p. 30). Con toda naturalidad, en el mismo discurso Teilhard de Chardin propone la conformación de la humanidad por obra de un gobierno científico universal: exactamente el instrumento que el Anticristo necesita.


51 La Place de I'Homme dans la Nature, p. 84.


52 René Guénon, Op. Cit.


53 Psychologie und Religion, Zurich, 1962, p. 61.


54 «No me parece que sea una razón para maravillarse el que la psicología se acerque a la filosofía; ¿acaso no es el acto de pensar, fundamento de toda la filosofía, una actividad psíquica que como tal depende directamente de la psicología? ¿Acaso no debe la Psicología comprender al alma en toda su extensión, sin excluir a la filosofía, la teología y muchas otras cosas? Frente a todas las religiones ricamente diversificadas, se alzan, como suprema instancia quizá, de la verdad y el error, los datos inmutables del alma humana» (C. G. JUNG, L'Homme à la Découverte de son Áme, París, 1962, p. 238; citamos la única edición actualmente disponible de Die Energetik der Seele). Así, pues, la verdad se ve sustituida por la psicología, sin tener en cuenta que no existen «datos inmutables» fuera de lo que es inmutable por su propia naturaleza, a saber, el intelecto. Por lo demás, si el «acto de pensar. es una mera «actividad psíquica», ¿con qué derecho se alza la psicología en instancia suprema de lo verdadero y lo falso, si no es más que una «actividad psíquica» entre tantas otras?


55 Esta limitación es indispensable, por cuanto hoy existen formas más inocuas de psicoanálisis; pero con ello no queremos justificar al psicoanálisis en ninguna de sus formas.


56 Hay una regla según la cual sólo puede iniciar el análisis quien ya ha sido a su vez analizado. Cabe preguntarse quién fue el primero de esta serie que imita extrañamente a la «sucesión apostólica».


57 Se produce generalmente un círculo vicioso desde el momento en que el equilibrio psíquico se ve perturbado produciendo una intoxicación física que a su vez empeora el equilibrio psíquico.


58 Los casos de posesión diabólica, que exigen visiblemente la aplicación de los ritos de exorcismo, parece que se han hecho menos habituales en nuestros días, sin duda porque las influencias demoníacas ya no están «comprimidas» por el dique de la tradición, sino que pueden difundirse un poco por todas partes, con formas más bien «diluidas».


59 En latín,
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