T. 11. La consolidación de una nueva forma de escribir en la novela del siglo XX




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T. 11. La consolidación de una nueva forma de escribir en la novela del siglo XX.

  1. Contexto

    1. Cambios históricos

El siglo XX arranca con una situación en pleno proceso de cambios, que se consolidarán durante el siglo, y que supone el proceso de la Bélle Epoqué, momento de avances industriales, en medios de comunicación y una cierta euforia, a una Primera Guerra Mundial que rompe con todas las estructuras preestablecidas, tanto de sistemas de gobierno como de formas de pensamiento. A comienzo del siglo XX los gobiernos europeos sostenían que tener el poderío industrial era la clave para llegar a conquistar el mundo, por lo que los países con economías débiles durante el siglo XIX, intentarán equipararse en materia industrial a la próspera, por entonces, sociedad británica. Para ello los Estados debieron obtener el apoyo del comercio, de los bancos y de los empresarios. Esto produjo que apareciera con gran fuerza el sistema bancario privado, así surgieron bancos hipotecarios y de inversión, especialmente en Alemania, Francia y E.E.U.U., que ayudaron a llevar fondos directamente de los ahorristas a la industria nacional. También se canalizaron grandes capitales hacia países donde la fuente de materia prima era imprescindible en este proceso de industrialización. Por lo tanto, se desarrollaron grandes empresas, fundamentalmente en E.E.U.U, mientras que las artesanales fueron perdiendo terreno.

Durante el siglo XX, por lo tanto, las potencias europeas harán el gran cambio cediendo su poder hegemónico frente al avance de E.E.U.U. y a Japón con crecimientos vertiginosos que transformará a la sociedad occidental. Por otro lado, Estados Unidos había concluido su guerra del Caribe contra España, la cual perdió Cuba, su último baluarte en América, provocando una crisis en la intelectualidad española que se manifestará en la llamada Generación del 98. En el resto del mundo, la situación parecía eterna, pues nadie pensaba que en poco tiempo se encontraría el mundo envuelto en una de las guerras más cruentas de la historia. Se creía que "la bella época" como así se la dio en llamar, sería para siempre.

En cuanto a conflictos bélicos, las dos grandes guerras dividen el siglo XX en tres períodos muy diferentes entre sí. La euforia económica dominará el primer tercio de siglo, hasta el crack económico de 1929, momento de recesión que dura hasta la Primera Guerra Mundial, primer conflicto en que confluyen, por un delicado sistema de alianzas, una inmensa mayoría de naciones europeas. Durante esta primera guerra Rusia se ve en la obligación de pedir el armisticio para solventar los problemas internos, pues ha estallado la revolución en 1917, destruyendo el Imperio Ruso e implantando el primer gobierno comunista del mundo.

Durante el período de entreguerras van surgiendo los fascismos y comunismos, gobiernos de carácter totalitario que surgen ante una situación de crisis y una creencia en la necesidad de gobiernos fuertes, que defiendan la nación de las agresiones exteriores. Así Hitler ganó unas elecciones democráticas y Mussolini pudo tomar el poder con el consenso de la derecha, gracias a sus camisas negras.

En la Segunda Guerra Mundial participan también dos de las potencias emergentes del momento, USA y Japón, cuya competencia se solventará con el estallido de la primera bomba atómica en la ciudad japonesa de Hyroshima y Nagasaki, en 1945; además de que el Imperio Astro-Húngaro y el Imperio Otomano desaparecen del mapa europeo, que se redefine por medio del llamado telón de acero, que divide el mundo occidental entre demócratas y comunistas, hasta la caída del muro de Berlín, producida en 1989.

    1. Cambios sociales y culturales

En los primeros años del siglo XX se produce una serie de profundos cambios sociales y culturales en todo el mundo occidental. El primer paso de efectúa en el trasvase de población, pues comienza la despoblación de las aldeas y de granjas en beneficio de los pueblos y a grandes ciudades con altos niveles de tecnología que producirán una significativa modificación en la estructura social. A los artesanos se les unirá un ejército de obreros semicalificados y no calificados de la construcción, del transporte y de la industria en general. Es decir, que aparecerá una clase media ocupada en nuevas áreas de servicio, de la administración y del comercio.

En lo que se ha llamado la crisis de fin de siglo, se producen los grandes progresos técnicos y científicos, el rápido crecimiento industrial, que transforma las estructuras sociales y anarquistas y la crisis del positivismo y del racionalismo, que supone la duda de que la ciencia y la razón humana basten por sí solas para explicar el mundo. Como consecuencia de este punto aparecen las corrientes irracionalistas y vitalistas, que intentan explicar la vida desde una perspectiva individualista y subjetiva que rezuma pesimismo. En este aspecto destaca Schopenhauer, que defendía la teoría de que el mundo y el hombre están regidos por fuerzas irracionales y ciegas, y Nietzsche, que exalta los impulsos vitales del yo sobre la razón y el intelecto. El pensamiento irracionalista llevará al existencialismo (Heidegger y Sartre), pues suponen que el hombre es un ser para la muerte, lo cual provoca una angustia existencial similar a la producida durante el Romanticismo. Por lo tanto, las corrientes de pensamiento oscilan entre las inquietudes existenciales, la temática religiosa, y la exaltación del goce de vivir.

Entre las corrientes literarias, confluyen diversas tendencias, repartidas cronológicamente en un primer cuarto de siglo con la aparición de las vanguardias y de existencialismo, una literatura de carácter social en la mitad, y un afán por la renovación y experimentación a partir de 1960. En los primeros años, el Realismo mantiene su vigencia pese a su paulatino cansancio de formas, mientras que los poetas malditos intentan mostrar una realidad diferente, subjetiva y decadente. A la vez, el Salón de París, lugar de exhibición de las obras d earte más académicas, después de los desplantes de los impresionistas, dejan de percibir subvención estatal, y Gustave Eiffel comienza la construcción de su Torre para la Exposición Universal de 1889, símbolo de la modernidad y de la ruptura con lo clásico y conservador. Y el Modernismo hispanoamericano, de la mano del poeta nicaragüense Rubén Darío, se expande por Europa, llenando sus ciudades de curvas, belleza y sensualidad.

En el período de entreguerras, con los ánimos revueltos aún y preparando la Segunda Guerra Mundial, se vive otro momento de expansión y euforia que convive con el profundo pesimismo en que se sumen la mayor parte de intelectuales, y que provocará un arte atrevido, violento, desafiante y muy lúdico: las vanguardias históricas.

    1. Contexto literario

El siglo XX comenzó con la consolidación de la gran revolución cultural y artística de las vanguardias. En las artes plásticas, el expresionismo, el cubismo y el fauvismo cuestionaron las reglas de composición clásicas arguyendo que había múltiples maneras de ver la realidad, de representarla y de recrearla. En literatura, se rompió la narración tradicional mediante las innovaciones técnicas y el nuevo uso del lenguaje. En música, el gran cambio fue el abandono de la tonalidad.

La Segunda Guerra Mundial supuso el final del desarrollo de las vanguardias artísticas debido, entre otros factores, a la revolución tecnológica. Al mismo tiempo el gran centro de irradiación cultural se desplazó de Europa a Estados Unidos y al Tercer Mundo, que cuestionaban la identificación anterior entre la «gran cultura» y Occidente.

En cuanto a la novela, se convierte, junto con el ensayo, en el vehículo en que se van a transmitir las inquietudes intelectuales del momento. Uno de los aspectos comunes en los escritores son algunos temas sobre la existencia del hombre en el mundo, temas que tienen que ver con el donde vamos, de dónde venimos, la razón de vivir, existencia o no de Dios, miedo a la muerte, problema de la libertad del hombre en la vida y la angustia de todo esto provoca en el hombre. Por eso se va a tratar de una literatura pesimista con tono sombrío. Muchos escritores van a participar de estas inquietudes, aunque no todos estos escritores son puramente existencialistas, solamente tienen inquietudes existencialistas.

El Existencialismo, corriente filosófica fundada por Sartre antes de la Segunda Guerra Mundial. Su fundador es Sartre, el cual, en vez de escribir tratados escribió novelas y obras de teatro, en las que plasma su teoría: "La idea es que la existencia antes de la esencia", "El hombre se hace a sí mismo a través de sus actos", "La existencia del hombre sucede entre dos nadas" y "El hombre al actuar tiene que elegir y de esa elección surge la angustia". Desde la filosofía existencial Dios no existe, así que el hombre anhela algo que le marcará el destino y le guiará en la vida, sin no tiene finalidad alguna, lo que convierte al mundo en un absurdo. En La Náusea, Sartre se aferra en última instancia al Marxismo y al Comunismo. Otro gran escritor, A. Camus, en La Peste y en El extranjero, parte de la misma idea que Sartre e introduce otra distinta: la rebeldía; como el mundo es un absurdo y la vida no tiene sentido, el hombre tiene que rebelarse contra las injusticias para buscar la dignidad.

A partir de los años 50 se desarrolla la literatura del absurdo, cuyos autores tratan lo mismo que los existencialistas, pero partiendo de situaciones increíbles o absurdas, para demostrar la irracionalidad de la vida, sobre todo a través del teatro. El absurdo convive con el esteticismo y decadentismo evasivo decimonónico que aún se mantiene, mientras que surge una nueva tendencia, muy intelectual, que analiza la realidad de una forma muy fría, sin sufrimiento y carente de emociones.

  1. La novela europea.

  1. 1. Rasgos

La herencia renovadora del simbolismo en poesía se extiende a principios de siglo XX al ámbito de la novela, sobre todo con la gran obra de Proust. Desde la perspectiva del realismo decimonónico, lo que se produce en los albores del nuevo siglo es un cansancio de lo social por empobrecimiento de la calidad literaria, que, sumado a las influencias innovadoras de los esteticismos franceses y del Modernismo hispanoamericano dieron lugar a la novela contemporánea.

Por una parte, ligada a las vanguardias del primer tercio, en la novela europea surge un personaje individual en lucha consigo mismo. Las novedades más importantes se refieren a las técnicas narrativas, pues surge el narrador omnisciente con perspectiva múltiple, que supone cambios de narrador a lo largo del relato. En cuanto a la estructura externa, también producirá extrañamiento en la desaparición del capítulo, por la sustitución de la secuencia, la ruptura del orden cronológico lineal y la técnica del contrapunto, que consiste en la narración de varias historias simultáneas. El monólogo interior decimonónico se acentúa hasta el extremo de que no aparezca la acción externa a lo cual se suma la aparición de sucesivas digresiones. En definitiva, una paulatina eliminación o pérdida de importancia del argumento en beneficio de una mayor complejidad técnica. En el aspecto lingüístico, cabe destacar la frecuente eliminación de signos de puntuación, la alternancia en los diferentes registros, en la disposición tipográfica del texto, y en el uso de las tipologías textuales e incluso en la lengua utilizada.

El mayor desarrollo de la novela en Europa se produjo especialmente gracias a la labor de cuatro autores: Marcel Proust, que exploró en primera persona su propio pasado en la novela En busca del tiempo perdido (1913-1927); James Joyce, autor de Ulises (1922), la novela más importante del siglo XX, que desarrolla una moderna Odisea en un solo día; Frank Kafka, que expresó como nadie la angustia del hombre moderno frente a un mundo amenazador, y William Faulkner, que destacó por su utilización del monologo interior.

En la segunda mitad del siglo XX destacaron los novelistas existencialistas Jean Paul Sartre, Albert Camus y Samuel Beckett, y más recientemente los autores posmodernistas John Bart, Umberto Eco, Günter Grass o Italo Calvino.

En el siglo XX se produjo también la explosión creativa de la literatura hispanoamericana, que se desarrolló en todos los campos, pero que obtuvo su mayor reconocimiento a partir de la década de 1960 con la narrativa de autores como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, lo que a su vez provocó que se prestase atención a novelistas anteriores como Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y Juan Rulfo, y a poetas como César Vallejo o Pablo Neruda

  1. 2. Novela francesa

La literatura francesa de esta época muestra dos líneas ideológicas diferentes: el conservadurismo espiritualista y católico, con autores como Paul Bourget (1852-1935), que se opone al estilo naturalista por ejemplo en Mentiras, y el progresismo, con los premios Nobel Anatole France (1844-1924) y Romain Rolland. Pero uno de los autores más importantes del siglo es Marcel Proust (1871-1922), el que más ha contribuido a crear la novela contemporánea. Su gran obra es En busca del tiempo perdido, conjunto literario de siete novelas es una extensa obra en la que, fundamentalmente, reconstruye una vida inspirada en la del propio autor, que es a la vez un amplio retrato de la sociedad de la época, y supone una ruptura con el realismo decimonónico.

Su compleja estructura, subjetiva y muy poco tradicional, tiene su origen en la memoria: la acción avanza a saltos, basándose en recuerdos de sucesos, frecuentemente intrascendentes, y en las evocaciones que estos recuerdos despiertan. Para Proust la memoria es, pues, el único medio que tiene el ser humano para captar las transformaciones del paso del tiempo. En las novelas se emplea una técnica narrativa que revolucionó la novela, caracterizada por un estilo lento y divagador. Los títulos de las obras que componen En busca del tiempo perdido son los siguientes: Por el camino de SwannA la sombra de las muchachas en florEl mundo de GuermantesSodoma y GomorraLa prisioneraLa fugitiva y El tiempo recobrado. Los tres últimos títulos fueron publicados póstumamente.

Los terribles hechos históricos (la Primera Guerra Mundial, la grave crisis económica, etc.) y los cambios artísticos marcan profundamente las conciencias en el primer tercio del siglo.soldados franceses en una trinchera de la primera guerra mundial

En este contexto, Roger Martin du Gard (1881-1958) escribe Los Thibault, serie de ocho novelas en las que describe la vida y el ambiente franceses de comienzos de siglo a través de la historia de dos hermanos de personalidad muy diferente, recibiendo el premio Nobel en 1937.

Existe también una narrativa católica, formalmente tradicional, que se plantea hondos problemas morales (el mal, el pecado) mediante personajes de psicología compleja en ambientes de provincia, con autores como François Mauriac (1885-1970), que expresa en su obra inquietudes espirituales, especialmente el conflicto que se establece entre la fe y la pasión en Nido de víboras, y fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura (1952), Georges Bernanos (1888-1948), que ahonda en la psicología del hombre donde tiene lugar el enfrentamiento entre el bien y el mal, la fe y la desesperación en La alegría, o Julien Green (1900-1995), que trata el problema del dolor y la angustia del hombre en un mundo que ha perdido la fe, como en Leviatán.

La situación política de los años treinta, con el auge del fascismo en Italia y Alemania y el comunismo en la Unión Soviética, estimula una narrativa ideológicamente comprometida de uno y otro signo, tal es el caso de André Malraux (1901-1976) plasma en sus novelas como La condición humana una extraordinaria reflexión sobre el idealismo político, ambientada en la revolución china de los años treinta, mientras que Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) famoso por El principito, que expone, tras su sencilla apariencia, una serie de ideas y valores morales, como la reivindicación de algunos aspectos del mundo infantil, la visión relativa de la realidad, o la exaltación de la fantasía como forma de conocimiento, por lo que ha tenido multitud de lectores y ha sido traducido a muchos idiomas.

En la Europa destruida física y moralmente, y ante la constante amenaza que supone la Guerra Fría, aparece una corriente filosófica llamada existencialismo, que sitúa la existencia humana en primer plano de su reflexión. Acusa a la filosofía anterior de ocuparse solo de lo universal y de hacer grandes construcciones intelectuales en las que el hombre no encuentra solución a sus problemas.

El centro de la preocupación existencialista es, pues, la vida concreta y singular del ser humano; sostiene que este es un ser incompleto cuya vida se desarrolla a través de elecciones constantes que aumentan en él su sentimiento de responsabilidad y le hacen tomar conciencia de que la vida tiende a un fin.

El filósofo Jean-Paul Sartre (1905-1980) es el principal exponente del existencialismo. Además de escribir tratados y ensayos filosóficos, se valió también de la literatura para divulgar su pensamiento. En su novela La náusea, escrita en forma de diario, se expone la angustia vital derivada de que el hombre esté «condenado a ser libre». La náusea carece de narración literaria en sentido estricto: el diario es un recurso del autor para exponer las reflexiones del protagonista, Roquentin, a través del cual se desarrolla la angustia que produce la visión existencialista de la vida.
Los caminos de la libertad es una serie narrativa inacabada, compuesta por los títulos La edad de la razónEl aplazamiento y La muerte en el alma.http://www.alcoberro.info/imatges/sartre.jpg

Sartre también es autor de piezas teatrales, con obras como Las moscasA puerta cerradaLas manos sucias o La puta respetuosa, donde expresa una visión pesimista de las relaciones entre los seres humanos. Su autobiografía, Las palabras, es posiblemente su texto mejor escrito, en el que la preocupación por la escritura es mayor; precisamente esta obra reflexiona en gran medida sobre la literatura. El interés por la literatura de Sartre también queda demostrado con las biografías que escribió sobre escritores como Genet o Flaubert.

En 1964 el premio Nobel de Literatura recayó sobre Sartre. Sin embargo, este lo rechazó con el argumento de que si lo aceptaba perdería su integridad como escritor, y porque su postura de intelectual comprometido y crítico le impedía obtener cualquier tipo de reconocimiento oficial.
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