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La fórmula de Planck por la que se establecía una igualdad entre la energía concebida como discontinua y la energía considerada continua, en función del carácter ondulatorio de la frecuencia, resultaba completamente extraña para los físicos de la época. Sólo Einstein comprendería el problema en toda su magnitud, al postular en 1905 la existencia de partículas de la luz -fotones-, y con ello establecer el carácter corpuscular y ondulatorio de la luz. Una posición que gozó de la animadversión del resto de los físicos, entre ellos el propio Planck, que atrapados por la teoría ondulatoria de la luz, dominante desde la segunda mitad del siglo XIX, no podían concebir un comportamiento a primera vista tan contrario con los postulados de la física. Tan sólo en 1922, con la introducción del efecto Compton y el desarrollo de la Mecánica Cuántica a partir de 1926-27, la solución propuesta por Einstein se abrió camino. En 1906 Planck había identificado el cuanto de acción, estableciendo además su carácter de constante universal, pero aún no había llegado a la conclusión de que dicho descubrimiento suponía introducir la discontinuidad en la física. Fue Ehrenfest el primero en señalar que la teoría de Planck constituía una ruptura con la teoría clásica, al indicar que la cuestión fundamental de la teoría de Planck radicaba en el tratamiento probabilístico del campo. A conclusiones similares, pero por caminos distintos, llegó Einstein en las mismas fechas, al defender que durante la absorción y la emisión la energía de un resonador cambia discontinuamente en un múltiplo entero. Einstein insistió en 1909 en la necesidad de proceder a una profunda reforma de la teoría clásica de la radiación y, por tanto, abandonar la interpretación clásica de la teoría de Planck, al resaltar que ésta se aparta del tratamiento estadístico realizado por Boltzmann para la teoría de los gases, debido a la incorporación de elementos de energía discontinuos y múltiplos enteros de una constante universal, el cuanto de acción, multiplicada por la frecuencia. Einstein fue más allá, cuando se refirió a la necesidad de introducir la discontinuidad en la física no sólo en lo referente a la teoría del cuerpo negro, ya que ésta excedía el marco de interacción entre materia y radiación. E ![]() L ![]() En 1917, Einstein propugnó una nueva deducción de la fórmula de radiación de Planck, con el fin de resolver el problema de cómo explicar la frecuencia y la intensidad que acompaña a toda vibración armónica, mediante la sustitución del concepto clásico de intensidad de la radiación por el concepto estadístico de probabilidad de transición de un estado estacionario a otro. Con ello Einstein destacó el carácter fundamental de la descripción estadística. Sin embargo, las investigaciones sobre dispersión y difusión de la luz, realizadas entre 1921 y 1925 por Landenburg, Kramers y Heisenberg, pusieron de manifiesto que la formulación introducida por Einstein, de la probabilidad de transición basada en la mecánica estadística, resultaba insuficiente para explicar la intensidad de una onda. La publicación de un artículo de Werner Karl Heisenberg, en 1925, representó un salto cualitativo en la resolución de los problemas que aquejaban a la teoría cuántica del átomo de Bohr, al proponer la necesidad de abandonar el concepto clásico de órbita electrónica e introducir un nuevo formalismo matemático, que sería desarrollado inmediatamente por Max Born y Pascual Jordan, consistente en la aplicación de la matemática de matrices. Nacía así la mecánica matricial, sobre la que se fundaría la Mecánica Cuántica. Paralelamente, Dirac llegó a resultados similares en Cambridge. P ![]() La situación no podía dejar de ser más confusa. Por una parte, el desarrollo de la nueva mecánica matricial ofrecía una teoría que resolvía matemáticamente los problemas que habían aquejado a la primera teoría cuántica, sobre la base de la consideración corpuscular del electrón, obviando su posible comportamiento ondulatorio. Por otra parte, la mecánica ondulatoria de Schrödinger se basaba en el comportamiento ondulatorio del electrón y obviaba el posible carácter corpuscular del electrón. Dos teorías que en principio parecían radicalmente contradictorias, alcanzaban sin embargo resultados similares. La situación se complicó aún más por la interpretación clásica que Schrödinger hizo de la ecuación de ondas, que perseguía eliminar los saltos cuánticos y la discontinuidad de los procesos atómicos, sobre la base de interpretar la función de onda de su ecuación desde la perspectiva de la teoría clásica de la radiación electromagnética. En otras palabras, interpretó la teoría cuántica como una simple teoría clásica de ondas, en la que era negada categóricamente la existencia de niveles discretos de energía. La interpretación clásica de Schrödinger encontró una gran audiencia entre los físicos, pues eliminaba el contrasentido de los saltos cuánticos que amenazaba a todo el edificio de la física clásica. Dicha interpretación fue contestada por Niels Bohr, Werner Heisenberg y Max Born. F ![]() La interpretación probabilista de la mecánica cuántica realizada por Max Born, completada por la teoría de la transformación de Dirac y Jordan, constituyó un avance sustancial en la comprensión del significado de la nueva mecánica cuántica, al señalar el carácter físico de la probabilidad cuántica. La interpretación estadística de Born constituía una profunda ruptura con los conceptos y los fundamentos epistemológicos de la física clásica, al establecer que la nueva mecánica cuántica, basada en la discontinuidad y el carácter probabilístico de las predicciones físicas, debía sustituir en el nivel cuántico, al menos, a la mecánica newtoniana. L ![]() Para poder apreciar el papel que desempeñó el principio de incertidumbre en la renuncia del principio de causalidad estricto, conviene recordar que en la mecánica clásica son justamente los valores iniciales y los ritmos iniciales de cambio de todas las variables mecánicas, que definen el estado de un sistema dado, los que determinan los movimientos futuros del sistema en cuestión. Sin embargo, de acuerdo con el principio de incertidumbre, existe una limitación fundamental, derivada de las mismas leyes de la naturaleza en el nivel cuántico, consecuencia de la existencia del cuanto de acción, que hace imposible la predicción determinista del comportamiento de los procesos físicos cuánticos, debido a su naturaleza esencialmente probabilística. ![]() Las consecuencias epistemológicas que se desprendían de la nueva Mecánica Cuántica eran de tal magnitud que daban al traste con los presupuestos epistemológicos hasta entonces tenidos por básicos para la construcción de toda teoría física, hasta el punto de replantear el propio concepto de realidad sobre el que se había sustentado la construcción de la Física Moderna desde su nacimiento. Ello provocó una fuerte polémica entre los defensores y detractores de la mecánica cuántica, centrada en el alcance de las consecuencias epistemológicas y la interpretación que debía realizarse de la nueva teoría cuántica. La fractura era tan radical que tanto Planck como Einstein se negaron hasta su muerte a aceptar los resultados de la mecánica cuántica, al considerar que significaba el fin de la física como teoría comprensiva de la Naturaleza. L ![]() La crisis de los fundamentos que se desarrolló entre el último tercio del siglo XIX y la revolución científica del primer tercio del siglo XX en el campo de la Física encontraría correlato durante el período de entreguerras en la denominada, por los contemporáneos, crisis de la civilización occidental que afectó a los círculos ilustrados de la opinión pública europea durante los primeros años del decenio de 1920. En este período se encuentran los orígenes históricos de la profunda crisis que atraviesa el Saber y la cultura occidentales, entendida ésta como el desmoronamiento de los códigos elementales sobre los que se sustentó el pensamiento occidental en la época moderna. La quiebra de la representación determinista se reveló, desde esta perspectiva, en toda su magnitud; su recuperación, su reconstrucción devinó así una tarea imposible, como fue imposible también retornar al Saber medieval después de Newton. La situación por la que atraviesa la cultura occidental desde entonces se caracteriza por su condición abierta, en el sentido de que la nueva episteme, la nueva configuración del Saber no ha concluido aún, dando lugar a una representación acabada de la Naturaleza, el Universo y la Sociedad, como ocurrió en la época clásica. El Saber actual no ha sido todavía normativizado, al igual que en los siglos XVI y XVII la representación de la Naturaleza procedente de la revolución científica moderna no había sido cerrada |
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