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La hora de los agronegocios Las grandes agroempresas son quienes están introduciendo estos cambios en la producción mundial de azúcar y son las que se embolsan las ganancias. Las principales empresas azucareras europeas han aprovechado las reformas relativas de la Unión Europea, por ejemplo, para consolidar su control sobre las cuotas de producción y para producir en ultramar, en zonas con costos más bajos y un acceso preferencial a la Unión Europea. [5] Pero los grandes actores de la industria azucarera del Sur, que tradicionalmente se enfocaron en la producción nacional, comenzaron también a expandirse a ultramar. Por ejemplo, la mayor compañía azucarera de Tailandia, Mitr Phol, está estableciendo actividades en Laos con miras a exportar a la Unión Europea, mediante una empresa conjunta con Tate & Lyle, mientras que la compañía colombiana de azúcar Manuelita se amplió a Perú y Brasil. Sudán y Etiopía se han vuelto objetivos particularmente importantes para los inversionistas del Sur, inversiones que sus gobiernos reciben con los brazos abiertos. El gobierno de Sudán dice que quiere ampliar la producción de caña de azúcar en el país de menos de 200 mil hectáreas plantadas, a 1.7 millones de hectáreas. [6] ![]() También hay nuevos actores en la industria del azúcar, sobre todo en la producción de etanol. Los gigantes del comercio de granos, que hasta hace poco no estaban demasiado involucrados en producir caña de azúcar o remolacha azucarera, ahora se incorporan agresivamente a la industria. Cargill, que ya controla 15 por ciento del comercio mundial del azúcar, hizo hace poco grandes inversiones en la producción de caña de azúcar en Brasil y México, y emprende proyectos conjuntos en refinerías y/o etanol en Siria, India y El Salvador. Incluso ADM, el rey del etanol de maíz de Estados Unidos, hizo su primera gran inversión en caña de azúcar brasileña en 2008, un proyecto de colaboración que abarca dos fábricas de azúcar/etanol y plantaciones a gran escala. Lo mismo ocurre con las empresas de energía y recursos naturales con sede en el Norte y el Sur, sean grandes actores consolidados —como BP— o capitalistas más pequeños del sector minero. El panoramas entonces el de una gran expansión en la producción mundial de azúcar, concentrada geográficamente y en las manos de un pequeño número de empresas que actúan integradas verticalmente en cadenas mundiales de producción y distribución. El auge azucarero de Brasil Es en Brasil donde las tendencias de la producción mundial de azúcar se hacen sentir más. Allí, la industria azucarera está cada vez más concentrada en pocas familias, conocidas en Brasil como los barones del azúcar, y en unas cuantas compañías extranjeras, que habitualmente actúan asociadas entre sí. Con el aluvión de inversiones extranjeras al sector azucarero de Brasil —9 mil millones de dólares sólo para producir etanol en 2006—, los barones del azúcar han consolidado sus posiciones y reestructurado sus empresas con el fin de captar esos flujos de inversión. Algunos incluso pusieron sus negocios familiares en la bolsa de valores brasileña. Es frecuente que los inversionistas extranjeros acaparen las participaciones mayoritarias o las acciones minoritarias, dejando que los barones del azúcar supervisen las operaciones agrícolas —si bien los inversionistas extranjeros están empezando a adoptar un papel más dominante (ver Cuadro 2). Los ingenios de propiedad extranjera procesaron 12 por ciento de la caña de azúcar brasileña durante el periodo 2007-2008, mientras que a comienzos de la década procesaban menos del 1 por ciento. Si se incluyen los ingenios en que los capitales extranjeros tienen la minoría accionaria, esta cifra salta al 23 por ciento. [7] Actualmente es posible identificar apenas algunos cuantos conglomerados —redes de empresas transnacionales y familias del azúcar— que controlan gran parte de esa industria. Los tres principales están conformados en torno a Cosan, Crystalsev y Copersucar, que, según Maurílio Biagi Filho, director de Crystalsev, poseen cerca de un tercio de los ingenios azucareros de Brasil. [8] Con el auge azucarero de Brasil, la producción se movió del noreste del país al centro sur, donde el terreno es más apto para la producción mecanizada. Millones de hectáreas de El Cerrado, una región de Brasil comparable a la Amazonía por la riqueza de su biodiversidad, fueron abatidas para abrirle espacio a la nueva producción de caña de azúcar. [9] Los ingenios de esta región son responsables ahora de un 90 por ciento de la producción de azúcar de Brasil, de la cual cerca de 60 por ciento se convierte a etanol.[10] La región se ha convertido en la base del poder de la industria y, con fuerte apoyo del gobierno del presidente Lula, los barones del azúcar de la zona —con sólidas conexiones políticas— y sus socios extranjeros, pudieron fácilmente imponer sus planes de expansión, y están reconvirtiendo vastas superficies de tierra agrícola y bosque a la producción de caña de azúcar. Y si bien la crisis financiera mundial disminuye el ritmo de las cosas, la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), de Brasil, y el Banco Interamericano de Desarrollo pusieron fondos para habilitar la expansión y consolidación de la industria. [11] También se establecieron recientemente varios fondos de inversión privados, con miles de millones de dólares destinados a la compra de tierra en Brasil para reconvertirla a la producción de caña de azúcar. Uno de ellos es el fondo Radar Propriedades, manejado por Cosan, el fondo Calyx, manejado por Louis Dreyfus y el fondo BrasilAgro, manejado por Cresud, compañía de la cual es propietario el barón argentino de la soja Eduardo Elsztain. No es de sorprender que aumenten los conflictos por la tierra en los lugares donde la caña de azúcar se está expandiendo, a la par de la violencia infligida a quienes se atreven a resistir. [12] ![]() El modelo de producción que buscan aplicar los conglomerados del azúcar en Brasil es de gran escala y de integración vertical. Tres cuartas partes de la tierra plantada con caña de azúcar en el país es propiedad de los ingenios azucareros o bien está rentada por ellos, y los 60 mil productores independientes de Brasil, con predios de menos de 150 hectáreas, representan tan sólo 27 por ciento de la producción nacional. [13] Las condiciones de trabajo en las plantaciones cañeras son tristemente famosas por su brutalidad y en la medida en que el poder de las compañías aumenta, han podido explotar más y más a los jornaleros, a quienes generalmente se les paga por la cantidad de caña que cortan. El promedio de toneladas de caña cortada por día en la región de São Paulo se ha duplicado de 5-6 toneladas en la década de 1980, a 10-12 toneladas actualmente —lo que se calcula representa 12 mil golpes de machete diarios. [14] Desde 2000, los cortadores de caña de la región aumentaron su productividad en 11.9 por ciento, pero les aumentaron tan sólo 9.8 por ciento en el mismo periodo. [15] Todos los años mueren trabajadores de agotamiento y el trabajo forzado continúa siendo una práctica generalizada en la industria. La Comisión Pastoral de la Tierra informa que en 2008, 2 164 trabajadores fueron liberados de condiciones de trabajo forzado en las plantaciones de caña de Brasil. [16] El modelo de producción también se vuelve más industrial —máquinas, nuevos cultivares e insumos químicos suministrados por las agroempresas. El auge de la caña de azúcar es la razón principal por la que se cuadruplicó el mercado de plaguicidas de Brasil entre 1992 y 2006, alcanzando un valor de más de 5 mil millones de dólares en 2007. [17] También está generando un nuevo, enorme y creciente mercado para las compañías extranjeras que controlan el mercado de tractores de Brasil. [18] La mecanización reduce la necesidad de mano de obra, liberando en parte a las compañías azucareras de las demandas de los trabajadores y de la creciente crítica internacional por las condiciones de trabajo en las plantaciones azucareras de Brasil. Es también una forma de evitar la práctica común de la quema de los campos antes de realizar la cosecha manual, lo cual tiene gran peso como argumento de los méritos ambientales del etanol brasileño. De hecho, el criterio de “sustentabilidad” elaborado por los importadores de etanol de la Unión Europea y sus abastecedores brasileños, exige la mecanización y, en este sentido, el gobierno brasileño introdujo en 2007 un protocolo que implicará eliminar la quema de campos en 20 por ciento de los predios de caña de azúcar para 2010, y en un 100 por ciento para 2020. En suma, la expansión de la caña en Brasil se caracteriza por un gran control empresarial, conversión rápida y en gran escala de la tierra y un modelo industrial de producción basado en la explotación de la mano de obra y que las agroempresas suministren maquinaria moderna e insumos. [19] Brasil puede ser el epicentro del auge mundial de la producción de caña de azúcar, pero también se suman otros países que siguen el mismo modelo de agronegocios. En efecto, en el escenario internacional Brasil se ha convertido ahora en el principal proponente del etanol a partir de la caña de azúcar, brindando financiamiento, inversiones y tecnología brasileñas a todos los países del mundo que se involucren en producirlo. Monsanto incursiona en azúcar brasileño y más Una parte clave de la historia de la expansión de la producción de azúcar brasileña fue el desarrollo de variedades destinadas a la producción de etanol que se buscó adaptar a la región centro-sur. La mayoría de esas variedades las desarrolló el Centro de Tecnología Canavieira (CTC), una institución semi-privada que estuvo controlada por Copersucar pero que ahora es de un grupo que figura entre las principales fábricas de azúcar del país. CTC solía cobrar regalías a quienes no eran sus miembros, pero ahora niega todo acceso a sus variedades a quienes están fuera de su estructura, lo que equivale a más de la mitad de la producción de azúcar del país. [20] No obstante, un nuevo actor acaba de aparecer en escena y le está restando a la posición dominante de CTC. CanaVialis, la mayor compañía mundial de cultivo de caña de azúcar dentro del sector privado, fue creada en 2003 por varios ex productores públicos con financiamiento del conglomerado brasileño Votorantim, junto con una compañía hermana, Allelyx, dedicada a la biotecnología en caña de azúcar. De manera similar a CTC, CanaVialis trabaja para las principales compañías azucareras, quienes la contratan para que desarrolle específicamente variedades para ellas. CanaVialis firmó hace poco un acuerdo de 25 millones de dólares con Cosan para instalar 10 estaciones de investigación y desarrollar variedades de caña de azúcar. También desarrolló variedades de caña de azúcar para la plantación de caña de Odebrecht situada en Angola. CanaVialis dice que sus variedades abarcan ahora por lo menos el 15 por ciento de la superficie de caña de azúcar de Brasil. En Brasil, entonces, el cultivo de caña de azúcar se ha convertido en una empresa potencialmente rentable, algo que todavía no ocurre en otros lados. Monsanto, la mayor compañía de semillas del mundo, no pasó por alto la jugada. En 2007 se asoció con CanaVialis y Allelyx para desarrollar variedades de caña de azúcar modificada genéticamente resistente al glifosato (Roundup Ready). Luego, a fines de 2008, decidió comprar ambas compañías por 280 millones de dólares, lo que repentinamente catapultó a Monsanto a la posición de la mayor compañía de cultivo de caña de azúcar del mundo. Monsanto tiene claro que su intención es utilizar la red de clientes comerciales de CanaVialis y su colección de germoplasma como plataforma para la introducción generalizada de caña de azúcar transgénica. La caña de azúcar, a diferencia de la soja, es perenne, y lo habitual es que los agricultores replanten cada cinco años, más o menos, y luego utilicen esquejes, no semillas. Así que Monsanto planea vender sus variedades siguiendo el modelo de CanaVialis —trabajando mediante contratos y sociedades con los principales ingenios, que utilizarán las variedades en sus propias plantaciones produciendo bajo contrato con sus proveedores. El mismo modelo podría entonces aplicarse fácilmente fuera de Brasil. CanaVialis ya ha trabajado en el desarrollo de variedades en Angola y California, y las variedades de caña de azúcar del centro-sur de Brasil se cultivan en todas partes del mundo, incluso en Sudán por Kenana Sugar, la compañía integrada más grande del mundo en azúcar. Parte de la estrategia de Monsanto para promover la caña de azúcar transgénica ya la facilitó las variedades de remolacha azucarera Roundup Ready. Estas variedades fueron introducidas en Estados Unidos y Canadá en 2008 y Monsanto cuenta con la aprobación regulatoria para exportarlas a grandes mercados, como la Unión Europea y Japón. Aprobaciones similares podrían concederse a la caña de azúcar Roundup Ready ya que, en ambos casos, se dice que el producto refinado está libre de material transgénico. Esto, por lo menos, es lo que argumentan los proponentes del azúcar transgénico. En Australia, donde tanto Dow como Syngenta colaboran con importantes institutos de investigación pública en caña de azúcar transgénica, la industria azucarera ya formó un grupo de presión para facilitar la introducción de caña de azúcar transgénica —el Grupo de Tecnología Genética de la Caña de Azúcar, que sigue el modelo del grupo de presión de la remolacha azucarera transgénica de los Estados Unidos. [21] Desiertos de caña de azúcar transgénica Así como con todos los demás cultivos transgénicos introducidos hasta ahora en el mercado, la inminente primera generación de caña transgénica incluirá modificaciones que la hagan resistente al herbicida de glifosato, el Roundup de Monsanto. Igual que con la soja transgénica, la supuesta ventaja de estos cultivos de caña transgénica es que simplifican las cosas para la producción industrial a gran escala. La soja transgénica tuvo éxito en América Latina porque facilitó su producción a los inversionistas de los agronegocios, preocupados solamente con obtener ganancias rápidas en grandes extensiones de tierra fértil. Lo mismo pasará con la caña de azúcar transgénica. El rasgo de resistencia Roundup Ready hace que el control de malezas se reduzca simplemente a empapar cada tanto los campos con glifosato. Es un sistema hecho a medida para las grandes multinacionales del azúcar, que están expandiendo su control vertical sobre la producción y distribución mundial del azúcar. Está perfectamente adaptado a sus estrategias de mecanización creciente, en Brasil y otros lugares, y facilitará la conversión de más tierras agrícolas a la producción empresarial de la caña de azúcar, que será utilizada fundamentalmente para etanol. Los productores independientes, de pequeña escala, quedarán completamente excluidos de este sistema, y vastas superficies de tierras que están [ o podrían estar] ocupadas por campesinos y se utilizan para la producción local de alimentos, quedarán transformadas en desiertos verdes de caña de azúcar transgénica. [22] El gobierno brasileño aduce haber identificado otros 44 millones de hectáreas para la producción de caña de azúcar —unas seis veces la superficie actual de caña de azúcar (que ya representa un tercio del total de la producción). [23] Figura 1. Producción Mundial de Azúcar, 1950-2008 (millones de toneladas) ![]() Los impactos sobre el ambiente y la salud que tendría un auge de la caña de azúcar transgénica también serían graves. Aunque la caña de azúcar Roundup Ready pudiera simplificar las aplicaciones de herbicida, la experiencia de la soja Roundup Ready en América Latina demuestra que fomenta el abuso de los plaguicidas.[24] Como los cultivos se modifican genéticamente para tolerar altos niveles de glifosato, se empapan los campos con el producto, que con frecuencia se rocía desde aeroplanos, sin importarles en lo más mínimo el impacto en las comunidades vecinas. Durante el proceso de aprobación de su remolacha azucarera Roundup Ready en Estados Unidos, Monsanto presionó con éxito a la Agencia de Protección Ambiental estadounidense para que aumentara en 5 mil por ciento los residuos de glifosato permitido en las raíces de la remolacha azucarera.[25] El Roundup (glifosato) es un herbicida tóxico que presenta graves riesgos a la salud humana, incluso a niveles bajos. [26] Además, el Roundup Ready seguramente alentará el uso de otros herbicidas. En la caña de azúcar, la práctica común de la agricultura sin labranza con producción mecanizada es depender del glifosato para destruir los rastrojos restantes cuando es tiempo de replantar. Como esta práctica ya no será posible cuando los rastrojos tengan tolerancia al glifosato, el cultivo de caña de azúcar sin labranza seguramente requerirá más herbicidas. La creciente presencia de malezas tolerantes al glifosato y de maíz y soja Roundup Ready, especialmente en América Latina, forzará también a los emprendimientos industriales de cultivo de caña de azúcar Roundup Ready a utilizar herbicidas adicionales. Para resolver esos problemas con su soja, Monsanto dice que pronto introducirá una soja Roundup Ready que también sea resistente al herbicida dicamba —de manera que se puedan rociar ambos herbicidas y se garantice la destrucción de las malezas tolerantes al glifosato.[27] Es frecuente que los trabajadores rurales sean los más afectados por las aplicaciones de plaguicidas. Jorge Chullén, de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, dice que el problema de los plaguicidas para los trabajadores de las plantaciones de caña se ha intensificado en los últimos años, especialmente porque hay una creciente tendencia a que los ingenios le tercericen a contratistas la aplicación de plaguicidas, entre otras labores del campo, evadiendo así sus responsabilidades para con los trabajadores. Chullén describe las condiciones de trabajo en esas actividades tercerizadas como “horribles” y dice que la práctica está deteriorando aún más las condiciones de seguridad de los jornaleros. La caña de azúcar transgénica podría, así, asestar un doble golpe a los trabajadores —aumentando su exposición a los plaguicidas y contribuyendo a un proceso de mecanización que elimina puestos de trabajo en el sector. [28] |