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Rusia no irrumpe en el mapa de la literatura europea hasta el siglo XIX, pero lo hace con una fuerza inusitada. Las atormentadas obras de sus grandes escritores (Pushkin, Dostoievski, Tolstoi) reflejan la complejidad de una sociedad sometida al despótico y represor gobierno de los zares y marcada por la miseria de sus campesinos, sometidos como siervos a la nobleza, completamente alejada de las revoluciones industriales y políticas en Francia e Inglaterra.
La amplia obra de Leon Tolstoi (1828-1910) forma un gigantesco cuadro descriptivo del carácter y las costumbres rusas. En su juventud escribió una autobiografía en tres partes y reflejó su experiencia bélica en los Apuntes de Sebastopol (1855-1856), cuyo crudo realismo le causó problemas con la censura. Su primera obra maestra es la monumental Guerra y paz (1863-1869), crónica de las campañas de Napoleón en Rusia a través de los avatares de dos familias nobles. Otro gran éxito fue Ana Karenina (1877), historia de una pasión amorosa que lleva a la protagonista al adulterio y al suicidio. Junto al fino análisis psicológico destaca la crítica al puritanismo de las convenciones sociales.
Portugal ya había dado un gran novelista, José María Eça de Queirós (1845-1900), en cuyas novelas se analiza fría y críticamente la aristocracia (La ilustre casa de Ramires, 1897) y la burguesía (Los Mayas, 1888, y su obra maestra El primo Basilio, 1878, historia de un adulterio). 2.2. Novela realista española y su relación con la europea Benito Pérez Galdós, por Joaquín Sorolla Las líneas básicas de los autores europeos son continuadas entre los autores españoles, en los cuales el realismo es una constante por la propia tradición literaria española, desde La Celestina al Quijote, pasando por la novela picaresca; así que los escritores de la época recogieron enseguida la influencia del realismo europeo. Pero hay un realismo tradicionalista que representa una realidad idealizada y defiende valores tradicionales; en él destacan Pereda (Cantabria) y Valera (Andalucía). El realismo más puro y crítico, de ideología progresista, está representado por Galdós (Madrid) y Clarín (Oviedo). Benito Pérez Galdós (1843-1920), canario afincado en Madrid, de ideología liberal, es el mejor retratista de la sociedad. Tiene una larguísima producción caracterizada por la observación que le permite copiar fielmente la realidad y así denunciar sus defectos. Sus personajes pasan de una novela a otra y se retratan mediante acciones, palabras, pensamientos y sueños. Entre sus obras destacan las históricas, Episodios nacionales (metáforas del presente sobre los hechos del s. XIX), las contemporáneas como Fortunata y Jacinta, o Tormento, y las idealistas, como Tristana o Nazarín. ![]() Leopoldo Alas (1852-1901), más conocido por su seudónimo Clarín, destacó por su excelente novela La Regenta, en la que presenta la monótona sociedad de su Oviedo natal, caracterizada por la hipocresía y la maledicencia. 2.3. La novela naturalista Retrato de Emile Zola, por Manet Su fundador fue el francés Emile Zola (1840-1902), el cual basó sus teorías sobre la novela en conceptos científicos: materialismo, (el hombre es sólo materia, no hay ningún componente espiritual), determinismo, (todo individuo está determinado inevitablemente por la herencia genética y las circunstancias sociales en las que vive) y experimentación, (conociendo las circunstancias de un individuo se puede predecir su comportamiento), así que el novelista experimenta con sus personajes y los coloca en situaciones límite para demostrar que su comportamiento es el que se podía esperar. Para poner en práctica estas teorías Zola debía elegir personajes conflictivos, (psicópatas, delincuentes, enfermos mentales…) y los colocaba en ambientes marginales, de modo que sus novelas reflejan el rostro más oscuro de la sociedad. Siguiendo el ejemplo de Balzac, escribió entre 1871 y 1893 una serie de veinte novelas, Los Rougon-Macquart, centrada en las distintas ramas de una familia. En ella se presentan los aspectos más crudos de la sociedad francesa de final de siglo (taras, alcoholismo, enfermedades, miseria). Obras como La taberna (1877), Nana (1880) o Germinal (1885) se caracterizan por la fuerza de sus descripciones y por tener como protagonista a la emergente clase proletaria. ![]() Triste herencia, por Joaquín Sorolla ![]() Las teorías de Zola exigen un ateísmo absoluto, de modo que no pudieron ser asumidas por los escritores de su época, que en general eran cristianos. Así que el único naturalista puro fue el propio Zola. Pero otros autores copiaron sus técnicas y esto es lo que entendemos como “novela naturalista”: temas truculentos, ambientes turbios, personajes sórdidos, lenguaje vulgar adecuado a la trama, descripciones detalladas, observación y documentación rigurosa, etc. Entre los autores españoles se pueden rastrear elementos naturalistas en Galdós, Clarín, Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez. |