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ADN ARN M ![]() ![]() ![]() Según esta aproximación a las causas de la enfermedad se constata, de hecho, que el mecanismo responsable de los cambios que se observan en la mayoría de enfermedades está relacionado con las mutaciones en los genes de las células. Por otra parte, los otros tipos de respuestas como las tóxicas y traumáticas son causadas directamente por agresiones externas. Las enfermedades carenciales, por falta o limitaciones en la ingesta de alimento y nutrientes. Las enfermedades infecciosas a causa de inoculaciones de gérmenes patógenos, que incluyen múltiples y variados mecanismos relacionados con estímulos o agresiones con una gran cantidad de procesos intermedios. Todo lo cual se incluye en la llamada etiopatogenia de estas alteraciones y es objeto de un estudio diagnóstico y tratamiento. Si bien es cierto que suceden cambios en los genes y las demás circunstancias descritas en los otros tipos de respuestas que hemos señalado, vamos a tratar de encontrar el mecanismo implícito que subyace en la enfermedad, según el objetivo y propósito de este libro. Por tanto, nos vamos a adentrar en un territorio inexplorado y en estos momentos vamos a proponer que: La enfermedad considerada en su globalidad tiene que ver con el inicio de la vida en el planeta Tierra, y la evolución de los seres vivos hasta alcanzar el grado de desarrollo que observamos en el Ser Humano. Esta propuesta puede parecer que está fuera de los presupuestos científicos consensuados, y a las personas que sufren de cáncer o una enfermedad grave les puede parecer extraña o sorprendente. Por lo cual, entre otros motivos, vamos a describir y analizar el proceso evolutivo de la vida para tratar de comprender la relación entre la evolución y la enfermedad. La evolución de la vida en el Planeta La evolución de las especies en el planeta es un proceso de millones de años, en el que los seres vivos adquirieron unos mecanismos que, en determinadas circunstancias, que luego veremos, generan la enfermedad. Así, la bacteria fue la primera forma de vida y nadie sabe exactamente de qué manera apareció en el planeta. Lo seguro es que fue en un mar cargado de sales y sin la fuerza de la gravedad y temperaturas sin grandes oscilaciones. De bacterias hay de diferentes clases, pero últimamente, retomando una clasificación de nuestros abuelos, se vuelven a dividir en Gram positivas y Gram negativas, según tomen un color violáceo o no de la tinción que se utiliza para visualízalas en el microscopio óptico. Esta coloración depende de la presencia de una doble y una simple membrana celular, respectivamente. De la unión y recombinación de bacterias de estos diferentes tipos y en un proceso, según algunos autores que han conseguido renombre internacional, llamado endosimbiosis surgió la primera célula moderna o eucariota que significa célula con núcleo con una membrana que contiene a los genes, y un citoplasma rodeado de otra membrana periférica que incluye diversos orgánulos entre los que destacan las mitocondrias. Este tipo de célula abandona la división binaria de sus predecesoras, ya que deja de partirse en dos en una forma rudimentaria y adquiere para su reproducción un sistema especial para tal fin: aparece la mitosis, un modo extraordinario de trasmitir todo el material genético a las células hijas. Antes de de la partición, este material genético se alinea en un huso cromático y se replica y una vez condensado y protegido en los cromosomas, la célula se divide. Ver figura 4 Estas células inicialmente viven aisladas y sus genes tanto del núcleo como de las mitocondrias contienen ya la información necesaria para su división, metabolismo y producción de sustancias necesarias para su supervivencia. El movimiento o desplazamiento por su medio circundante se presentó en su forma inicial de una forma primaria, tal como se observa en los protozoos o precursores de los animales cuya representante más conocida es la ameba. El siguiente e inmediato cambio evolutivo se produjo con el transito de la vida unicelular a la pluricelular. La vida, entonces se pudo expresar en varias células; en primer lugar formando agregados y posteriormente generando formas organizadas en que, a las funciones de metabolismo y reproducción, se añadió la de estructura con los mecanismos que aseguraran la forma de vida mucho más compleja del ser vivo pluricelular. El movimiento derivó hacia una expresión más sofisticada. Y así aparecieron los primeros animales, en primer lugar pegados a la superficie como las esponjas, y luego con prolongaciones móviles para atrapar el alimento con musculatura y sistema nervioso, hasta llegar a los que tienen simetría radial comos las medusas –las molestas medusas- con un movimiento muy característico en las profundidades marinas. Se produce un nuevo cambio; de animales ondulantes de simetría radial a los de simetría bilateral con una mitad derecha y otra izquierda, hasta alcanzar nuestra forma actual, tal como ya somos nosotros. Pero, para llegar a esta morfología transitamos por los estados de gusano a vertebrado. Los primeros gusanos eran planos (platelmintos) con una gran faringe, una cabeza con ojos y un rudimentario cerebro y se arrastraban hacia delante con un sistema sensorial para la caza y evitar peligros. En un gusano que adquirió previamente una forma cilíndrica se formó la primera columna vertebral y aparecieron los peces con un aumento de la eficacia de todos los órganos de los sentidos e instrumental para el movimiento. Ver figura 5. Posteriormente en la línea de los vertebrados surgieron los mamíferos con la conversión de glándulas de sudor a glándulas mamarias para alimentar a las crías durante las primeras épocas de la vida. Figura nº 4; La mitosis o división celular ![]() ![]() Cromátidas Alineados ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Nadie lo pone en duda –salvo los creacionistas-; el ser humano para ser lo que es, ha sido pez, anfibio, reptil y simio. Por este motivo, el hombre, en su ontogénesis o desarrollo embrionario y hasta los tres años de edad, despliega órganos y funciones propias de los animales rememorando un proceso llamado filogénesis. Lo observamos cuando el embrión se envuelve de finas capas protectoras como en el huevo de las aves, el feto flota en el líquido- mar amniótico y desarrolla branquias o agallas como los peces; pasa por la fase de anfibio al desplegar los pulmones en el nacimiento, repta como un reptil y se alimenta como un mamífero. Este transcurso se sintetiza en la frase: “La ontogénesis recapitula de forma condensada la filogénesis de la especie”. Figura nº 5: Primera evolución de los animales ![]() ![]() ![]() ![]() Organismo sésil Alimentación Gusano Vertebrado con alimentación con agallas bellota primitivo tentacular que filtra agua ![]() ![]() La reproducción de la especie La información que se ha acumulado en este viaje hacia la complejidad esta contenida, sin duda, en el material genético del ovulo fecundado, que es la forma que utilizamos para reproducirnos como pluricelulares. Para trasmitir nuestra descendencia, cada sexo elabora unas células llamadas gametos a través de una división especial o meiosis. Una vez se ha consumado la unión entre el gameto masculino del padre y el femenino de la madre, se integran todos los genes en los cromosomas somáticos y el par sexual. Los cromosomas adquieren la mitad de su material del espermatozoide y la otra mitad del ovulo y este, una vez fecundado por el espermatozoide, se divide exponencialmente, y a las pocas semanas se derivan las laminas embrionarias –endodermo, mesodermo y ectodermo- de donde surgen los órganos y sistemas de nuestro cuerpo: del endodermo los órganos encargados del metabolismo; del mesodermo, los de mantener la estructura y del ectodermo, la comunicación y el movimiento. Ver figura 6 La regeneración celular Una vez formados los órganos, el cuerpo mantiene un sistema de regeneración celular de los mismos. Para ello el ser humano ha retenido la memoria morfogeníca u órgano-formadora en las células-madre de los órganos. Estas células conservan la capacidad reproductiva “in aeternum” y que contienen programas o arquetipos que generan formas y funciones. Las células-madre se encuentran acantonadas en los tejidos y capas profundas de los órganos. Se dividen por mitosis y activan un grupo especial de genes llamados Hox que regulan el tráfico del resto de genes para que se expresen en el lugar, el momento y el cómo más adecuado para la tarea de regeneración celular. Esta memoria órgano-formadora tiene una duración. Los telomeros o unas prolongaciones de los cromosomas que contienen la información para la replicación genética, y una vez consumidos, esta no se efectúa, lo cual determina el envejecimiento y la muerte biológica del ser vivo. La regeneración del cuerpo renueva sus células continuamente y mantiene la anatomía de sus órganos. Figura nº 6: Desarrollo de las láminas embrionarias ![]() ![]() ![]() ![]() El número de reacciones químicas y la cantidad de células implicadas en este proceso es enorme; estas últimas alcanzan 1.000 billones de unidades; 600.000 millones mueren cada día, y en cada segundo se regeneran 10 millones de ellas. Esta renovación requiere un patrón de referencia que contenga la información para que cada célula programe sus genes Hox para la división celular , pero también su muerte celular o apoptosis, y muy especialmente cumpla una orden muy especial que es situarse en el lugar preciso que ha de ocupar en el órgano o sistema corporal. En definitiva, un programa para mantener la vida asegurando las funciones de reproducción, metabolismo, estructura y movimiento. El control de las funciones vitales La regeneración celular requiere una entrada de información que contenga el estado del cuerpo en su conjunto y de los órganos en particular. Por este motivo se ponen en marcha dos mecanismos sincronizados que regulan nuestro organismo en sus diferentes niveles – moléculas, genes, células, tejidos, órganos y sistemas -. El primero regula el estado funcional del organismo con un sistema de homeostasis para equilibrar el medio interno teniendo en cuenta las condiciones con que se encuentra el ser vivo. El segundo se refiere a los mecanismos específicos para la vital tarea de renovación celular. El sistema nervioso consigue equilibrar al cuerpo según el ambiente interno y externas del ser vivo. Y lo hace de manera autónoma sin la participación directa de la voluntad. La existencia de este sistema no admite duda y tiene un ritmo diurno-nocturno y sitúa al cuerpo en posición de efectuar las diferentes actividades en los diferentes órganos encargados de las funciones vitales. De esta manera, entre otras acciones, durante el día se activan mecanismos para conseguir los nutrientes (simpaticotonía) y durante la noche se facilita la recuperación del cuerpo (vagotonía), al asimilar los alimentos, eliminar los desechos y reparar las heridas o perdidas de continuidad corporal. Ver figura 7 Figura nº 7: SISTEMA NERVIOSO AUTONOMO ![]() ![]() ![]() Diversas neuronas, fibras y neuro-mediadores ![]() ![]() ![]() ![]() La mayoría de científicos consideran que el conjunto de órdenes y mecanismos implicados en la regeneración celular se encuentra en el código genético que tiene incorporada cada célula. El espacio donde se controla todo este mecanismo lo sitúan en la propia célula. Y esta ubicación se considera un axioma, un principio inamovible; la célula es quien decide y se observa de forma dramática en el caso del cáncer o la “malignización” de las células, ya que se considera que el inicio del desastre que se observa en los tumores comienza con un descontrol genético de una sola célula, el cual lo extiende a sus células hijas que acaban invadiendo tejido colindantes e incluso pueden colonizar otros órganos que se encuentran a considerable distancia. Hasta la actualidad el control de la regeneración se continúa atribuyendo única y exclusivamente a la célula y más concretamente a los genes que contienen el ADN molecular. Sin embargo, vamos a considerar que la regeneración celular está regulada tanto por el sistema nervioso autónomo, como por un sistema especial que relaciona el sistema nervioso central y los órganos en una comunicación entre todas las células corporales con las neuronas que, como mariposas del alma según Santiago Ramón y Cajal, participan en esta fundamental tarea. Si observamos este fenómeno a nivel molecular, consideramos que los genes de las células corporales conectan con los genes de las neuronas del sistema nervioso. Pero, hemos de tener en cuenta que hasta la actualidad no se han aislado o identificado vías nerviosas, mediación bioquímica, hormonal o molecular que den soporte anatómico o físico a este vínculo entre las células del cuerpo y el sistema nervioso, si exceptuamos unas moléculas llamadas péptidos que conectan el sistema inmune y el cerebro. Sin embargo, no todos los científicos consideran que el control que hemos considerado solo se centre en las células somáticas. Rike Geerd Hamer, medico internista alemán, desde hace más de 25 años propone un sistema que contempla la conexión entre las células del cuerpo y las neuronas del Sistema Nervioso. Este autor, según un estudio empírico, localiza con el TAC (Tomografía axial computarizada) unas imágenes circulares que evolucionan en sintonía con el transcurso de enfermedad en cada órgano o sistema corporal afectado. Estas imágenes, una vez comprobado que no son artefactos de la misma maquina de rayos X, se observan sincrónicamente en zonas del cerebro y órganos y correlacionan las distintas áreas cerebrales y su correspondencia orgánica. Hamer ha verificado esta correspondencia en más de 20.000 casos. Por tanto, por esta vía exploratoria ha localizado la conexión entre el SN y los órganos, entre las neuronas y las células. La base biofísica de la conexión neuro-somática Se desconoce la naturaleza biofísica de estos cambios siendo un territorio apenas considerado por la ciencia. Pero hay excepciones: por ejemplo Ervin Laszlo y Amit Goswami conocidos científicos de la física moderna, afirman que un organismo vivo funciona como un sistema quántico macroscópico y está capacitado para efectuar una interconexión dentro de si mismo, entre organismos, y la del organismo con el entorno. A través de una comunicación no local en la que solo es posible comprenderla yendo a parar en manos de la física cuántica. Situados en ella se puede entender esta comunicación entre distintos tipos de células. Así pues, hemos de tener en cuenta estos complejos mecanismos biofísicos que, con los fenómenos que descubre Hamer, contamos con suficientes elementos para proponer lo siguiente: |