Como veremos, la influencia que tuvo en Ernst Mach la discusión schopenhaueriana sobre la naturaleza de la realidad, el intento de superación de la dicotomía kantiana entre sujeto y objeto y su radical fenomenismo, fue básica, puesto que estos elementos constituyeron el eje nodal sobre el que giró la crisis de los fundamentos que afectó a la cultura occidental durante el último tercio del siglo XIX.
La teoría electromagnética y la crisis de la representación mecanicista de la naturaleza.
La construcción de una teoría sobre la naturaleza de la luz creó innumerables problemas de carácter teórico para la física del siglo XIX. Ya en el siglo XVII surgieron los primeros intentos del físico neerlandés Christiaan Huygens (1629-1695) y del astrónomo inglés Robert Hooke (1635-1703), en los que la luz era interpretada como una onda que se propagaba a través de un medio: el éter. Frente a estas teorías ondulatorias surgió la interpretación corpuscular de la luz, que encontró en la Optica de Newton, publicada en 1704, su mayor respaldo, a pesar de que éste mantuviera una actitud de gran reserva y evitara pronunciarse de manera tajante sobre la naturaleza última de la luz, aunque admitía la existencia del éter, para explicar algunos de los fenómenos ópticos.
De esta manera, en torno a 1850 dos teorías contradictorias y aparentemente incompatibles entre sí pugnaban por explicar la naturaleza de la luz. Las dificultades se acrecentaron de manera notable a la hora de intentar explicar los fenómenos eléctricos y magnéticos, lo que provocó una importante división entre los partidarios de una y otra teoría.
C on la llegada de James Clerk Maxwell la situación cambió radicalmente. Inspirándose en los trabajos de Michael Faraday, estableció la teoría unificada de los fenómenos eléctricos y magnéticos, para lo cual postuló la existencia del éter, que ocupaba todo el espacio y constituía el medio en el que se desarrollaban los fenómenos electromagnéticos. Además, Maxwell afirmaba que la luz era un fenómeno electromagnético más, por lo que la óptica debía ser considerada bajo la perspectiva de la electrodinámica. En su artículo "On Physical Lines of Force" -Sobre las líneas físicas de fuerza-, publicado en 1861, Maxwell desarrolló su teoría electromagnética de la luz y las ecuaciones del campo electromagnético. Para ello, se había basado en la suposición de la existencia de un modelo mecánico electromagnético, que presentaba enormes dificultades teóricas y prácticas debido a su complicación. Tras obtener dichos resultados le quedaban dos salidas: o desarrollar y perfeccionar el mecanismo propuesto hasta elaborar una teoría completamente mecánica del electromagnetismo; o prescindir del mecanicismo en la teoría.
Maxwell en su fundamental obra Treatise on Electricity and Magnetism, publicada en 1873, aunque no tenía muy claro cómo interpretar las ecuaciones de campo por él formuladas, independizó las mismas de toda analogía mecánica, proponiendo una teoría de campos. Esto no supuso una ruptura de Maxwell con la teoría newtoniana -en tanto que trató de demostrar que su teoría era consistente con la existencia de un mecanismo newtoniano en el campo-, a pesar de que los resultados por él alcanzados cuestionaban radicalmente la posibilidad de una explicación mecánica del campo.
A raíz de la aparición de la teoría electromagnética de Maxwell se fue abriendo camino una nueva representación de la naturaleza, la representación electromagnética, que cobró un gran impulso con la difusión de los trabajos de Heinrich Hertz en 1887-88, al demostrar la existencia de la radiación electromagnética y derrotar de la idea newtoniana de la acción a distancia. Surgía así una nueva representación de la Naturaleza que disputaba, ahora sobre firmes bases físicas comprobadas experimentalmente, la absoluta hegemonía que hasta entonces había gozado la representación mecanicista de la Naturaleza. Los trabajos de Hendrik Antoon Lorentz culminaron con la aparición de la teoría electrodinámica de los cuerpos en movimiento, en 1892. Este hecho acrecentó el prestigio y el número de seguidores de la representación electromagnética de la Naturaleza en detrimento de la representación mecanicista.
A pesar de ello, la influencia de la representación mecanicista había llegado a ser un elemento tan constitutivo de la racionalidad clásica, que los fundamentos epistemológicos de la misma no fueron alterados por el avance de la visión electromagnética durante el último tercio del siglo XIX. Dicho con otras palabras, en el ámbito de la comunidad científica todavía no eran cuestionados de manera generalizada los principios epistemológicos que tomados de la mecánica newtoniana habían constituido el eje sobre el que se había construido la episteme clásica.
III.- LA CRISIS DE LOS FUNDAMENTOS DE LA RACIONALIDAD CLASICA
Ahora bien, conforme la teoría electromagnética se iba imponiendo en los círculos científicos del último tercio del siglo XIX, surgieron voces que reclamaban una revisión crítica de los fundamentos de la física clásica. Dicha revisión crítica pretendía eliminar los elementos metafísicos que habían contaminado la física teórica desviándola, a su juicio, de su verdadero carácter de ciencia empírica. Dos fueron las corrientes que sobresalieron en este período: el sensacionismo de Ernst Mach, cuyas posiciones se acercaban bastante a una fenomenología de la ciencia, fundamentalmente en sus escritos histórico-críticos sobre física; y el energetismo, cuyo máximo exponente fue el químico William Ostwald.
Ambas corrientes se enfrentaron con empeño a la representación mecanicista de la naturaleza. Los fenomenistas rechazaban toda hipótesis que no se fundamentara directamente en la experiencia; eran, por tanto, defensores de un positivismo extremo, de ahí la influencia que ejerció Ernst Mach en los fundadores del Círculo de Viena. El energetismo trataba de construir una concepción metateórica que liberara a la ciencia de su dependencia respecto de la Física, mediante el desarrollo de una ciencia superior, la energética, que unificara en ella al resto de las ciencias. La justificación de dicha pretensión la encontraban en el enorme desarrollo y éxitos que el tratamiento de la energía había deparado durante la segunda mitad del siglo XIX en la Física y en la Química. Además, el principio de conservación de la energía les parecía suficientemente general como para tratar de fundamentar sobre él una metateoría que englobara las distintas ciencias en un tronco común.
Ostwald expuso sus concepciones en Die Energie y Der Energetische Imperativ, publicadas respectivamente en 1908 y 1912. Ostwald compartía con Mach su positivismo, que le llevaba a considerar que los conceptos científicos son conceptos compuestos que resultan de la elección y la combinación de elementos extraídos de la experiencia. Aunque el energetismo encontró una cierta audiencia en los medios ilustrados del cambio de siglo, no llegó a desempeñar un gran papel en la génesis de la revolución científica que durante el primer tercio del siglo XX iba a desmantelar los fundamentos que habían constituido la episteme clásica.
Fue la interpretación fenomenista la que desempeñó un papel más relevante en los medios científicos continentales, especialmente entre los países de lengua alemana, a través de la influencia de las posiciones epistemológicas defendidas por Ernst Mach. Su figura ocupa una posición destacada en el debate sobre los fundamentos de la física desarrollado en el cambio de siglo. Su influjo sobre el joven Einstein y los positivistas vieneses -que terminarían por forjar el famoso Círculo de Viena dando lugar al nacimiento del neopositivismo-, su labor divulgadora de la física o su ascendiente sobre los socialdemócratas austríacos y rusos, dan cuenta de la importancia de la obra de Mach en la cultura europea del cambio de siglo.
M ach, cuya originalidad impacto a las nuevas generaciones de principios de siglo, no era una figura aislada. La proximidad de sus teorías con las de Richard Avenarius o William James dan fe de ello. Las influencias culturales y filosóficas por él recibidas -entre las que destacaban Schopenhauer, Hume y Berkeley desde el campo de la filosofía, y Herbart, Fechner y Wundt desde la psicología, junto con las de Helmholtz y Hering en el terreno de la física- alimentaron el sensacionismo machiano; por no hablar del profundo impacto que le causo la aparición de El Origen de las especies y la filosofía evolucionista de Spencer.
De esta forma, Mach, al enlazar la crítica schopenhaueriana con la psicofísica de la segunda mitad del siglo XIX, revela la relación problemática de la dicotomía clásica existente entre objeto y sujeto, fundamentada ésta última en la plena separabilidad del objeto y sujeto, base sobre la que se situó toda posibilidad de conocimiento científico durante la época moderna, dando razón de ser al concepto de realidad hasta hoy dominante.
La crítica machiana de la mecánica newtoniana no hizo sino profundizar en esta senda. Al tratar de eliminar las adherencias metafísicas de la física clásica, Mach se hacía eco de las voces que reclamaban una revisión crítica de los fundamentos de la física clásica. En su obra Entwickelung historisch-kritisch dargestellt (El desarrollo histórico-crítico de la Mecánica) trataba de demostrar, en primer lugar, que las leyes de la Mecánica no constituyen verdades absolutas, definitivas e inmutables, sino que por el contrario han variado conforme las circunstancias históricas cambiaban. En segundo término, pretendía demostrar que, pese a las apariencias, algunos de los principios mecánicos no son evidentes a priori o lógicamente necesarios y que, al menos en sus inicios, la mecánica fue una ciencia natural de observación, fundamentada sobre hechos experimentales.
La crítica de Mach al sometimiento de la ciencia respecto de la ley de la causalidad, como principio rector del funcionamiento completo y total de la naturaleza, apuntaba más lejos que la postura schopenhaueriana expresada en De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, pero no llegaba a alcanzar los planteamientos sostenidos por Friedrich Nietzsche en sus escritos póstumos. Su crítica machiana se extendía a la concepción dominante del tiempo, del espacio y del movimiento. Para él la distinción newtoniana entre tiempo relativo o aparente -días, horas...- y el tiempo absoluto que transcurre uniformemente no era en absoluto aceptable; así escribía: "El tiempo es más bien una abstracción a la cual nosotros llegamos por las variaciones mismas... Hablar de un tiempo absoluto independiente de toda variación está... desprovisto de sentido. Este tiempo absoluto no puede ser medido por ningún movimiento; no tiene por tanto ningún valor práctico, ni científico...". Mach críticaba desde una postura fenomenalista similar las concepciones newtonianas de espacio y movimiento absolutos.
La crítica a la representación mecanicista de la Naturaleza es desde los postulados machianos radical: "No existe ningún fenómeno puramente mecánico... El movimiento es en realidad multitud de uniones de variaciones térmicas, magnéticas y eléctricas que, en la medida que se producen, modifican el fenómeno... Los fenómenos puramente mecánicos son por tanto abstracciones requeridas cuyo objetivo es facilitar al máximo su examen... La opinión que hace de la mecánica la base fundamental de todas las otras ramas de la física, y según la cual todos los fenómenos físicos deben recibir una explicación mecánica, es únicamente un prejuicio... La concepción mecánica de la naturaleza se nos aparece como una hipótesis, puede ser muy útil por un tiempo, pero no deja de ser artificial... debemos limitar nuestra ciencia física a la expresión de los hechos observables sin construir hipótesis detrás de los hechos...".
Que Mach llegase a mantener y defender semejantes posturas refleja la crisis de los fundamentos acaecida en el último tercio del siglo XIX. Mach no era en la cultura europea del cambio de siglo un personaje ex-céntrico, situado al margen de la ciencia oficial. El debate filosófico sobre la distinción entre sujeto y objeto, la crisis de la posición dominante del sujeto, la negación del estatus privilegiado que gozaba en la filosofía y, por extensión, en la cultura a partir de la filosofía de la Ilustración y su continuación en Kant y Hegel, encontró su correlato en el papel central ocupado hasta entonces por el observador, el científico, y su capacidad para normativizar la naturaleza a través de la promulgación de leyes naturales de cumplimiento estricto. Mach con su llamada a la observación directa de los fenómenos naturales trata de escapar fallidamente a este crucial dilema. Su vuelta al empirismo no hace sino reflejar dicha crisis.
Paralelamente, Friedrich Nietzsche desarrolló su crítica al pesimismo schopenhaueriano, avanzando en la dirección de negar todo fundamento esencial a cualquier construcción científica. Para Nietzsche, detrás de los fenómenos no existía nada. La afirmación de los nexos causales entre los fenómenos, describirlos como leyes, situar la relación sujeto-objeto como relación entre una naturaleza -constituida por materia, nexos causales, leyes- y un sujeto como receptáculo de formas transcendentales no era posible desde el momento en que se renunciaba al concepto de verdad como comprensión de la constitución absoluta de las cosas. Para Nietzsche no existía un mundo verdadero. En este sentido, Nietzsche profundizó en la quiebra de la representación mecanicista del Mundo, concluyendo que de "el hecho de que algo suceda regularmente y de un modo calculable no se deduce que suceda necesariamente". La necesidad del acontecer no es demostrable: "La necesidad no es un hecho sino una interpretación". Nietzsche fue más allá del objetivo machiano de la refundación empírico-positiva de la física clásica.
S in embargo, fue la crítica machiana y no la de Nietzsche la que ejerció un fuerte impacto en el pensamiento del cambio de siglo, tanto en la ciencia como en la filosofía. Fue Mach y no Nietzsche el que se situó como antecedente inmediato, públicamente reivindicado, del neopositivismo que surgió en los primeros decenios del siglo XX en Austria y Alemania.
Los fundadores del Círculo de Viena y del neopositivismo berlinés encontraron en el fenomenismo radical de Mach el camino a seguir para eliminar toda metafísica de la filosofía. Su programa pretendía llevar al terreno de la Filosofía la crítica machiana a la metafísica de la representación mecanicista. Se trataba, pues, de refundar la Filosofía sobre unas bases científicas. La filosofía quedaba reducida, para los integrantes del Círculo de Viena, a una Lógica cuyo objetivo consistía en determinar las condiciones generales y formales que permitiesen la existencia del lenguaje, cualquiera que fuese su tipo. En Inglaterra, en Oxford y Cambridge, se desarrolló algunos años más tarde la Filosofía Analítica, bajo la influencia -y su particular interpretación- de las obras de Ludwig Wittgenstein posteriores al Tratactus logico-philosophicus, que hizo del análisis del lenguaje común el objetivo de la filosofía. El lenguaje, esto es, el análisis de los significados y de los usos lingüísticos, desempeñaba para los neopositivistas una función análoga a la que cumplía la experiencia en el empirismo decimonónico, es decir, la de criterio o norma de la investigación filosófica que elimina la metafísica de la Filosofía.
IV.- LA REVOLUCION DE LOS FUNDAMENTOS DE LA RAZON MODERNA
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