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![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Alícia Villar y Francesc. J. Hernàndez Universitat de València alicia.villar@uv.es Resumen A partir de una serie de proyectos que comenzó en 1987, Michael Vester, profesor emérito en la Universidad de Hannover, y sus colaboradores han elaborado un modelo para estudiar los mecanismos de distinción y reproducción de las desigualdades sociales, particularmente útil para el estudio de las relaciones educativas (Vester et al., 2001). Parten de la consideración de las clases sociales como “agregados de acción social” (Vester 2003: 25) y de la noción de entorno (milieu) social de Durkheim. Los entornos son definidos como “líneas de tradición del mundo de vida”, que se distinguen según el “estilo” y los principios de su conducta vital (Vester et al., 2001: 13; Brake & Büchner 2012: 62). Estos principios se definen respecto a unos dilemas, lo que es una actualización del habitus de Bourdieu. Se establecen así una serie de entornos que sirven como “canalizaciones” o “vías de reproducción social”, lo que resulta particularmente aplicable a las relaciones educativas (Lange-Vester, 2012). El modelo ha sido aplicado a los casos de Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia (Vester, 2003). Nuestro objetivo es ofrecer una primera adaptación del modelo al caso español, que se argumenta tomando como base el análisis de datos secundarios recientes. Esta adaptación tiene una pretensión futura aplicada dentro del marco de un proyecto de investigación sobre emigración de jóvenes universitarios que estamos desarrollando. El establecimiento de un modelo estándar, al estilo del elaborado por Vester et al., resulta particularmente necesario para la sociología de la educación, a fin de poder integrar y ordenar, en un contexto de crisis, la proliferación de datos que proceden del establecimiento de objetivos educativos comunitarios y de la multiplicación de pruebas diagnósticas. Palabras clave: desigualdad, habitus, reproducción social, clases sociales, educación Durante décadas, la Sociología de la Educación elaboró modelos generales para explicar la reproducción de desigualdades que efectuaba el sistema educativo. Al mismo tiempo, aportó estudios a nivel micro sobre las interacciones que acaecían en la escuela. Sin embargo, no siempre las teorías macros y los análisis micro se ensamblaban de manera coherente. Actualmente, la Sociología de la Educación parece apuntar una cierta superación de los modelos clásicos (Kopp, 2009) y orientarse hacia modelos explicativos que combinen los niveles macro, meso y micro (Brüsemeister, 2008). El debate sobre modelos se hace más urgente por dos factores. En primer lugar, la proliferación de datos que proceden del establecimiento de objetivos educativos comunitarios y de la multiplicación de pruebas diagnósticas (PISA, TIMMS). En segundo lugar, la gravedad de la crisis económica vigente hace más acuciante la clarificación de los procesos de reproducción y emancipación que ocurren en el ámbito educativo, lo que exige modelos científicos contrastados. Precisamente esa pretensión de elaborar modelos integradores es la que nos ha llevado a prestar atención a las aportaciones de Michael Vester y su equipo, que en principio parece conjugar un marco teórico muy relevante en nuestro ámbito (como es el cuerpo teórico que procede de Bourdieu) con una fidelidad empírica muy acentuada a las aportaciones de los estudios sobre estructura social. Somos conscientes que aquí presentamos sólo una primera aproximación, con la que pretendemos, por una parte, dar a conocer la obra de Vester y colaboradores y, por otra, animar el debate sobre la necesidad mencionada de elaborar modelos integradores para el desarrollo de nuestra disciplina. A partir de una serie de proyectos que comenzó en 1987, Michael Vester, profesor emérito en la Universidad de Hannover, y sus colaboradores han elaborado un modelo para estudiar los mecanismos de distinción y reproducción de las desigualdades sociales, particularmente útil para el estudio de las relaciones educativas (Vester et al., 2001). Parten, por un lado, de una consideración de las clases sociales que las define no en términos meramente objetivos (como nivel de rentas o posición en el proceso productivo), sino como “agregados de acción social” (Vester 2003: 25) y, por otro lado, de la noción de entorno (milieu) social de Durkheim. Los entornos son definidos como “líneas de tradición del mundo de vida”, que se distinguen según el “estilo” y los principios de su conducta vital (Vester et al., 2001: 13; Brake & Büchner 2012: 62). Estos principios de conducta vital se definen como orientaciones (axiológicas, podríamos decir) respecto a unos dilemas generales. Es decir, los individuos de un determinado entorno comparten valoraciones que guían sus orientaciones vitales. Tal y como lo entiende Vester y sus colaboradores, estas orientaciones son disposiciones permanentes a la manera del habitus de Bourdieu (1979), autor que, como es sabido, también se propuso una cierta vinculación de la tradición marxista y la durkheimiana. La doble perspectiva de los agregados de acción social y de las disposiciones axiológicas permite establecer una serie de “medios” o “entornos” que se entienden como “canalizaciones” o “vías de reproducción social”. Se pretende así evitar tanto una consideración objetivista, que no tenga en cuenta la orientación del individuo, como una consideración subjetivista, que considere que, en última instancia, son las representaciones las que determinan las posiciones sociales. Las “canalizaciones” de la acción asociadas a los “entornos” resultan particularmente aplicables a las relaciones educativas y han sido explicadas, por ejemplo, para estudiar la constitución del profesorado (Lange-Vester, 2012). En general, el modelo ha sido aplicado para determinar la estructura de clases y medios en los casos de Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia (Vester, 2003), y, por lo que conocemos, no hay ningún estudio referido al caso español que siga esta concepción. Nuestro objetivo es ofrecer una primera adaptación del modelo al caso español, que se argumenta tomando como base el análisis de datos secundarios recientes. Esta adaptación tiene una pretensión futura aplicada dentro del marco de un proyecto de investigación sobre emigración de jóvenes universitarios que estamos desarrollando. Por tanto, esta comunicación, que será presentada en forma de póster, realiza una primera aproximación a una adaptación al caso español del modelo de Michael Vester y colaboradores de la Universidad de Hannover sobre la relación entre medios sociales y educación. Se trata de ofrecer una primera cuantificación de los entornos a partir de los instrumentos estadísticos disponibles. Nuestra adaptación se centra no tanto en la definición de los entornos, cuanto en la aplicación a la Sociología de la Educación Con los instrumentos estadísticos disponibles, podemos ofrecer una primera caracterización de los niveles educativos alcanzados por los individuos en cada uno de los entornos definidos por el modelo. En general, como se detalla más adelante, para los entornos por debajo de lo que Vester et al. denominan línea de “respetabilidad” habría un 40,5% de personas con formación primaria o inferior y un 11,8% con formación superior. Este segmento inferior concentraría un 28,9% del total de personas del primer grupo y el 10,0% de las personas del segundo. Comparado con el caso alemán, al ser este segmento más numeroso en el caso español, presentaría un porcentaje de personas con estudios superiores más elevado (proponiendo la hipótesis complementaria de que el abandono universitario alemán sea mínimo, ya que los datos que registra su modelo son de personas con el equivalente a la prueba de acceso superada). No se trata de ninguna paradoja, sino de otra aproximación a un fenómeno sociológico-educativo básico, es decir, que una mayor proporción de egresados universitarios en determinado segmento social no representa necesariamente una sociedad más equitativa. De hecho, para los 27 países de la Unión Europea, la correlación entre la proporción de universitarios en la cohorte de 30-34 años y los diversos indicadores de igualdad que maneja la OCDE (índice de GINI, relación entre el quintil superior y el quintil inferior de ingresos o relación entre el decil superior y el decil inferior de ingresos), presentan en todos los casos y para los últimos datos hechos públicos por Eurostat, un índice de correlación -0,1, esto es, sumamente bajo. En el caso de los entornos vinculados al segmento superior, esto es, por encima de la que Vester y sus colaboradores denominan “línea de distinción” los resultados obtenidos por nuestra adaptación serían de un porcentaje horizontal (esto es, el que presenta determinado nivel educativo en un entorno respecto del total de personas de ese nivel) del 1,0% en el caso de la educación primaria o inferior y un 10% en el caso de la educación superior. Mientras que los porcentajes verticales (esto es, los porcentajes de cada nivel formativo respecto al total del entorno en cuestión, es decir, los porcentajes internos al segmento), serían del 10,3% en el primer caso y del 53% en el segundo caso. Adviértase que, con estos datos, los entornos del segmento inferior y el superior presentarían, por ejemplo, la misma cantidad en términos absolutos de egresados universitarios, aunque la proporción en los segmentos superiores sería 5 veces superior en el segmento superior. Como corresponde a la paradoja de la falta de correlación entre porcentaje de universitarios en una cohorte y medidas de desigualdad, así como por el efecto del tamaño diferente de los grupos, en el caso español la proporción de egresados en el segmento resulta superior que en el caso alemán. Naturalmente, la diferencia entre porcentajes horizontales y verticales en cada grupo (es decir, el hecho de que, por ejemplo, la cantidad de personas con formación universitaria sea prácticamente la misma en términos absolutos, pero muy diferente en términos relativos en el segmento inferior y el superior), se puede entender como un mecanismo de ocultamiento o invisibilización de las relaciones reproductivas de la educación. Esto es, habría un número (en términos absolutos) semejante entre los segmentos superior e inferior, lo que invisibilizaría el hecho de que su proporción relativa es muy distinta en un caso y en el otro. A continuación se explica con mayor detalle la adaptación realizada. 1. Puntos de partida Como hemos dicho, Michael Vester y sus colaboradores han elaborado un modelo para estudiar los mecanismos de distinción y reproducción de las desigualdades sociales. Se trata de una interpretación dinámica de la teoría de clase de habitus y espacio social desarrollada por Pierre Bourdieu en La distinción. Como es conocido, Bourdieu parte en sus investigaciones de la hipótesis de la correspondencia entre las estructuras de poder y las estructuras mentales, dentro de los diversos campos, una tesis que, en definitiva, pretendía vincular los análisis de Marx y Durkheim. Citaremos sólo un fragmento de los muchos que se podrían aducir y remitiremos para un comentario más detallado a Hernández, Beltrán y Marrero, 2010. Si se toma en serio a la vez la hipótesis durkheimeana de la génesis social de los esquemas de pensamiento, de percepción, de estimación y de acción y el hecho de la división en clases, uno se ve obligado a formular la hipótesis de que hay una correspondencia entre las estructuras sociales (hablando con propiedad, estructuras de poder) y las estructuras mentales, correspondencia que se establece a través de la estructura de sistemas simbólicos: lengua, religión, arte, etc. (Bourdieu 1971: 300) La aplicación de esta hipótesis condujo a una representación mediante ejes cartesianos de la distribución de, por ejemplo, preferencias sociales según la posesión de mayor o menor capital económico, social, cultural o simbólico. Una de las representaciones más célebres es la que se encuentra en La distinción. Figura 1. Representación cartesiana de La distinción (Bourdieu 1979) Otra de los trabajos que influye en la propuesta de Vester y colaboradores es la determinación de entornos que realiza el Instituto SINUS alemán. SINUS se ha especializado en ofrecer estudios sociales a empresas interesadas en la determinación de los gustos de determinados grupos sociales. Para ello, efectúa y actualiza encuestas con una larga serie de ítems donde los individuos contestan a dilemas del tipo de los enunciados anteriormente al hablar del habitus y las canalizaciones. De esta manera, el resultado son agrupaciones que se pueden disponer en un doble eje económico y axiológico. Hay que advertir que son agrupaciones dinámicas, que cambian según el marco espacial y temporal de referencia. Lo interesante para nuestro trabajo es la determinación y la cuantificación de los distintos entornos. A título de ejemplo puede verse la figura 2. Figura 2. Aplicación del modelo de SINUS Para desarrollar su interpretación, Vester y colaboradores, parten de la consideración de las clases sociales como “agregados de acción social” (Vester 2003: 25), que procede en definitiva de la noción de entorno (milieu) social de Durkheim. Como es sabido, para Durkheim, el objeto a estudiar no era tanto el conflicto entre las clases, cuanto los mecanismos de integración que operaban en los individuos, y que los subsumían, por así decir, en la sociedad haciendo que adoptaran prácticas diferenciadas, desde el lenguaje a la religión. Es por ello que la integración siempre se refiere a un entorno concreto, que podemos definir como un medio que no sólo representa una diferenciación vertical (en el sentido del marxismo), sino también horizontal. En este sentido, recogen Vester et al. la noción. Los entornos son definidos como “líneas de tradición del mundo de vida”, que se distinguen según el “estilo” y los principios de su conducta vital (Vester et al., 2001: 13; Brake & Büchner 2012: 62). Estos principios se definen respecto a dilemas, lo cual supone una actualización del habitus de Bourdieu. Por ejemplo, la opción entre seguir trayectorias educativas con bajo gasto o alta inversión tiene que ver también con opciones previas del individuo y su familia sobre la asunción de riesgos o la determinación de cálculos de interés. Por ello, se podrían definir los entornos a partir de dilemas representativos de los distintos habitus, del tipo: ¿se orienta Usted o su familia, en la distribución del capítulo de gasto educativo de su presupuesto educativo, por estrategias de inversión o no? Se establecen así una serie de entornos que funcionan como “canalizaciones” o “vías de reproducción social” en la medida en que serían las posiciones ante los dilemas interiorizadas por los individuos a partir de la integración en sus entornos las que irían conduciendo sus trayectorias formativas. Dicho de otro modo, la reproducción no se efectuaría ideológicamente, a partir de una constelación explícita de tesis sobre el sistema, sino más bien implícitamente, a partir de decisiones orientadas según dilemas que se plantean no sólo en el ámbito educativo, sino también en otros ámbitos sociales. Se forman así una serie de entornos, que se definen con unos conceptos que la literatura de Vester et al. enuncia mediante unas abreviaturas y representa espacialmente (también de manera cartesiana). Los entornos o medios son conjuntos que se definen por criterios económicos y axiológicos, agregados de población que comparten posiciones y disposiciones. A continuación se detallan, para cada entorno, las abreviaturas que proponemos junto con las abreviaturas usadas en el modelo. Tabla 1: Conceptos de los entornos del modelo de Vester et al. y nuestra propuesta
El esfuerzo de síntesis de Vester y colaboradores puede verse reflejado en la siguiente figura, donde, partiendo del esquema cartesiano de La distinción, (ya presentado en la figura 1), se establecen unas agrupaciones, mediante unas líneas ovaladas, que se corresponderían con los diversos entornos. Figura 3. El espacio social de Bourdieu y los medios sociales en Alemania |