Liderazgo consciente y responsable




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títuloLiderazgo consciente y responsable
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CURSO-TALLER

INTELIGENCIA EMOCIONAL

OBJETIVO


Que los participantes tengan una vida emocional mucho más rica y apropiada; que se sientan cómodos con ellos mismos y con los demás; mucho más equilibrados y sociables. Que puedan ser más solidarios y cuidadosos en sus relaciones personales y laborales. Que puedan incrementar su capacidad de compromiso con las personas y apasionarse con las causas. Que consigan una mayor responsabilidad emocional y estimulen su desarrollo profesional.

PRIMERA SESION. ESTADOS EMOCIONALES


  • Emociones autenticas. Para que sirven.

  • Estados emocionales productivos o improductivos.

  • Inteligencia cultural y social.

SEGUNDA SESION. INTELIGENCIA EMOCIONAL


  • Educando las emociones.

  • Manejo de conflictos emocionales.

  • Toma de decisiones productivas.

TERCERA SESION. ESTIMULACIÓN SENSORIAL


    • Motivación y manipulación

    • El origen de muchos conflictos

    • Autonomía emocional

CUARTA SESION. EL CICLO DE LA EXPERIENCIA


  • Canalización favorable de las emociones.

  • Técnica para eliminar resentimientos.

  • Salud emocional y mental (manejo del stress).

QUINTA SESION. EFICIENCIA ORGANIZACIONAL


  • Liderazgo consciente y responsable.

  • Acertividad o anclaje. (Como "dar en el blanco" siempre).

  • Estados emocionales propicios.


VALOR AGREGADO:

AUTONOMÍA EMOCIONAL. Los participantes ofrecen un mejor servicio al público cuando conservan su estabilidad independiente del estado emocional de los demás (clientes, compañeros de trabajo, problemas familiares).
TRABAJO EN EQUIPO. Mejora la comunicación e integración grupal cuando los participantes desarrollan inteligencia emocional.

ESTADOS EMOCIONALES



Un estado emocional es la condición del individuo que se encuentra temporalmente “sujeto” o bajo la influencia de cierta(s) emoción(es) auténtica(s) o rebusque(s), provocados o “enganchados” por algún estímulo interno o externo determinado o muy particular.
EMOCIONES AUTÉNTICAS
Las emociones auténticas son un poderoso sistema programado genética y culturalmente para la supervivencia del individuo y su especie. Son auténticas porque responden a las necesidades básicas e imponderables del Ser Humano y los animales superiores, funcionando en el organismo como mecanismos automáticos de estimulación, protección y supervivencia.
Son un conjunto muy importante de recursos, que bien utilizados, ayudan al ser humano a resolver problemas o situaciones específicas agradables o desagradables. Cuando se utilizan mal, no se aprovechan adecuada y oportunamente los demás recursos: falla la comunicación, la memoria y el pensamiento racional e intuitivo; la imaginación se desborda y se establecen programas inadecuados en la cultura personal.
Las emociones auténticas del ser Humano son 6 y tienen funciones especificas diferentes, todas útiles y favorables; por lo tanto, ninguna de estas emociones puede ser considerada negativa. Cuando son mal utilizadas, por una programación cultural inadecuada, surgen las emociones negativas o los sentimientos improductivos que provocan una clara disminución de inteligencia.
EMOCIONES AUTENTICAS PLACENTERAS
ALEGRÍA-GOZO.- Emoción auténtica que sirve para ser feliz y disfrutar la vida. Ocurre como resultado de un acoplamiento armonioso o de simpatía entre un fenómeno externo con un interno. Esta emoción produce regocijo y bienestar y se expresa por lo general con una risa franca, placidez facial y relajamiento corporal.
La felicidad es un camino, no una meta como muchos creen y la alegría juega un papel muy importante. Perdemos la felicidad cuando se nos dificulta procesar de inmediato las emociones displacenteras. Por falta de inteligencia cultural, de la cual hablaremos más adelante, difícilmente podemos disfrutar de las maravillas de la naturaleza por la gran cantidad de ideas que lo impiden.




AFECTO.- Emoción auténtica que sirve para unir o acercar ciertos elementos que antes permanecían separados o alejados. Esta emoción nos acerca o apega a personas, animales o cosas y se produce por diversas afinidades vibratorias físicas, intelectuales, culturales, hormonales o espirituales. Produce amistad, cariño, enamoramiento o amor y se expresa con actitudes de altruismo, acercamiento y devoción. Originalmente es unilateral, es decir; se produce de un sujeto hacia el otro y se estimula la correspondencia; pero esta no siempre se da porque depende del interés y voluntad del segundo sujeto.
El afecto y cualquiera de las emociones que tenemos y sentimos, son nuestra responsabilidad; se producen en nuestro organismo y podemos utilizarlas favorablemente. Podemos desarrollar amistad hacia muchas personas, enamorarnos y desenamorarnos a voluntad, conseguir bastante armonía en nuestras relaciones Humanas y también AMOR.
SEXUALIDAD.- Poderosa fuerza instintiva que tiende a reunir los elementos opuestos y complementarios del sexo con fines de procreación y perpetuación de la especie. Juega un papel importante como restaurador de la intimidad y proveedor de caricias o estimulación sensorial, indispensable para la supervivencia del individuo.

EMOCIONES AUTENTICAS

DISPLACENTERAS
TRISTEZA Esta emoción auténtica sirve para conseguir un desapego o para desprenderse del afecto hacia una persona, animal o cosa. Es producida generalmente por la pérdida de algo valioso, por frustración o sensación de impotencia ante el fracaso. Se caracteriza por un tono sentimental desagradable que se manifiesta con suspiros, lágrimas, pasividad o apatía y disminución tónica de los músculos voluntarios.
MIEDO.- Emoción auténtica que sirve para que el individuo quede protegido ante cualquier peligro real o imaginario. Básicamente se protege ante lo desconocido. Se caracteriza por un fuerte tono de desagrado y rechazo, acompañado de una notoria actividad en el sistema nervioso autónomo, con reacciones motoras de temblor, encogimiento, huida, erección capilar, excitación nerviosa y en caso extremo: parálisis.


CÓLERA, IRA, RABIA.- Esta emoción auténtica sirve para vencer obstáculos y miedos; pero fundamentalmente para que el individuo se defienda de las agresiones externas. Es un grupo bastante bien conocido de reacciones emocionales, habitualmente provocadas por injurias o restricciones reales o imaginarias. Se expresa poniendo al individuo a la defensiva o al ataque, debido a una fuerte descarga en el sistema nervioso autónomo.


ESTADOS EMOCIONALES PRODUCTIVOS


Un estado emocional es productivo cuando para el sujeto que lo experimenta y para las personas, animales o cosas afectadas, existe algún beneficio comprobado y una evidente utilidad; por lo que existe cierto grado de interés por mantenerlo, debido al resultado favorable que arroja. En la administración de toda esta energía emocional es importante tomar en cuenta los intereses individuales, pero también los objetivos o intereses fundamentales del grupo y la organización.
Todas las emociones auténticas sirven para atender ciertos asuntos, conflictos o situaciones específicas; las podemos utilizar justamente para eso y también podemos programarnos para expresarlas en el lugar y momento más conveniente y oportuno. Para conseguir esto necesitamos incrementar un poco nuestra inteligencia cultural y social.
Tenemos estados emocionales improductivos, poco productivos o destructivos; cuando no expresamos oportuna y adecuadamente nuestras emociones auténticas o, cuando expresamos cualquier forma de resentimiento o rebusque. Esto necesariamente afecta negativamente al individuo y a la organización.


Los rebusques son sentimientos inadecuados y patológicos fomentados por nuestra cultura familiar y social, que sustituyen a las emociones auténticas. Son emociones reprimidas y acumuladas, que se expresan en forma rebuscada o artificial y que reemplazan a las emociones naturales por causa de inducciones culturales autoritarias como: no llores, no grites, no seas cobarde, se valiente, el sexo es malo, etc...



Cuando nuestro sistema de creencias reprime la alegría, se expresa por sustitución falsa tristeza, angustia, rabia, etc. Si está prohibido el afecto, se expresa vergüenza, ira, timidez, etc. Cuando se reprime la sexualidad, se puede expresar depresión, ansiedad, histeria, rabia u otras deformaciones y perversiones solitarias.

Si se reprime la tristeza se expresa falsa alegría, resentimiento, rabia, etc. Cuando sé prohibe el miedo se expresa temeridad, machismo, sadismo, risa sin causa, falsa alegría, etc. Si está prohibida la ira puede expresarse resentimiento, fobias, falsa tristeza, depresión neurótica, etc.
EL APRENDIZAJE DE LOS REBUSQUES, ES EL APRENDIZAJE DE

COMO NO SER UNO MISMO.




Las emociones auténticas no deben reprimirse o controlarse demasiado, es mejor canalizarlas favorablemente; porque cuando se tienen, de cualquier manera se expresan: en forma natural y espontánea o como rebusque. Cuando pasamos por algún estado emocional determinado, podemos darnos cuenta y aceptarlo, responsabilizarnos de él y usarlo a favor de nuestra productividad individual y grupal.
CRITERIOS DE DIFERENCIACIÓN
Podemos identificar a las emociones auténticas y diferenciarlas de los rebusques, utilizando los siguientes criterios:

  1. Las emociones auténticas son una respuesta a situaciones o estímulos reales y actuales, de tal manera que corresponden en grado de intensidad y oportunidad.

  2. La situación o estímulo produce la misma emoción a un observador.

  3. Las emociones auténticas se expresan con gran intensidad en relativamente poco tiempo. Los rebusques en cambio duran mucho tiempo, con relativa poca intensidad porque "tapan" o bloquean la emoción natural que al no ser expresada sirve de sustentación al rebusque.

  4. Los rebusques sirven como mecanismos de manipulación y control. Las emociones auténticas son mecanismos de supervivencia y perpetuación de una especie en evolución.




INTELIGENCIA CULTURAL Y SOCIAL



¿Cómo funciona una cultura personal?

¿Qué es una cultura personal?

La cultura personal es todo el sistema de creencias, los programas y la información grabadas en el cerebro de una persona. Creencia es la sensación de certidumbre de algo que surge de una idea. Podemos tener ideas sin creer en ellas, hasta que disponemos de suficientes referencias. Cuando sentimos que una idea es cierta, se convierte en creencia.
Las referencias que podemos utilizar para sostener, reforzar o sustituir creencias son ilimitadas; provienen de cualquier experiencia, hábito, tradición, emoción, orden, decisión, conclusión, consejo, análisis, intuición, imaginación, información, pensamiento, etc.
El ser humano tiene un sistema de pensar y sentir que funciona como un dinámico sistema de programas e información. Son grabaciones que se reproducen en cualquier momento, en forma de palabras y movimientos simples o complejos. Se trata de un sistema dinámico que se estructura y reestructura a cada momento.
Mucha gente cree que las circunstancias son las que gobiernan y controlan sus vidas, y que el ambiente las ha hecho tal como son. Esto es falso. No son las circunstancias las que nos modelan, sino las creencias de lo que significan para nosotros estas circunstancias.
Por tradición, la mayoría de las personas no deciden conscientemente lo que van a creer (su sistema de creencias). Sus creencias se basan, a menudo, en una mala interpretación de experiencias pasadas, propias o ajenas. Una vez que adoptan una creencia, olvidan que sólo se trata de una interpretación e insisten en que se trata de una realidad incuestionable que no pueden o no deben modificar. Pocas veces cuestionan las creencias del pasado, de ellos mismos o de sus padres y abuelos, creencias ancestrales que mantienen por tradición y convencionalismo social.
El cerebro humano es capaz de identificar pautas similares, organizar y sintetizar todas las referencias que giran alrededor de una idea, para convertirla en creencia; también puede organizar todas las ideas y experiencias que giran alrededor de una creencia para convertirla en un valor cultural, programa o condicionamiento, puede acumular y ordenar todo el conocimiento que va adquiriendo, e incluso dar consistencia a egos completos que saben cómo hacer las cosas, como el ego padre, maestro, doctor, ingeniero, esposo, secretaria, enfermera, estudiante, etc.




Éste es el mecanismo con el que hacemos muchas generalizaciones que nos permiten o nos impiden ser, hacer o tener lo que deseamos. Sin esta sensación de certidumbre seríamos virtualmente incapaces de salir de casa, manejar una bicicleta, nadar, conducir un auto, llevar una relación de pareja, tomar o dejar responsabilidades y desarrollar cualquiera de nuestras muchas actividades de todos los días.
Pero estas generalizaciones también pueden producir severas limitaciones, que afectan nuestras decisiones futuras acerca de lo que somos y podemos hacer o tener y no son más que interpretaciones, muchas veces falsas o deficientes, de experiencias reales o imaginarias de nosotros mismos o de otras personas.

Los condicionamientos culturales son creencias con un fuerte contenido emocional que nos colocan en un punto de equilibrio entre dos fuerzas, una que nos impulsa a realizar algo y otra que nos lo impide. El deseo y la voluntad de hacer nos impulsa, y alguna experiencia del pasado que preserva la emoción de “allá y entonces” nos detiene. Los programas son una secuencia de instrucciones que nos indican cómo, cuándo y dónde deben hacerse las cosas, como caminar, hablar, comer, bailar, dormir, lavarse los dientes, reír, etc. Cuando el programa se mezcla con las emociones, no puede dejar de realizarse en cuanto se percibe el estímulo o la sensación que lo activa; por ejemplo, fumar, tomar, jugar, hacer deporte, comer, porque, además, puede estar asociado con alguna necesidad importante. Los valores son creencias de gran significado, importancia y validez para el que los tiene.
Ante los estímulos circunstanciales de la vida diaria, las personas pueden reaccionar en forma adecuada, conveniente, constructiva o productiva; pero mal programadas reaccionan en forma inadecuada, inconveniente, destructiva o improductiva.


Existe una relación muy estrecha entre el sistema de creencias y el de conductas, ya que interactúan entre sí. Las creencias se ratifican o rectifican con la experiencia y, desde luego, con la realidad.


Debido a que estamos acostumbrados a creer sin cuestionar, investigar o confrontar con la realidad, tenemos una gran cantidad de creencias falsas y conductas no productivas. Todas nuestras creencias actúan como una pantalla que filtra cualquier información incompatible. Cuando tenemos una idea firme (verdadera o falsa) que sentimos, racionalizamos e interpretamos, todo nuestro mundo exterior se vuelve consistente con ella. De esta forma desarrollamos puntos débiles que nos impiden ver las oportunidades porque estamos convencidos de que no existen; pero también fortalezas que nos permiten conseguir lo que sea.
El mundo exterior es un reflejo de lo que está ocurriendo en nuestro mundo interior. Nuestra riqueza financiera y nivel de comodidad están en relación directa con lo que tenemos en la mente. Si deseamos tener éxito afuera, necesitamos tener éxito adentro. Entre más trabajemos en el interior (que es la única parte de nuestra vida que podemos controlar), más rápidamente cambiaremos nuestro mundo exterior. Muchas personas hacen completamente lo contrario, tratan de cambiar el mundo exterior y dejan abandonado el interior, pretendiendo que así van a solucionar sus problemas.

Cuando cambia el sistema de creencias también cambia el sistema de conductas. Casi todos tenemos creencias auto determinantes que nos limitan. Si creemos estar limitados en inteligencia, creatividad, memoria, tiempo, dinero, ventas, hablar en público, ser puntuales o desarrollar cualquier habilidad, justamente eso es lo que obtendremos: limitaciones. La mayoría de estas limitaciones no existen en realidad, sino sólo en nuestra mente. Conviene empezar a cuestionar estas creencias limitativas y desecharlas. Cuando actuamos como si no existieran, simplemente desaparecen.
La cultura personal es, como ya dijimos, el conjunto de ideas, creencias, valores, programas, etc., que hemos adquirido. En otras palabras: representa todo lo que está grabado en nuestro cerebro. Este recurso es susceptible de ser cambiado y puede mejorar si lo atendemos. Es tan importante para el individuo como los programas (software) para la computadora: cuando el programa se actualiza la computadora funciona adecuadamente; de lo contrario, trabaja con limitaciones y deficiencias. El problema es que no se han realizado estudios profundos para trabajar consiente y deliberadamente con este recurso, pero ya contamos con algunos principios que nos pueden servir para desarrollarlo favorablemente.
PRIMERO.- La cultura de una persona o grupo es (aunque no la tome o Acepte) su absoluta y exclusiva responsabilidad.

SEGUNDO.- Los elementos no productivos de una cultura se pueden identificar fácilmente por medio de la actitud o conducta de los individuos y sus consecuencias.

TERCERO.- Cualquier persona o grupo puede modificar o sustituir cualquier elemento no productivo de su cultura, siempre que pueda utilizar adecuadamente sus demás recursos.
Muchos educadores creen que los valores de disciplina, puntualidad, perseverancia, respeto, etc., se deben imponer y practicar o, en el mejor de los casos, enseñar con el ejemplo. Esto es un error, los valores no necesariamente se adquieren así. Los valores se adquieren siempre que las personas deciden tomarlos y consolidarlos en su cultura personal. Luego entonces, en materia de formación valoral los educadores pierden mucho el tiempo sin conseguir los resultados esperados; y tal vez, en ciertos momentos parece que avanzan, pero de repente se nota que retroceden, porque muchos de sus alumnos no tienen esos valores que les proporcionaron, sino, por el contrario, son flojos, indisciplinados, impuntuales e irrespetuosos.


¿Qué hacer con los valores, programas y condicionamientos no productivos de nuestra cultura personal ?




Considero muy importante que empecemos a decirles a nuestros hijos o a nuestros alumnos que son ellos los únicos responsables de su cultura personal, que pueden formarla y transformarla con inteligencia. A esta posibilidad la vamos a llamar inteligencia cultural. A los estudiantes les podemos explicar en qué consiste y cómo funcionan los valores culturales, pero lo más importante es que sepan que ellos, y solamente ellos, son los que van decidir si los tienen y los consolidan, o no.
Conviene trabajar con el razonamiento para interpretar cualquier valor, programa, condicionamiento o experiencia de una u otra forma para comparar y concluir con lo más conveniente; también usar la intuición para no engañarnos, así como para evaluar constantemente la productividad de nuestra conducta.
Las personas que se dan cuenta de todo esto, al reconocer algunas creencias destructivas y poco productivas de su cultura personal, empiezan a transformarlas. Por su grado de arraigo, ciertos valores se reorientan fácilmente cuando las personas desean hacerlo, y otros requieren de mayor trabajo y recursos.
Para que podamos utilizar y aprovechar favorablemente todas y cada una de nuestras emociones auténticas, es indispensable realizar algunos cambios en la programación cultural que las controla, reprime y pervierte. Al modificar estas grabaciones vamos a darnos permiso de sentirlas y expresarlas oportuna y adecuadamente; incrementando al hacerlo, nuestra capacidad de responder prudentemente y con acierto; aunque las relaciones Humanas sean por demás complicadas y conflictivas.
Técnica para modificar o incorporar elementos importantes de nuestra cultura personal


  • Darnos cuenta de las creencias, programas o valores que nos conviene tener o modificar y qué ideas los sustentan.

  • Definir la idea básica de la creencia que deseamos tener.

  • Redactar esa idea en términos positivos.

  • Decretar la idea en nuestra cultura personal.

  • Visualizar cómo funciona en todas las áreas de oportunidad.

  • Reforzar esa idea con emociones, referencias, experiencias, otras ideas, repetición, etc.

  • Confirmar que ya se tiene la nueva creencia y que está funcionando correctamente.

  • Promoverla.


PRINCIPIOS
El conjunto de conocimientos, experiencias y valores de un individuo conforman su "ideología" sobre educación, arte, política, justicia, religión, etc., y todo esto gira alrededor de ciertos principios. Las ideas o creencias fundamentales de una persona sobre los diferentes tópicos de su existencia son precisamente su cultura. En la conducta humana se revela esta cultura. Podemos hablar de un sistema de conductas producto de una cultura y no de la casualidad. La gente no actúa por casualidad, se orienta por sus principios y responde a los condicionamientos que le impone su cultura.
Nuestra cultura social nos educa insistentemente en la idea de que, mientras más cosas poseamos, más valdremos como individuos... la premisa es: "Cuánto tienes, cuánto vales." Así, tratamos de reunir con desesperación y sin darnos cuenta, violentamente y sin escrúpulos, la mayor cantidad de dinero y bienes materiales.
Hoy en día nuestros principios parecen ser:

En primer lugar: TENER,

En segundo lugar: HACER o trabajar mucho para lograr tener más y...

En tercer lugar: SER, lo que sea, con tal de hacer lo necesario para tener más.”1
En consecuencia, vivimos en un estado de tensión y angustia insoportables, ya que, sin darnos cuenta, sentimos que el reloj está en nuestra contra y ello nos obliga a darnos prisa por obtener más y más cosas, y con esto –supuestamente– lograr ser más y mejores, produciendo a nuestro paso violencia, avaricia, odio y rencor.
En cualquier área podemos comprobar la orientación materialista de nuestra cultura. Si le preguntamos a la gente para qué trabaja, casi siempre contestará que lo hace para ganar dinero y comer; en segundo lugar, dirá que lo hace porque le gusta su trabajo. Poca gente dirá que está trabajando para lograr ser lo que quiere Ser o para mejorar su conciencia y sentido de responsabilidad.
Muchos de nosotros vivimos por TENER y entregamos nuestro tiempo, esfuerzo, salud y bienestar para tener más. Nunca llegamos, ni llegaremos a estar satisfechos. Tal vez al morir nos demos cuenta de que todo fue inútil, porque no nos llevaremos nada. Tendremos que regalar nuestras pertenencias y es posible que dejemos problemas, envidias y rencores a nuestros herederos.
Hay demasiada gente que vive enajenada con sus posesiones y siente que éstas son parte de sí mismos (del Ser) y cuando las pierde o se las arrebatan, parece que les estuvieran desgarrando uno de sus miembros.
Otros se enajenan con lo que hacen, con su rol profesional, posición social o poder político; con sus relaciones interpersonales o lo que la gente piensa de ellos. Nada de esto forma parte del Ser.”2
Cuando analizamos las consecuencias de esta primera jerarquía de valores, nos damos cuenta de que nos convendría cambiar de inmediato, sobre todo porque se ponen en juego los valores primarios de nuestra cultura personal, y si en este punto nos equivocáramos, todo lo demás sería un error.




EN PRIMER LUGAR: SER, esfera primordial donde se encuentran el PENSAR y el SENTIR con todos sus recursos. Aquí es indispensable contar con un buen sistema de creencias y valores que nos permita utilizarlos y desarrollarlos en forma productiva.

EN SEGUNDO LUGAR: HACER, que representa toda actividad, trabajo y comunicación que lleva al SER a su pleno desarrollo.

EN TERCER LUGAR: TENER, posesión de todo lo necesario para realizar las actividades o HACER el trabajo que conduzca al SER a su desarrollo, pero también a llevar una vida digna y decorosa.
Con esta nueva jerarquía de valores actuamos y tenemos para Ser, en lugar de Ser y actuar para tener. Tener deja así de ser un fin en sí mismo y se convierte en un medio para desarrollarnos plenamente como SERES HUMANOS.
RIQUEZA
Todos tenemos TIEMPO, INFORMACIÓN, BIENES MATERIALES, DINERO y RELACIONES AFECTIVAS. Esto es lo que vamos a considerar como los BIENES más importantes del hombre productivo, que en cantidad y/o calidad constituyen su riqueza personal.
TIEMPO.- Es uno de los bienes más importantes, aunque su valor real se observa cuando lo usamos. Con frecuencia, por mal uso, no tenemos tiempo para atender asuntos de vital importancia y somos poco productivos. Paradójicamente, el tiempo es uno de nuestros bienes más preciados, pero casi siempre es el más desperdiciado.
Conviene hacer primero un diagnóstico del uso que hacemos del tiempo, y después un plan que nos ayude a mantenernos cerca de lo que queremos y lejos de lo que no queremos. Tomando conciencia de cómo usamos nuestro tiempo, podemos hacer a un lado las excusas y justificaciones que sirven para evadir compromisos y responsabilidades: "es que no tengo tiempo", "voy a ver si el tiempo me lo permite".
Tener tiempo suficiente produce una especial satisfacción. Existen personas que sacan adelante todos los días su trabajo, conviven con su pareja, con sus hijos, familiares y vecinos. Además, se dan tiempo para hacer todo aquello que posteriormente les reditúa en bienestar y satisfacción personal.
Llevar a cabo las metas que nos proponemos, poniendo el tiempo a nuestro servicio, es una habilidad que adquirimos y practicamos como cualquier otra. En el trabajo podemos habituarnos a llevar una bitácora o diario que nos permita darnos cuenta de lo que hacemos con nuestro tiempo. Cuando esto se convierte en hábito, la revisión es realizada por el cerebro automáticamente. De esta forma, otorgamos al tiempo el valor que merece.

INFORMACIÓN.- La riqueza de este bien depende de la forma en que lo utilizamos. Cuando nos sirve para presumir que la tenemos, sin darle una aplicación práctica, somos tan miserables como aquellos que no la tienen. Algo parecido ocurre con el dinero.
Cuando utilizamos información, la confrontamos con la realidad para ratificarla o rectificarla. En ese momento aprendemos y experimentamos un cambio. Este bien enriquece nuestra conciencia y hace posible nuestro desarrollo y nuestra productividad.
El error consiste en que somos educados para tener mucha información con poca experimentación. Parece que lo más importante es acumular información para conseguir aceptación social, no para aprender a vivir plenamente y en continuo desarrollo.
BIENES MATERIALES Y DINERO. Sobre este particular nos convendría tener un inventario, tanto de los bienes personales como de los de la comunidad, ya sea familiar o laboral, en la que nos encontramos para saber exactamente con qué contamos para desarrollar nuestro trabajo, cómo lo utilizamos y qué estamos haciendo para mejorarlos en cantidad y calidad.
RELACIONES AFECTIVAS. Resulta absurdo que nuestra cultura nos remita cada vez más al aislamiento y a la soledad, porque somos gregarios por naturaleza. No podemos vivir solos y apartados de los demás, necesariamente tenemos que asociarnos a otros hombres y a otras mujeres para trabajar, aprender, defendernos del medio ambiente y convivir. Para satisfacer todas y cada una de nuestras necesidades.
Como individuos, necesitamos unirnos a otros seres humanos, afiliarnos a un grupo y formar parte de él. El aislamiento total es intolerable e incompatible con la salud física y mental. Por eso nos incorporamos a grupos sociales, culturales, familiares, sindicales, empresariales, deportivos, políticos, religiosos, etc. Las personas que logran promover ampliamente sus relaciones humanas afectivas y alcanzan a comprenderlas y perfeccionarlas, llegan a tener un alto nivel de bienestar.
Las personas que creen que pueden vivir solas ignoran la esencia de la vida. Nuestro bienestar y prestigio dependen de cómo nos relacionamos con los demás, de cuántas personas se encuentran alrededor de nosotros y de cuáles son sus valores y riquezas.
LOS VALORES FUNDAMENTALES DE UNA CULTURA PRODUCTIVA
Resulta fácil distinguir una cultura productiva de otra que no lo es, basta observar la conducta del individuo o del grupo y sus consecuencias, para ubicarla en el rango que va desde la indigencia hasta la genialidad. Muchos creen que no pueden ser productivos porque no cuentan con suficientes recursos económicos. Esto es una trampa, porque difícilmente podrán conseguir estos recursos si no son productivos, a menos que sean subsidiados, se saquen la lotería o hereden una fortuna. Esto los lleva a un círculo vicioso, y también a contar con una buena excusa.
Existen otra clase de recursos bastante subestimados y mal aprovechados que un nuevo sistema de valores puede explotar ampliamente. Nuestra productividad depende de dos importantes compromisos: primero, el de incrementar la conciencia y la responsabilidad para formar y transformar nuestro sistema de creencias y conductas, aprovechando nuestra capacidad de comunicación con nosotros mismos y con nuestro medio ambiente en general; y segundo, el compromiso de ganar autonomía para aprovechar integralmente todos los recursos.

CONCIENCIA Y RESPONSABILIDAD
Conciencia significa “conocimiento exacto y reflexivo de las cosas”, “conocimiento interior del bien que debemos hacer y del mal que debemos evitar” o “capacidad del Ser Humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta”3. Responsabilidad es la capacidad de responder a determinado ámbito de competencia.
Podemos responder ante lo que nos damos cuenta, pero no ante lo que pasa desapercibido para nosotros. Por eso es tan importante la conciencia. Sin conciencia no hay responsabilidad. No siempre somos plenamente conscientes de lo que pasa en nuestro medio ambiente social, a veces tampoco del alcance de nuestras responsabilidades o ámbitos de competencia.
El conocimiento interior del bien que debemos hacer y del mal que debemos evitar existe gracias a los valores de nuestra cultura. Con un buen sistema de valores, ese conocimiento interior nos hace benefactores y productivos; de lo contrario, podemos llegar a ser terriblemente miserables y destructivos.
Una de las incongruencias más trágicas de la política social de nuestro país, que se ha sostenido por décadas, consiste en querer resolver el terrible problema de la pobreza extrema con dádivas, sin propiciar en modo alguno el que las personas asuman cada vez mayores compromisos y responsabilidades.
La mayoría de las personas aprenden a evadir responsabilidades; pocos desean por cuenta propia incrementarlas, muchos de ellos ni siquiera las conocen, de tal forma que dificilmente mejoran su capacidad de responder, se limitan a seguir instrucciones y no se dan cuenta de todo lo que pueden hacer con sus maravillosos recursos.
Nuestra capacidad de darnos cuenta depende de los datos que obtenemos de nuestra cultura personal y de la cultura de toda la gente que influye directa o indirectamente en nuestra vida. En otras palabras, el "nivel de conciencia" está en función de la buena o mala comunicación que tenemos con nosotros mismos y con los demás.
La conciencia es un valor dinámico del ser humano que la comunicación puede disminuir o mejorar. En la conciencia se aprecia nuestra grandeza. No puede existir crecimiento o desarrollo productivo sin conciencia. Las personas que desean tomar conciencia tienen este valor bien arraigado en su cultura personal, se dan cuenta de todo lo que son, piensan, sienten, hacen, tienen y comparten. Solamente así se incrementa la responsabilidad auténtica.
Es interesante comprender cómo una conducta autoritaria, salvadora o de libertad mal entendida de los padres, jefes o maestros; no ayuda a incrementar la conciencia ni la responsabilidad en los hijos, subordinados o alumnos respectivamente; mientras que autoridad, protección y autonomía son indispensables.
El problema consiste en que el autoritario dice a los demás todo lo que tienen que hacer, sin dar oportunidad a la investigación e intercambio de ideas; no estimula la autonomía y difícilmente protege. El salvador resuelve los asuntos y problemas de los demás, cuando a éstos ya les corresponde resolverlos; no permite la experimentación del conocimiento adquirido ni estimula la autonomía, y difícilmente hace cumplir la normativa requerida. El que promueve una falsa libertad, o “deja hacer, deja pasar”, únicamente trata de pasarla bien o lo mejor posible, evitando las dificultades o complicaciones e invitando a los demás a que hagan lo mismo, sin proteger, ni disciplinar a nadie.
El líder que ejerce su autoridad, que protege y estimula la autonomía es promotor de una cultura bastante productiva, sin autoritarismo, salvación o libertad aparente. Esto invita a todos los que se involucran en esta nueva cultura, a darse cuenta del potencial que tienen con sus recursos. Lo único que tienen que hacer es responsabilizarse, utilizarlos ampliamente y descubrir su riqueza productiva.
MOTIVACIÓN Y AUTONOMÍA
Motivar significa estimular motivos que inducen a la acción o “hacer que alguien sienta interés por algo”.4 Motivo es toda necesidad e interés que mueve al individuo hacia metas y objetivos que desea alcanzar. Autonomía es la “condición del individuo o entidad que de nadie depende en ciertos conceptos”5, potestad para regir sus intereses o los de su grupo, mediante normas y criterios propios, compatibles con los criterios generales y las políticas de la organización a la que pertenece.
Nuestras verdaderas y más auténticas necesidades se desprenden de dos fuerzas básicas: supervivencia y reproducción. Estas necesidades son: respirar, alimentarnos, descansar, expresarnos, protegernos, reproducirnos, evolucionar, estimularnos sensorialmente, etc. Todas estas necesidades son motivos poderosos que nos obligan a la acción. Instintivamente tenemos gran interés por satisfacerlas cuanto antes.
De igual forma, todas las creencias, valores y condicionamientos culturales producen cierto grado de interés, dependiendo de su nivel de arraigo y contenido emocional; por lo tanto, también nos mueven a determinadas expresiones y conductas.
Muchos son los valores incorporados a nuestra cultura que nos llevan a considerar prioritarias otras “necesidades”, que más bien son medios, sustitutos, lujos o equivalentes, como trabajo, dinero, hogar, automóvil, deporte, música, baile, vestuario, alhajas, premios, paseos, medicinas, dulces, refrescos, terapias, nicotina, alcohol, educación y muchos más.
Además de emprender la acción por imperiosa necesidad, también lo hacemos porque nos mandan, por costumbre o por voluntad propia. Cuando actuamos por voluntad es porque debemos hacerlo o nos gusta; por rebeldía o inteligencia. Sólo cuando actuamos con inteligencia podemos inventar y elegir, aprender a vivir y ser libres. Libertad o autonomía es la capacidad de elegir, de decidir y darnos cuenta de lo que estamos decidiendo; es lo más opuesto a dejarse llevar.
Frecuentemente obedecemos a lo que alguien nos manda por miedo al castigo, porque sabe más que nosotros o por la esperanza de conseguir reconocimiento, recompensa o premios. La autonomía nada tiene que ver con los castigos o premios repartidos por la autoridad.
Cuando actuamos por costumbre fácilmente nos conformamos con hacer lo mismo que hacen los demás, por rutina, porque así lo aprendimos o es lo único que sabemos hacer. Así tampoco ganamos autonomía.
Tampoco sería adecuado llevar la contraria a todas las órdenes y costumbres, porque nunca una acción es buena o mala tan sólo por ser una orden superior o una costumbre generalizada. Para saber si algo nos resulta productivo o no, bueno o malo, tenemos que examinarlo más a fondo. Nadie puede dispensarnos de elegir y buscar por nosotros mismos, porque somos en gran medida capaces de inventar nuestra propia vida. Entre las órdenes que se nos dan, las costumbres que nos rodean y los gustos o caprichos que nos asaltan, tenemos que aprender a elegir por nosotros mismos.
Desarrollar autonomía significa ser capaz de tomar conciencia y responsabilidad, pensar por uno mismo, emocionarse y proponer tomando en cuenta muchos puntos de vista, tanto en el terreno cultural como en el emocional, el intelectual y el social.
A diferencia de otros seres vivos, los hombres podemos inventar y elegir en gran parte nuestra forma de vivir. Podemos optar por lo que nos parece bueno o conveniente, frente a lo que nos parece malo o inconveniente. Como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y aprender a vivir.
"La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: sí o no. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana."

Octavio Paz
Cuando utilizamos todos nuestros recursos internos, emocionales, culturales e intelectuales en forma adecuada, ganamos autonomía. También cuando identificamos, valoramos y explotamos todos los recursos externos que tenemos a nuestra disposición.
Cuando aprendemos a tomar las responsabilidades y autoridad necesaria y suficiente para gobernar un determinado “ámbito de competencia” y cuando definimos con precisión la relación o dependencia que tenemos con otras personas o grupos, ganamos autonomía. Con autonomía conseguimos poder personal, seguridad en nosotros mismos y riqueza productiva. La verdadera autonomía no se exige, se gana con responsabilidad. Somos libres y nos movemos con facilidad en un ámbito muy bien delimitado por nuestra capacidad de responder.
INTELIGENCIA Y COMPROMISO
La inteligencia de una persona se comprueba con los resultados que consigue en su desempeño en la vida. Por las decisiones que toma y la forma de aprovechar sus recursos.
Compromiso significa, literalmente, “obligación contraída, palabra dada, fe empeñada”.6

Nos comprometemos, cuando tomamos la decisión de ser, pensar, sentir, hacer, tener, darnos cuenta, responsabilizarnos o compartir lo que queremos. Podemos comprometernos con nosotros mismos y/o con los demás.
El nivel de compromiso se nota en nuestras expresiones y conducta. Podemos identificar una negación al compromiso, así como también un compromiso bajo, regular, alto o absoluto. La negación al compromiso representa un excelente nivel de compromiso.
El verdadero COMPROMISO es un sí o un no, nunca un término medio. Se vale dar(nos) tiempo para reflexionar, pero después se toma la decisión. Cuando se toma, es como la “palabra de honor” de antaño, produce confianza en uno mismo y en los demás. No existe compromiso sin decisión, ni decisión sin compromiso.
Cuando aprendemos a tomar compromisos, ya sea que los cumplamos o no, empezamos a utilizar deliberadamente un maravilloso mecanismo cibernético programable que tenemos a nuestra disposición. Nos percatamos de la realidad, posición, obstáculos, deficiencias, aciertos, dificultades, fortalezas y debilidades. Cada vez que utilizamos este mecanismo se vuelve más preciso, confiable y poderoso. Cumpliendo compromisos mejoramos conciencia y responsabilidad. Al enfrentar responsabilidades mayores, aumenta nuestra posibilidad de darnos cuenta. Los compromisos se cumplen con inteligencia.
DESARROLLO INTEGRAL
Este valor cultural hace que el individuo o grupo establezca su propia jerarquía de valores y se disponga a mejorar constantemente, en primer lugar, esos valores y recursos que consideró fundamentales.
De poco sirve el desarrollo económico si no se consigue también un desarrollo físico, emocional, intelectual, cultural, social y profesional. El enriquecimiento equilibrado de una cultura (su sistema de valores) produce necesariamente un DESARROLLO INTEGRAL.

CULTURA DE COMPROMISO

Cuando tenemos un verdadero interés por nuestra actividad laboral, fácilmente nos comprometemos a cumplir con eficiencia y productividad. Con interés genuino y verdadero por nuestro trabajo, cualquiera que sea, surge el deseo de realizarlo. Con deseo disfrutamos y mejoramos siempre todo lo que hacemos.
Cuando cumplimos nuestros compromisos cambiamos, porque tenemos que invertir recursos, no solamente materiales y económicos, también energía y tiempo. Si los resultados son satisfactorios, mejoramos nuestras condiciones, pero si nos equivocamos, también podemos aprender y ganar experiencia o información.
Cuando fracasamos en un intento, sentimos coraje o miedo. Estas emociones nos pueden paralizar o impulsar a hacer un nuevo intento, dependiendo de nuestro sistema de creencias. Indudablemente corremos riesgos. Difícilmente se arriesga la persona que cree que no vale la pena el riesgo por la experiencia. Tiene miedo al fracaso, piensa que cometer errores es denigrante o no puede sentir, expresar y canalizar sus emociones de manera productiva.
Conviene creer que únicamente los triunfadores fracasan o se equivocan, porque lo intentan; los perdedores no fracasan. Si a esta nueva creencia, le agregamos PERSEVERANCIA para que el error se convierta en experiencia, lo vamos a intentar de nuevo hasta alcanzar el éxito.
Aunque no identifiquemos el complejo de creencias y valores que nos impiden comprometernos, en cualquier momento podemos proponernos compromisos de cualquier nivel y responsabilizarnos. Al hacerlo, vamos a conocer nuestra capacidad real, nos podremos colocar en la posición justa para obtener mejores resultados, con los mismos recursos. La confrontación compromisos contra resultados nos coloca en nuestra verdadera y justa dimensión.
Si nos damos cuenta de una actitud o conducta deficiente, podemos modificarla. Si tenemos una conducta no productiva, poco productiva o destructiva las alternativas para producir el cambio son modificar la conducta, la creencia o ambas. No es necesario encontrar o deducir las creencias que motivan una conducta no productiva (aunque se puede hacer), basta con definir el conjunto de creencias que conviene tener e incorporarlas a nuestra cultura.
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