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La Esfera Social Con este concepto se designan aquellos aspectos de la acción dependientes del entramado de conexiones entre el actor y los individuos (o conglomerados de individuos) que circunscriben la situación de acción (o que también forman parte de ella). La esfera social puede ser abordada desde diferentes ángulos, de los cuales se considerarán sólo dos: las funciones del actor y el carácter de la interrelación social8. Las Funciones del Actor Siguiendo el esquema parsonsiano, las funciones del actor se expresan en los conceptos de “rol”, “estatus”, “expectativas” y “normas”. El rol es un patrón de conducta o un conjunto de comportamientos típicos que los individuos y grupos esperan de un actor. Cada rol corresponde a un estatus, es decir, a una categoría funcional. Así, por ejemplo, un rol compuesto por conductas tales como atender consultas + ordenar exámenes de laboratorio + diagnosticar + recetar, etc., corresponde al estatus del médico; dar clases + evaluar + estudiar, etc., constituyen otro rol que corresponde al estatus del “profesor” y así sucesivamente. Los roles remiten a un estatus, pero, a su vez, están asociados a expectativas por parte de los demás, o sea, estados de cosas que se espera sean causados o producidos por el actor en dependencia del rol asociado a su estatus. Las interrelaciones de acción estructuradas sobre la base de roles-estatus se traducen, pues, en expectativas. Pero éstas a su vez se traducen en obligaciones y derechos, lo cual remite a normas. Las normas, pues, son predefiniciones de acción que regulan la existencia y los límites de roles, estatus y expectativas. Nótese, como aspecto relevante de los conceptos anteriores, la cercana relación que se da entre las funciones del actor y sus rasgos de conocimiento, de habilidades y de actitudes (o para decirlo en términos de parsonsianos, entre las “categorizaciones del actor” y las “disposiciones de necesidad”). La incompatibilidad entre ambas cosas, como se dijo antes, es la base de los desvíos o conflictos. El Carácter de la Interrelación Social Las conexiones actor-sociedad resultan modificadas según ciertas condiciones de la situación de acción. En primer lugar, la interrelación social puede tener un carácter individual (o privado) o, en cambio, un carácter institucional (o público)9. Los roles, por ejemplo, de “padre”, “madre”, “amigo”, “enemigo”, etc., remiten a una interrelación de carácter individual (el actor funge y es visto sólo como individuo y no como miembro de un cuerpo). En cambio, los roles de “profesor”, “sacerdote”, “gerente”, etc., remiten a una interrelación de carácter institucional (el actor funge y es visto como representante de un cuerpo). Por otra parte, de acuerdo a la cantidad de actores que intervienen en una acción, la interrelación social puede tener un carácter singular o, en cambio, un carácter colectivo. En tal sentido, hay acciones cuya responsabilidad recae sobre una sola persona (el ladrón, por ejemplo, que roba cosas en un supermercado) y otras cuya responsabilidad recae sobre un grupo de personas (la poblada, por ejemplo, que saquea un supermercado). En el plano de las organizaciones, la distinción es importante porque remite al concepto de “equipos” o “grupos de tarea”, que se utilizará más adelante. En cuanto a las interrelaciones entre los pares Individual / Institucional y Singular / Colectivo, en la Tabla 1 se ilustran las diferencias del caso a través de unos ejemplos típicos. La Esfera Cultural Dentro de este nivel se considera aquel conjunto de factores en virtud de los cuales el actor, sobre la base de los rasgos de su propio estatus y rol, decide: a) qué estados de cosas constituirán para él objetos de acción y cuáles no (relación de apropiación; ver arriba)
c) qué medios u operaciones resultan más adecuados para una determinada acción (diseño de medios; ver arriba).
Tabla 1: Ejemplificación de las diferencias entre los distintos tipos de interrelación social A esto se refiere Parsons cuando afirma que el “sistema cultural” define las orientaciones de sentido y valor en una acción. Como se sugiere en a), no todos los estados de cosas tienen el mismo sentido (o sea, reciben una misma interpretación o resultan igualmente significativos) para un actor dotado de un cierto rol. Algunos de esos estados de cosas serán interpretados de una manera y otros de otra. Equivalentemente, un mismo estado de cosas no es interpretado en un mismo sentido por todos los actores. Para unos, una misma realidad significará una cosa y para otros, otra. Pero esta interpretación que hace el actor de los distintos estados de cosas se fundamenta en valores (es decir, en preferencias o en calificaciones de bondad o utilidad a través de las cuales “filtra” sus visiones del mundo). Por algunos de los estados de cosas valdrá la pena interesarse, más que por otros, de modo que habrá una especie de jerarquización en las distintas apropiaciones que él hace de los diferentes estados de cosas por los que atraviesa según los diversos roles que cumpla. Pero no sólo eso. Como se sugiere en b), una vez que un actor se apropia de un objeto de acción o una vez que se interesa por una determinada realidad, entonces decidirá hasta qué punto debe actuar para mantenerla y hasta qué punto debe actuar para cambiarla. O sea, evalúa los objetos de acción de los cuales se ha apropiado, lo cual también ocurre según ciertas configuraciones de sentido y valor. Finalmente, como se indica en c), una vez que el actor, dotado de un cierto rol, ha decidido mantener o modificar un objeto de acción, entonces diseña los correspondientes medios u operaciones, lo cual también tiene lugar de acuerdo a configuraciones de sentido y valor, ya que cada medio es también susceptible de ser interpretado como relevante o irrelevante (los medios adquieren un sentido) y como positivo o negativo (adquieren un valor). El sentido que les asignamos a los estados de cosas, entonces, resulta de una ‘interpretación simbólica’, o sea, de una asociación de cada situación con un dominio referencial de simbolismos. Con esta asociación, traducimos el mundo y obtenemos de él visiones características. El valor que les asignamos a las cosas y a los estados de cosas, por su parte, resulta de un proceso de valoración, concebido como una asociación de cada situación con un dominio referencial de patrones de bondad / maldad, utilidad / inutilidad, etc. Como producto de esta asociación, las cosas y los estados de cosas resultan rechazadas o aceptadas. Son, pues, las orientaciones de sentido y valor las que explican por qué, por ejemplo, ante un mismo estado de cosas, un cierto actor A decide mantenerlo y un cierto actor B decide cambiarlo. O por qué, ante un mismo objeto de acción, A escoge los medios W y B escoge los medios Z. Y son estas orientaciones de sentido y valor las que conforman la esfera cultural dentro de una teoría de la acción. En el nivel institucional, la esfera cultural se expresa en lo que han llamado “Cultura Organizacional” o “Filosofía Organizacional”, donde se ubican los simbolismos y los patrones valorativos de la institución (para un estudio sistemático al respecto, véase Bolman y Deal, 1985). En el nivel individual, la esfera cultural se expresa en las “idiosincrasias” personales y, especialmente para lo individual colectivo, se ha hablado de “identidad nacional” (o “regional”), “espíritu de la época”, etc. (en el área de la filosofía, se ha divulgado el término alemán “Weltanschauung”). Observaciones finales: la Visión de Conjunto La manera en que se ha expuesto esta T.A. ha tratado de ser analítica, pero ello no implica que la acción deba ser vista desde una perspectiva parcelada que excluya una consideración holística. Para este efecto, conviene señalar algunos principios teóricos puntuales que permitan analizar la acción en un sentido global: a) Toda acción particular tiene lugar por referencia a un entramado de acciones que puede ser estudiado en tres sentidos: a1) las dimensiones situacionales, que van desde la más concreta (situación de acción) hasta las más amplias (ligadas a los entornos micro- y macrosociales: grupales, regionales, nacionales, internacionales). Es obvio que en la teorización de cualquier situación de acción concreta deben tomarse en cuenta los condicionamientos que sobre esa situación singular ejercen los entornos situacionales a distintas dimensiones: de grupo, de sociedad focal, de sociedad nacional y de sociedad mundial. a2) las dimensiones histórico-temporales, en las cuales se explican, por una parte, tanto la formación de sentidos y valores (esfera cultural) como las definiciones de roles, expectativas, etc. (esfera social) y la conformación de conocimientos personales, aptitudes y actitudes (esfera personal). Por otra parte se explica también las estructuraciones de los distintos entornos situacionales, mediante interrelación entre las diferentes dimensiones situacionales. a3) La interacción, entendida como encadenamientos de acción que establecen secuencias de acción-reacción y que obligan a analizar las acciones no como aisladas entre sí, sino en cuanto activadoras y en cuanto efectos de otras acciones. b) Los elementos que constituyen una acción concreta mantienen entre sí importantes relaciones de adecuación (que en el esquema parsonsiano se denominan “compatibilidades” e “incompatibilidades”). Estas relaciones de adecuación, en lo que se refiere a los elementos estructurales, pueden examinarse según el mismo esquema que se muestra en el Diagrama 2. En el Diagrama 3, en cambio, se muestran las relaciones entre los elementos funcionales, tal como son explicadas por Habermas (1987, p. 325) en su reseña y crítica a la teoría estructural-funcionalista de Parsons. ![]() Diagrama 3: Relaciones entre los elementos funcionales (tomado de Habermas, 1987, p. 325)
Por ejemplo, la pertinencia de la relación entre la intención, el correlativo objeto de acción (la situación que pretende modificarse) y los medios u operaciones de ejecución, se explica en el sentido de que siempre es posible examinar en qué medida la intención pertenece al mismo tipo de estado de cosas al que pertenece el objeto de acción. Pongamos por caso: si se considera insatisfactoria la situación de bajo rendimiento de un estudiante, la intención de incrementar sus niveles de aprendizaje resultaría pertinente, pero no así la intención de, digamos, que los padres del estudiante se enteren de la situación académica de su hijo (por cierto, es posible que algunos docentes consideren que hasta allí llega su labor). La relevancia de la relación entre intención y objeto de acción se da en la medida en que el estado de cosas descrito por la intención resulte significativo (no trivial) con respecto a las deficiencias del estado de cosas implícito en el objeto de acción. Para el mismo caso anterior, ante el bajo rendimiento del estudiante resulta irrelevante la intención, pongamos, de que el estudiante sea respetuoso en clase y tenga mejores modales. La consistencia, por su parte, es especialmente interesante entre intención y medios y entre objeto de acción e intención: siguiendo con el ejemplo, el maltratar al estudiante como medio para incrementar su rendimiento resulta inconsistente desde el punto de vista de la esfera personal, social y cultural, tanto del docente como del mismo estudiante. Pero donde más se aplica el criterio de consistencia es entre los distintos conceptos funcionales de la acción (por ejemplo, entre rol y estatus, entre rol y expectativas, entre sentido y valores, etc.). 1 Se lee en Abbagnano (1986, p. 451): “Condición, modo de ser o situación (...) La expresión alemana fue introducida por Husserl (...) y definida como el correlato objetivo del juicio. La noción fue aceptada por Wittgenstein, que la entendió como una combinación de objetos (entidades, cosas).” 2 Parsons y Shils (1962) hablan, dentro de su “sistema cultural”, de sistemas “de ideas”, sistemas “expresivos” y sistemas “evaluativos”. Definen al sistema de ideas como aquéllos que relacionan al actor con la situación. 3 Esto coincide con lo sostenido por Dijk (1978, p. 258): “Un propósito es un estado de mente en el que tengo una representación de un estado de cosas o sucesos futuros necesitados, junto con la indicación de que este fin debe ser ocasionado por una acción (de mí mismo)”. 4 Es una adaptación de la frase de Montesquieu: “en el nacimiento de las sociedades las reglas de la república establecen las instituciones y después las instituciones moldean las propias reglas” (en Ventre, 1989). 5 Ver, por ejemplo, Abbagnano (1986, p. 788): “Medio: todo lo que hace posible la obtención de un fin, la ejecución de un propósito o la realización de un proyecto” 6 Referencias más técnicas y detalladas respecto a estos conceptos se encuentran en una teoría de la Utilidad o de la Decisión (ver, por ejemplo, Fishburn, 1970; Ríos, 1976; Siegel, 1957, etc.). 7 La palabra “valor” no significa aquí valor axiológico (o preferencia), sino valor lógico. Se dice “valor constante” por oposición a “valor fluctuante” (Nota dela Transcripción). 8 En realidad, se pueden considerar aspectos adicionales. El mismo Parsons concibe, dentro del “sistema social”, los procesos de distribución y asignación, que ya fueron explicados arriba. Y, en una fase más reciente de su producción teórica, planteó el llamado modelo A.G.I.L., cuya explicación omitimos por ahora. 9 Los conceptos de individual vs. Institucional fueron ya explicados en el aparte anterior (véase “El Actor”, en “Conceptos estructurales”). Para la equivalencia con respecto a los conceptos de “privado” vs. “público”, véase Hurtado (1991). |