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Crítica L ![]() Autor: Michel Houellebecq Editorial: Alfaguara Traductora: Encarna Castejón Premio Interallié 2005 No hay duda: Houellebecq tiene un don. Aunque la fórmula que utiliza parezca simple, no está al alcance de cualquiera. Consiste en abordar temas que obsesionan en el momento con la ambigüedad ideológica suficiente para que moleste a cualquier posible lector independientemente de su forma de pensamiento, condición social, cultural o personal. Los más críticos lo tacharán de cínico, otros de filósofo y otros más, adeptos incondicionales, de visionario. Daniel es un showman de mucho éxito que se retira al sur de España a vivir una existencia alejada del bullicio que le rodea. Su vida personal se acaba marchitando al igual que el mundo al que acechan un cúmulo de catástrofes naturales. Convencido de que su tiempo se acaba, decide donar algo de su sangre a una secta cuyos avances en ingeniería genética prometen la inmortalidad. La posibilidad de una isla es la novela mejor estructurada de Houellebecq. Se vertebra en una continua alternancia entre el relato de la vida de Daniel y de los Daniel 24 y 25, clones suyos, que viven 2.000 años después y leen y comentan la vida de su antecesor. Este recurso que invita al lector a realizar una acción simultánea con los dos protagonistas finales quizá sea lo más estimulante desde el punto de vista narrativo, que por lo demás adolece de un lenguaje escaso puesto al servicio de la idea del relato, cuya tesis podría resumirse en ‘todo lo que la ciencia permite será realizado’. En función a esta sentencia se levanta un relato lastrado por extensas explicaciones científicas con apariencia, al menos, de estar bien documentadas, mientras que las escenas sexuales resultan mortalmente aburridas. Para el lector español resultará la lectura especialmente atractiva en tanto que aparecemos retratados, si bien parece un poco decepcionante que este rompedor de tópicos galo reproduzca el de la secular superioridad cultural francesa sobre la española, saque a David Bisbal, la guardia civil y los prostíbulos de carretera. Y es que quizá este provocador de oficio empiece con esta obra a entrar en la corriente general europea contemporánea, y la originalidad de su propuesta se circunscriba a contar un relato a futuro. El relato del éxito del cómico ya ha sido tratado por Amis, por Coetzee y hasta por Cercas, y el elemento utópico por Doris Lessing. Houellebecq comienza a practicar las estructuras tradicionales de la novela superando con ello en factura a sus anteriores entregas Ampliación del campo de batalla, Partículas elementales y Plataforma. No nos cabe duda, como decíamos, de que esta forma de presentar una novela de ciencia ficción como narración sociológica de interpretación del hombre del futuro y hacer pasar a su autor por profeta no está al alcance de cualquiera. Convertir la obviedad en provocación, aparecer como intérprete del futuro ―lo único científicamente impronosticable― y conseguir con ello que lo comparen con Zaratustra y a su pensamiento con el de Shopenhauer es sin duda un don del que hace bien en sacar réditos. por McKenna para pl.com |