 REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DE EDUCACIÓN SUPERIOR
UNIVERSIDAD DE CARABOBO
FACULTAD DE INGENIERÍA
ESTUDIOS BÁSICOS
DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
MATERIAL NÚMERO 7: BIOÉTICA EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Valencia, Venezuela. Año 2007

| BIOÉTICA: DESDE LAS BIOTECNOLOGÍAS
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Eugenesia e ingeniería genética
La eugenesia del pasado
Si bien la eugenesia como estudio de las posibilidades de mejoramiento del patrimonio hereditario, no apareció hasta finales del siglo XIX, la preocupación y el deseo de preservar y mejorar la calidad de la especie humana proviene de muy antiguo. Fue Francis Galton, primo de Charles Darwin, quién, el 1883, introdujo el término eugenesia (del griego eu, bueno y genos, nacimiento, raza) y quién replanteó el problema de la mejora poblacional; pero griegos y romanos, entre otros pueblos, ya tomaron medidas eugénicas. El infanticidio fue una de ellas. Platón y Aristóteles lo exigían para los recién nacidos con malformaciones y el Derecho Romano reconocía la potestad del padre de matar al hijo deforme. En contra, el cristianismo, desde sus inicios, condenó tal medida eugénica.
 Se ha hablado de eugenesia negativa y positiva. La negativa hace referencia a la eliminación de los portadores de defectos físicos y psíquicos; la positiva, al aumento de frecuencia de las cualidades deseables de una población. El infanticidio puede ser visto como eugenesia negativa, pero ésta aspiraba a más: se proponía evitar no tan solo el nacimiento sino también la concepción de individuos afectados con defectos físicos y psíquicos. Desde muy antiguo, la eugenesia positiva se ha aplicado a la mejora de plantas de cultivo y de animales domésticos. Inspirado en estos modelos, dícese que Federico el Grande de Prusia hacía casar sus valientes granaderos de Pomerania con chicas muy bellas.
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El siglo XX ha estado marcado por las prácticas eugénicas. En sus primeras décadas, diferentes estados de EE.UU. promulgaron y aplicaron leyes de esterilización de personas con alguna supuesta deficiencia. A mediados siglo, el nazismo, inspirado y estimulado por criterios eugénicos, practicó horrorosos experimentos con el objetivo de asegurar la superioridad de la raza aria. En la segunda mitad del siglo, en Escandinavia, hasta entrado el año 1975, se aplicaron medidas de esterilización forzada; durante décadas, el silencio cubrió esta práctica y en el 1995 se indemnizaron mujeres víctimas de esta práctica
De la genética a la ingeniería
Cien años después del descubrimiento de las célebres leyes de Mendel sobre la herencia (del 1866), la genética había adelantado poco en relación a los avances de las otras ciencias. Se habían identificado y contado las cromosomas humanos y, en el año 1953, James Watson y Francis Crick habían descubierto la estructura en doble hélice del ADN (el Ácido DesoxirriboNucleico es el soporte de la información genética). Fue con los primeros experimentos de clonación humana, por división de un embrión inicial, el 1973, cuando la genética recibió su gran impulso iniciándose lo que hoy se llama ingeniería genética. Poco después, el 1978, nació en gran Bretaña el primer neonato probeta, concebido por fecundación in vitro. Pero lo que consolidó y abrió un mundo nuevo a esta ingeniería fue, a finales de los años setenta, el desarrollo de la biotecnología de recombinación del ADN, una tecnología que permite aislar, amplificar, identificar, cortar y empalmar fragmentos específicos del ADN. Por ingeniería genética se entiende, pues, el conjunto de técnicas de biología molecular que permiten manipular el ADN de una célula, estudiando e identificando los genes, modificarlos y trasplantarlos a otro organismo.
Esta manipulación, afirman diversos investigadores, va a hacer posible fabricar in vitro embriones «enriquecidos» con genes de acuerdo con los deseos de los padres. Según otros investigadores, esta gestión y control de los genes, ésta «purificación» del genoma, es una quimera: en cada generación surgen nuevas anomalías genéticas.
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 entajas y riesgos Algunos temen que la ingeniería genética llegará a ser una nueva eugenesia. Otros aseguran que las ventajas superarán en mucho a los posibles abusos. Se perfilan posibilidades, interrogantes y riesgos. ¿Se impondrá un modelo fenotípico, una "normalidad" a la cual los padres querrán ajustar sus hijos? ¿Se va a producir un empobrecimiento de la diversidad genética? ¿Van a tener los padres libertad de acción frente a los influyentes intereses comerciales? Recordemos que ésta biotecnología implica altísimos costes y son objeto de las inversiones de muchas multinacionales. La Bioética tiene que formular interrogantes y no tener miedo al progreso, pero sí ha de estar atento a los intereses del hombre que administra el progreso. 2. Clonación
Clonación reproductiva
La clonación es la reproducción no sexual de individuos genéticamente idénticos a un individuo original. Se pueden clonar genes, células u organismos. Uno de los casos más espectaculares de clonación fue el de la oveja Dolly. En febrero de 1997, el investigador británico Ian Wilmut y sus colegas anunciaron que, con un nuevo tipo de biotecnología, habían conseguido una oveja genéticamente idéntica a otra; había nacido el julio de 1996.
El método de clonación más frecuente consistía, anteriormente, en «cortar» en dos un embrión probeta resultante de la unión de un óvulo y un espermatozoide y, acto seguido, implantar las dos mitades en madres portadoras para su gestación: se obtenían dos individuos clones. El método utilizado en la fabricación de la oveja Dolly era revolucionario; no había que pasar por un embrión probeta obtenido de un óvulo e in espermatozoide. La oveja Dolly fue resultado de la unión del núcleo de una célula de glándula mamaria de una oveja (el animal que se quería clonar) y de un óvulo al que previamente se le ha extraído el núcleo. Óvulo y núcleo se implantan a una madre portadora para la gestación. La obtención de la oveja Dolly, por clonación, requirió 277 embriones, de los que 29 fueron transferidos a una oveja hembra, consiguiéndose sólo 13 embarazos y un solo nacimiento.
La clonación de animales, si se toman las precauciones y no se afecta a la biodiversidad, puede ser beneficiosa. Pero los temores se agudizan cuando se insinúa la posibilidad de clonación de individuos humanos; posibilidad prohibida por la legislación de muchos países y por la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos. Ahora bien, el hecho de que la ciencia casi siempre ha avanzado transgrediendo límites y el secreto en que se llevan muchas investigaciones, puede generar sospechas sobre el respeto de los límites éticos.
Recordemos que en las clonaciones de animales un número importante de embriones no llegan en nacer o llevan a animales con deformidades. La aplicación de esta técnica a los seres humanos implica el alto riesgo de crear humanos con notables deformidades. La clonación reproductiva humana cuando sea tecnológicamente viable, se abrirá un nuevo debate ético de grande repercusión para el futuro de la humanidad.
Clonación terapéutica, las células madre
La clonación terapéutica es la generación de células madre embrionarias genéticamente idénticas a las de un paciente que, una vez diferenciadas y transformadas en células especializadas (tejidos), se transplantarán al mismo paciente sin riesgo de rechazo. Se produce una regeneración celular de un paciente mediante transferencia de material celular propio.
El método utilizado en la clonación terapéutica es, inicialmente, parecido al de la clonación reproductiva. Se transfiere el núcleo de una célula somática de un determinado paciente a un óvulo anucleado, es decir, que se le ha extraído el núcleo. El resultado de la unión es la generación de un embrión genéticamente idéntico al paciente; de este embrión, en etapa de blastocito, se obtendrán las células madre embrionarias pluripotentes o totipotentes, es decir, con posibilidad de devenir cualquier tejido corporal, órgano o célula especializada. Obviamente, la obtención de tejidos, partiendo del cultivo de células madre, implica la destrucción en laboratorio del embrión generado por esta finalidad terapéutica. El último paso consiste en el trasplante al paciente de las células o tejidos convenientes sin riesgo de rechazo.
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 a investigación en este tipo de clonación está en marcha. Recordemos que en noviembre de 2001, la empresa Advanced Cell Technology comunicaba que ya había realizado la primera clonación de un embrión humano con objetivo terapéutico. Muchos biólogos afirman que las investigaciones en el ámbito de las células madre marcarán la biología de la próxima década. Los beneficios terapéuticos parecen muy elevados; pero, por otro lado, se denuncia la destrucción de gran número de embriones humanos en este proceso de investigación. Según sus detractores, se trata de una clonación humana parecido a la clonación reproductiva; según sus partidarios, clonación reproductiva y clonación terapéutica son prácticas muy diferentes.
El filósofo Jesús Mosterín, en su libro Ciencia viva. Reflexionas sobre la aventura intelectual de nuestro tiempo, elogia las brillantes perspectivas morales de las células madre. ¿Qué es preferible, recibir órganos de un donante (animal o persona), con todos los riesgos que implica, o bien ser autosuficiente? «El ideal moral consiste en no sacrificar ni explotar a ninguna criatura, sino en ser uno mismo autosuficiente, curarse uno con sus propios recursos y sin hacer sufrir a los demás, ser uno su propio donante de órganos y tejidos, sacar las piezas de repuesto que necesite de la clonación de su propio material celular»
3. Proyecto Genoma Humano
A partir de 1985, un gran número de investigadores encabezados por James Watson, el codescubridor de la estructura del ADN, concibieron la posibilidad de investigar las instrucciones presentes en el conjunto de los genes humanos. Esta ambiciosa y costosa posibilidad fue identificada con el nombre de Proyecto sobre el Genoma Humano.
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 n gen es una porción de ADN que, solo o asociado a otros, es responsable de la realización de una característica. El conjunto de genes de un organismo constituye el su genoma. El genoma, conservado en el ADN, se el programa hereditario de un ser vivo, un programa que determina las funciones biológicas de éste ser vivo. A medida que han adelantado las búsquedas, se han ido reduciendo las estimaciones sobre el número de genes que constituyen el genoma humano: de los 100.000 iniciales se pasó a hablar de 60.000 a 80.000 genes, y en el 2001 la estimación era de 30.000 y pico genes. Las instrucciones, como en todo ser vivo, se hallan codificadas mediante secuencias de cuatro bases: la adenina, la [tianina], la citosina y la guanina, simbolizadas, sucesivamente, con A, T, C y G.
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 l 1990, el Proyecto del Genoma Humano ya estaba en marcha. Si bien varios países participaban en el Proyecto, su principal impulsor fueron los EE.UU. con un presupuesto anual de unos 200 millones de dólares. El objetivo de este Consorcio Público consistía en localizar e identificar todos los genes del ADN antes del 2003. Este objetivo suponía conocer la secuencia de la totalidad de los genes presentes en los cromosomas, es decir, un catálogo o mapa del genoma humano. El resultado sería la secuencia de tres mil millones de letras (una alternancia de A, T, C y G, que indican las cuatro bases) que compone los genes de los 23 cromosomas. El paso siguiente y complementario sería comprender las funciones codificadas de cada gen e identificar los genes responsables de las enfermedades genéticas.
El Proyecto incluía elaborar mapas y secuencias de los genomas de organismos evolutivamente sencillos, como modelos de estudio y análisis. Así, el 1998, por primera vez, se había descifrado el programa genético completo de un microscópico gusano, un organismo que tiene muchos genes comunes con el ser humano . El Proyecto incluye, también, el estudio de las consecuencias éticas, legales y sociales que puedan derivarse de la adquisición y utilización de este conocimiento.
El 15 de febrero de 2001, el Consorcio Público presentaba, bastante antes de lo previsto, un primer borrador del genoma. El día siguiente, la empresa privada Celera, creada el 1998 por Craig Venter, asumiendo las investigaciones provenientes del Consorcio HUGO, también comunicaba su propio borrador del genoma. El rápido éxito de Celera se debía a las enormes inversiones hechas por diversas empresas de biotecnología. Obviamente, queda abierto el debate sobre la propiedad, pública o privada, de las investigaciones sobre el genoma humano; sus aplicaciones médicas pueden generar grandes beneficios económicos.
El estudio sistemático del genoma humano, una proeza biotecnológica comparada por algunos a la llegada a la Luna, implicará importantes beneficios médicos, por ejemplo, intervenir en más de 4.000 enfermedades genéticas. Se argumenta que, con diferentes pruebas, se podrán hacer diagnósticos prenatales y, en un segundo momento, iniciar una terapia genética, unas terapias germinales que permitirán modificar o "purificar" el genoma del embrión. En la primera mitad de 1999, la investigación sobre el genoma humano ya había llevado a identificar los genes relacionados con la diabetes, al cáncer de mama y a la enfermedad de Alzheimer.
Pero el proyecto ha recibido diversas críticas, tanto desde el punto de vista técnico como ético o religioso. Se objeta que no se puede hablar de una secuencia genética preestablecida: todos los individuos tienen una secuencia diferente y única: ¿cuál será la secuencia "normal" o punto de referencia? Se ofrecerán multitud de pruebas biogenéticas -todas patentadas y lucrativas- que no se sabe bien a quien beneficiarán. Se critica que el proyecto, con altísimos costes, deja de lado un factor fundamental, el peso del ambiente y la educación a la hora de configurar el ser humano. Por otro lado, ¿quién gestionará esta información? ¿Qué compañía asegurará un individuo o grupo portador de un genoma con predisposición a enfermedades hereditarias?

Actualmente, pese a que la «Human Genoma Organization» (HUGO) intenta coordinar diferentes programas de investigación de dieciocho países, predomina la descoordinación y no siempre se sabe la línea de investigación de determinados grupos. Las legislaciones estatales van bastante atrasadas respeto a los resultados obtenidos y a los intereses de las multinacionales que han hecho sus inversiones.
4. Alimentos transgénicos
¿Qué son los alimentos transgénicos? Son organismos, plantas o animales, que han sido manipulados genéticamente. ¿Como se manipulan? Haciendo uso, especialmente, de la biotecnología de recombinación del ADN: se implanta en las células de determinados organismos como por ejemplo plantas, material genético proveniente de otros organismos dotados de ciertas cualidades, con el objetivo de dotar con estas cualidades al organismo receptor o manipulado. Así, pues, los alimentos transgénicos son organismos modificados mediante ingeniería genética. ¿Qué efectos producen en los animales o humanos que los ingieren? Ésta es la cuestión conflictiva, mucho más cuando investigadores que participan en el Proyecto Genoma Humano han afirmado que los riesgos que comporta son muy desconocidos.
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 nstituciones internacionales han advertido del nuevo peligro que suponen los alimentos transgénicos. Se teme que a la lista negra de efectos nocivos y tóxicos causados por el gran número de plaguicidas y sustancias químicas insuficientemente controladas se habrá de añadir los efectos, por el momento imprevisibles, causados por la contaminación transgénica, tanto o más grave que la contaminación química.
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 ultinacionales especializadas en manipulación transgénica, como por ejemplo Monsanto, son las más interesadas en evitar toda información sobre qué alimentos participan de alguna manipulación genética argumentando que, virtualmente, no hay diferencia entre unos y otros: toda indicación de OMG (organismo modificado genéticamente) sería económicamente perjudicial. Pero, por otro lado, son bastante los especialistas que defienden que «hoy nadie puede prever las toxicidades, las invasiones competitivas o cualquier otra consecuencia inesperada de las plantas transgénicas». Por todo eso, en mayo de 1996, un centenar de científicos hicieron púbico, en París, un manifiesto proclamando la «necesidad de una moratoria respecto a la diseminación en el medio ambiente de organismos genéticamente modificados».
Por otro lado, las semillas de las plantas transgénicas, que pueden aumentar los rendimientos del 15% al 20%, introducen el problema de las patentes de plantas o animales creados. Si una multinacional, haciendo millonarias inversiones, ha conseguido crear un trigo o un arroz de alto rendimiento, el agricultor que las compra ¿tiene derecho a replantarlas una y otra vez? Ciertamente, desde hace más de 10.000 años, los agricultores han reservado parte de las semillas obtenidas en cosechas para la replantación o intercambios; ahora bien, las multinacionales argumentan que las semillas transgénicas son creaciones patentadas y su compra sólo da derecho a plantarlas una vez, cosa que se hace constar en el contrato de compra.
Con el objetivo que no se escapen los beneficios de la inversión, las multinacionales de la biotecnología agrícola han patentado el «sistema de protección tecnológica» (Technology Protection System, TPS), un polémico y controvertido sistema de protección que comporta la esterilización de las semillas. Modificando tres genes de las semillas se consigue neutralizar las semillas obtenidas en la cosecha: si se replanta, la semilla no germina. Éstas semillas TPS son conocidas por sus muchos detractores con el nombre de "Terminator". Los efectos ambientales, económicos y sociales de las entonces Terminator son incalculables.
TERAPIA GÉNICA V. Consideraciones éticas
Desde el punto de vista ético se pueden hacer las siguientes consideraciones:
La TG sólo debería ser aplicada para tratar pacientes con determinadas enfermedades genéticas raras y no como instrumento de un programa social eugenésico que tratara de mejorar el acervo génico humano. La TG, por tanto, no incluye la estimulación genética de características tales como el comportamiento, la inteligencia o el aspecto físico.
La TG sólo se debería intentar cuando no hay otras alternativas terapéuticas o cuando, habiéndolas, suponen un mayor riesgo o una menor acción beneficiosa.
La aplicación de la TG a una enfermedad humana debería requerir la evidencia de que es segura, beneficiosa, técnicamente posible y éticamente aceptable.
La TG de células somáticas para el tratamiento de enfermedades graves puede considerarse ética porque puede ser apoyada por los principios fundamentales de autonomía, beneficencia y justicia.
El tratamiento de células somáticas por medio de la TG no presenta problemas éticos diferentes a los de cualquier otro tipo de terapia experimental tales como la utilización de nuevos fármacos o de técnicas quirúrgicas novedosas.
Friedmann (1989) señalaba que, como sucede con cualquier nuevo procedimiento que se intenta aplicar en medicina, los estudios terapéuticos de la TG se llevarán a cabo sin un conocimiento completo siempre que el peso de las necesidades clínicas supere al de las imperfecciones e incertidumbres técnicas. De hecho el equilibro entre el daño incierto y los beneficios deseados ha sido examinado y ponderado desde instancias religiosas, éticas y del interés público, llegándose a la conclusión unánime de que los estudios y aplicación de la manipulación genética somática realizada con fines terapéuticos deben proseguir.
Como se indicaba en el punto 1, la intención de la TG es corregir defectos genéticos desde un punto de vista terapéutico. Por tanto, ¿cuál sería la valoración ética del uso de una TG cuyo fin no fuera terapéutico sino el de estimular o perfeccionar fenotipos normales? Algunos autores consideran que esta ingeniería perfectiva (enhancement engineering) podría tener connotaciones eugenésicas. Por el momento, el ejemplo más obvio que se podría utilizar es el de transferir el gen de la hormona de crecimiento de algún determinado animal a un niño normal con la intención de que aumentara su crecimiento. Con cierta ironía podríamos pensar que, quizá, a algunos padres les gustaría tener un jugador de baloncesto en la familia.
El Dr. W. French Anderson (1989) consideraba que es necesario establecer una línea de separación entre la terapia génica y la ingeniería perfectiva. Su razonamiento se basa en que la TG somática se considera ética porque está apoyada por el principio fundamental de beneficencia, siendo por tanto un bien moral, mientras que la ingeniería perfectiva puede no ser un bien moral cuando su aplicación perjudica, en vez de contribuir, a la dignidad del hombre. Traspasar esa línea de separación significaría que valores humanos que nuestra sociedad considera importantes para la dignidad del hombre podrían verse amenazados principalmente en dos aspectos: 1) el riesgo médico, y 2) la precariedad moral:
1) Introducir un gen en las células de un individuo para que sintenticen más cantidad de un producto ya existente puede afectar negativamente a muchos otros procesos bioquímicos. Una cosa es corregir un defecto en el genoma de un individuo (TG) y otra insertar un gen con la intención de mejorar o alterar selectivamente una característica pero con el riesgo de poner en peligro el equilibrio metabólico global del individuo. Es decir, en la ingeniería perfectiva los riesgos aumentarían mientras que los beneficios serían considerablemente menos claros.
2) Desde el punto de vista de la precariedad moral, hay que tener en cuenta que la aplicación de la ingeniería perfectiva implicaría una triple problemática: ¿cómo determinar qué genes se deberían transferir? ¿cómo determinar a quién hacer la transferencia génica? ¿cómo impedir la discriminación contra los individuos que reciban o no el gen?.
A las consideraciones anteriores habría que añadir el hecho cierto de que una vez que se hubiera autorizado y empezado la ingeniería perfectiva sería muy difícil detener el proceso, colocándonos posiblemente en un plano inclinado resbaladizo muy peligroso.
Una variante de la ingeniería perfectiva sería intentar alterar o mejorar caracteres humanos complejos tales como la personalidad, la inteligencia, etc. que resultan de la interacción de muchos genes y de circunstancias ambientales (ingeniería genética eugenésica). Aunque por tratarse de caracteres poligénicos no hay posibilidad real de aplicar una terapia génica, no está de más dejar constancia de la valoración ética negativa de tal ingeniería genética eugenésica.
Así como la TG somática ha sido ampliamente aceptada por la comunidad científica y positivamente valorada desde el punto de vista ético, la terapia génica germinal se enfrenta, por un lado, con obstáculos técnicos y, por otro, con disparidad de criterios respecto a su valoración ética. El papel potencial de la manipulación de la línea germinal para la prevención de enfermedades genéticas es mucho menos claro que el de la modificación somática.
La TG germinal plantea cuestiones problemáticas como son la propagación de efectos impredecibles en las generaciones futuras o los efectos a largo plazo que pudieran cambiar las características genéticas de las poblaciones humanas (esto último en el supuesto no muy probable de que la utilización de la TG germinal llegara a "socializarse" a gran escala. En el momento presente, dado que la TG germinal está llena de incertidumbres técnicas y éticas, no debería llevarse a cabo. Sin embargo, algunos autores defienden que la TG germinal sería éticamente válida si se cumplen algunas condiciones, tales como :
que hubiera experiencia previa en la TG somática que estableciera claramente la efectividad y seguridad del tratamiento de células somáticas,
que hubiera estudios adecuados en modelos animales que aseguraran la reproducibilidad, factibilidad y seguridad de la TG germinal utilizando los mismos vectores de transferencia génica y procedimientos que se utilizarían en seres humanos, y
debería haber un conocimiento y aceptación de la técnica por parte de la sociedad.
Aquí podríamos citar como relevantes las posturas de moralistas como Klaus Demmer y Manuel Cuyás para quienes "el que la intervención tenga lugar en células somáticas o en las germinales no implicará diferencia alguna esencial" cuando el beneficio sea cierto.
Hay autores como Friedmann, decidido defensor de la TG germinal, que consideran que podría ser necio y prematuro tomar una postura severa en contra de ella, sugiriendo que la necesidad de un control eficaz de la enfermedad o de impedir el daño de la misma en las primeras etapas del desarrollo o la inaccesibilidad de las celulas a corregir por la TG somática podrían eventualmente justificar la TG germinal. Este último caso sería, por ejemplo, el de las células del cerebro implicadas en enfermedades hereditarias del sistema nervioso central. Una intervención temprana (terapia génica de embrión) que afectara a todas las células del futuro organismo, incluyendo las células germinales, podría ser el único medio disponible para tratar células o tejidos que, de otra manera, no sería posible reparar genéticamente después del nacimiento.
Por su parte, Walters (1986) salía en defensa de la TG germinal frente a la TG somática con la siguiente argumentación: Si la TG somática llega a curar con éxito enfermedades monogénicas recesivas de alta incidencia (por ejemplo, anemia falciforme, talasemia, fibrosis quística, etc.), las personas genéticamente enfermas pero fenotípicamente sanas (porque su defecto genético ha sido corregido por la introducción del gen en las células somáticas adecuadas) transmitirán a sus descendientes el gen deletéreo puesto que sus células germinales no habrán sido corregidas por la terapia génica. Desde el punto de vista de la genética de poblaciones humanas, las personas curadas por la TG somática constituyen un nuevo grupo de individuos homocigotos portadores de una enfermedad genética que, al transmitir sus genes defectuosos a sus descendientes, contribuyen a aumentar la proporción de genes deletéreos en las poblaciones humanas, deteriorando su acervo génico desde el punto de vista evolutivo. Conviene indicar aquí que esta situación no es nueva en las poblaciones humanas actuales donde la curación mediante fármacos de las enfermedades genéticas permite que las personas genéticamente enfermas pero curadas (genotípicamente enfermas, fenotípicamente sanas) puedan transmitir sus genes deletéreos a sus descendientes. La conclusión es obvia: con el avance de la medicina y la farmacología ha descendido drásticamente la tasa de mortandad por enfermedades genéticas a la vez que ha aumentado tambièn drásticamente en la población humana la frecuencia de genes causantes de tales enfermedades. No obstante, como decía Thiessen, "la retención de estos errores genéticos es un precio pequeño que hay que pagar si el defecto es fácilmente corregido a nivel de población".
En el apartado anterior se ha hecho referencia a la terapia génica de embrión en contraposición a la TG somática normal también denominada terapia génica de paciente que se entiende aplicada en individuos ya nacidos independientemente de que sean en edad infantil, juvenil o adulta.
La introducción de genes en la línea germinal se ha llevado a cabo con éxito en diversas especies animales de laboratorio y domésticas inyectando directamente el ADN en los pronúcleos de los cigotos. Sin embargo, este método, que constituiría una terapia génica de embrión puesto que el gen insertado se reproduciría en todas las células del embrión y del futuro individuo adulto (incluyendo, obviamente, la línea germinal), no parece de utilidad en la TG humana puesto que en la mayoría de los casos no podría saberse a priori si dicho cigoto era portador de determinada enfermedad genética. A este respecto, Williamson (1982) criticaba irónicamene la utilidad de la TG de embrión en los siguientes términos: "¿Es necesaria? Para llevar a cabo la TG en un embrión temprano se debe estar seguro de que está afectado por la enfermedad y podría pensarse que los padres, una vez realizada la diagnosis prenatal, preferirían empezar una nueva concepción que considerar la posibilidad de una manipulación genética del embrión. La perspectiva de la TG de embrión me parece a mí -continúa Williamson- una forma ridícula de terapia clínica para una pareja (ambos heterocigotos portadores de la enfermedad) que tiene una probabilidad del 75% de tener un hijo normal (o incluso del 100% si aceptan la diagnosis prenatal y son partidarios del aborto) utilizando los métodos más populares, aceptables y divertidos de procrear que han estado en boga durante muchos años sin la ayuda o el consejo de los biólogos moleculares". Desde el punto de vista ético es evidente que la TG de embrión lleva añadida toda la problemática que supone la manipulación de embriones.
La Declaración Universal de la UNESCO sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos (1997) en su Artículo 24 invita al Comité Internacional de Bioética de la UNESCO a la identificación de prácticas que pueden ir en contra de la dignidad humana, como las intervenciones en la línea germinal, en clara alusión, sin duda, a la TG germinal.
Por su parte, el Convenio relativo a los Derechos Humanos y la Biomedicina (Convenio Europeo de Bioética) de 1997 establece en su Artículo 13 que "únicamente podrá efectuarse una intervención que tenga por objeto modificar el genoma humano por razones preventivas, diagnósticas o terapéuticas y sólo cuando no tenga por finalidad la introducción de una modificación en el genoma de la descendencia". Por tanto, queda prohibida la TG germinal.
En el presente contexto es interesante volver a mencionar que los NIH obtuvieron en Estados Unidos en 1995 la patente de la técnica de TG somática ex vivo puesta a punto en 1990 por los Dres. Anderson, Blaese y Rosenberg. En cambio, la técnica de TG germinal no correrá, posiblemente, la misma suerte. De hecho, en la Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo, relativa a la protección jurídica de las invenciones biotecnológicas aprobada en Julio de 1998, se consideran no patentables los "procedimientos de modificación de la identidad genética germinal del ser humano" (Art. 6.2.b) por considerar su explotación "contraria al orden público o a la moralidad" (Art. 6.1).
Juan Ramón Lacadena
BIOÉTICA
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