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PARÁLISIS CEREBRAL 1. DEFINICIÓN El término Parálisis Cerebral suele emplearse en la actualidad como una denominación general para englobar trastornos muy diversos. Estos trastornos tienen en común que significan una alteración o pérdida del control motor secundaria a una lesión encefálica ocurrida en la etapa prenatal o durante la primera infancia, sea cual sea el nivel mental del niño lesionado. De este modo, bajo la denominación de Parálisis Cerebral se encuentran niños con sintomatologías muy diversas y de pronósticos muy variables. Podemos encontrar desde niños con perturbaciones motoras discretas hasta niños cuya alteración motriz les impide realizar prácticamente cualquier movimiento voluntario; desde niños con una inteligencia normal o superior hasta niños con un retraso mental muy grave, con o sin trastornos sensoriales asociados. La definición de Parálisis Cerebral más comúnmente aceptada procede de los países anglosajones: “Secuela de una afectación encefálica que se caracteriza primordialmente por un trastorno persistente, pero no invariable, del tono, la postura y el movimiento, que aparece en la primera infancia y no sólo es directamente secundario a esta lesión no evolutiva del encéfalo, sino que también se debe a la influencia que dicha lesión ejerce en la maduración neurológica.” (Barraquer, Ponces, Corominas y Torras, 1964, p.7) La parálisis cerebral no es una enfermedad, sino un cuadro o estado patológico, por ese motivo debe tenerse en cuanta que la parálisis cerebral no puede curarse en sentido estricto. Cuando existe la lesión, esta es irreversible. Aunque lo cierto es que si la atención, la rehabilitación física y la educación del niño son correctas, se pueden conseguir progresos muy importantes, que le acercarán a un funcionamiento cada vez más normalizado. Las facultades de substitución y compensación de los centros cerebrales no lesionados son muy importantes, y lo resultarán cuanto más precoz sea la intervención oportuna. Además el desarrollo de ayudas técnicas o prótesis que faciliten de forma substitutiva o compensatoria, el control postural, el desplazamiento, la comunicación y el lenguaje, el trabajo escolar, el control del entorno, la ocupación laboral y del ocio de personas con afectaciones neuromotoras de diversa consideración está experimentando un gran progreso. También hay que aclarar que el concepto de P.C. no incluye lesiones evolutivas como las producidas por un tumor cerebral o por enfermedades degenerativas. Es una lesión no evolutiva del encéfalo. Sin embargo, las consecuencias de la lesión sí varían a lo largo del desarrollo del niño. Por una parte, se observan variaciones relacionadas con los aspectos biológicos del calendario madurativo. Y por otra parte, una intervención eficaz, como ya hemos dicho, puede mejorar enormemente la capacidad funcional del individuo, y además la no intervención puede significar un retroceso, a veces difícilmente reversible. El término P.C. no incluye tampoco lesiones localizadas en el sistema nervioso central que estén en estructuras distintas del encéfalo, ni los trastornos ocasionados por lesiones encefálicas ocurridas después de la primera infancia. Lo que resulta característico de la P.C es el hecho de que las lesiones encefálicas producidas durante el tiempo en el que se está constituyendo, madurando y organizando el sistema nervioso central, además de sus secuelas directas, produce secuelas más generalizadas debidas a la influencia de la lesión sobre el curso global de la maduración neurológica de la persona. Por último cabe destacar lo que afirma Mas Dalmau, que la P.C. no es ni “parálisis” ni “cerebral”, puesto que no consiste en la paralización de partes del cuerpo, ni mucho menos del cerebro, tal como la definición sugiere. Consiste en un trastorno motor complejo que puede incluir aumento o disminución del tono en determinados grupos musculares, alteraciones de la postura o equilibrio y/o de la coordinación y precisión de los movimientos. Asimismo, aunque pueden existir múltiples trastornos asociados a la disfunción motora, a menudo las dificultades intelectuales y muchas otras funciones recogidas por el cerebro se encuentran intactas. 2. INCIDENCIA: Ocurre en dos de cada mil niños nacidos vivos y está aumentando en los últimos años debido a la mayor supervivencia de los niños en el parto y a que se frenan las amenazas de aborto, es decir, mayor número de abortos salen adelante. 3. ETIOLOGÍA La lesión cerebral que origina la P.C. puede obedecer a tres grupos de causas: las prenatales, las perinatales y las postnatales. a) Causas prenatales: Entre las enfermedades prenatales destacan:
b) Causas perinatales: Entre estas causas destaca la anoxia y la asfixia por obstrucción del cordón umbilical o por la anestesia suministrada en cantidad excesiva o en un momento inoportuno, o por un parto demasiado prolongado, o por una cesárea secundaria, etc.; los traumatismos ocurridos durante el parto, a veces por utilización de fórceps; los cambios bruscos de presión debidos por ejemplo a una cesárea. La prematuriedad o la hipermadurez pueden también, en algunos casos, traer complicaciones que desemboquen en un daño cerebral. c) Causas postnatales: Deben ocurrir durante los tres primeros años de vida, mientras madura el sistema nervioso. Las más destacables son:
El conocimiento de los factores etiológicos de la P.C. Permiten establecer una serie de medidas preventivas primarias. Por otro lado, permite definir los niños de riesgo. A parte de la prevención primaria dirigida a disminuir la incidencia del trastorno combatiendo las causas que lo producen, se deben contemplar las medidas de prevención secundaria y terciaria. La prevención secundaria tiene como objetivo reducir los efectos del trastorno cuando ya se ha producido, reduciendo la gravedad de su evolución; se caracteriza por el conjunto de actividades médicas, educativas y de apoyo a la familia durante los primeros años de vida. La prevención terciaria incluye todas las actividades de intervención y capacitación que pueden desarrollarse durante toda la vida, y que se orientan a reducir los efectos del déficit en la vida familiar, escolar o laboral de la persona, optimizando la relación social, la calidad de vida y la satisfacción personal. 4. Clasificación de las Parálisis cerebrales Las parálisis cerebrales infantiles se clasifican atendiendo a diferentes criterios: 1. Según las extremidades afectadas, es decir, la topografía corporal:
2. Según dónde se localiza la lesión y según el síntoma más predominante:
5. Síntomas de la PARÁLISIS CEREBRAL Los síntomas de la parálisis cerebral dependen de la localización de la lesión. Tenemos por un lado los síntomas derivados de la lesión periférica que van a ser más específicos, más puros y determinados; y los síntomas de las lesiones centrales cuya sintomatología es más variable, amplia y menos específica:
Para adquirir el desarrollo normal han de desaparecer los reflejos primarios y desarrollar un tono muscular determinado. En los PCI la adquisición de los movimientos va a ser lenta y desordenada, pueden persistir reflejos primarios y aparecer patrones motóricos anormales. La dificultad es que los síntomas motóricos no serán específicos, no serán fáciles de reconocer ya que la sintomatología motórica no nos llama la atención hasta después del primer año de vida. Tampoco hay un síntoma característico o clave para identificar al niño con parálisis cerebral. Aún así, hay algunos datos que nos deben mantener alerta: antecedentes de enfermedad en el embarazo, partos con alguna complicación, presencia de algún cuadro agudo en el recién nacido (convulsiones, shock, hemorragia intracraneal, etc.), pérdida de peso superior a los normal en los prematuros, ausencia del reflejo de succión, persistencia del reflejo de Moro, actitudes posturales extrañas (aumento del tono flexor), gritos raros, si el psiquismo del niño es normal con aparición precoz de la sonrisa a la madre debemos sospechar de una PCI. Síntomas más específicos:
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