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EL TORO El toro es potencia por sí mismo. Indomable. Es el emblema de la ceremonia, la fiesta de la muerte. Está asociado a la sangre y al valor: «El toro de la reyerta / se sube por las paredes» («Reyerta»). EL GRILLO En la cultura china es símbolo de vida, de muerte y resurrección. En «La casada infiel» Lorca relata una historia de amor en medio de los grillos: Tiene la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos. Aparece el dualismo oscuridad/luz, y a medida que avanza el poema las imágenes expresadas nos llevan a ese ardor encendido del amante y de la mujer infiel. EL GALLO En el «Romance de la pena negra» Lorca asocia el gallo y la aurora. LA SANGRE La sangre se considera el vehículo de la vida y simboliza el calor vital y corporal. Algunas sociedades primitivas la consideraban el vehículo del alma. La sangre derramada simboliza el sacrificio. EL CUERPO. Símbolos eróticos: Muslos. Simbolizan el deseo, el ansia por alcanzar la plenitud. Cintura. Normalmente relacionada con la fertilidad. Si aparece la sombra, simboliza esterilidad. Los pechos. Símbolos de maternidad y fertilidad. La mutilación de los pechos es un sacrilegio a la fecundidad. LA LUNA En el Romancero gitano la luna es portadora de dolor, tragedia y muerte. Luna y muerte son inseparables: la luna es dueña y su símbolo. Por eso existe toda una categoría de mitos primitivos destinados a explicar el origen de la muerte en los que la luna es presentada como autora, inventora y distribuidora de la muerte. La luna personifica a una mujer encantadora pero que oculta malos presagios: En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño La luna como símbolo cósmico esconde el mundo de la realidad y crea una visión del universo y del destino del ser humano. También podemos encontrar un símbolo de fecundidad asociándola a los ciclos, un simbolismo, en definitiva, femenino, de nacimiento y de muerte, de principio y fin. LOS METALES El metal y la muerte se fusionan en la obra lorquiana. Queda establecida una clara relación en el Romancero gitano entre luna-metal- muerte. El metal, sólido y frío, se extiende a todo lo que participa de las cualidades de duro y helado. LOS ESPEJOS El simbolismo del espejo se relaciona con el agua y el mito de Narciso. El espejo reproduce imágenes, y también podríamos decir que las contiene y las absorbe. Lorca utiliza este elemento como símbolo de unión mágica del alma del poeta con el alma de las cosas y del cosmos. El espejo proyecta la realidad vivida, la refleja, la desdobla y le otorga espíritu. En el espejo Lorca busca su propio ser; instintos, sueños, recuerdos y sentimientos penetran en él y hace que se refleje no solo la naturaleza de los objetos sino también la de su propia conciencia. Muestra, por tanto, nuestro interior. De igual modo, se manifiesta como puerta entre dos mundos: encontramos un espejo menos objetivo, más metaforizado, con significado cósmico y mágico, que refleja otra realidad escondida al otro lado, y por ello se vale de diferentes imágenes y elementos que proyecta el gran espejo cósmico. El agua. Este es el espejo natural por excelencia. El agua aparece de una forma continua en la obra de Lorca, como fuente, como río, como estanque, etc. Al servirle de espejo los astros se acercan a la tierra y la fecundan y humanizan. El cielo y los astros. En «Thamar y Amnón» la luna se aproxima a la tierra para servir de espejo a la hermosa Thamar: Los ojos. Los ojos reflejan no solo el amor sino otros muchos sentimientos y expresiones del tiempo y del espacio. Con ellos se penetra en los «espejos». Popularmente escuchamos muchas veces que «los ojos son el espejo del alma». El poeta mira a través de los ojos y, con ellos, traspasa la «puerta»; le sirven de espejo para reflejar estados y sentimientos. LOS ÁNGELES Son seres intermediarios entre Dios y el mundo, espirituales, mensajeros, guardianes y conductores. García Lorca relaciona lo religioso y espiritual con el mundo andaluz. Con ellos, también se simboliza la pureza. LA SOMBRA La sombra posee connotaciones negativas, como las del «mar» y «lo verde». La sombra, lo oscuro es lo estéril, lo que no da fruto. Sombra y cintura se relacionan con una actitud vital con significado opuesto. La sombra refleja la vida oscura, la esterilidad, y la cintura, la atracción, el deseo vital. EL GITANO También puede considerarse, además de tema y personaje, símbolo del hombre primitivo, de la fuerza elemental de la naturaleza, de lo antisocial. Se lo vincula al mito, a la leyenda, al rito, al destino y al folklore andaluz. Expresa el alma de Andalucía y, también, el dolor y la tragedia, igualmente evoca el mundo de la superstición y de la raza. EL POZO Es el símbolo de la pasión frustrada, retorno, agua estancada en un fondo oscuro; es la muerte. EL LIRIO El lirio simboliza pureza y se asocia a la Virgen María. El jardín se asocia a lo femenino. También se relaciona con el elemento natural. EL LAUREL Está consagrado a Apolo y a la victoria. Aparece en «Preciosa y el aire»: EL LIMÓN En «Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla» Lorca menciona esta fruta como símbolo de lo ácido y amargo que representa el momento de marchar hacia Sevilla. EL MIMBRE La expresión «vara de mimbre» simboliza la nobleza, la protección y, también, es símbolo de poder. LA ROSA Es el símbolo del amor, de la pasión y de la regeneración. Las rosas morenas son rosas manchadas de sangre, imagen de dolor y muerte. EL CÁLIZ Es un símbolo religioso que sirve para conmemorar la eucaristía y la última cena: símbolo, por tanto, de la tradición cristiana. MÉTRICA Como se puede extraer del título de la obra, se trata de un conjunto de romances, que son, por definición, series indefinidas de versos octosílabos con rima asonante en los pares. El octosílabo de Lorca es escaso en encabalgamientos y en acumulación de acentos prosódicos. Hace un uso escaso de licencias métricas salvo en algún caso excepcional. Solo recurre a ellas cuando quiere producir un efecto musical con valor expresivo pero nunca fuerza la medida del verso. Sin embargo, más allá de la rima y la medida de los versos, hemos de tener en cuenta el ritmo acentual que les impone Lorca, ritmo que marcará con las secuencias de acentos. El octosílabo, con su regular e invariable medida, en realidad es una abstracción que se concretó en cuatro variedades distintas: dos de ritmo uniforme: trocaico2 y dactílico3; y otras dos de ritmo mixto: trocaico-dactílico y dactílico-trocaico. A cada modalidad de octosílabo le corresponde un determinado valor expresivo. La forma trocaica denota equilibrio y serenidad; la dactílica, exaltación: la trocaico- dactílica, tensión ascendente; la dactílico-trocaica, tensión descendente. Para una situación apacible y lírica, el tipo más acorde es el trocaico; para el drama, el dactílico; y para la reflexión y controversia, el mixto. Todas las modalidades del octosílabo tienen en común el apoyo rítmico fijo sobre la sílaba séptima. Se diferencian entre sí por la acción de un apoyo anterior, el cual, en la modalidad dactílica lo recibe de la primera sílaba («Voces de muerte sonaron»;), en los mixtos, de la segunda («Antonio Torres Heredia»,) y en la trocaica, de la tercera («Las piquetas de los gallos»;). También puede darse otro apoyo más débil que suele recaer sobre la cuarta sílaba en la modalidad dactílica y sobre la quinta en la trocaica; las mixtas se distinguen entre sí por el acento secundario de la cuarta sílaba en el caso de la forma trocaico-dactílica, y de la quinta en el de la dactílico-trocaica. En la estructura del octosílabo son igualmente indispensables el acento fijo de la sílaba séptima y el variable de la primera, segunda o tercera. El de la séptima por sí solo es insuficiente. En conjunto, en todo el libro se puede afirmar que la modalidad trocaica representa un cuarenta por ciento, la mixta, un treinta y cinco por ciento, y la dactílica, un veinticinco por ciento. La suma de la dactílica y la mixta, un sesenta por ciento, refleja el predominio del elemento emocional. En la poesía española, el verso no es un artificio regido por preceptos más o menos convencionales. Su ritmo no es diferente del de la música o del canto. El período rítmico equivale al compás musical. Uno y otro se dividen en dos, tres o cuatro partes de mayor o menor intensidad. Las sílabas se reparten entre esos tiempos o partes como se distribuyen o agrupan las notas. La identificación de verso y música, que era tan patente en sus recitaciones, respondía a su propio temperamento de poeta oral, autor de una poesía sentida con resonancia viva. Sus versos evocan en su ritmo e inflexiones la imagen sonora con que se dibujarían en su mente. Son versos elaborados con detenido y exigente esmero, aunque parezcan hechos sin esfuerzo. En alguna ocasión declaró el autor haber tardado meses en componer un romance. Su intuitiva sensibilidad penetró el secreto mecanismo del octosílabo y aprovechó sus recursos con acierto. Ni alteró el sistema del metro ni atribuyó a sus modalidades otro simbolismo que el que naturalmente sugieren. El octosílabo es el verso más cultivado en español. Otros versos han pasado por períodos de preferencia y de olvido; el octosílabo, desde hace siete siglos, se ha mantenido con permanente actualidad, lo mismo en la poesía culta que en la popular. Todo esto representa un aspecto del arte original con que García Lorca fundió inseparablemente en su poesía lo antiguo y lo moderno, lo popular y lo culto, la tradición clásica y la innovación más reciente. ESTILO Lorca acepta la intensidad de experiencias esenciales mediante el manejo de un lenguaje original, directo y de gran poder evocador e imaginativo. A través de metáforas, personificaciones, símbolos, imágenes, sinestesias y multitud de recursos estéticos se descubre la esencialidad de la creación lorquiana; logra captar la intensidad vital y primitiva del gitano mítico en un contexto histórico andaluz. Con la utilización de recursos estilísticos Lorca presenta un mundo poético subjetivo, partiendo de la realidad, de lo objetivo. Trabaja con la intuición, la imaginación, la sensibilidad, sin prescindir del intelecto que regula y ordena la expresión. Analizaremos aquí los aspectos más destacados del lenguaje lorquiano centrándonos en los recursos y en las técnicas utilizadas en el Romancero gitano. Ritmo El ritmo aparece en el verso pero también en la ordenación sintáctica. Abundan las frases declarativas, sin verbo, propias de la descripción; se condensan elementos por yuxtaposición; hay enumeraciones e incisos explicativos: «¡Qué girasol! ¡Qué magnolia de lentejuelas y cintas! » Multitud de elementos hacen que la imaginación del poeta fluya a lo largo de los versos, pero también aparecen repeticiones monótonas de palabras y versos que acentúan el ritmo creando la atmósfera adecuada en cada momento: «Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas». Hay simetrías y paralelismos, probablemente de procedencia gongorina, como ya hemos señalado en el apartado de fuentes e influencias: «Verde viento. Verdes ramas» («Romance sonámbulo»); «¡Qué girasol! ¡Qué magnolia!»; «El aire la vela, vela, / el aire la está velando». Encontramos frases imperativas, desiderativas, preguntas retóricas y apostrofes que dan un carácter afectivo al verso y manifiestan el sentimiento que, aunque aparece en los personajes, es el reflejo de la emoción personal del poeta: «¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde!» Imágenes Muchos elementos de la poesía lorquiana proceden de los sentidos; sensaciones visuales, olfativas, sustantivas, táctiles y auditivas crean imágenes extraordinarias. La gama de colores del Romancero, de percepción visual y olfativa, se centra en el blanco: nardo, azucena, marfil, nácar, jazmines; el amarillo: calabaza, oro; el rojo: amapolas, rosas, sangre, llamas, carmesí; el gris: plata, níquel, hojalata, plomo, estaño; el verde: olivos, bronce, aceituna; el negro: azabache, tinta, carbón, sombra, penumbra, charol. En muchas ocasiones el poeta utiliza estas imágenes sensoriales para crear contrastes que revelan la pasión o la tragedia: «Una dura luz de naipe / recorta en el agrio verde» («Reyerta»). Las sensaciones del tacto aparecen en lo «mojado», «húmedo», «seco»; lo «redondo» y lo «duro»; en lo «áspero», «liso» o «viscoso»; lo «caliente» y lo «frío». Y muchas de ellas están matizadas por un carácter erótico: «Sus senos de duro estaño» («Romance de la luna, luna»); «brisas de caña mojada» («Muerto de amor»). En cuanto a las imágenes referidas al sentido del oído, encontramos las que aluden a instrumentos de percusión: «El jinete se acercaba / tocando el tambor del llano» («Romance de la luna, luna»); «Mil panderos de cristal, / herían la madrugada» («Romance sonámbulo»). Imágenes referidas al gusto aparecen por el sabor de las aguas: «Entre los recodos del aire / cruje la aurora salobre» («San Miguel»). Metáforas En el Romancero las metáforas captan la intensidad vital y primitiva del gitano mítico, pero estas metáforas hay que interpretarlas en el contexto narrativo en el que están situadas: permiten entender la realidad del mundo de los gitanos en esquemas universales. Sirven de nexo entre lo narrativo, lo lírico y lo dramático. Son multitud de metáforas las que aparecen en el Romancero gitano: ahora solo referiremos algún ejemplo: Grandes estrellas de escarcha vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba («Romance sonámbulo»). «Trescientas rosas morenas / lleva tu pechera blanca» («Romance sonámbulo»). Personificaciones Lorca personifica animales, objetos, fenómenos atmosféricos, situaciones. De esta manera, da vida y crea: Los faroles tiemblan: «Romance sonámbulo». El viento agrede: «Preciosa y el aire». Hipérboles Las exageraciones dotan a los poemas de una mayor carga emotiva: «Y un horizonte de perros / ladra muy lejos del río» («La casada infiel»). «Trescientas rosas morenas / lleva tu pechera blanca» («Romance sonámbulo»). Epítetos La adjetivación es abundante dado el carácter tan descriptivo de los romances. Los adjetivos tiene el valor de epítetos y arrastran una traslación semántica convirtiendo así la frase en la que aparecen en metáfora: «cristal maduro»; «agónica plata»; «brisa ecuestre». Hay adjetivación múltiple y en muchas ocasiones se utiliza la frase adjetival que determina y concreta más la calificación del sustantivo: «estrellas de nariz rota»; «noches de torsos yacentes». Vocabulario cultista y popular Hay en el Romancero gitano una marcada tendencia cultista que contrasta con los elementos populares y tradicionales. Aparecen cultismos fonéticos y de procedencia latina para producir efectos acústicos que afectan al ritmo acentual de los versos, favoreciendo así el carácter hermético: efebo, éxtasis, yacer, vislumbrar, cítaras, etc. También encontramos cultismos semánticos que presentan un cambio de significado por desplazamiento, es decir, son cultismos convertidos en metáfora: «agónica plata», «yunques sonámbulos», «madrugada remota», «aurora salobre». Además del cultismo, en el Romancero abunda el vocabulario más popular de procedencia andaluza; los diminutivos en -illo, -ito y -uelo apuntan un tono afectivo de ternura o de desprecio: ojillos, farolillos, mocito, espejito, mozuelo. Aparecen también palabras y frases que proceden de la lengua oral: sonsonete, compadre, marchoso, «Niño, déjame que baile», «¡Preciosa, corre, Preciosa / que te coge el viento verde!». |