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Él asintió con la cabeza de mala gana. — Sí, señor. Aaron entró y subió las escaleras hasta el tercer piso. Su apartamento era el primero a la derecha. No había timbre, por lo que llamó a la puerta. Sólo unos segundos pasaron antes de que se abriera la puerta, y allí estaba Liv, llevando unos pantalones de pijama de franela y una sudadera descolorida, con ese aspecto dulce y sexy y tan irresistible como la primera vez que la había conocido. Ella parpadeó varias veces, como si pensara que se lo estaba imaginando. — ¿Aaron? Él sonrió. — Si, soy yo. Liv no le devolvió la sonrisa. Sólo lo miraba... confundida. En todas las veces que Aaron se había imaginado esta escena, ella inmediatamente se había echado en sus brazos y le daba las gracias por haberla salvado de una vida matrimonial desastrosa. Tal vez esto no sería tan fácil como él había previsto. — ¿Qué haces aquí? — le preguntó ella. — ¿Puedo entrar? Liv miró hacia atrás, al interior del apartamento, y luego a él, mirándole inquieta. ¿Por qué no se le había ocurrido que William podría estar allí, en su apartamento? —¿Hay alguien contigo... — le preguntó. Ella sacudió la cabeza. — No, es sólo que mi apartamento está hecho un lío. Estoy empezando a redecorarlo. — No lo tendré en cuenta — dijo Aaron. Dio un paso atrás y le hizo un gesto para que pasara. Su apartamento era pequeño y escasamente amueblado. Todos los muebles estaban tapados con cubiertas de plástico. — Estaba preparándolo para pintar — explicó. Liv no se ofreció para coger su abrigo, o le ofreció un asiento. — ¿Qué quieres? — Estoy aquí para evitar que cometas el peor error de tu vida. Ella frunció el ceño y miró a su alrededor. — ¿Pintar mi apartamento? Ella se veía tan confusa que tuvo que sonreír. — No. Estoy aquí para impedir que te cases con un hombre al que no amas. — ¿Por qué crees que me voy a casar? Ahora fue su turno de mirarla confuso. — Anne dijo... — Antes de que pudiera terminar la frase, la realidad le dio una bofetada. Fuerte. Lo habían engañado. Anne estaba tratando de sacarlo de su apatía para que fuera detrás de Liv. Y él le había dado la munición que necesitaba cuando le habló de William. La próxima vez que viera a su hermana, iba a darle un gran abrazo. — ¿Supongo que nunca le dijiste nada a mi hermana sobre una boda? Ella sacudió la cabeza. — Por lo tanto, tú definitivamente no vas a casarte con William — confirmó, sólo para estar seguro. — Espero que no, teniendo en cuenta que él está comprometido con otra persona. Eso fue, de lejos, la mejor noticia que Aaron había tenido en todo el día. — ¿Qué importancia tiene eso? — le preguntó ella. — ¿Por qué te importa con quién me case? — Me importa — dijo Aaron, dando un paso hacia ella — porque yo soy el único hombre con el que debes de casarte. Sus ojos se abrieron con incredulidad. — ¿Cómo dices? — Ya me has oído — Aaron se puso de rodillas y sacó la caja del anillo del bolsillo de la chaqueta. Lo abrió, ofreciéndole el anillo de diamantes de la familia, de cinco quilates, que se encontraba encima de una base de terciopelo azul. — ¿Lo harás, Liv? Durante unos terribles segundos que le parecieron horas, ella se le quedó mirando con la boca abierta, y comenzó a preguntarse si habría cambiado de idea acerca de él, si ahora que habían estado separados durante un tiempo, su amor por él se había desvanecido. Por un instante realmente le preocupó la posibilidad de que Liv le dijera que no. Pero cuando por fin habló, dijo — Tú no quieres casarte. No estás hecho para ser un hombre de familia. ¿Te acuerdas? — Liv, me dijiste que me amas. ¿Sigue siendo así? Ella se mordió el labio y asintió. — Y yo te amo a ti. Me costó un tiempo admitirlo a mí mismo, pero te amo. No puedo imaginar pasar el resto de mi vida con nadie más. Una sonrisa tembló en la esquina de su boca. — ¿Y el cupo anual que recibes del club-de-la-chica-del-mes? Él sonrió. — Ya cancelé mi suscripción. La única chica que quiero en mi vida eres tú. Ahora, ¿vas a hacer que me arrodille aquí toda la noche? — Pero ¿qué pasa con tus padres? Ellos nunca te dejaran casarte con una plebeya. — Ellos me han dado su bendición. Sus ojos se ensancharon. — ¿Tu madre te dio su bendición? ¿Has tenido que poner una pistola en su cabeza? — Tengo que admitir que ella lo hizo de mala gana, pero no te preocupes, entrara en razón. Si le damos un nieto o dos, va a estar en éxtasis. — ¿Qué tú quieres qué? — le preguntó ella. — ¿De verdad quieres niños? — Sólo si puedo tenerlos contigo, Liv. La insinuación de una sonrisa le creció hasta abarcar toda su cara. — Vuélvemelo a preguntar. Él sonrió. — Olivia, ¿quieres casarte conmigo? — Sí — Liv se echó a reír mientras Aaron deslizaba el anillo en su dedo, luego la tomó en sus brazos. — Sí, Su Alteza ¡Definitivamente, lo haré! FIN |