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1 Estos trescientos folios forman parte de doce investigaciones secretas de la Fuerza Aérea Española sobre otros tantos casos de ovnis en España. Han sido publicados en el libro Ovnis: Documentos oficiales de¡ Gobierno español Caballo de Troya J. J. Benítez 37 En todo caso -y con esto concluyo- si el «gran viaje» del mayor fue sólo un sueño de aquel hombre extraño y atormentado, que Dios bendiga a los soñadores. Caballo de Troya J. J. Benítez 38 EL DIARIO Hoy, 7 de abril de 1977, al año de mi retiro voluntario a la selva del Yucatán, una vez conocida la muerte de mi hermano... y al cuarto año de nuestro regreso del «gran viaje», pido humildemente al Todopoderoso que me conceda las fuerzas y vida necesarias para dejar por escrito cuanto sé y contemplé -por la infinita misericordia de Dios- en Palestina. Es mi deseo que este testimonio sea conocido entre los hombres de buena voluntad - creyentes o no- que, como nosotros, caminan a la búsqueda de la Verdad. Sé desde hace más de un año -como también lo supo mi hermano en el «gran viaje»- que mi muerte está cercana. Por ello, siguiendo sus reiteradas peticiones y los cada vez más firmes impulsos de mi propia conciencia, he procedido a ordenar mis notas, recuerdos y sensaciones. Espero que la persona o personas que algún día puedan tener acceso a este humilde y sincero diario hagan suya mi voluntad de permanecer, como mi hermano, en el más riguroso anonimato. No somos nosotros los protagonistas, sino «ÉL». No es fácil para mi resumir aquellos años previos a la definitiva puesta en marcha del «gran viaje». Y aunque nunca ha sido mi propósito desvelar los programas y proyectos confidenciales de mi país, a los que he tenido acceso por mi condición de militar y miembro activo -hasta 1974- de la OAR (Oflice of Aerospace Research)1, entiendo que antes de ofrecer los frutos de nuestra experiencia en Israel, debo poner en antecedentes a cuantos lean este informe de algunos de los hechos previos a aquel histórico enero de 1973. Debo advertir igualmente que, dada la naturaleza del descubrimiento efectuado por nuestros científicos y las dramáticas consecuencias que podrían derivarse de una utilización errónea o premeditadamente negativa del mismo, mis aclaraciones previas sólo tendrán un carácter puramente descriptivo. Como he mencionado antes, no es el medio lo que importa en este caso, sino los resultados que gozosamente tuvimos a bien alcanzar. Descargo así mis escrúpulos de conciencia y confío en que algún día -si la humanidad recupera el perdido sentido de la justicia y de los valores del espíritu- sean los responsables de este sublime hallazgo quienes lo den a conocer al mundo en su integridad. Fue en la primavera de 1964 cuando, confidencialmente y por pura casualidad, llegó hasta mis oídos la existencia de un ambicioso y revolucionario proyecto, auspiciado por la AFOS! y la AFORS2 y en el que trabajaba desde hacía años un nutrido equipo de expertos del Instituto de Tecnología de Massachusetts. Yo había sido seleccionado en octubre de 1963, con otros trece pilotos de la USAF, para uno de los proyectos de la NASA. En mi calidad de médico e ingeniero en física nuclear, y puesto que seguía perteneciendo a la OAR, me encomendaron un trabajo específico de supervisión del llamado VIAL o Vehículo para la Investigación del Aterrizaje Lunar. En la mencionada primavera de 1964, dos de estas curiosas máquinas voladoras -en las que se iniciaron los primeros ensayos para los futuros alunizajes del proyecto Apolo- llegaron al fin al lugar donde yo había sido destinado: el Centro de Investigación de Vuelos de la NASA, en la base de Edwards, de las fuerzas aéreas norteamericanas, a ochenta millas al norte de Los Angeles. 1 La OAR es la Oficina de Investigación Aeroespacial. (Nota del traductor.) 2 AFOSI y AFORS son las siglas de la Air Force Office of Special Investigations (Oficina de Investigaciones Espaciales de la Fuerza Aérea) y de la Air Force Office of Scientific Research (Oficina de Investigación Científica de la Fuerza Aérea), respectivamente. (N. del t.) Caballo de Troya J. J. Benítez 39 En aquel paisaje desolado -en pleno corazón del desierto Mojave- permanecí hasta últimos de 1964, en que concluyeron con éxito las pruebas preliminares de vuelo de los VIAL. No tengo que repetir que aquellas pruebas y otros proyectos -en especial los de la USAF- habían sido calificados como «altamente secretos». El ingreso en el recinto de la base y en el de las experiencias en particular era limitado al personal especialmente acreditado. Durante meses conviví con otros candidatos a astronautas, oficiales, científicos y técnicos - todos ellos en posesión de la top secret security clearance1 llegando a mis oídos un fantástico proyecto: la Operación Swivel ("Eslabón"). Una vez finalizado mi trabajo en Edwards, la NASA estimó que debía incorporarme al Centro Marshall, de vuelos espaciales. Mi verdadera vocación ha sido siempre la investigación. Concretamente, el joven «mundo» de la teoría unificada de las partículas elementales. Sin embargo, mis inquietudes en aquel mes de diciembre de 1964 discurrían por otros derroteros. Los costos de la NASA habían empezado a dispararse y el Centro Marshall trabajaba día y noche para encontrar nuevos sistemas o fuentes de energía, que abaratasen las costosas baterías «químicas» de los proyectos Explorer, Mercury y Geminis. Una semana antes de Navidad, y por motivos de mi trabajo, tuve que volar nuevamente a la base de Edwards. Durante uno de los almuerzos con el personal especializado conocí al nuevo jefe del proyecto Swivel, el general..., un hombre sereno y de brillante inteligencia, que supo escuchar pacientemente mis disquisiciones y lamentos sobre la miopía mental de algunos altos cargos de la NASA, que habían rechazado una y otra vez mis sugerencias sobre la necesidad de sustituir las anticuadas baterías químicas por células de carburante o por baterías atómicas. El general pareció interesarse por algunos de los detalles de las pilas atómicas y yo -lo reconozco- me desbordé, saturándole con la lluvia de datos e información en torno a las excelencias del plutonio 238, del curio 244 y del prometio 147... Antes de retirarse de la mesa, el general me hizo una sola pregunta: «¿Quiere trabajar conmigo? » Gracias al cielo, mi respuesta fue un fulminante: «Sí.» De esta forma, en enero de 1965 abandonaba definitivamente la NASA, para incorporarme al módulo de experiencias de la USAF, en Mojave. Yo había conocido a buena parte de los científicos y militares que se afanaba en aquel fantástico proyecto durante mi anterior etapa en la base de Edwards. Esto facilitó las cosas y mi definitiva integración en la Operación Swivel fue rápida y total. Durante los primeros meses, mi papel -de acuerdo con los deseos del general que me había contratado y al que de ahora en adelante llamaré con el nombre supuesto de «Curtiss»- se centró en una frenética investigación en torno a un sistema auxiliar de abastecimiento de energía mediante una batería atómica llamada SNAP-9A, que son las siglas de Systems for Nuclear Auxiliary Powers2. En esas fechas, el proyecto había superado ya las primeras y obligadas fases de experimentación. Estas habían tenido lugar -siempre en el más férreo de los secretos- entre 1959 y 1963. Nunca supe -y tampoco me preocupó en exceso- quién o quiénes habían sido los promotores o descubridores del sistema básico que había permitido concebir semejante aventura. En algunas de mis múltiples conversaciones con el general Curtiss, este insinuó que - aunque en el equipo inicial habían participado algunos de los veteranos científicos del proyecto Manhattan, que «dio a luz» la bomba atómica- «el cambio de criterios en relación con la naturaleza de las mal llamadas partículas elementales o subatómicas procedía de Europa». Al parecer, y a través de la CIA, las fuerzas aéreas norteamericanas habían recibido -procedentes de Europa occidental- una serie de documentos en los que se hablaba de un brusco cambio de 180 grados en la interpretación de la física cuántica. En esencia, ya que no es mi intención aquí y ahora alargarme excesivamente en cuestiones puramente técnicas, ese «sistema básico» que había impulsado la operación consistía en el descubrimiento de una entidad elemental -generalizada en el cosmos- en la que la ciencia no 1 Autorización para tener acceso a determinados secretos que afectan a la defensa nacional en los Estados Unidas. (N. del t.) 2 Sistema de Energía Nuclear Auxiliar. Fueron utilizados, en efecto, por la NASA y el AEC para usos espaciales. Estas baterías de isótopos radiactivos pueden producir varios centenares de vatios de electricidad durante períodos superiores a un año. (N. del t.) Caballo de Troya J. J. Benítez 40 había reparado hasta ese momento y que ha resultado, y resultará en el futuro, la «piedra angular» para una mejor comprensión de la formación de la materia y del propio universo. Esa entidad elemental que fue bautizada con el nombre de swivel puso de manifiesto que todos los esfuerzos de la ciencia por detectar y clasificar nuevas partículas subatómicas no eran otra cosa que un estéril espejismo. La razón -minuciosamente comprobada por los hombres de la operación en la que trabajé- era tan sencilla como espectacular: un swivel tiene la propiedad de cambiar la posición u orientación de sus hipotéticos «ejes»1 transformándose así en un swivel diferente. El descubrimiento dejó perplejos a los escasos iniciados, arrastrándolos irremediablemente a una visión muy diferente del espacio, de la configuración íntima de la materia y del tradicional concepto del tiempo. El espacio, por ejemplo, no podía ser considerado ya como un «continuo escalar» en todas direcciones. El descubrimiento del swivel echaba por tierra las tradicionales abstracciones del «punto», «plano» y «recta». Estos no son los verdaderos componentes del universo. Científicos como Gauss, Riemann, Bolyai y Lobatschewsky habían intuido genialmente la posibilidad de ampliar los restringidos criterios de Euclides, elaborando una nueva geometría para un «nespacio ». En este caso, el auxilio de las matemáticas salvaba el grave escollo de la percepción mental de un cuerpo de más de tres dimensiones. Nosotros habíamos supuesto un universo en el que los átomos, partículas, etc., forman las galaxias, sistemas solares, planetas, campos gravitatorios, magnéticos, etc. Pero el hallazgo y posterior comprobación del swivel nos dio una visión muy distinta del Cosmos: el Espacio no es otra cosa que un conjunto asociado de factores angulares, integrado por cadenas y cadenas de swivels. Según este criterio, el cosmos podríamos representarlo -no como una recta-. Sino como un enjambre de estas entidades elementales. Gracias a estos cimientos, los astrofísicos y matemáticos que habían sido reclutados por el general Curtiss para el proyecto Swivel fueron verificando con asombro cómo en nuestro universo conocido se registran periódicamente una serie de curvaturas u ondulaciones, que ofrecen una imagen general muy distinta de la que siempre habíamos tenido. Pero no quiero desviarme del objetivo principal que me ha empujado a escribir estas líneas. A principios de 1960, y como consecuencia de una más intensa profundización en los swivels, uno de los equipos del proyecto materializó otro descubrimiento que, en mi opinión, marcará un hito histórico en la humanidad: mediante una tecnología que no puedo siquiera insinuar, esos hipotéticos ejes de las entidades elementales fueron invertidos en su posición. El resultado llenó de espanto y alegría a un mismo tiempo a todos los científicos: el minúsculo prototipo sobre el que se había experimentado desapareció de la vista de los investigadores. Sin embargo, el instrumental seguía detectando su presencia... A partir de entonces, todos los esfuerzos se concentraron en el perfeccionamiento del referido proceso de inversión de los swivels. Cuando yo me incorporé al proyecto, el general me explicó que, con un poco de suerte, en unos pocos años más estaríamos en condiciones de efectuar las más sensacionales exploraciones... en el tiempo y en el espacio. Poco tiempo después comprendí el verdadero alcance de sus afirmaciones. Al multiplicar nuestros conocimientos sobre los swivels y dominar la técnica de inversión de la materia, apareció ante el equipo una fascinante realidad: «más allá» o al «otro lado» de nuestras limitadas percepciones físicas hay otros universos (las palabras sólo sirven para amordazar la descripción de estos conceptos) tan físicos y tangibles como el que conocemos (?). En sucesivas experiencias, los hombres del general Curtiss llegaron a la conclusión de que 1 Aún hoy y puesto que este sensacional hallazgo no ha sido dado a conocer a la comunidad científica del mundo, numerosos investigadores y expertos en física cuántica siguen descubriendo y detectando infinidad de subpartículas (neutrinos, mesones, antiprotones, etc.) que sólo contribuyen a oscurecer el intrincado campo de la física. El día que los científicos tengan acceso a esta información comprenderán que todas esas partículas elementales que conforman la materia no son otra cosa que diferentes cadenas de swivel, cada uno de ellos orientado en una forma peculiar respecto a los demás. Tanto los especialistas que trabajaron en esta operación, como yo mismo, tuvimos que doblegar nuestras viejas concepciones del espacio euclideo, con su trama de puntos y rectas, para asimilar que un swivel está formado por un haz de ejes ortogonales que «no pueden cortarse entre sí». Esta aparente contradicción quedó explicada cuando nuestros científicos comprobaron que no se trataba de «ejes» propiamente dichos, sino de ángulos. (De ahí que haya entrecomillado la palabra «eje» y me haya referido a hipotéticos ejes.) La clave estaba, por tanto, en atribuir a los ángulos una nueva propiedad o carácter: el dimensional. (Nota del mayor.) Caballo de Troya J. J. Benítez 41 nuestro cosmos goza de un sinfín de dimensiones desconocidas. (Matemáticamente fue posible la comprobación de diez.) De estas diez dimensiones, tres son perceptibles por nuestros sentidos y una cuarta -el tiempo- llega hasta nuestros órganos sensoriales como una especie de «fluir», en un sentido único, y al que podríamos definir groseramente como «flecha o sentido orientado del tiempo». En ese raudal de información apareció ante nuestros atónitos ojos otro descubrimiento que cambiará algún día la perspectiva cósmica y que bautizamos como nuestro cosmos «gemelo»1 A mí, personalmente, al igual que al general jefe del proyecto, lo que terminó por cautivarnos fue el nuevo concepto del « tiempo». Al manipular con los ejes de los swivels se comprobó que estas entidades elementales no «sufrían» el paso del tiempo. ¡Ellas eran el tiempo! Largas y laboriosas investigaciones pusieron de relieve, por ejemplo, que lo que llamamos «intervalo infinitesimal de tiempo» no era otra cosa que una diferencia de orientación angular entre dos swivels íntimamente ligados. Aquello constituyó un auténtico cataclismo en nuestros conceptos del tiempo2. No fue muy difícil detectar que -por uno de esos milagros de la naturaleza- los ejes del tiempo de cada swivel apuntaban en una dirección común... para cada uno de los instantes que podríamos definir puerilmente como «mi ahora». Al instante siguiente, y al siguiente y al siguiente -y así sucesivamente- esos ejes imaginarios variaban su posición dando paso a distintos «ahora». Y lo mismo ocurría> obviamente, con los «ahora» que nosotros llamamos |
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